miércoles, 18 de diciembre de 2013

La gran lección

 
 
 
                Muchas son las lecciones que nos puede dejar esta elección presidencial del día 15 de Diciembre. Partamos con las más sencillas y representativas.

                   La altísima abstención tiene necesariamente una causa y una intención determinada. Las personas no dejan de ir a votar porque sí, o, porque les da flojera. Pueden existir casos particulares y aislados que se deban a estos últimos motivos, pero serán sólo eso, la excepción de la regla.

                La verdadera razón se encuentra en el descontento popular en el modo como se ejerce la política.  La crítica va directamente en contra de un sistema político organizado por las denominadas burbujas políticas. En buen chileno, en contra del Club de Tobi, de aquellos que gobiernan entre cuatro paredes.

               En los próximos meses se dará la discusión si son legítimas o ilegítimas las nuevas autoridades. Para dar una respuesta fidedigna a dichas preguntas, es necesario consignar una serie de distinciones para poder establecer con mayor certeza una respuesta más atingente y congruente con la verdad y los hechos circunstanciales a ella.

              Si nos atenemos a la ley vigente en materia electoral, ésta en ningún caso tiene contemplado la ilegitimidad de la elección por una ausencia importante de votos. El que saca la mayoría de los votos gana. Eso dice la ley, el cincuenta por ciento más uno. Pero la ley la hacen los políticos, los cuales, se supone, actúan por mandato y representación ciudadana. Si seguimos el derrotero de la argumentación, al carecer de respaldo popular la clase política esta misma empieza a perder  legitimidad.

          Por consiguiente, en el plano de los hechos y no del derecho, las nuevas autoridades no representan verdaderamente lo que el país quiere. Al no hacerlo,  por carecer del respaldo de la mayoría, va ocurrir en el orden del ejercicio práctico de su autoridad que sus decisiones van a ser altamente cuestionadas por la mayoría silenciosa que no concurrió a sufragar dentro de un sistema político que no aprueba.

             La gravedad del problema va a estar en que frente al movimiento de las grandes masas populares que salgan a la calle por oponerse a determinadas decisiones, la autoridad no representativa va a intentar frenarlas con  fuerzas represivas para tratar de imponer el orden. Su respuesta va seguir siendo unidireccional desde el sistema que la ciudadanía no aprueba, llevando al país a situaciones que pueden derivar en la violencia extrema.

         Para evitar esto último, si es que de verdad se quiere al país, estas mismas autoridades tendrán que hacer un mea culpa y enmendar el rumbo con cambios profundos en el modo como se ejerce la política y  la autoridad. Hay que corregir las bases de la sociedad, restablecer el orden público, con energía y paternidad.  Hay que fijar cuáles son las prioridades del país para desarrollarse a largo plazo y apoyarlas con una serie de medidas tanto de recursos económicos como de apoyo logístico.

         Tiene que desaparecer la práctica de gobernar para determinados grupos. No se pueden establecer leyes que atente contra de los mismos chilenos. Se deben buscar mecanismos que velen por los intereses de todos los habitantes del país. La política de los ciudadanos de primera y segunda categoría no puede perdurar en el tiempo sin que se produzcan heridos en el camino.

          Las nuevas autoridades deben ser especialistas en cada una de sus materias, hombres que conozcan muy bien las fortalezas y debilidades de las distintas actividades que les toca gobernar. Se deben planificar modelos y sistemas paras las distintas áreas premiando a los hombres eficientes y sancionando a los negligentes. No se puede defender lo indefendible, la meritocracia debe instaurarse en el nuevo modelo rectificatorio de sociedad.

             En el caso de la delincuencia, la puerta giratoria debe desaparecer. Hay que dar garantías reales al país de seguridad y estabilidad social. Para ello, hay que ser tajantes con los que cometen delitos y a la vez previsores respecto a los mecanismos de prevención del delito por vía de capacitación, con el fin de que se inserte a la mayoría de la población en oficios que les permitan vivir lo más dignamente posible.

          La tarea es larga y exige acuciosidad. No está hecha para los mediocres,  ni para  los que vienen simplemente a calentar los asientos. El que desee ser autoridad no debe excusarse en la burocracia. Como dice el refrán popular, “la excusa agrava la falta”.No hay motivo para excusarse, cuando existen suficientes recursos para ejecutar las medidas correctivas.  

        Por último, el país debe invertir a lo menos un siete por ciento de su Producto Interno Bruto, en investigación y ciencia para poder crecer y alcanzar el verdadero desarrollo que sea beneficioso para todos.  Esas son a mi juicio las metas a desarrollar por parte de las nuevas autoridades si es que no se quiere llegar al conflicto social que está cada día más latente.                               

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