El documento, enviado a mediados del mes de octubre a todas las conferencias episcopales por el arzobispo Lorenzo Baldisseri, secretario del colegio cardenalicio y del sínodo de los obispos, deberá ser distribuido entre toda la comunidad católica –con especial atención a las parroquias— para obtener una fotografía en tiempo real de la situación de las familias cristianas. En la introducción, monseñor Baldisseri enumera las “problemáticas inéditas” surgidas en los últimos años alrededor de la familia católica tradicional: aumento exponencial de las parejas de hecho, “que no acceden al matrimonio y a veces excluyen la idea”, uniones entre personas del mismo sexo, “a las que no pocas veces se consiente la adopción de hijos”, familias monoparentales, matrimonios interreligiosos y hasta “formas de feminismo hostiles a la Iglesia…”. Un batallón de pecadores que, con las tablas de la ley en la mano, estarían condenados a arder en el infierno, pero que Francisco —no sin una fuerte oposición interna— quiere recuperar por la vía de la misericordia.
• ¿Las parejas separadas o divorciadas y casadas de nuevo son una realidad pastoral en su Iglesia? ¿Cómo afrontarlo?
• ¿Podría una simplificación de la práctica canónica de reconocer la nulidad del vínculo matrimonial contribuir a solucionar los problemas de las personas afectadas?
• ¿Cuál es la actitud de las Iglesias locales y particulares hacia el Estado como promotor de las uniones civiles entre personas del mismo sexo y hacia los involucrados en estas? ¿Qué atención pastoral se puede dar a estas personas?
• En el caso de las uniones de personas del mismo sexo que han adoptado niños, ¿qué se puede hacer a nivel pastoral para transmitir la fe? ¿Cómo se acercan a la Iglesia los padres que están en esta situación? ¿Qué es lo que piden?
• ¿Saben los cristianos de hoy cómo evaluar moralmente los diferentes métodos de planificación familiar? ¿Podrían sugerirse ideas pastorales?
• ¿Cómo puede promoverse una actitud hacia la opción de tener hijos? ¿Y promoverse un aumento de la natalidad?
• ¿Qué otros retos o propuestas relacionadas con los temas de las preguntas anteriores cree urgente y útil tratar?
De hecho, en la introducción al cuestionario, monseñor Baldisseri pone un ejemplo en el que queda reflejada una preocupación muy concreta expresada por el Papa: “Si se considera solo el hecho de que en el actual contexto muchos chicos y jóvenes, nacidos en matrimonios irregulares, podrían no ver nunca a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende cuán urgentes son los desafíos para la evangelización de la situación actual. Esta realidad tiene una singular conformidad en la vasta acogida que está teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la misericordia divina y su ternura para con las personas heridas: las expectativas consecuentes sobre las decisiones pastorales relacionadas con la familia son muy amplias”.
El párrafo anterior se las trae. No solo porque habla de amplias expectativas pastorales sobre las familias —que tendrían que materializarse en el sínodo extraordinario previsto para octubre de 2014 y, sobre todo, en el ordinario de 2015—, sino porque lo hace de forma simultánea al extenso artículo publicado en L’Osservatore Romano, el periódico de la Santa Sede, por el arzobispo alemán Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio. En el artículo, que ocupaba las dos páginas centrales de la edición impresa y que fue traducido a varios idiomas en la web, el arzobispo Ludwig Müller desactivaba como un artificiero —cable a cable, argumento a argumento— la posibilidad abierta por el papa Francisco de acoger en el seno de la Iglesia a los fieles divorciados y vueltos a casar. En una alusión directa a Bergoglio, el teólogo Müller llegaba a escribir: “Otra tendencia a favor de la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar es la que invoca el argumento de la misericordia. (…) Mediante una invocación objetivamente falsa de la misericordia divina se corre el peligro de banalizar la imagen de Dios, según la cual Dios no podría hacer otra cosa que perdonar”. O sea, que no. Ni el guardián de la fe ni los sectores más conservadores de la Iglesia de Roma parecen dispuestos a que el Papa explore posibilidades —como el de las iglesias ortodoxas para admitir algunos causas de divorcio— con la intención de recuperar a los fieles heridos por las circunstancias —reales, no teóricas ni celestiales— de la vida.
La encuesta, que tendrán que responder desde obispos a monjas, incluyendo a laicos y a los fieles afectados, no solo pide datos sobre todo aquello que preocupa a las nuevas familias —control de la natalidad, uniones civiles, nulidad matrimonial, hijos adoptados por parejas gais…—. También, o sobre todo, pide consejos. Jamás se había visto a un Papa organizando una asamblea mundial para conocer la situación real de su Iglesia. Durante su reciente visita a Cerdeña, al escuchar la angustia sin esperanza de un hombre en paro, el papa Francisco se guardó el discurso que llevaba escrito e improvisó otro, dirigido exactamente al dolor de aquel trabajador. Ante el problema de las familias, Bergoglio quiere hacer lo mismo. Jorge Mario Bergoglio parece convencido de que la Iglesia de hoy, más que un Papa infalible, necesita un Papa que escuche.
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