sábado, 21 de diciembre de 2013

Las consecuencias de la derecha liberal en Chile.

VIERNES, 20 DE DICIEMBRE DE 2013

El Próximo Desfallecimiento de la Derecha

La derecha está muerta, qué duda cabe. Lo dicen todos. Lo dice ella misma. Pero es un cadáver que tiene la facultad de hablar, aunque en voz inaudible (por ejemplo, en este blog). Y este singular cadáver también tiene otra facultad notable: la de seguirse desmayando, pese a estar muerto.

Ahora la extinta anuncia su próximo desvanecimiento, que tendrá lugar cuando la izquierda, hoy por hoy dueña del país (con una sola excepción, las cinco comunas del "barrio alto", que votan en más del 70% por la difunta) nombre como ministro de la Corte Suprema al principal adalid y precursor de las ilegalidades, inconstitucionalidades y arbitrariedades cometidas por el poder judicial contra los presos políticos militares, Carlos Cerda.

Un monumental y espléndido libro de 637 páginas, del abogado Adolfo Paúl Latorre, titulado "Procesos Sobre Violación de Derechos Humanos: inconstitucionalidades, arbitrariedades e ilegalidades", da cuenta del mayor escándalo judicial de nuestro tiempo, constituido por los atropellos de los jueces de izquierda al debido proceso con tal de meter presos a los militares que frustraron la asonada totalitaria de 1970-73. En "El Mercurio" han aparecido cartas de abogados elogiando ese libro y hasta su subdirector, Francisco José Folch, le dedicó un comentario, sugestivamente titulado "El Libro Destinado a No Ser Conocido", pues Chile se ha convertido en un país en que, oficialmente, la basura debe ser barrida debajo de la alfombra. El resto es silencio y, se espera, "tras la última paletada, nadie dijo nada... nadie dijo nada...", pues éste debe ser, de manera oficial y pública, el país políticamente correcto donde más se perdona a todos los terroristas y se mete presos a todos los militares que impidieron convertirlo en otra Cuba.

Bajo el Gobierno Militar, Carlos Cerda ya contravenía las leyes en perjuicio de los militares procesados. Hasta resistía el cumplimiento de órdenes emanadas de la Corte Suprema. Cuando era inminente que esto le significaría quedar en lista 4 y ser marginado de la judicatura, sus influencias se movilizaron para salvarlo. Un connotado ministro de derecha influyó para que permaneciera. Posteriormente la izquierda se hizo del poder y dominó sin contrapeso la judicatura, excluyendo a magistrados rebeldes que aplicaban las leyes, como la ministra Raquel Camposano, unánimemente considerada una gran jueza, "una jueza ciento por ciento... nadie la va a influir ni acobardar", escribía de ella la periodista Raquel Correa. Por supuesto, con esos antecedentes la izquierda no podía permitir que llegara a la Suprema. 

Ella, justamente ("La Segunda", 8 de diciembre), dice que pese a ser amiga de Carlos Cerda, considera que no debería ser nombrado, porque él estima que la ley no debe acatarse si contraría su propio parecer. Esto ha sentado doctrina en Chile y los jueces de izquierda hacen lo que se les ocurre. Se ríen de las leyes y de los propios hechos. Veamos un caso que relata la propia ex ministra Camposano, sobre un proceso a un militar: "Yo estuve en la defensa de uno de ellos, después de leer todos los antecedentes y convencerme de que no había tenido participación. Son varias las cosas que le imputan. Bueno, en una dictan sentencia. Yo leo el fallo, lo requeteleo y no hay una sola prueba, porque a él lo condenan por haber dado orden de matar a alguien. No hay una sola prueba de que dio la orden. Y lo acreditan porque fulano dice 'ah, sí, yo supe que estuvo aquí'. Ninguno lo vio; supo, le contaron. Nadie dice que él dio la orden, nadie lo oyó dar la orden. Pero lo condenan". 

En cambio la nueva justicia garantista deja libres a los terroristas aunque se hayan reunido miles de pruebas en su contra. Y todos seguirían libres si a un par de ellos no los hubieran pillado colocando bombas en España.

Y entonces la derecha va a premiar ese estado de cosas que ha consagrado la izquierda en el Poder Judicial y les va a dar un voto más a los perseguidores de los soldados que salvaron a Chile. Porque he leído en "El Mercurio" de hoy que los senadores Carlos Larraín (of all people), Alberto Espina y Lily Pérez se aprestan a votar a favor de que se nombre a Carlos Cerda, el precursor e inspirador de la mayor vergüenza judicial de nuestro tiempo. "Hizo méritos" apresando a la familia Pinochet en el caso Riggs, familia que quedó finalmente libre de cargos. Hizo apresar a Lucía Pinochet por delito tributario. Al respecto dice la ex ministra Camposano: "...procesa a Lucía Pinochet por un delito tributario, pasando a llevar el Código Tributario, que dice que esos juicios se pueden comenzar solamente por la acción que Impuestos Internos entable. Un juez por sí solo, un particular, no puede. Y Carlos, muy tranquilamente, lo entabló contra Lucía Pinochet". Esta última quedó finalmente absuelta, como toda su familia.

Memorable fue la escena en que Cerda va a interrogar al ex Presidente, ya anciano y disminuido por la enfermedad, y comienza preguntándole, revestido de toda la majestad, seriedad e imparcialidad de la Justicia: "Ahora cuénteme sus diabluritas". 

Entonces ahora la derecha se apresta a premiar sus desvaríos con el máximo galardón judicial, en medio del aplauso marxista. ¿Qué importa este nuevo desfallecimiento político y moral, si las denuncias están sólo en un blog de mala muerte, se vocean en un club de viejos oficiales en retiro y sólo se registran para la historia en un libro "destinado a no ser conocido"?

Derecha de los mil renuncios, si te moriste, te lo tenías merecido. Y si, después de muerta, te vas a seguir desmayando y haciéndole tanto daño a la moral social, entonces mereces volver a morirte otra vez y para siempre.
 

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