Capítulo 1
“Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía
a brotar espontáneamente de mí, ¿por qué había de serme tan difícil?” H.Hesse
Después de una agotadora jornada de
clases Matthew pudo por fin volver a su casa. El día había sido realmente
pesado y desagradable ya que había tenido que enfrascarse en una serie de discusiones
intelectuales para muchos inútiles. Especialmente difícil resultaba para él
tener que batirse en debates, sobre todo por su carácter tan poco dado a este
tipo de cosas que al final sólo lograban apesadumbrarlo más. Pero él sabía y
siempre había pensado que no podía callar cuando tenía que defender su postura.
Le era imposible permanecer en silencio cuando escuchaba que se atacaba, que se
vilipendiaba lo que él amaba y sobre lo cual tenía puesta su vida.
Se sentía fatigado, caminaba
lentamente llevando un pesado maletín de cuero lleno de trabajos para corregir,
libros para estudiar y su acostumbrado cuaderno de pensamientos y poemas que lo
acompañaba a todos lados. Su alta y esbelta figura caminaba pausadamente absorto
en pensamientos que le desgarraban el alma. A sus veintidós años vivía abrumado
por persistentes contradicciones, por recuerdos que se agolpaban a cada
instante en su mente. Caminaba por esa añosa calle que conducía a su casa y que
era parte inseparable de su vida diaria. Para él no era una simple calle por
donde transitaba, sino que era fuente de
fuertes recuerdos. Esta calle en penumbras le traía a la mente tantas añoranzas que le comprimían el alma y no podía dejar de
sentir ese cosquilleo en el estómago cada día cuando circulaba por allí. A esa
hora estaba vacía y parecía eterna: “Todo está tan vacío y sólo me acompaña el
recuerdo…..el recuerdo. Se pueden decir muchas
cosas, pero todo se reduce a dos puntos: el recuerdo te duele o te alegra.
Duele cuando comienzas a rememorar aquellos acontecimientos o a aquellas
personas que un día estuvieron contigo y
que ya no lo están; duele porque se siente la impotencia de no poder volver a
revivir tu experiencia en la realidad, sólo puedes hacerlo en la mente y eso es insuficiente. Recordar un
abrazo, una caricia no es lo mismo que sentirla en ti y por más que trates de
escarbar en tu mente, no puedes volver percibir en tu piel aquello que ya pasó.
Es así como me doy vueltas y vueltas en mi cabeza tratando de revivir lo vivido,
y al pasar por aquellos lugares que han significado algo importante para mí por dentro mi alma comienza temblar por la
angustia de no poder hacer nada, absolutamente nada, más que soñar. Y claro está que junto al dolor, como si fuera
una inexplicable contradicción viene el recuerdo que también alegra. Cuando se
piensa: aquí estuve con ella, con mis amigos, y…. la calle o lo que sea toma un nuevo
significado que eso sí, jamás podrá ser borrado. El lugar que antes para mí no
constituía más que un punto rutinario, se vuelve ahora un lugar con significado
especial, un espacio importante. Y a pesar del
dolor de la pérdida, mi rostro esboza una tímida sonrisa y un escalofrío
corre por mi cuerpo haciendo vibrar con estrépito mi corazón, sintiendo en mi
estómago un cosquilleo que me hace soñar.
Vienen a mi mente esas palabras de Kierkegaard, cuando decía en La
Repetición que: “La gran ventaja del
recuerdo es que comienza con una pérdida, por eso está tan seguro, pues ya
desde el principio no tiene nada que perder” Me siento tan abandonado, tan solitario, me
tortura pasar cada día por esta calle tan llena de vivencias. Sin embargo en mi
casa me esperan. No debiera sentirme así, pero ¿qué le voy a hacer?, ¿será mi
anhelo de amar el que me tiene vuelto loco?”
Suspirando Matthew atravesó la calle y abrió
la vieja puerta de fierro que conducía a un pasillo lleno de rosas y flores
hasta un porche donde estaba la entrada de su casa donde vivía desde que nació.
Era una añosa casa de madera con muchas habitaciones. Su familia es relativamente
numerosa: él es el mayor de cinco hermanos y una hermana, y cada uno gracias a
Dios, tiene su propia pieza. Su habitación está en el segundo piso y da hacia
la calle desde donde también pueden verse los techos y los jardines de los
vecinos. Allí tiene su mundo, su violín, su música, sus libros, sus hobbis y
sus escritos. Pasa gran parte del tiempo escribiendo o tocando hermosas y melancólicas
piezas con su violín cuando no está en la universidad o entrenando en la pista
atlética. Junto a la ventana se pasa largas horas tan sólo mirando el
horizonte, en especial a la hora del ocaso cuando el sol comienza a ponerse y se puede sentir esa penosa y al mismo tiempo
placentera añoranza. Es una pieza acogedora y tiene todo lo indispensable para
estar cómodo tanto a la hora del estudio como en la del descanso. No puede
pedir más ni tampoco le interesa, a pesar de sus angustias y de sentirse incompleto está tranquilo en su
mundo y nada ni nadie podrá, según él cree, arrebatarle la paz, la paz que tanto
le ha costado conquistar.
Sacó las llaves de su abrigo y silenciosamente
entró en su casa y al entrar se topó con la nana que cabeceaba intentando tejer
en el living. Ella le estimaba muchísimo, pues lo conocía desde que nació y
siempre había sido su regalón. Matthew a
pesar de su timidez y de ser de pocas palabras siempre ha sido muy cariñoso y
respetuoso con las personas que le rodean buscando siempre molestar lo mínimo.
_ Hola Nanita, llegué.
_ Me tenía preocupada mijito, ya está oscuro y
la calle se pone peligrosa
a esta hora.
_ Sí, es verdad,
se ven sombras extrañas en la calle al atardecer, pero siempre voy atento por
si sale alguien detrás de un árbol a acuchillarme…claro que lo único que
podrían robarme es un maletín viejo con libros que no le interesan a nadie. Gracias
por esperarme nanita - decía mientras se sacaba el abrigo y un gorro de lana
del cual nunca se despegaba en invierno-.
Tuve un día fatal, ¿dónde están todos?
_ Su papá tiene
turno en el hospital y su mamá tuvo que salir con su hermano chico a comprarle un material para
el colegio. Sus otros hermanos también
salieron y arriba sólo está Christiancito en su pieza estudiando. Su mamá estaba bien enojada con el Sean, porque siempre espera hasta última hora para
hacer sus tareas.
_ Típico en él. Bueno,
no se preocupe por mí que no voy a comer, no tengo nada de hambre. Voy a subir a acostarme al tiro, estoy muy cansado. Lo
único que quiere es tirarme en mi cama. Hoy día llegué a las 7 de la mañana a
la universidad y…ya son las 7 y media…llevo doce horas fuera de la casa. Estoy
muy cansado, no sé por qué hoy lo estoy tanto.
_ Oiga Mateito, ¿a
qué no sabe mi niño quién lo vino a ver hoy día?
_ ¿A mí?
_ Sí pues, su
amigo, Manuel Etcharren…¡ah! Pero como usted no estaba le dejó una notita.
_ ¿Etcharren vino a la casa?
El rostro de Mansfield se
puso blanco y tomando el sobre lo miró perplejo. Su nana al ponerse de pie para
arreglar el fuego de la chimenea, lo miró de reojo, pues había notado que la
inesperada aparición de Manuel había
hecho cambiar la actitud de Matthew.
_ ¿Qué le pasa mi
niño? Tiene una carita. Pareciera como si se le hubiera aparecido un fantasma.
Yo pensé que se iba a alegrar de que Manolito lo viniera a ver después de tanto
tiempo.
Pero el muchacho - que se había
acercado al fuego y había apoyado su frente en la chimenea- apenas había puesto atención a lo que ella le
decía. Su mente se hallaba lejos de allí y sentía como si el pasado le hubiese
hecho una visita para la cual él no estaba preparado. Había tardado mucho
tiempo en recuperarse de las heridas que le causó la pelea con su mejor amigo,
había tenido que luchar contra un montón de pensamientos de soledad, de
sentirse abandonado, de haber perdido la fe en la amistad y de haber tenido que
encerrarse más en su mundo. Y ahora sin más aviso Manuel se aparecía de la nada dejándole más
encima una carta.
_ ¡Matthew le
estoy hablando!
_ Disculpe nanita,
sólo estoy sorprendido. No esperaba esta visita. Hace tres años que no veo a
Manuel, no he sabido nada de él, pensé que le había pasado algo incluso….Me voy
arriba, gracias por esperarme y buenas noches.
Tomando su maletín subió las escaleras
pausadamente mirando el sobre, sacó las llaves de su pieza, abrió la puerta.
Sacó del maletín los anteojos para leer y tirando el maletín a la cama se
acercó al escritorio y abrió el sobre. La hoja tenía el membrete de la universidad
de Manuel y en ella con una letra y un contenido algo confuso podía leerse:
“Perdido en el
vacío de la existencia, sin saber dónde
estirar la mano, cayendo a lo ilimitado bajo el peso de sentirse traicionado
por mi propia vida, intento soportar como un desesperado los embates de lo
cotidiano y los sueños de la noche. Y no
teniendo el valor de acabarlo todo de una vez, sigo con la cobardía de vivir
engañándome a mí mismo y a los que me rodean. ¿Quién tiene la culpa de
todo esto? No lo sé, sólo sé que no pedí
la existencia y aún así aquí me tienes, amigo, exponiéndome a un continuo
sufrimiento que ya no soy capaz de tolerar. ¿Crees que habrá alguien afuera que
quiera salvarme de mi desesperación? ¿Crees, hermano que haya alguien a quien
yo quiera que me quiera como yo le quiero?
Viejo, pareciera que la realidad con todo su
contenido se burlara de mi miseria, de mi forma de ser, de la porquería que he
sido… ¡y con razón! Pues por más que algunos intenten engañarme con sus
palabras de compasión, no les creo, porque ¿hasta dónde llega la sinceridad de
su testimonio?….Ya que todo parece ser una asquerosa carrera sangrienta donde no es posible escapar.
Necesito poder hablar contigo, a
pesar de lo que pasó y de que sé que estás dolido conmigo. Por favor, sólo
necesito que un viejo amigo como tú me escuche y si puedes decirme algo te lo
agradecería eternamente. Eres la única persona en este mundo que puede
escucharle y darme un buen consejo. Perdóname flaco, sé que te hice sufrir con
mis tonteras. Pero no me he olvidado de lo que me dijiste la última vez que nos
vimos, cuando nos peleamos, eso de que podía acudir a ti, y espero que tú
tampoco hayas olvidado tus promesas. Te
espero mañana a las 6 p.m en el Muelle Vergara”
Mansfield tenía el
rostro encendido de rabia, de pena, de sentimientos encontrados y contradictorios. Ahora que estaba en paz consigo
mismo de un momento a otro se aparecía Manuel con una carta tan extraña y tan
lejos de ser el Manuel que conocía, que simplemente no lo podía creer y no
sabía qué pensar. ¿Acaso creía que era
llegar y aparecer y dejarle una carta que parecía un grito desesperado?….y todo
esto se lo decía a él, sí a él que también tenía sus problemas y confusiones.
¿Qué podía decirle?
Leyó la carta
nuevamente y algo más calmado pensó que tal vez la Providencia lo estaba
llamando a realizar una obra de caridad, y que mejor que hacerlo con quien
había compartido su infancia y adolescencia. Era la oportunidad de hacer algo
por quien él tuviera un gran aprecio y
por aquel amigo que le había también aconsejado cuando lo había necesitado. A
fin de cuentas Etcharren había sido su único confidente, pues sabía de sus
miedos, de su angustia. Pareciera que ahora los papeles se hubieran invertido y
si le pedía ayuda en una forma tan desesperada, tenía que socorrerlo a pesar
suyo. Muy a pesar suyo porque por sobre todo tenía miedo de verlo y de
enfrentarse con él. ¿Qué iba a hacer cuando lo viera? ¿Le temblaría la mano al
estirársela para saludarlo? Pensaba que hasta podría llegar a emocionarse y a él
no le gustaba que lo vieran en esas circunstancias.
Dejó la carta
dentro del sobre encima del escritorio y sacando el violín de su estuche se
puso a tocar esa canción que amaba tanto. Cerró los ojos y comenzaron los
recuerdos. Volvieron a pasar por su mente
las imágenes de su adolescencia no tan lejana que estaban acalladas en el
silencio de un pasado que se negaba a aflorar. Surgieron así las
remembranzas de los días en que junto a
Etcharren pasaban las vacaciones en el campo de éste. Y en especial le vino el
recuerdo de aquella vez en que ambos subidos en el techo de la casa para
comerse a escondidas unas uvas que habían sacado sin permiso del huerto, Manuel tras haberlo repensado por un largo
tiempo, le confesó que estaba enamorado de su hermana Isabel.
_ ¿Por qué no te
le juegas y le pides pololeo? A mí no me importa, de hecho prefiero tener un
cuñado conocido que un diablo desconocido.
_ Tenía pensado
pedirle pololeo cuando volvamos a Viña, pero tengo miedo. A lo mejor debiera
poner los pros y los contras en una balanza. Una decisión así para mi es súper
importante, no es un juego y no quiero herirla. Yo amo a tu hermana y no quiero
hacerle daño. Debo examinar bien las consecuencia de lo que me dispongo a
hacer. Para mí esto es como lanzarme al
río sin saber su profundidad ni su torrente. De solo pensarlo me duele el
estómago, nunca me había sentido así. Oye Mansfield no te rías. ¿Tú crees que
no me ha costado contarte esto a ti payaso?
_No me rio de que tú
quieras pololear con la Isa, lo que me da risa es que eres más siútico para
decir las cosas. Podrías dedicarte a hacer guiones para teleseries cebollas. Te
lo pasas todo el día leyendo leseras y cada día estás más grave para hablar.
Mucho Lord Byron, mucho Woodsworth y la cabeza trastornada con romanticismo no
hila bien.
A Matthew le molestaba
muchas veces la manera en que Manuel se expresaba. No le molestaba porque fuese
rebuscaba, sino porque siempre se había sentido en una posición tan menoscabada
con respecto a Manuel en el plano de la expresión oral. A Matthew le gustaba
más escuchar y solía guardar silencio en muchas ocasiones. No sabía expresarse
bien, no sabía cómo lanzar lo que llevaba dentro sin sentirse avergonzado.
_ En fin viejo,
¿qué tanto te puede pasar? A lo más que te diga que no. Lo cual va a significar
que no podrás volver a poner un pie en mi casa sin que se te caiga la cara de
vergüenza. Pero si no haces algo nunca
sabrás si te equivocaste o no.
_ O sea que haga
lo que haga estoy fregado. Lo dices de una manera tan alentadora que mejor no
te lo hubiera contado. Te insisto que para mí es algo súper serio, no voy a
jugar con tu hermana. Pero para qué te cuento esto...más encima eres su hermano…y
su hermano mayor para colmo.
_ ¡No le pongas
tanto! Yo no lo pensaría más. Además tú siempre le has gustado a la Isabel. Yo
que tú me la juego y punto, y si no te resulta, te olvidas de ella.
Nunca olvidaría la cara con la cual Manuel lo miró cuando le dijo eso.
Parecía como si un hombre mayor lo estuviese reprendiendo por su superficial
manera de hablar y por su atolondrado pensamiento.
_ Matthew
Mansfield Bradley, eres un niño. Todavía
te falta mucho que aprender de la vida, te falta madurar hermano, te falta
vivir la vida fuera de tu burbujita.
Este tipo de observaciones eran las
que enfurecían a Matthew, pero guardaba silencio porque reconocía que su amigo
en el fondo tenía razón.
Sin embargo, no pasaría mucho tiempo
para que esta amistad comenzara a enfriarse. Manuel no se atrevió a pedirle
pololeo a Isabel Mansfield y junto con entrar a la universidad a estudiar
ingeniería fue cayendo en un peligroso juego de funestas amistades e
ideologías que le llevaron a perder la cordura, las convicciones, la fe e
incluso a sus viejos amigos.
Nada pudo hacer Matthew en ese tiempo para volverlo a la senda correcta.
Las palabras no lograban expresar lo que quería darle a entender a su amigo.
Las ideas se le agolpaban en su mente como una maraña enredosa que hacía que
lograra el efecto contrario.
Las discusiones se habían hecho
tan insoportables que hasta los ensayos del conjunto musical en que ambos
tocaban - Manuel el piano y él el violín- se tornaron inaguantables por la prepotencia de Manuel. Un tiempo antes de pelearse para
siempre, la discusión sobre la “pobre interpretación” de un tema favorito de
ambos por parte de Matthew, había sacado a Manuel de sus casillas terminando de
una vez por todas con el trío de músicos.
_ Escúchame bien
Mansfield para que te quede bien clara la cosa: yo soy el director y si tú no
eres capaz de tocar tu violín como yo quiero hasta aquí ni más llegamos con el
ensayo y con el grupo. Lo siento por ti
Carlitos (que era el cellista), pero
este pelmazo no hace las cosas como debe.
_ ¿Qué te pasa
Manuel? Estoy tocando igual que siempre, pero si a ti no te gusta, problema
tuyo. Si no quieres que siga, no tengo ningún problema en retirarme y dejarlos
tranquilos. Búscate otro violinista, a ver si va a querer tocar la cebolla que
elegiste de repertorio.
_ Oigan amigos, no
se peleen. Partamos de nuevo, total aún tenemos tiempo para ensayar hasta antes del
recital. Tendríamos que ser muy tontos
como para deshacer el grupo ahora que nos están llamando
por todos lados.
_ No sé pos Carlos, Manuel sabrá, él es el “director” de
la media sinfónica. Yo por mi parte me voy. Estás mal Manuel, lo siento por ti,
pero estás inaguantable.
Ese fue el fin del conjunto y el principio
del quiebre. Progresivamente sus intereses
se fueron poniendo absolutamente opuestos. En efecto,
llegó la ocasión que cortó como una
afilada navaja el vínculo fraternal que habían compartido durante tantos años.
Era doloroso para Mansfield observar como su mejor amigo se perdía poco a poco.
Este pensamiento no podía sacárselo de la cabeza, pues sabía que su actitud no
era más que una falsa alucinación por cosas que Manuel no
había conocido y que estaba comenzado a experimentar.
Finalmente lo que
hizo reventar la situación, ocurrió al poco tiempo de haber terminado con el
conjunto de música. Se había organizado una fiesta universitaria entre las dos
universidades más grandes de la zona, donde cada cual estudiaba ya el segundo
año. Pero no era una fiestecita muy proba, sino que más bien parecía una
bacanal dionisíaca donde se podía esperar cualquier cosa. Matthew bastante
reacio a asistir a este tipo de eventos había llegado casi al final en gran
parte preocupado por Manuel, con el ánimo de llevarlo en el auto de su papá a
su casa sano y salvo. Tras echar un vistazo al lugar divisó en un rincón
apoyado contra el muro a su amigote, medio borracho y semidormido con un
cigarro encendido que estaba a punto de caérsele de los labios. Avanzó a través
de una nube de humo, haciéndole el quite a las parejas que bailaban en medio
del salón. Se paró frente a Manuel y sin saber qué decirle, sólo atinó a
tomarlo del brazo para levantarlo e intentar sacarlo de ahí. Pero Etcharren
totalmente descontrolado lo empujó con tal fuerza que por poco lo bota al
suelo.
_ ¿Te conozco para
que te atrevas a tomarme del brazo? ¿Qué te crees que eres, mi papá acaso? Ándate
por donde mismo te viniste Mansfield, cobarde, maldito atormentado. Ya poh, se
consecuente alguna vez en tu perra vida. Te llenas la boca con Dios y todo eso
y te la pasas tremendamente angustiado. Déjame tranquilito a mí con mis amigos,
porque éstos sí son amigos de verdad.
Matthew estaba desconcertado,
perplejo, no podría creer lo que oía y la humillación a la que estaba siendo
sometido. Mirándolo a los ojos, enfurecido por lo injusto de esas palabras le dirigió, casi llorando, un discurso que
pondría término a casi quince años de fecunda amistad.
_ Pensé que me
estimabas en algo Manuel. Me has herido profundamente, pero yo ya hice todo lo
que pude contigo, eres libre y has elegido esto. Sólo te digo una cosa: en
honor a nuestra amistad de toda la vida y porque te aprecio como a un hermano
si me buscas nuevamente no tengas dudas que voy a estar ahí, esperándote. Tengo
la nobleza suficiente como para saber perdonarte, pero yo no me voy a molestar
como ahora en sacarte del hoyo donde te encuentras. Tú mismo me dijiste que no
soy tu papá, tú sabrás. En todo caso, lo siento, lo lamento mucho por ti, me da
pena que esto te esté pasando, no te imaginas lo que me duele verte así.
Desde esta lamentable fecha hasta que
llega la carta, Matthew no había sabido nada de Manuel y tampoco había querido saber porque le hacía
mal pensar en eso. Le afectaba el ánimo y no quería seguir viviendo acongojado.
Había dejado el violín en su estuche y
acostándose no podía conciliar el sueño pensando cómo sería su encuentro con su
viejo amigo. Sin poder dormir se levantó a media noche, se sentó en su
escritorio y trató de comenzar a corregir los trabajos de sus alumnos. En esto
estaba cuando Isabel, su hermana que le seguía en edad tocó a su puerta
extrañada de que a esa hora su hermano mayor hubiese encendido la luz.
_ ¿Matthew estás
bien?
_ Pasa Isabel, estoy bien.
_ Hola hermanito,
mira la hora qué es. ¿Por qué te
levantaste?
_ No podía dormir….,
estoy desvelado. No te vi en la facultad hoy, estuve esperándote para venirnos
juntos a la casa. Tu sabes que no me gusta nada que te vengas sola tan
tarde.
_ No te pude
avisar, porque me vine antes con unas amigas. Oye Matthew, la nana me contó que
vino Manuel a buscarte. - Matthew dio un suspiro y echando su cabeza para atrás
pensaba en que a esa hora ya toda su familia se había enterado de la aparición
de Etcharren.
_ Sí, al parecer
vino un poco antes que yo llegara. Para mí era tema cerrado y enterrado. Había
comenzado a superar mi duelo y no te imaginas lo que me ha costado hacerlo. Yo converso mucho contigo
y te cuento muchas de mis cosas, pero hay otras
que no te digo, son cosas de…. No quiero decir de hombres, pero no es lo
mismo conversar con tu hermana, o con tus hermanos más chicos que con tu mejor
amigo. Y de un día para otro Manuel me manda a freír monos mientras lo veo
hundirse y yo me quedo solo, aunque no lo creas, me quedé completamente solo a
pesar de tener muchos compañeros y amigos,
porque él era mi confidente. Tú me conoces bien, no soy una persona que
sobresalga, soy de bajo perfil y hasta era la sombra de Etcharren en todo lo
que hacíamos. De pronto no tuve a quien acudir para confesar mis penas y me
quedé a la deriva. Fue como si se hubiera muerto un hermano del alma y recién ahora que lo estaba superando, este verdadero luto,
me sale con esta visita y una carta que me deja consternado. No te voy a decir
que soy un hombre feliz, eso no lo creo
posible en mí, pero al menos estaba tranquilo y mis pensamientos, mis dudas y
todo lo que pude haberle dicho a mi amigo lo escribo y aunque no es lo mismo, al menos me sirve de
consuelo, porque me desahoga. No sé qué hacer, me pidió que nos juntáramos
mañana y claro, una vez yo le di mi palabra, que si él me necesitaba iba a
estar ahí…, pero tengo miedo, tengo miedo de volver a verlo. Es chistoso, ¿no
te parece?, le tengo miedo a Manuel o más bien a lo que me pueda decir. Por eso
no puedo dormir, tu sabes hermanita lo que me afectan estas cosas.
Isabel que tenía un amor enorme por su hermano sólo atinó a abrazarlo y
a decirle.
_ Pucha peladito,
¡qué te puedo decir! Si Manuel te está pidiendo que lo ayudes creo que tiene
que ser algo muy serio. Es un tipo súper orgulloso y no iba a recurrir a ti por
sólo querer verte. Y a propósito, no te lo había contado -como tú no querías
que te habláramos de Manuel - , hace poco tiempo, cuando yo volvía de vuelta de
la casa central para la casa, la micro
en la que yo venía paró en la universidad de Manuel. Y allí estaba él,
subiéndose a esta misma micro, y yo con el corazón latiéndome a mil por hora me hice la tonta dejándole un hueco al lado de
mi asiento con la idea de que se sentara conmigo. Pero cuando se dio vuelta
hacia el pasillo después de haberle pagado al chofer, y como hacía tanto tiempo
que no lo veía, me chocó su aspecto. No
era el Manuel alegre, el caballero impecable, parecía un botado, un
bohemio, para que te voy a decir una cosa por la otra: reventado, así tal
cual. Creo que se avergonzó de sí mismo
cuando me vio sentada allí. Apenas me saludó y se fue a sentar atrás acurrucado
contra la ventada. Estuve a punto de pararme para ir a preguntarle qué le
pasaba, quería abrazarlo, consolarlo, pero no me atreví. Además yo no soy tú,
es tu amigo, el amigo de mi hermano y a lo mejor lo iba a incomodar más.
Pero…tú sabes que a mí siempre me gustó Manuel, te lo he dicho muchas veces y
lo he echado de menos. Cuando lo vi así, tan menesteroso, tan distinto a como
él era, me dio una pena tremenda y me gustaría volver a verlo como antes,
cuando venía a la casa y yo me sentaba a su lado en el piano a escucharlos
tocar y a darle vueltas las partituras, cuando jugábamos cartas, al monopolio,
¿te recuerdas Matthew lo encantador que era Manuel?
_ ¡Ay Isa! si yo
te contara… (Se refería a que Manuel siempre había estado enamorado de su
hermana y no iba a ser él quien le contara). Yo no lo he visto desde que me
echó de la fiesta, ni siquiera me lo he topado en la calle, ni en la micro.
Quizás el subconsciente me ha obligado a tomar caminos por donde sé que no lo voy a encontrar. En
todo caso, te creo lo que me dices porque la última vez que lo vi ya andaba
medio botadito, pasado a copete y leyendo pura basura, estaba rayado con
Nietszche, con Schopenhauer y leía a todos esos poetas románticos ingleses.
¿Qué hago Isa? ¿Qué será mejor?
_ Anda Matthew, no
pierdes nada. Total ya estás peleado con él y a lo mejor puede ser la
oportunidad para traerlo de vuelta. ¿Puedo ver la carta?
_ No creo que sea
prudente que la leas, es muy personal. Anda a acostarte no más que yo voy a
apagar luego la luz. Gracias por la compañía, me has ayudado mucho. Buenas
noches.
_ Chao, y confía
en Dios que te ilumine a dar un buen consejo.
Después de un rato Matthew se acostó
y muy cansado por todas las emociones del día, rápidamente se quedó dormido. Al
día siguiente se había levantado antes que todos y sentado en su cama leía una
y otra vez la carta sin dejar de pensar en qué le diría cuando lo viera. En
estos pensamientos estaba cuando su mamá tocó a la puerta.
_ Matthew, hola
hijo, ayer no te vi en todo el día. Tienes una carita hijito lindo, estas
pálido y ojeroso ¿no dormiste bien?
_ Hola mamita. La
verdad es que dormí pésimo, me daba vueltas y vueltas para todos lados. Como ya
en la madrugada no pude dormir más, preferí levantarme más temprano y
aprovechar de ir a la biblioteca de la facultad a revisar estos trabajos que me
penan.
_ Bueno hijo,
cualquier cosa que necesites me llamas. Voy a ir a dejar a tus hermanos al colegio.
¿Puedes irte con Thomas a la universidad? Parece que hoy tiene una clase
optativa en tu facultad. Matthew…no te veo bien, ¿estás enfermo? - Su mamá se
le acercó, le acarició la cabeza y lo besó en la frente.
_ No te preocupes,
estoy un poco cansado nada más. He tenido mucho trabajo y ayer prácticamente no
comí en todo el día, pero estoy bien mamá, gracias. Yo le digo al Tommy que nos
vayamos juntos. Chao mami.
Matthew tomó su maletín, el estuche
con el violín y partió a buscar a su hermano para ir a clases. Siempre que estaba nervioso o muy preocupado
agarraba el violín y se lo llevaba prácticamente por inercia porque ni siquiera
lo sacaba del estuche. No tenía ganas de conversar y por más que Thomas tratara
de levantarle el ánimo su mente estaba en otra. En la entrada de la facultad se
despidió de Thomas y se encaminó a la biblioteca. Pareciera como si todo el mundo hubiese querido interrumpirle sus pensamientos ese día. Las
horas pasaban lentamente, las clases se hacían eternas, sus alumnos le buscaban
pidiéndole la corrección de los famosos trabajos, sus compañeros le
recriminaban por los libros que debía, en fin, todo era parte de su ajetreo
normal, pero ese día le pareció insoportable. Por fin dieron las cinco y media
y con una ansiedad que se le notaba en el rostro se dirigió raudamente hacia la orilla del mar donde estaba la grúa.
El día no podía ser más
melancólico, las nubes cruzaban amenazantes y la playa estaba vacía, ya casi
había oscurecido y solo algunas parejas caminaban mirando el mar. Con la mirada
recorrió el lugar y no había sombra de Etcharren. Faltaban unos minutos para
las seis y en vista de que no veía a su
amigo por ninguna parte, bajó a caminar un rato por la orilla de la playa.
Hacía tiempo que no se daba el tiempo de caminar por la arena y había olvidado
lo relajante que es sentir el sonido del mar. Absorto mirando el mar, se dio
cuenta de que había pasado bastante
tiempo y mirando hacia arriba vio sentado en la escalinata de la playa a la
inconfundible figura de Manuel, quien vestido con un enorme abrigo negro y su
acostumbrada boina lo miraba lacónico. Se veía triste, apagado, aunque limpio,
con el pelo corto y sin esa barba que se había dejado desde la última vez que
lo había visto.
Ambos estaban plantados en sus
lugares mirándose a la distancia. El momento era tenso y ninguno de los dos
atinaba qué hacer, hasta que Mansfield con paso firme se dirigió hacia aquel
que poniéndose de pie lo abrazó fuertemente.
_ Matthew,
Matthew, amigo, gracias por venir.
_ Ya, ya hombre,
nos van a confundir con otra cosa, la
gente está mirando- le decía mientras le golpeaba la espalda tratando de
contener la emoción-. Ahora que estoy aquí me da gusto verte Manuel, ¡qué bueno que te acordaste de mí! Las promesas son promesas y a pesar de todo vine. El pasado, pasado
está y estoy dispuesto a escucharte. Te he extrañado mucho viejo amigo.
Matthew había preparado el discurso
para la ocasión, porque sabía que si llegaba sin pensar nada que decir se
hubiera quedado mudo. Cargando el maletín y el violín se dejó caer en la
escalinata y no dejaba de mirar a Manuel de reojo.
_ Bueno – continuó-
¿qué te pasa? ¿Por qué quieres hablar conmigo?. La carta que me dejaste es
espeluznante, incoherente; parece la
carta de un suicida atormentado por el peso de la existencia.
_ Yo
también te he extrañado Matthew, gracias por haber venido y antes que cualquier
cosa te pido perdón. Yo…la verdad es que me siento asqueado, asqueado por todo
lo que he pasado. Déjame invitarte a comer algo al pub y te cuento todo. Pásame
el violín, yo te lo llevo.
Ambos se encaminaron lentamente. Era raro
para Matthew volver a caminar junto a su amigo después de tanto tiempo. No
sabía cómo comenzar a hablarle, aunque tenía mucho que preguntarle, sin embargo
Manuel comenzó a interrogarlo primero.
_ Andas con el
violín, ¿estás tocando en algún conjunto o lo sacaste a pasear como tu osito regalón?
_ No, no estoy
tocando con nadie, salvo de repente con
el Carlos. Nos juntamos de vez en cuando a tocar algo de Bach o de Vivaldi,
para no perder la práctica, ah claro y esas canciones que tocábamos juntos. Parece
que me sigues conociendo bien, en realidad no sé por qué tengo la maña de
agarrar el violín y llevármelo cuando estoy nervioso o preocupado.
_ ¿Preocupado por
este encuentro?
_ Exacto. Tenía
miedo de hablar contigo, te tenía sepultado a decir verdad. No me lo tomes a mal, sólo que me afecta
mucho tener que discutir y pelear sobretodo contigo.
_ Tú estás igual
de flaco y fibroso, me imagino que sigues en la selección de atletismo de la U.
_ Sí, pero no
tengo mucho tiempo para entrenar ahora. Soy ayudante de unas cátedras y mi
profesor guía me saca el jugo, me está preparando para irme a Inglaterra, con
una beca de unos profesionales católicos ingleses. Aunque no estoy titulado mi
profesor ha conversado mucho con la gente de Oxford y esperan a que termine
para confirmarme, como tengo buenos antecedentes quizás me resulte. Por
teléfono tuve una entrevista y presenté un trabajo, una especie de tesis en
inglés. Pero tú no luces como antes, y te cuento que mi hermana me dijo que te
había encontrado en la micro y que tuvo
la percepción de que te avergonzaste de
ti mismo.
_ Vaya parece que
me he perdido de hartas cosas. Sí, me acuerdo y precisamente ese encuentro me
abrió los ojos, me acordé de cuánto la
había querido y de que nunca se lo había dicho; me acordé de ti, de lo leal que
fuiste al irme a buscar a esa estúpida fiesta; me acordé de todo lo que perdí
por querer experimentar y conocer cosas nuevas. Estaba fascinado con todo el
ambiente de la U y me hice de amistades que me hicieron probar de todo, te digo
“de todo”.
Habían llegado ya
al pub irlandés que a esa hora estaba lleno de universitarios y juntos pidieron
algo de comer y comenzó el diálogo.
_ Una pregunta más
Mansfield, ¿está pololeando? Supongo que a la niña de la facultad le pediste
que pololeara contigo. Bien recuerdo que estabas absolutamente decidido a eso.
_ Golpe bajo
amigo, muy bajo. Creí que íbamos a hablar de tus dramas y me sales con esta
preguntita.
El pobre Matthew quedó paralizado. Esa
era la otra pena que lo tenía tan ensimismado y volcado sobre pensamientos
apesadumbrados. Pero sacudiendo la cabeza se dijo así mismo: “mantén la vista
despejada de la nubosidad de pensamientos absurdos y sin contenido en los
cuales te hayas sumergido, y no te lamentes más de tu condición”. Pero poco le
duró esta intención.
_ Para que sepas la C.
nunca me pescó, la invité a salir, a mi casa, fuimos a conciertos juntos, pero
yo notaba que simplemente me quería como un
buen amigo. En el fondo somos distintos yo lo sé y no iba a resultar
bien.
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