sábado, 7 de abril de 2018

La negación de toda verdad.

                                         Nos encontramos, en un mundo, que nos fuerza a actuar frente a una gran disyuntiva. ¿En qué consiste esa disyuntiva?, en palabras simples, tenemos dos opciones de caminos para seguir, la verdad, con toda sus consecuencias , y la mentira, con su cúmulo de males y desastres.
                                        No existe una tercera alternativa, razón por la cual, seremos juzgados por las decisiones que tomemos a este respecto. Voy a partir reflexionando acerca de las consecuencias prácticas y trascendentes que significa seguir la mentira. La mentira como concepto y como realidad se diferencian notoriamente, ya que como concepto consiste en la negación y adulteración de la verdad. Como realidad, se da en el sujeto que recurre a ella o elige seguirla . El efecto moral, práctico y trascendente que causa en quien la sigue se manifiesta de muchas maneras. Primero: Se manifiesta en el detrimento espiritual del que quiere alcanzar un bien aparente, sin percatarse que esa apariencia de bien, se aleja del bien sumo que es el verdadero sostenedor del ser moral.
                                        Segundo: El efecto social, el individuo que recurre a la mentira no sólo se hace mal así mismo, sino que además, por constituir él mismo una realidad social, afecta al orden social más cercano, como son los individuos que lo rodean, y a su vez, ese desorden tiene una multiplicidad de efectos remotos en actores más lejanos y desconocidos incluso por el mismo sujeto, muchos reciben ese mal sin percatarse si quiera de dónde viene. Ejemplos en este sentido hay muchos, partiendo de la desobediencia de Adán y Eva, dos únicos individuos que arrastraron las consecuencias de sus malas decisiones a toda una especie.
                                          Un amigo me decía hace un par de semanas atrás, que él no estaría sufriendo tan fuertemente una enfermedad psicológica que lo afecta, sí Adán y Eva no hubieran pecado. Y pensé en su momento, si es por eso, ninguno de nosotros tampoco debiera sufrir por una mala decisión de sólo dos personas. Veamos el ejemplo, de las dos guerras mundiales, millones de millones sufrieron de hambre, persecución, muerte y dolor, por malas decisiones de muy pocos.
                                         Seguir la mentir es abrir una Caja de Pandora que afecta a toda la sociedad. Es por ello que Nuestro Señor Jesucristo siempre reiteró una y otra vez que ÉL era la verdad, el camino y la vida, y el que no cree en Él morirá eternamente. Toda nuestra vida pende de un hilo, ese hilo frente al cual pendemos es la aceptación plena de la verdad o la negación de la misma.
                                          La seriedad de la vida nos exige observar y buscar siempre la verdad, cueste lo que cueste, ya que nuestra vida futura se juega plenamente en las buenas y malas decisiones que tomemos. La mentira siempre es un espejismo, no tiene sustancia ni consistencia, sólo es una quimera, una vaga ilusión, que se desvanece cada vez que nos queremos acercar más y más acerca de lo que desea representar. No es lo mismo en un gran desierto encontrar un pozo con agua que la imagen de un pozo que aparenta tener agua. ¿Cuántos han muerto por seguir una ilusión?, la ilusión por ejemplo, de una buena mujer, de un buen amigo, la ilusión, de una buena religión, de un buen negocio, de un político que parecía ser serio, y la ilusión de una ideología que se asemejaba a un verdadero paraíso en la tierra.
                                    Nos ilusionamos con las cosas fáciles, para luego llorar, de nuestras malas decisiones. La televisión, el gran invento del siglo XX, es un gran ejemplo de pirotécnica de ilusiones que nos seducen hasta hacernos sentar por horas observándola. Nuestras modas, nuestras formas de actuar, de vestir, de hablar, muchas veces se rigen a partir de la ilusión de lo que nos presenta la televisión. Y en un futuro no muy lejano, tal vez, se anuncie una gran guerra por este medio plagado de ilusiones.
                                 Para seguir la verdad , hay que quitarse la costra de nuestros ojos, enjuagarlos con el manantial vivo de la verdad, y la luz se verá así más nítida, más radiante, más alegre, sin sombras ni espejismos que desfiguren toda realidad que nos rodea. Viva la verdad, y nada más que la verdad, porque que como dice el Apóstos en Tesalonisenses II, sólo se salvaran los que sigan la verdad, vale decir, aquellos que la contemplan y ponen en práctica, todas sus enseñanzas, todos sus manjares, que no hacen otra cosa, que endulzar el alma con los deleites del cielo. Fuente única , valga la redundancia, de una única verdad, que es Cristo Jesús, nuestros salvador, nuestro Rey, nuestro Dios.







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