sábado, 28 de febrero de 2015

San Atanasio, parte 1

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             He titulado el siguiente post como San Atanasio por ser este santo uno de los grandes adalides de la ortodoxia católica frente a la herejía arriana.  El punto de partida de su defensa es la credibilidad en Cristo y en la Iglesia fundada por Él. No puede haber defensa alguna de la Verdad si uno se aparta de Cristo y de su Iglesia. Hemos depositado nuestra confianza en Cristo y aceptado que Él es el Mesías esperado desde muchos siglos atrás.
             Creemos que todas las promesas de Cristo son verdaderas, aceptamos sus leyes y profecías a sabiendas que quien las dice no se engaña y ni nos engaña. La  unidad e inmutabilidad de la Verdad provienen directamente del ser divino, del Dios uno y trino, pues al afirmar que Cristo es la fuente de la verdad afirmamos directamente con ello que toda la Trinidad se encuentra en ese Dios hecho hombre.
            Nuestro Cristo no nos dejó por escrito su santa doctrina, pudo perfectamente haberlo hecho, pero no lo hizo por un misterio que sólo Él en su ser divino conoce y dispone para nuestro bien espiritual. Sin embargo, fundó la Iglesia para que administrara el depósito de aquella Verdad que Él reveló oralmente y que la Iglesia debe guardar como tesoro hasta el final de los tiempos.
            La piedra sobre la cual Cristo fundó su Iglesia es Pedro, pero todos sabemos que Pedro murió mártir sin que por ello desapareciera la Iglesia ni menos que la promesa divina sobre La Iglesia de Pedro no se haya cumplido. La misma Iglesia por medio de su Colegio Apostólico juzgó que la promesa sobre la persona de Pedro correspondía sobre él y sobre todos aquellos que lo sucedieran hasta el fin de los tiempos. Ese suceder temporal de sucesores de Pedro se le llama vulgarmente papado o sede de Pedro.
          En el papado operan dos elementos esenciales que hacen que dicha institución sea signo de contradicción en algunos aspectos en los distintos tiempos de la Iglesia.  Por un lado, el papado como institución es el lugar propio de la cabeza que debe gobernar la Iglesia, es el trono por antonomasia que corresponde al que ejerce el poder temporal y espiritual dentro de la misma. La Iglesia por mandato divino es jerárquica y de estructura piramidal, se asienta sobre la base del trono de Pedro.
        Pero como todo trono debe ser ocupado por un hombre, el trono de Pedro es ocupado por un hombre elegido por la propia Iglesia por medio del Colegio Elector que designa  que ocupe dicho trono.  El Trono de Pedro por ser impersonal y por corresponder más bien a una institución permanente designada por el propio Dios no está sujeto al error ni al defecto, ya que es el orden propio que Dios designó para que se rija la Iglesia. El Trono de Pedro es por consiguiente, a mi juicio indefectible ya que en él no cabe error ni defecto por corresponder al orden que  dispuso Dios para su Iglesia.
       " Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" así entendido Pedro como un orden de carácter institucional y permanente de la Iglesia, sin lugar a dudas, las puertas del infierno no han prevalecido ni menos prevalecerán sobre la Iglesia.
        Por otro lado, podemos observar que el Trono de Pedro debe ser ocupado por un hombre que ejerce dicho poder sobre el trono. No es el Trono de Pedro algo etéreo allende a la criatura racional como es el hombre. De hecho, podemos comprobar que a lo largo de más de dos mil años de Iglesia han ocupado dicho trono una cadena ininterrumpidas de hombres que superan las dos centenas y medias.  Los hombres cambian pero el Trono de Pedro permanece para ser ocupado al que la Iglesia designe para dicha ocupación.
     Quienes hayan podido leer la Historia de la Iglesia Católica reconocida por la misma, habrán podido observar que los que han ocupado el Trono de Pedro obedecen a una gran variedad de personalidades y caracteres con virtudes y defectos propios de la especie humana. De hecho, muchos de ellos han destacado por sus virtudes sobrenaturales y han alcanzado el grado de la santidad propio de los servidores que han sido fieles a Dios. Sin embargo, muchos otros hombres que han ocupado dicho trono han actuado como Judas y no han vivido y seguido lo que el Divino Maestro pide y exige para ellos. ¿Por qué se ha producido tal diferencia de modos de actuar sobre el Trono de Pedro?Evidentemente, la razón es obvia, cada ser humano es distinto y cada ser humano responde a Dios de un modo distinto.
     Al operar la naturaleza humana sobre el Trono de Pedro, surge en el mismo trono una especie de signo de contradicción para el creyente y por qué no decirlo, para la misma Iglesia en su ser temporal. El trono de Pedro está expuesto a ser ocupado por un mal gobernante tal como la misma Historia de la Iglesia lo avala. No es una osadía decir o poder pensar que puedan ocupar la institución permanente del papado malos hombres. De hecho, Dios mismo castiga a los hombres permitiendo que éstos sean gobernados por malos gobernantes. La Iglesia en su ser temporal no está exenta de los castigos divinos.
      Muchos Santos Padres partiendo por San Victorino han interpretado el Apocalipsis de San Juan en lo que se refiere a las cartas a las siete iglesias, como los distintos períodos que deberá vivir la Iglesia hasta el fin de los tiempos cuando llegue el Juicio Final. En esos períodos, cada iglesia es su parte del gobierno temporal de la misma, es felicitada por Dios por ciertas cosas y reprendida por otras. Si esta interpretación del Apocalipsis de San Juan por los Santos Padres es la correcta- y no debiera por qué no serlo porque nunca la Iglesia condenó dichas interpretaciones que por lo demás el propio Apocalipsis fue escrito para ser interpretado- no es temerario pensar que pueden o existen malos gobernantes de la Iglesia.
     ¿Cómo podemos reconocer si la Iglesia es gobernada por buenos o malos gobernantes? Aquí ya entramos en el centro de la cuestión doctrinal, ¿ Cómo juzgar bien sin ser teólogos? No todos los católicos deben ser teólogos, pero todos los católicos deben de saber de teología al conocer el pensamiento de los teólogos que la misma Iglesia ha reconocido como tales. No nos olvidemos que nos salvamos por la fe. Fe que subentiende obras concretas según el orden divino.

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