martes, 25 de septiembre de 2012

Por favor no los molesten


                He escuchado muchas veces en algunos sacerdotes  de los llamados "tradicionalistas" que el noventa por ciento de su apostolado está en la misa; puesto  que la misa tiene un valor infinito y lleva a muchas almas a convertirse. Por consiguiente, al haber cumplido todo su trabajo practicamente en decir la misa, todo el tremendo tiempo que les queda puede ser ocupado en otras menudecias que ellos libremente deseen ocuparse.
            Al respecto debo señalar lo siguiente: Efectivamente, de la Renovación Incruenta del Sacrificio de Nuestro Señor, se reciben muchas gracias, especialmente porque se aplaca la justa ira de Dios por nuestros pecados y se extiende su misericordia a muchos. De hecho, el sacerdocio queda definido por el carácter sacrificial de la misa. Por consiguiente, decir misa es hacer un acto plenamente sacerdotal.
         No obstante lo anterior hay que distinguir dos cosas: la acción sacerdotal y el deber sacerdotal. Ambos están estrechamente ligados y uno no queda explicado sin el otro. Desde el punto de vista de la acción sacerdotal, vale decir, del acto propio del sacerdote que es renovar el sacrifio de Cristo en la Cruz. Pero su acto sacerdotal no puede quedar aislado de la verdad de Dios, ni menos de los mandatos que Él mismo les dejó a sus sacerdotes. Veamos algunas citas al respecto:
       " Y les dijo : " Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; más quien no creyere, será condenado. " Marcos, 16,15.
       " Los once discípulos fueron, pues, a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús. Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron. Y llegándose Jesús les habló diciendo: " Todo poder me ha sido dado en el cielo y la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo." Mateo, 28, 16-20
      " Sin embargo, el Espíritu dice claramente en posteriores tiempos habrá quienes apostataran de la fe, prestando oídos a espíritus de engaño y a doctrinas de demonios, enseñadas por hipócritas impostores que, marcados a fuego en su propia conciencia, prohiben el casarse y el uso de manjares que Dios hizo para que con accíón de gracias los tomen los que creen y han llegado al conocimiento de la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada hay desechable, con tal que se tome con acción de gracias, pues queda santificado port medio de la palabra de Dios y por la oración." Timoteo, 4, 1-5
   "  Ahora bien, ¿ Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y ¿ Cómo creerán en Aquel de quien nada han oído? Y ¿ Cómo oirán, sin que haya quien predique? Y ¿ Cómo predicarán si no han sido enviados? según está escrito: " ¡ Cuán hermosos son los pies de los que anuncian cosas buenas!" .Romanos, 10, 14-15
   "  Así dice Yahvé: Ponte en el atrio de la Casa de Yahvé, y anuncia a las gentes de todas las ciudades de Judá, que vienen a adorar en la Casa de Yavehé, todas las palabras que yo te he mandado decirles. No quites ni una palabra. " Jeremías, XXVI, 2
    "   El fin de la predicación es el amor de un corazón puro, de conciencia recta y cuya fe no sea fingida, de la cual desviándose algunos han venido a dar en vana palabrería. Deseaban ser maestros de la Ley, sin entender lo que dicen ni lo que contanto énfasis afirman. Sabemos que la Ley es buena, pero si uno la usa como es debido, teniendo presente que la Ley no fue dada para los justos, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los facinerosos e irreligiosos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, fornicarios, sodomitas, secuestradores de hombres, mentirosos, perjuros, y cuanto otro vicio haya contraído a la sana doctrina, la cual es según el Evangelio de la gloria del bendito Dios, cuya predicación me ha sido confiada." Timoteo, 1, 5-11
           No hay excusa para no predicar la verdad y enseñar a quienes no conocen a Dios. No basta quedarse con un pequeño grupito de seguidores de muy fácil manejo para enseñarles sólo a ellos la doctrina de Nuestro Señor . No se pueden excusar diciendo que las personas van a llegar solas a donde los sacerdotes que conocen la verdad de Dios. Eso no es así. Se debe ir a buscar a salvar almas, bautizando a todas las que más se pueda; predicándoles a las familias y todos los hombres que Dios ha muerto por nosotros para salvarnos del infierno.
      No hay que guardar la lámpara debajo del Celemín, sino que hay que iluminar con ella toda la alcoba. Si Dios le dió a algunos ciertas gracias, éstos tienen el deber de comunicárselas a los que más las necesitan, vale decir,  a los grandes pecadores de este mundo. Predicar la verdad entre cuatro paredes no es la manera evangélica que Dios dispuso para que la Iglesia se extendiera a todo el orbe. Hay que salir a buscar las almas. Hay que predicar para que el mensaje se extienda al mayor número de gente. No tienen derecho de guardarlo para las pequeñas cofradías bajo pretexto de que si extiende se puede poner en peligro la propia cofradía.
     Sacerdotes: no se dejen engañar por el demonio, mutilando su lengua para que no llegue a oídos la verdad que tanto necesitan conocer los pecadores de este mundo. No tengan miedo, no sigan a la pereza, venzan su modorra con un celo sacerdotal muy caritativo hacia las almas más necesitadas de Dios. Prediquen sobre el sacramento de la confesión, no para humillar a las almas por sus pecados, sino para animarlas que con la ayuda de Dios se pueden evitar muchos pecados. Traten a las almas con caridad fraterna, con paternidad y afecto hacia quienes Dios les ha encomendado para que salven. Salvando almas, se salvan ustedes. No se excusen de lo que no tiene excusa. Si ustedes predicaran con celo apostólico, ¡cuántas almas de buena voluntad llegarían a Dios por su sola predicación!.
     Nadie les puso una pistola al pecho para ser sacerdotes, ustedes escogieron libremente lo que vieron como un llamado de Dios. No se justifiquen diciendo que son hombres pecadores al igual que los demás.  Son ustedes los que debieran predicar con el ejemplo arengando a las almas para que se arrepientas de sus ofensas a Dios. Al árbol se lo conoce por sus frutos, ¿ cuáles son los frutos que daís?, ¿ Cuántos hijos para la Iglesia traéis?. Si casi nadie va a misa es porque vosotros no predicáis, no os justifiquéis al decir que es culpa del mundo.
    Me diréis: sí,  predicamos - lo cual es cierto- pero lo hacéis siempre al mismo grupito. En fin, si ustedes tomaran conciencia sobre el deber que tienen, no permanecerían tan tranquilos, ya que sabrían que se les va a pedir cuenta por todo, de lo que hagan y no hagan.
    Su Santidad San Pio X en la Encíclica Acerbo Nimis, exhortaba a los sacerdotes con las siguientes palabras:
 " Puesto que de la ignorancia de la religión proceden tantos y tan graves daños, y, por otra parte, son tan grandes la nececidad y utilidad de la formación religiosa, ya que, en vano sería esperar que nadie pueda cumplir las obligaciones de cristiano, si no las conoce; conviene averiguar ahora a quién compete preservar a las almas de aquella perniciosa ignorancia e instruirlas en ciencia tan indispensable. Lo cual, Venerables Hermanos, no ofrece dificultad alguna, porque ese gravísimo deber corresponde a los pastores de almas que, efectivamente, se hallan obligados por mandato del mismo Cristo a conocer y apacentar las ovejas, que les están encomendadas. Apacentar es, ante todo, adoctrinar: Os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán con la ciencia y con la doctrina (Ier. 3, 15). Así hablaba Jeremías, inspirado por Dios. Y, por ello, decía también el apóstol San Pablo: No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar (1 Cor. 1, 17) advirtiendo así que el principal ministerio de cuantos ejercen de alguna manera el gobierno de la Iglesia consiste en enseñar a los fieles en las cosas sagradas."
  

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