jueves, 31 de octubre de 2013

Extractos del libro" La última batalla del Diablo".

Capítulo 15

El cálculo de los costos

     «Por fin, Mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al Mundo algún tiempo de paz.» Fue esto lo que la Madre de Dios prometió en Fátima.
     Sin embargo, algo falló. Las profecías de Fátima, que, en todos los demás aspectos, se cumplieron conforme anunciado, no se han llegado a cumplir en este punto. ¿Nos habrá engañado la Madre de Dios? ¿O nos habrán engañado ciertos hombres?
     El 3 de marzo de 2002, la revista Time informó que «un mes después de los ataques del 11 de Septiembre, altos funcionarios federales temían que se hubiese introducido clandestinamente en Nueva York un arma nuclear, proveniente del arsenal ruso.» Según la revista, «el Grupo de Seguridad Antiterrorismo de la Casa Blanca, que forma parte del Consejo Nacional de Seguridad, fue alertado del peligro por el relato de un agente cuyo nombre cifrado era DRAGONFIRE. Con el intento de evitar que cundiese el pánico, nada de esto fue notificado ni a las autoridades de Nueva York, ni a altos dirigentes del FBI.»
     Aunque posteriormente se comprobó que dicho relato era inexacto, se instaló un “gobierno-sombra” en refugios subterráneos, ubicados en Washington, D. C., y por todo el territorio norteamericano se instalaron detectores nucleares en posiciones clave — anticipándose a aquello que el Presidente y sus consejeros suponían tratarse de un inevitable y mucho más mortífero ataque de terroristas islámicos. En ese mismo día, 3 de marzo de 2002, el Washington Post informó lo siguiente: «Alarmada por las crecientes indicaciones de que Al-Qaeda estaría en vías de conseguir un arma nuclear o radiológica, la Administración Bush dio inicio en noviembre [de 2001] a la instalación de cientos de sofisticados sensores en las fronteras, en sus instalaciones en el Exterior y en puntos de embotellamiento alrededor de Washington. Además, la Fuerza Delta, el comando de elite del País, fue puesto en alerta máximo, con la misión de hacerse con el control de los materiales nucleares que los sensores pudiesen detectar.»
     Con base en informes de los servicios de inteligencia, humanos, falibles, los líderes políticos mostraron suficiente prudencia y se prepararon para lo peor, que sabían ser inminente. Sin embargo, los revisionistas de Fátima que formaban parte del aparato estatal del Vaticano, bajo la orientación de la Línea del Partido, de Sodano, nos dicen que podemos desdeñar tranquilamente el infalible informe del “servicio de inteligencia” celestial, el cual nos alerta sobre la aniquilación de varias naciones. Es peor: no le revelan a la Iglesia una parte vital de ese informe del “servicio de inteligencia” celestial — el texto del Tercer Secreto todavía no divulgado — al mismo tiempo que nos aseguran que se ha dado a conocer el texto integral. Parece que, mientras el Mundo se precipita en dirección a una catástrofe, no faltan en la Iglesia numerosos idiotas útiles, que alegremente repitan como un loro la Línea del Partido, al mismo tiempo que, de modo oportunista, denuncian a quienes la cuestionan.
     Hay que considerar que, en el momento en que escribimos, ya han transcurrido dieciocho años desde la alegada consagración de Rusia, en 25 de marzo de 1984, en una ceremonia realizada en el Vaticano, en la que se omitió deliberadamente cualquier mención de Rusia. Durante esos mismos dieciocho años, no se alcanzó la Conversión de Rusia, ni el Triunfo del Corazón Inmaculado. Al contrario: Durante todo ese tiempo, el aparato estatal del Vaticano rechazó abiertamente, como “eclesiología anticuada”, cualquier intento de conversión de Rusia al Catolicismo.
     En Rusia y en todo el Mundo las llamas del holocausto del aborto se elevan cada vez más alto a los ojos de Dios. Desde la “consagración” en 1984, hubo por lo menos 600 millones de víctimas de esta guerra declarada contra “aquellos que no han podido nacer”; y la sangre de cada una de las víctimas clama al Cielo, implorando venganza.
     Por lo que parece, ni la catástrofe del 11 de Septiembre de 2001, ni las amenazas de sucesos más trágicos, conseguirán disuadir al aparato estatal del Vaticano de continuar buscando una nueva orientación “Pos-Fátima” para la Iglesia. En vez de la Consagración de Rusia, el Vaticano puso en escena otro encuentro de oración pan-religioso: el Día Mundial de Oración por la Paz, en Asís, el 24 de enero de 2002. Católicos, ortodoxos, protestantes, hinduistas, musulmanes, judíos, afroanimistas, budistas, sintoístas, confucianos, tenriquioístas y zoroastrianos fueron en tren desde el Vaticano hasta Asís, en aquello que L’Osservatore Romano denominó “un tren de paz”. Y todos los así llamados “representantes de las religiones del Mundo”, incluso un curandero-hechicero, predicaron sobre la paz mundial, desde un gran púlpito de madera, instalado en la parte inferior de la Plaza de la Basílica de San Francisco. Como parte del evento, cada una de las religiones no cristianas tuvo a su disposición una sala en el Sacro Convento de San Francisco, para realizar allí sus ritos paganos y orar por la paz a los más variados dioses y espíritus. Al final del encuentro, los “representantes de las religiones del Mundo” depositaron unas lamparillas encendidas sobre una mesa, como símbolo de su supuesto compromiso con la fraternidad interreligiosa y con la paz mundial, regresando a sus lugares de origen.
      Después de esa ceremonia, es evidente que no surgió la paz. Ya al día siguiente, los israelíes comenzaron a bombardear objetivos palestinos, y así el conflicto árabe-israelí seguía avanzando rápidamente en dirección a una guerra abierta, al mismo tiempo que India sometía a prueba un misil nuclear. Pocas semanas después, los hinduistas y los musulmanes, cuyos “representantes” habían ido a Asís para depositar sus lamparillas sobre la mesa, comenzaron a matarse los unos a los otros en la India Occidental; con sólo tres días de disturbios, el total de muertos se elevó a unos 300.1
     No surgió la paz en el Mundo; no surgió la paz en Rusia. Al contrario, según afirmó el Papa Juan Pablo II en Fátima en 1982, estamos afrontando «amenazas cada vez más asustadoras, casi apocalípticas, a los países y a la Humanidad entera.» Este es el resultado de ignorar las advertencias que el relato del “servicio de inteligencia” celestial transmitió al Mundo en Fátima.
     ¿Y qué decir de la paz en el seno de la Iglesia? La Virgen de Fátima también nos hizo una advertencia sobre esto. Pero, también en este caso, fue ignorada por los mismos hombres que nos dicen que el Tercer Secreto “pertenece al pasado”.  Hoy en día, la perversión y el colapso del elemento humano de la Iglesia, que se vienen observando en los últimos cuarenta años, irrumpen con toda su crudeza, dando ocasión a que el Mundo entero los divulgue diariamente, provocando escarnio y desprecio. Y si esto sucede, es porque los propios clérigos han rechazado el Mensaje de Fátima, el cual nos indicaba los medios que nos permitirían prever y adoptar las medidas necesarias para impedir la infiltración homosexual en el Clero, que hoy se propaga de forma incontrolable.
     Hace mucho tiempo que se sabe que la mayoría de los católicos, víctimas de décadas de  absurdas “reformas” litúrgicas y ecuménicas, ya no conservan la Fe en la Sagrada Eucaristía, ni consideran que su Iglesia se distinga esencialmente de cualquier confesión protestante; como tampoco se sienten obligados a seguir la doctrina referente al matrimonio y a la procreación. Pero en el año de 2002 la Iglesia iría a sufrir un durísimo golpe en Su credibilidad.
     Cuando la redacción de este libro estaba llegando a su fin, la prensa comenzó a sacar a la luz el escándalo de la pedofilia en masa, en la Arquidiócesis de Boston — donde el Cardenal Law ocultó durante décadas las actividades de sacerdotes depredadores. Y con el natural temor por la posibilidad de venir a ser responsabilizadas, una tras otra diócesis en Norteamérica comenzaron inmediatamente a ofrecer a las autoridades competentes las listas de Sacerdotes sospechosos de haber practicado abuso sexual; eso, después de haber impedido durante muchos años que esta información llegase al conocimiento de las víctimas y de sus familiares, y después de haber transferido de un lugar para otro a los presuntos autores de tales crímenes. La lista de cada diócesis, enumerando los abusos sexuales practicados por Sacerdotes con niños y adolescentes, fue noticia de portada de las revistas Newsweek y National Review, además de los incontables relatos que aparecieron en periódicos de ámbito nacional y local. Uno puede imaginarse lo que se esconde bajo la punta de este iceberg.
     Tanto en Norteamérica como en Europa, los seminarios y los conventos están prácticamente vacíos o cerrados, excepto los dirigidos por pequeñas órdenes “tradicionalistas” (como la Sociedad de San Pío X y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro), que siguen “las viejas tradiciones”. En la Iglesia posconciliar, no hay, ni de lejos, vocaciones suficientes para sustituir a los Sacerdotes más viejos que se jubilan o vienen a fallecer. Y es muy notorio que, entre los pocos hombres que acceden a los seminarios “modernos” (los que siguen las “reformas” posconciliares), hay una gran proporción de homosexuales. El P. Donald Cozzens, rector del Seminario de Santa María, en Cleveland, Ohio, estaba simplemente confirmando aquello que cualquiera puede observar, en su libro The Changing Face of the Catholic Priesthood, a saber:
     En el comienzo del siglo XXI, hay una percepción cada vez más grande de que el Sacerdocio es, o se está transformando en una profesión de homosexuales (…) Los seminaristas heterosexuales no se sienten bien, por causa del gran número de homosexuales a su alrededor (…) El seminarista heterosexual se siente fuera de lugar, y puede interpretar su inquietud interior como una señal de que, realmente, no tiene vocación para el Sacerdocio. (…) Los contactos sexuales y las uniones románticas entre seminaristas homosexuales crean una fuerte y complicada red de intrigas y de envidia.2
     La plaga de abusos y perversiones sexuales entre los Sacerdotes no es exclusividad de Norteamérica. En Inglaterra, en Francia y en España también surgieron escándalos, provocados por Sacerdotes homosexuales o pedófilos; y hasta en Polonia un renombrado Arzobispo fue denunciado al Vaticano, a pedido de sus compañeros Sacerdotes, víctimas de sus amenazas y abusos sexuales. Y también en África: La prensa mundial transmitió la noticia, confirmada por el Vaticano, de un escándalo de enormes proporciones, relatando violaciones de Religiosas cometidas por Sacerdotes africanos. El P. Bernardo Cervellera, portavoz del Vaticano y director del servicio noticioso del Vaticano Fides, que trata de las misiones, presentó una ultrajante defensa (de la actitud de los Sacerdotes), alegando que «el problema se restringía al África Subsahariana y se relacionaba con la valoración cultural negativa que allí atribuyen a las mujeres y al celibato. No se trata de casos de violencia “psicopática” contra las mujeres, sino más bien “un estilo de vida”, culturalmente hablando, común en toda la región. (…)» Eso quiere decir que, en África, los abusos practicados por Sacerdotes africanos contra Religiosas constituyen, culturalmente hablando, ¡“un estilo de vida”! ¡Los Sacerdotes africanos, sencillamente, no reconocen el “valor” del celibato! Según la agencia Reuters, el Vaticano “está observando la evolución de esta situación pero no ha adoptado ninguna medida concreta.”3
     O sea: El Vaticano no ha adoptado ninguna medida concreta contra los Sacerdotes que violaron a las Religiosas; y sin embargo el P. Nicholas Gruner fue declarado “suspenso” en la única declaración pública de la Congregación para el Clero referente a la “disciplina” — el único entre los 260.000 Sacerdotes diocesanos que tenía la Iglesia en 2001 — por el crimen de divulgar el auténtico Mensaje de Fátima. Eso demuestra bien cuáles son las prioridades del Vaticano, dentro de la nueva orientación de la Iglesia Católica.
     Aunque la nueva orientación de la Iglesia sea, en todos los aspectos, un rotundo fracaso, que nada produce sino frutos muy amargos, los miembros del aparato estatal del Vaticano que persiguen al P. Gruner insisten en buscar otras novedades igualmente ruinosas. Si tiene que depender de ellos, no habrá un retorno al “modelo” de Iglesia representado por el Mensaje de Fátima. No se realizará la “embarazosa” consagración pública de Rusia. No se efectuará la “anticuada” conversión de Rusia a la Fe católica. Tampoco se alcanzará el Triunfo del Corazón Inmaculado de María, porque sería un retroceso con relación al “diálogo ecuménico” con protestantes y ortodoxos. Y así, Rusia no se ha convertido, no hay paz en el Mundo, y la Iglesia Católica permanece en un estado muy cercano al caos — sin duda como está previsto en el Tercer Secreto.
     En Rusia, transcurridos unos 40 años de un inútil “diálogo ecuménico”, los ortodoxos rusos rechazan, aún más furiosamente que antes, el primado del Papa, e insisten en su oposición a la Iglesia Católica. En febrero de 2002, cuando el Vaticano anunció que sus “administraciones apostólicas” en Rusia pasarían a llamarse “diócesis” — aunque no lo serían en el concepto tradicional católico —, la Alta Jerarquía ortodoxa rusa lanzó una serie de improperios ultrajantes. Así, por ejemplo, habría una “Arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú”; y el Arzobispo en ejercicio no se llamaría “Arzobispo de Moscú”, temiendo que el Vaticano pudiese ofender a Alexis II, antiguo agente de la KGB y actual Patriarca ortodoxo ruso de Moscú.
     Después de haber creado esas “diócesis” católicas, se tornó irrefrenable la furia anticatólica de la Jerarquía ortodoxa rusa — ilegítima heredera de las parroquias católicas y de los fieles de la verdadera Iglesia, usurpados por Josef Stalin mediante el uso de las armas. La visita del Cardenal Kasper a Moscú fue cancelada en señal de protesto contra la creación de las diócesis. En su comunicado por escrito anunciando la cancelación, el Metropolita Ortodoxo Kyrill, de Smolensk — que era el Jefe de la delegación ortodoxa rusa en un nuevo ciclo de inútiles negociaciones “ecuménicas” —, declaró coléricamente que «no tenemos nada que hablar.» Era la conclusión más apropiada para una iniciativa sin ningún valor desde el primer momento. El sábado, 2 de marzo de 2002, el Papa celebró en el Vaticano una ceremonia de oración, transmitida a Rusia vía satélite. La transmisión fue totalmente neutralizada por interferencia de las redes rusas de televisión, ahora bajo las órdenes de Vladímir Putin. Sólo después de haber enviado a Rusia instrumentos especiales (retenidos en la aduana hasta el último momento), algunos miles de católicos pudieron ver al Papa en las pantallas de TV, instaladas en la Catedral de la Asunción en Moscú. La BBC informó que «el Patriarca ortodoxo ruso Alexis dijo que la transmisión vía satélite constituía una “invasión de Rusia”, trayendo a colación la antigua ocupación de Moscú por Polonia, a principios del siglo XVII. Juan Pablo II es polaco.»4 Después de tantos años de Östpolitik y de “diálogo ecuménico”, la Jerarquía ortodoxa ni siquiera permitió que se viese en Rusia una imagen del Papa en video. ¿Es ésta la conversión de Rusia, prometida por Nuestra Señora de Fátima?
     Intentando mostrar el lado positivo del fiasco en Rusia, el Arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz, el actual responsable de la “Archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú”, afirmó: «Se trata sólo de un malentendido.» La Iglesia Católica no tiene intención de realizar conversiones entre los ortodoxos; y aún menos de procurar la conversión de Rusia. Al fin y al cabo, este Arzobispo Kondrusiewicz es el mismo que, en 1998, había afirmado en público (conforme ya hemos relatado) que «el Concilio Vaticano II declaró que la Iglesia Ortodoxa es nuestra Iglesia Hermana, y posee los mismos medios de salvación. Así, pues, no hay ningún motivo para que haya una política de proselitismo.» Un relato de la Associated Press sobre la reacción de Kondrusiewicz a la hostilidad de los ortodoxos informaba que «algunos feligreses se han reunido recientemente con Kondrusiewicz, para quejarse, con lágrimas en los ojos, de que la furiosa retórica de los líderes ortodoxos en los programas noticiosos después del 11 de febrero les hacía tener miedo de practicar su Fe.»5  Mientras los Prelados ortodoxos difamaban a la Iglesia Católica en los noticiarios de ámbito nacional, «los ultranacionalistas aunaron sus fuerzas con la Iglesia Ortodoxa, con el objetivo de criticar a la Iglesia Católica por su “proselitismo” [y] un grupo parlamentario planea hacer una investigación.»6
     Esto no se puede interpretar como si los Prelados ortodoxos de Rusia estuviesen defendiendo su Iglesia como si fuese vibrante: de los que se dicen “ortodoxos rusos” son muy pocos los que practican su religión. The Economist observa que «Rusia está pasando por una crisis de fe.» Según esa revista, «el 94% de los rusos entre 18 y 29 años no van a la iglesia.»7 La degeneración moral de la sociedad rusa — que ya hemos comentado — continúa firme: dos abortos por cada uno que nace vivo (un promedio de 5 a 6 abortos por cada mujer rusa); aumento del alcoholismo y de muertes prematuras por enfermedad o por crimen violento; proliferación epidémica del SIDA; después de la legalización de la homosexualidad, decretada por Boris Yeltsin, florecimiento de la industria de la pornografía infantil, y así sucesivamente.
     Pero la Iglesia Católica no será autorizada a ocupar el vacío espiritual que la Iglesia Ortodoxa rusa no consigue ocupar. La ley rusa de 1997, relativa a la “libertad de conciencia”, sigue concediendo un status especial legal a la Iglesia Ortodoxa rusa, al Judaísmo, al Islam y al Budismo, al mismo tiempo que prohíbe el proselitismo católico y exige el registro de los templos católicos en la administración local. La Iglesia Católica tiene un perfil tan discreto en Rusia que la oficina en Moscú, desde donde el Arzobispo Kondrusiewicz dirige los asuntos de la Iglesia, está «escondida detrás de la oficina de un comandante militar, y no exhibe ninguna señal indicativa de que allí se ubica la sede de los dirigentes de la Iglesia Católica en Rusia.»8
     En el año 2002, los católicos en Rusia continuaban siendo una minoría reducida y poco visible. Tal vez haya 500.000 católicos (nominales) en un país de 144 millones de habitantes. Los poquísimos que aún van a Misa a los domingos (principalmente en Siberia) dependen casi por entero de Sacerdotes no rusos, autorizados a permanecer en el territorio ruso solamente con un visado de visitante, cuya renovación exige la salida del país de tres en tres meses, renovación que puede ser denegada a cualquier tiempo, por cualquier motivo o aun sin ningún motivo. El propio Secretario de la Conferencia Episcopal Católica de Rusia, el P. Stanislaw Opiela, tuvo denegado tres veces su visado de visitante, sin cualquier explicación: «No pretendo intentar otra vez. No vale la pena», dijo. «Tal vez llegue a haber algún tipo de protesto.»9 Posteriormente, en abril de 2002, el Obispo Jerzy Masur, designado por el Vaticano para administrar la vasta, pero poco poblada, región de Siberia, fue expulsado de Rusia, y, sin cualquier explicación, le confiscaron el visado de entrada. El Obispo Masur se enteró de que su nombre fue incluido en una “lista” secreta, con el nombre de aquellos que son considerados “indeseables”, y nunca más será autorizado a entrar en Rusia.
     Todos estos sucesos indujeron al Arzobispo Kondrusiewicz a formular un protesto oficial en nombre de la Conferencia Episcopal Católica de Rusia, con el título “La libertad religiosa en Rusia se encuentra en gran peligro”. El protesto declara lo siguiente:
     Los católicos en Rusia se preguntan: ¿Qué va a suceder después? ¿Valen también para ellos las garantías constitucionales, incluso la libertad de conciencia y el derecho de tener sus propios pastores de almas? (Eso significaría invitar a los extranjeros, puesto que, durante 81 años, la Iglesia Católica se vio impedida del derecho de formar y ordenar sus propios Sacerdotes.) ¿O considerará el Estado que los católicos son ciudadanos de segunda clase? ¿Estará el Estado volviendo a los tiempos de las persecuciones de los fieles? (…) La expulsión de un Obispo católico que no ha transgredido ninguna ley sobrepasa todos los límites imaginables de las relaciones civilizadas entre el Estado y la Iglesia. (…) Con gran preocupación manifestamos nuestro vehemente protesto acerca de la violación de los derechos constitucionales de los católicos.10
     En efecto, a finales del año 2002, el portavoz personal del Santo Padre, Joaquín Navarro-Valls, declaró que las acciones practicadas por las autoridades rusas contra la Iglesia Católica habían llegado a tal punto que se podían considerar como “una auténtica persecución”. Por tanto, mientras el Cardenal Sodano y los seguidores de la Línea del Partido insisten en que Rusia ya fue consagrada al Corazón Inmaculado de María hace unos 18 años, y que el estado actual de las negociaciones en Rusia constituye el “milagro” de la “conversión” resultante de aquella “consagración”, no solamente el principal Prelado católico en Rusia, sino también el portavoz personal del Papa denuncian públicamente la persecución de la Iglesia en Rusia, y alertan sobre el grave peligro que amenaza la libertad religiosa de los católicos rusos. La única palabra para definir esta situación es “locura”.
     Pero la situación de la Iglesia Católica en las vecinas “antiguas repúblicas soviéticas” aún es peor. En Rumania, después de la “caída del Comunismo” en 1990, para evitar su restitución a los legítimos propietarios, fueron derribadas al menos doce iglesias parroquiales católicas, usurpadas por Stalin.11 El 10 de enero de 2002, el Servicio Noticioso Católico Mundial [CWN, sigla del nombre en inglés] informaba que en Belarús [ex Bielorrusia] había «indicios preocupantes de hostilidad contra la Iglesia Católica», y que «había sido cancelada sin previo aviso la transmisión de la Misa Dominical a través de los servicios radiofónicos del Estado.» Según comentó el CWN, «Belarús es oficialmente un estado secular (…) A pesar de que su autoritario presidente Aleksandr Lukashenko se declara ateo, cuenta con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa en su política de “integración” de Belarús con Rusia.» Podrían multiplicarse ad infinitum los ejemplos de persecución de la Iglesia Católica en Belarús, en Cazaquistán, en Moldova [ex Moldavia], en Rumania, en Transilvania y en cualquier territorio de la “antigua Unión Soviética”.
     ¿Qué papel desempeña el Presidente ruso Vladímir Putin en todo esto? Sí, está muy atareado en reorganizar los elementos, nunca desmantelados por completo, de una dictadura al estilo soviético. Como informó The London Times, en su edición online del 12 de enero de 2002, «el último canal independiente de televisión de Rusia ha sido cerrado ayer, con lo cual todos los medios de transmisión del País se hallan bajo el control del Kremlin» — los mismos canales de TV que denunciaron a la Iglesia Católica por la cuestión de las diócesis en Rusia. Y, como si fuese un programa previamente combinado, está sucediendo lo mismo en Ucrania. El 21 de diciembre de 2001, el WorldNetDaily informó que «la llama de la libertad se está casi apagando en la antigua República [Socialista] Soviética de Ucrania — lo mismo que en la mayor parte de los territorios de la antigua URSS — con el silencio impuesto por el gobierno al último órgano de comunicación y difusión independiente, y con la constante controversia en torno al asesinato de un periodista muy popular, y que decía las cosas con toda franqueza.» Desde la “caída del Comunismo”, han ocurrido muchos asesinatos y “accidentes” fatales envolviendo periodistas.
     En conjunto con su sistemática ocupación de los medios de comunicación social, bajo el pretexto de “cobrar deudas” o de “evasión de impuestos”, Putin restauró el himno nacional soviético, consolidó el control del Kremlin sobre las provincias rusas y firmó un tratado de “amistad” diplomático-militar con China Roja. Determinó, además, que se editase un calendario conmemorativo en que se glorificaba la época soviética, la prisión de Lubianka (piedra fundamental del gulag soviético) y el “carnicero” de la era soviética Felix Dzerzhinsky, fundador de la KGB, que autorizó la tortura y ejecución de Sacerdotes católicos, y se incumbió de liquidar la clase media rusa, a instancia de Lenin. El calendario mencionado se destina a las oficinas de la KGB, que, estratégicamente, mudó el nombre para FSB [sigla en inglés de la “Oficina Federal de Seguridad”].
     Y, como que por mágica casualidad, está surgiendo “espontáneamente” un culto nacional a Vladímir Putin. Según se informa en Electronic Telegraph, de 8 de mayo de 2001:
     [El] culto al Presidente Putin recibió ayer un nuevo impulso, cuando miles de estudiantes conmemoraron el primer aniversario de su ascensión a la Presidencia, dentro de las murallas del Kremlin. La manifestación, en que muchos usaban camisetas T-shirt con el rostro del Sr. Putin, hundió aún más la bajeza del antiguo coronel de la KGB, que es inmortalizado en los libros infantiles, en esculturas y en la elogiosa cobertura de los medios. Los oradores intentaron superarse unos a otros en sus elogios al gran líder, y su retórica introdujo una nueva comprensión en el pensamiento de los partidarios de Putin, que ahora dominan la burocracia, el Parlamento e las emisoras estatales.
     Yelena Bonner, viuda del físico soviético disidente Andrei Sakharov, resumió todos estos acontecimientos con las siguientes palabras: «Bajo Putin, se ha iniciado una nueva etapa de la introducción de un estalinismo modernizado. El autoritarismo se está imponiendo con mayor rigor, la sociedad está siendo militarizada, está aumentando el presupuesto militar.» Yelena Bonner advirtió que «bajo el actual Gobierno, nuestro País puede esperar, en un futuro previsible, convulsiones sociales altamente destructivas, que igualmente podrán afectar a los países vecinos. Trazó, además, un evidente paralelo entre la Rusia “convertida” y la Rusia estalinista: «Durante la era Stalin, cerca de un tercio de la población trabajaba sin ganar nada o ganando un sueldo simbólico. En la Rusia moderna, dos tercios de la población se hallan al borde de la pobreza. El Sistema de Sanidad es peor hoy que el de los años cincuenta. Stalin asesinó a cerca de 20 millones de personas [en realidad, cerca de 50 millones]; al mismo tiempo, la población rusa está disminuyendo actualmente, en la proporción de un millón de personas a cada año.»12
     Así, mientras Rusia adopta un estalinismo modernizado, que desmiente la afirmación de que Rusia ya estaba “convertida” desde la consagración del Mundo en 1984, el Cardenal Sodano mantiene su programa de vincular la Iglesia Católica con las fuerzas del emergente Nuevo Orden Mundial. Los medios de comunicación católicos informaron, con consternación, que el Secretario de Estado del Vaticano defiende enfáticamente el recién creado Tribunal Criminal Internacional (TCI), llegando al extremo de ofrecerle una contribución financiera.13 Comentaristas católicos, juntamente con comentaristas políticos laicos, vienen advirtiendo hace tiempo que el TCI constituye una clara amenaza a los derechos de las naciones soberanas y de sus pueblos, al hacer valer su jurisdicción para realizar juicios, con motivación política e inapelables, de ciudadanos de cualquier país, con base en una lista (cada vez más extensa) de “delitos” que se pueden someter a proceso judicial.14 Esos procesos se llevarían a cabo sin ninguna de las salvaguardas procesales (relativas a la admisión de pruebas y al derecho de carear a los testigos), esenciales en un correcto proceso legal.15
     Por toda parte — en la Iglesia, en Rusia, en el Mundo — los que practican la Línea del Partido sobre Fátima, del Cardenal Sodano, ven la comprobación de su fracaso. Aun así, no sólo los colaboradores de Sodano en el aparato estatal del Vaticano, sino también sus ingenuos revisionistas de Fátima en toda la Iglesia, siguen insistiendo que Rusia fue consagrada al Corazón Inmaculado de María hace 18 años, que los recientes acontecimientos en Rusia constituyen un “milagro”, que el Tercer Secreto y el Mensaje de Fátima en su totalidad son cosas que “pertenecen al pasado”, y que ya no tenemos por qué preocuparnos de eso. Los católicos que, como el P. Gruner, continúan llamando la atención para aquello que es evidente, están sujetos a sufrir una “purga estalinista”, por su infidelidad a la Línea del Partido. Son denunciados como “desobedientes”, “cismáticos” y se pone en duda su “fidelidad al Papa” — aun sabiendo que el Santo Padre nunca confirmó ni impuso la Línea del Partido, de Sodano, sino que, por el contrario, dio indicaciones inequívocas de su absoluta falsedad.
     ¿Cómo podremos calcular los costos de esta insensata conspiración para no hacerle caso a las profecías de la Madre de Dios en Fátima? El costo del sufrimiento físico y de los daños causados a las almas supera la capacidad de todo cálculo humano: en Rusia, la miseria del pueblo y la continua persecución a los católicos por parte del Estado; en todos los países, el holocausto de los abortos; en todo el Mundo, una creciente oleada de violencia; la pérdida de innumerables almas por la destrucción de su Fe católica, y la perversión del Clero católico, actualmente exhibida ante todo el mundo. Y, sin embargo, todo esto estaba previsto, sin duda, en la parte del Tercer Secreto que se nos ha ocultado. Todas estas cosas podrían haber sido evitadas si los hombres que dirigen la Iglesia hoy hubiesen seguido (y no desdeñado) las sencillas peticiones de la Virgen de Fátima.
     ¿Y cuáles serán los costos en el futuro, si no se corrige a tiempo la trayectoria de la Iglesia, determinada por los acusados? Nuestra Señora de Fátima ya ha dado la respuesta: las guerras, la persecución a la Iglesia, el martirio de los católicos, el sufrimiento del Santo Padre, la aniquilación de naciones, y la pérdida de muchos millones de almas.
     Aquellos que proyectaron la nueva orientación de la Iglesia e impusieron la Línea del Partido sobre Fátima insisten en que debemos ignorar estos avisos de Dios, a pesar de haber sido la misma Madre de Dios quien nos los ha transmitido, y a pesar de haber sido acreditados por un milagro público, sin precedentes en la Historia humana. No, no podemos ignorar los avisos. Es llegado el momento de declarar que no es el Mensaje de Fátima lo que debemos ignorar, sino los consejos humanos, y por tanto, completamente falibles, de aquellos hombres. Por los frutos los conoceréis — y los frutos de su política y de sus decisiones están a la vista de todos: la Iglesia llegó a lo más hondo de Su peor crisis en 2.000 años, y el Mundo se precipita a un apocalipsis.
     Hemos expuesto este caso de la mejor manera posible; nos hemos aliviado de nuestro deber de conciencia ante la Iglesia y el tribunal de la Historia. Ahora, sugerimos que el lector cumpla su deber. Le pedimos que lleve en cuenta las pruebas que hemos presentado y que emita su veredicto — el veredicto de que existe un sólido motivo para solicitarle a la más alta Autoridad de la Iglesia que someta a juicio las acciones de estos hombres, que corrija el daño que han ocasionado y, en consecuencia, que se le haga justicia a la Iglesia y al Mundo.
     Pero mientras no llega el momento de hacerse justicia, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para protegernos de más daño, a nosotros, a nuestros seres queridos, a nuestros correligionarios católicos y al mundo entero.
     Esto significa, ante todo, que debemos rechazar el falso consejo de aquellas Autoridades que han intentado sustituir las palabras de la Madre de Dios por las suyas propias, y el plan celestial de paz, por su propio plan. Ya hemos visto los desastrosos resultados de su falible sabiduría humana que insisten en imponerle a la Iglesia, contra la evidencia de nuestros sentidos, contra las percepciones de nuestra inteligencia y contra las claras palabras de la misma Madre de Dios. Con el respeto que merecen por los cargos que ejercen en la Iglesia, debemos afirmar que estas personas, por lo que se refiere al Mensaje de Fátima y sus consecuencias para la Iglesia y para el Mundo, destruyeron su propia credibilidad. Ya no debemos seguirlos.
     Tal como hemos visto en la atinada descripción del Cardenal Newman sobre la crisis arriana, la actual no sería la primera en la Historia de la Iglesia, en que se dejó a cargo de los fieles la guarda de la Fe, sin ayuda de la Alta Jerarquía, ni tampoco de la mayoría de los Obispos, sino confiando tan sólo en su propio sensus catholicus y en algunos abnegados Sacerdotes y Obispos que no sucumbieron a la confusión reinante. Durante la crisis arriana, casi toda la Jerarquía eclesiástica perdió de vista algo tan fundamental como es la divinidad de Cristo, y los fieles, para salvar sus almas, tuvieron que no seguir, por lo menos durante 40 años, quienes detentaban la autoridad. Es muy claro que ha surgido en nuestros días una situación semejante a aquélla. Analizando de modo objetivo la situación actual de la Iglesia, ¿podrá alguien negar seriamente que está pasando por una crisis de Fe y de disciplina no menos dramática que la de la época de Arrío?
     En The Reform of the Roman Liturgy, el ilustre liturgista Mons. Klaus Gamber, deplorando la destrucción eclesial causada por las “reformas” litúrgicas del Papa Pablo VI, observa lo siguiente:
     ¡Qué confusión enorme! ¿Quién aún es capaz de ver con nitidez en esta oscuridad? ¿Dónde se hallan en la Iglesia los dirigentes que nos enseñen el camino recto? ¿Dónde se hallan los Obispos suficientemente valientes para extirpar — antes que el cáncer se propague y ocasione daños todavía más grandes — el canceroso crecimiento de la Teología modernista que se ha instalado y está contaminando la celebración de los más sacrosantos misterios? Hoy necesitamos un nuevo Atanasio, un nuevo Basilio, Obispos como los que en el siglo IV combatieron valerosamente la herejía arriana, cuando casi toda la Cristiandad había sucumbido a la herejía.16
     Mientras no aparezca tal liderazgo en la Iglesia, mientras no haya terminado la crisis y no se recompongan las cosas, debemos instruirnos sobre la Fe e instruir a los demás, defendiendo a la Iglesia lo mejor que podamos. En nuestro tiempo, esa tarea también nos exige que defendamos el Mensaje de Fátima; porque, según nos enseña Santo Tomás, en cada época Dios envía profetas, no para enseñar una nueva doctrina, sino para recordarle a los fieles lo que deben hacer para la salvación de sus almas. El gran Profeta de nuestra época es Nuestra Señora de Fátima. Como dijo la propia Hermana Lucía, en la famosa entrevista que tuvo en 1957 con el P. Fuentes:
     “Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, porque prosiguen su camino de bondad; pero sin hacer caso a este mensaje (…)
     Dígales, Padre, que la Santísima Virgen, repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo; Que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de esa pobrecita Nación.
     La conversión de Rusia no se ha conseguido. Cualquier persona con un algún discernimiento puede reconocerlo. Siendo así, es inminente la aniquilación de varias naciones, a no ser que los hombres que dirigen la Iglesia muden la trayectoria, que abandonen sus destructivas innovaciones y, simplemente, que se limiten a cumplir aquello que la Madre de Dios pidió en Fátima. Lo que no podemos hacer es arriesgarnos a confiar en los consejos de aquellos que están resueltos a ignorar las verdaderas señales de los tiempos: las señales de un creciente apocalipsis, anunciado por la Santísima Virgen en Fátima. Implorando la gracia de Dios, tendremos que promover la causa de la verdadera Paz en el Mundo, sin la ayuda de nuestros superiores, muchos de los cuales se han quedado ciegos en busca de una nueva y alienada visión de la Iglesia.
     Para llevar a cabo esta tarea, debemos acogernos bajo el manto de Nuestra Señora de Fátima, rogar incesantemente por Su intercesión en estos tiempos de gran confusión, y no olvidarnos nunca de las inquebrantables promesas que hizo a la Iglesia y al Mundo.
     Nuestra Señora de Fátima: ¡rogad por nosotros!   
Notas
  1. New York Times, 2 de marzo de 2002.

  2. Donald Cozzens, The Changing Face of the Catholic Priesthood, (Liturgical Press, Collegeville, Minnesota, 2002), p. 135.

  3. CNN, 21 de marzo de 2001.

  4. BBC Online, 2 de marzo de 2002.

  5. AP News, 1 de marzo de 2002.

  6. Zenit News, 17 de febrero de 2002.

  7. Zenit News, 22 de diciembre de 2000.

  8. Reportaje y fotografía de AP, 28 de febrero de 2002.

  9. Catholic News Service Report, 8 de mayo de 2001.

  10. National Catholic Register Online Web Edition, 28 de abril a 5 de mayo de 2002.

  11. CWNews, 2 de marzo de 2002.

  12. Electronic Telegraph, 2 de marzo de 2000.

  13. Reportaje de Zenit News, 3 de julio de 2002, “Vatican Contributes to International Criminal Court” (ICC). 

  14. “World Court Now a Reality”, por Mary Jo Anderson, 11 de abril de 2002, WorldNetDaily, y “Stopping the International Criminal Court” por Mary Jo Anderson, en http://www.catholiceducation.org/articles/social_justice/sj0003.html

  15. “The International Criminal Court vs the American People”, por Lee A. Casey y David B. Rivkin, Jr., Reportaje de la Heritage Foundation, de 5 de febrero de 1999, que se puede encontrar en www.heritage.org/Research/InternationalOrganizations/BG1249.cfm.

  16. Mons. Klaus Gamber, The Reform of the Roman Liturgy, (Foundation for Christian Reform, Harrison, New York, 1993, p. 113.
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Santa Misa Tridentina Pontificial en Roma.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Solemne Santa Misa Tridentina Pontifical en Roma (Italia) durante el último día de la Peregrinación tradicional "Summorum Pontificum"

Complementando la entrada que dediqué a la celebración de la Santa Misa Tridentina Pontifical oficiada en Roma (Italia), por Mons. Guido Pozzo, Mons. Athanasius Scheneider y el Cardenal Darío Castrillón Hoyos durante la Peregrinación tradicional "Summorum Pontificum" (ver aquí), esta entrada muestra las fotos de la Santa Misa Tridentina Pontifical oficiada el último día, el pasado domingo 27 de octubre, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, por S. E. Mons. Fernando Arêas Rifán, Administrador Apostólico de la Administración Apostólica San Juan María Vianney, en la iglesia de Santa María sopra Minerva de la capital italiana. Como puede verse en la última imagen, hubo una gran asistencia de fieles, además de numnerosos sacerdotes. Las fotos las ha publicado Campari & de Maistre y Risposte catholique.

miércoles, 30 de octubre de 2013

El último sacerdote.



                            Sin duda, algún día llegará el momento en que quede el último sacerdote sobre la faz de la tierra. Este último o tal vez- los últimos hombres de Dios- serán los testigos finales de la era adámica. Tiempo que comenzó con Adán y Eva en el paraíso y que terminará con el Juicio Final. Una historia que ha transcurrido en una serie de promesas entre Dios y los hombres.
                       Esta alianza ha sido rota reiteradas veces por la flaqueza y debilidad humana. El hombre no ha estado a la altura que el creador hubiera esperado de él. Las razones de tantas felonías humanas son múltiples. Sin embargo, Dios a pesar de tanto y tanto mal que el hijo de Adán ha hecho ha tenido misericordia de él.
                       Pareciera ser que llevamos insertos en nuestros genes una singularidad muy especial, siendo esa particularidad, una especie de mochila que debemos cargar de generación en generación. El hombre es traidor por naturaleza , esa traición se la hemos hecho tanto al Creador como entre nuestros pares. Esta sombra de orgullo, egoísmo y desprecio se ha depositado sobre nuestros hombros como una gran sombra que nunca deja de estar allí.
                    Por mucha luz que nos llegue desde lo alto, la sombra traidora deambula pestilentemente. ¿La culpa sólo la tuvieron nuestros primeros padres? ¿ por qué heredamos la sombra del pecado?. Al respecto hay toda una teología especulativa que hace una serie de análisis dando cuenta del fenómeno espiritual que se produce en cada uno de nosotros. Pero esa explicación por muy sólida y consistente que aparezca, no da razón suficiente o , mejor dicho, no justifica nuestra traición heredada en el tiempo de generación y generación.
      Si somos capaces de traicionar a Dios, nuestro Creador y nuestro Juez, con mayor razón seremos capaces de traicionar a nuestros pares. La traición desciende de lo superior a lo inferior, haciéndose un hábito que llega hasta la anulación de nuestras propias conciencias.
     Ayer, justo ayer, me encontré con un amigo que no veía hace bastante tiempo. Después de la reunión en donde nos encontramos fuimos a charlar a un café. Lo que me contó fue horrible, tremendo para mi, me causó tal impresión que no pude dejar de reflexionar al respecto. Su pequeña historia comienza así: " En su juventud tuvo una novia, pero esa novia lo dejó por un amigo de él. Luego de tan desagradable episodio se casó con otra persona estando con ella diecisiete años de matrimonio. Nuevamente, ahora, su mujer lo abandona.
      Con su señora tuvo dos hijos, ya que ella no quiso tener más para no arruinar su figura y poder llevar una vida de deportes sin que ningún mocoso la moleste. Luego del abandono, unos años más tarde, esta persona conoce a otro hombre mucho más joven que ella. Producto de esta relación ilícita quedó embarazada a los cuarenta y siete años".
         Mi amigo, con mucha rabia me contaba que él quería llegar a viejo con su señora, él se enorgullecía de no haberle sido infiel, pero lo que más le dolía era que esa persona con la cual él compartió gran parte de su vida, lo privó de poder expandir la prole, para luego quedar embarazada de otro hombre que no era su marido.
           Las traiciones se sucedieron en la vida de este hombre, una tras otra, sin parar. Tuvo otras traiciones, ya no amorosas, pero sí de tipo económico. Todo se dio a lo largo de muy pocos años, siempre el mismo patrón de conducta. Y lo más curioso de todo, es que eso que le ocurrió como desgracia hoy en día en nuestra sociedad se ha instaurado como una norma de conducta cada vez más reiterativa.
             Hubo un hombre, una excepción entre los de nuestra especie, que fue capaz de sacrificarlo todo por la fidelidad. Ese hombre, que nunca dejó de usar su sotana se llamó Marcel Lefebvre. Su fidelidad fue directamente a Dios e indirectamente hacia todos nosotros, sus pares. Nunca claudicó don Marcel en defender la verdad de su creador a pesar que sus superiores le ordenaran lo contrario.
         Su fidelidad fue siempre al superior de los superiores, me refiero a Dios, amó tanto a su Señor que no le tuvo miedo a la descalificación y al ridículo. Fiel fue además a cada una de las almas, fidelidad que no emularon gran parte de sus discípulos. El rompió el esquema, como un pequeño lucero que Dios nos regaló en medio de la oscuridad de este mundo. Amó su sacerdocio amando la misa, la renovación del sacrificio de Nuestro Señor.
          A pesar de la cadena de infidelidades de los hombres, habrá hasta el final una pequeña parte fiel. Los sacerdotes que aún permanezcan fiel a la verdad serán reconfortados desde lo alto. Así como lo fue Monseñor Lefebvre en su oportunidad, así habrá, un pequeño grupo de sacerdotes que guarden íntegra la fe. Fidelidad a Dios y fidelidad a las almas de buena voluntad, ese será el distintivo que marcará a los últimos sacerdotes que habiten sobre la tierra.
         Los que  son infieles a lo superior son infieles en lo inferior. La cadena descendente va ´cayendo en un proceso cada vez más degradante, hasta llegar, a lo más bajo que puede experimentar el hombre. De allí del peligro para las almas que sean atraídas por principios naturalistas que anulen directa o indirectamente el nexo que el alma debe guarda con Dios.
         De allí también el ataque a la parte superior del hombre, me refiero a la inteligencia, en vista de la exacerbación de su animalidad centrada en la genitalidad. Mientras más estén sobrevaloradas las pasiones, más disminuida se verá la inteligencia y la libertad.
          Esclavizar el alma hacia sus propios demonios es una de las metas que se proponen los enemigos de la fe. Ellos saben, que mientras más animal es el hombre, más esclavo es.
       
       

martes, 29 de octubre de 2013

Bensonians. La virtud de la afabilidad.

martes, 29 de octubre de 2013

La virtud de la afabilidad

         Publiqué hace unos días un post que generó en algunos comentaristas cierta molestia, pues creyeron ver en mis palabras algo que no es verdad o que se mal interpretó. Mi post apuntaba a que no podemos caer en la soberbia ni el fariseísmo al creernos mejores que los demás por el hecho de haber sido bendecidos por conocer la verdad. Conocer la verdad, conlleva a vivir conforme a ella según nuestro estado de vida. Seremos mejores en la medida en que pongamos en práctica aquello en lo cual creemos y rezamos. Como diría Aristóteles en la Ética a Nicómaco, si mal no recuerdo: ¿qué hace al hombre virtuoso? Hacer actos virtuosos.
         El punto es que el post  derivó en una serie de comentarios, y en uno de ellos se atacó sin razón a mi compatriota Fray Agrícola, al que conozco personalmente desde hace años. ( No, no soy Fray Agrícola, lo digo por si alguien cree que tengo esta otra faceta. Jamás tomaría un nick masculino siendo una mujer, y menos me auto-respondería mis propios comentarios y post )
         La discusión tomó un rumbo que cayó en la vulgaridad del lenguaje. Me sentí muy mal al ver cómo los que somos del mismo paño nos atacamos como si fuéramos peor que los neo paganos con los cuales convivimos a diario.  ¿Esa misma boca con la cual nombro a Nuestro Señor, y comulgo, sirve también para atacar al próximo con groserías como las diría cualquier anarquista anticatólico en una marcha a favor, por ejemplo, del aborto?  Los hemos visto gritar en las calles, ¿vamos a contestar de la misma manera, con su mismo lenguaje? ¿De tanto combatir a los orcos en su ruedo nos hemos asimilado a ellos en su manera de combatir? ¿Combatimos el buen combate de esta manera? Es cierto que muchas groserías han pasado a ser parte habitual del lenguaje, pero no me parece que por ello,  usarlas, sea algo normal y decente, especialmente cuando hemos sido llamados a ser perfectos por el mismo Cristo. Tenemos ya bastantes faltas y pecados a nuestro haber, con los cuales hay que luchar día a día para vencernos, para más encima agregar más faltas usando un lenguaje vulgar y poco caritativo. Habrá gente que me considerará una siútica que se escandaliza por la coprolalia, pero la verdad es que este lenguaje realmente me molesta y me choca. Más todavía en un país que sólo parece conocer dos o tres palabras que empiezan con h. y nada más. Todo se reduce a "la h", "al h." al "c.de tu". y a alguna otra grosería irreproducible más y punto. Intente entablar una conversación inteligente con algún chileno y pídale que se abstenga de decir h. y lo dejará mudo, no sabrá como expresarse.
         Esto me llevó, por una parte, a ocultar los comentarios por tiempo indefinido. No tengo intención de volver a abrirlos salvo que considere que éstos sean verdaderamente un aporte con argumentos racionales a la discusión, y no una manga de peroratas insolentes. Me costó hacerlo, pues algunos me servían como retroalimentación para escribir, pero no voy a omitir permitiendo comentarios anodinos.  Por otra, me llevó a analizar lo que significa ser afable, ser cortés, no solamente con los amigos, sino también con los que no piensan como uno. ¿Debilidad de carácter? ¿Falta de convicción? ¿Lisonjera para caer simpático y ganarme adeptos? No señores, nada de eso. Es simplemente llevar al plano de la convivencia social esta virtud moral que fue definida por Santo Tomás de la siguiente manera:

"Es necesario que exista un orden conveniente entre el hombre y sus semejantes en la vida ordinaria, tanto en sus palabras como en sus obras; es decir, que uno se comporte con los otros del modo debido. Es preciso, pues, una virtud que observe este orden convenientemente. Y a esta virtud la llamamos amistad o afabilidad" (Suma Teológica, II-II, q. 114)

          Lo cortés no quita lo valiente, dice el refrán. Gritar no nos hace ser más valientes ni más convincentes a la hora de enfrentarnos con nuestros enemigos. No voy a negar que a uno a veces la paciencia se le agota, y el desborde de la ira sube desde las entrañas cuando nos topamos con energúmenos marxistas, anarquistas, liberales y un largo etc. Pero ellos no van a cambiar por nuestros gritos ni por nuestros improperios. Debe primar la caridad. Caridad primero para con Dios, y si veo que hay algún anarquista rayando una iglesia o rompiendo una imagen, lo voy a increpar tal como lo hizo Nuestro Señor cuando en el templo barrió con todos los comerciantes. Pero otra cosa es andar por la red insultando al prójimo, tildarlo de hereje a cada rato, convirtiéndose uno en el látigo de Dios. De ahí esta otra virtud que se deriva de la templanza que es la mansedumbre.
          Lamento lo de los comentarios, pero no puedo tolerar lo prosaico en mi blog. Me pregunto si es lícito y virtuoso el insulto anónimo para exponer mis convicciones, ¿puede el fin alguna vez justificar los medios? ¿Es lícito convertirnos en lo que son nuestros adversarios para combatirlos con sus propias armas? Viendo este panorama caótico en un mundo individualista y repleto de gente alterada que tiene la cabeza caliente,  me llena de nostalgia la vida del ermitaño que en alguna parte alejada de este infierno moderno, en el silencio de su pequeño oratorio se queda acompañando a Nuestro Señor en el sagrario, lejos de los gritos y de las peleas mundanas. Que nada nos quite la paz. No nos cuesta nada ser amables, de corazón no falsamente.
         Les dejaré a continuación una serie de párrafos para que se entienda mejor lo que digo y que me parecen muy apropiados para este tema. Los he sacado del manual (¡ oh sí un manual!, a veces son muy útiles para guiarnos a encontrar las citas exactas) de Royo Marín: Teología de la perfección cristiana:

Sobre la Amistad o afabilidad:
"Sus actos son variadísimos, y todos excitan la simpatía y cariño de nuestros semejantes. La benignidad, el trato delicado, la alabanza sencilla, el buen recibimiento, la indulgencia, el agradecimiento manifestado con entusiasmo, el desagravio, la paz, la paciencia, la mansedumbre, la exquisita educación en palabras y modales etc., ejercen un poder de seducción y simpatía en torno nuestro, que con ningún otro procedimiento pudiéramos lograr. Con razón escribió Gounod que "el hombre se inclina ante el talento, pero sólo se arrodilla ante la bondad".

Esta preciosa virtud tiene dos vicios opuestos: uno por exceso, la adulación o lisonja, por la cual se trata de agradar a alguien de manera desordenada y excesiva para obtener de él alguna ventaja propia; y otro por defecto, el litigio o espíritu de contradicción, que trata de contristar o al menos de no agradar al adversario".

Sobre la Mansedumbre:
" A imitación del divino Maestro, el alma que aspire a la perfección ha de poner extremo cuidado e interés en la práctica de la mansedumbre.
                                     "Para imitar a Nuestro Señor, evitaremos las disputas, las voces destempladas, las palabras o las obras bruscas o que pueden hacer daño, para no alejar a los tímidos. Cuidaremos mucho de no devolver nunca mal por mal; de no estropear o romper alguna cosa por brusquedad; de no hablar cuando estamos airados. Procuraremos, por el contrario, tratar con buenas maneras a todos los que se llegaren a hablarnos; poner a todos rostro risueño y afable, aun cuando nos cansen y molesten; acoger con especial benevolencia a los pobres, los afligidos, los enfermos, los pecadores, los tímidos, los niños; suavizar con algunas buenas palabras las reprensiones que hubiésemos de hacer; cumplir con nuestro cometido con ahínco, y haciendo, a veces, algo más de lo que se nos exige, y sobre todo, haciéndolo de buena gana. Estamos dispuestos, si fuese menester, a recibir un bofetón sin devolverle y a presentar la mejilla izquierda al que nos hiere en la derecha" Tanquerey, Teología ascética."

Nótese, sin embargo, que en ocasiones se impone la ira, y renunciar a ella en estos casos sería faltar a la justicia o a la caridad, que son virtudes más importantes que la mansedumbre. El mismo Cristo, modelo incomparable de mansedumbre, arrojó con el látigo a los profanadores del templo (Jn 2,15) y lanzó terribles invectivas contra el orgullo y mala fe de los fariseos (Mt. 23, 13 ss). Ni hay que pensar que en estos casos se sacrifica la virtud de la mansedumbre en aras de la justicia o de la caridad. Todo lo contrario. La misma mansedumbre - es su misma definición - enseña a usar rectamente de la pasión de la ira en los casos necesarios y de la manera que sea conveniente según el dictamen de la razón iluminada por la fe. Lo contrario no sería virtud, sino debilidad o blandura excesiva de carácter, que en modo alguno podría compaginarse con la energía y reciedumbre que requiere muchas veces el ejercicio de virtudes cristianas, y sería, por lo mismo, un verdadero pecado como dice Santo Tomás. Lo que ocurre es que, siendo muy fácil equivocarse en la apreciación de los justos motivos que reclaman la ira o desmandarse en el ejercicio de la misma, hemos de estar siempre vigilantes y alerta para no dejarnos sorprender  por el ímpetu de la pasión o para controlar sus manifestaciones dentro de los límites infranqueables que señala la razón iluminada por la fe. En caso de duda es mejor inclinarse del lado de la dulzura y mansedumbre antes que del rigor excesivo.
A la mansedumbre se opone la ira desordenada o iracundia. Como vicio capital que es, de ella nacen muchos otros pecados, principalmente la indignación, la hinchazón de la mente (pensando en los medios de vengarse), el griterío, la blasfemia, la injuria y la riña. En la ira misma distingue Aristóteles tres especies: la de los violentos (acuti), que se irritan en seguida y por el más leve motivo; la de los rencorosos (amari), que conservan mucho tiempo el recuerdo de las injurias recibidas, y la de los obstinados (difíciles sive graves), que no descansan hasta que logran vengarse".

La doctrina de Marción.

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Tertuliano (155-230), fuente de las ideas de Marción
Marción de Sínope, actual Turquía, vivió en el s. II d. C. Visitó Roma en 140 buscando prosélitos y fue excomulgado por sus ideas heréticas. Sus libros, Evangelios y Antítesis, se han perdido, y sólo se conocen sus teorías a través de la refutación que les dedicó Tertuliano. Tras su excomunión fundó su propia iglesia, el marcionismo, cuya influencia gnóstico-maniquea se dejó notar durante siglos.
Puede considerarse a Marción discípulo de Valentín y, por tanto, básicamente, un gnóstico. La diferencia principal entre ambos es que Marción no utiliza una plétora de eones o dioses intermedios para aislar al Primer Principio de la imperfecta realidad del mundo. Los puntos en común con la doctrina de Valentín son ideas comunes del gnosticismo:
1. - El dios del Antiguo Testamento no es el verdadero dios. Es un ser de naturaleza inferior, malvado, arbitrario y cruel que ha creado el mundo por envidia hacia el Primer Principio. Desgraciadamente hizo al hombre introduciendo una semilla de espíritu divino dentro de la materia imperfecta y eterna. Liberar esta luz y destruir todo lo material es el propósito del verdadero Primer Principio, dios desconocido e inefable. Esta doctrina dualista aproxima el pensamiento de Marción al maniqueísmo.
2. – Cristo es enviado por el Primer Principio para liberar a todas las almas de la corrupción de la materia. Sus ideas sobre Cristo son típicamente gnósticas: Cristo no nació ni creció. Fue siempre una especie de fantasma o ser virtual, puro espíritu, que nunca entró en contacto con la carne, con el deseo o el dolor.
3. – Marción creía en la proximidad del Apocalipsis y la necesidad de ir adelantándolo exterminando a la especie humana. Para ello, prohibía el consumo de carne y vino, las relaciones sexuales y la procreación. Obsérvese la diferencia con las conclusiones morales de otro discípulo de Valentín, Marcos el mago, que defendía y practicaba justo lo contrario.
Dentro del cristianismo primitivo, fracturado por la tendencia a mantenerse próximo o alejarse del judaísmo, Marción optó por la vía cosmopolita y gentil de Pablo. Del mismo modo que en el Concilio de Trento en 1546 se establecieron los evangelios canónicos, Marción hizo la primera selección bíblica de textos con criterios arbitrarios. Excluyó todas las influencias judías como el Antiguo Testamento y los evangelios de Marcos, Mateo y Juan. Sólo admitió como verdadero el evangelio del griego Lucas y las cartas de Pablo.
Taciano, discipulo de Marción, fue el fundador del encratismo, variante sectaria del cristianismo que insiste especialmente en la abstinencia de carne, vino y relaciones sexuales. A tal extremo llegaba que sustituían el vino por agua en la Eucaristía.

Eutanasia.

La eutanasia de recién nacidos en Holanda abre nueva fase en la lucha contra el aborto
Sin duda fue chocante e indignante la noticia sobre la planeada legalización de la matanza de recién nacidos enfermos en Holanda. La introducción de la eutanásia para neonatos está abriendo una fase completamente nueva en la lucha por el derecho a la vida.
A partir de ahora, será posible matar a recién nacidos, evidentemente sin su consentimiento.
La matanza de los neonatos no es una invención de los tiempos modernos. Ya era practicada entre los pueblos paganos. Solamente con el advenimiento del Cristianismo hubo un cambio de conciencia y que hizo cesar esta práctica tan inhumana, injusta y cruel.
Así, la introducción legal de la eutanasia para recién nacidos muestra no sólo la decreciente influencia que el cristianismo ejerce en nuestros días, sino también hacia dónde se dirige nuestra sociedad debido al desaparecimiento de la influencia cristiana. En su decadencia, ella está volviendo a la barbarie y al paganismo.
Esta noticia, por más espantosa que sea, no surgió de modo inesperado. Como ya fue ampliamente descrito, el diagnóstico prenatal (DPN) ‒es decir, la investigación médica del feto en el útero materno‒ calcula la posibilidad de que ocurran enfermedades genéticas u otras cualesquiera en el nascituro.
En la práctica, se trata de verificar principalmente si existe en el feto la trisonomia 13, 18 o 21 (síndrome de Down o mongolismo), es decir, las derivaciones genéticas más frecuentes. Cerca del 90% de los niños con síndrome de Down son abortados después de tales controles médicos.
Como regla general, el crimen del aborto es la perspectiva más inminente en un diagnóstico prenatal, una vez que sólo en en cada vez menos casos es posible hacer operaciones o emplear terapias efectivas. Así, el objetivo del diagnóstico prenatal y de los tests genéticos es claramente la selección de los niños con defectos físicos.
Del aborto a la eutanasia de recién nacidos
En Alemania, cuando se revisó el párrafo 218 del Código Penal ‒que trataba de la pena aplicable a una mujer que practica el aborto‒ a comienzo de los años 90, bajo el nombre de “indicación embriopática”, fue introducida en la legislación la “indicación eugenésica” a respecto del aborto (§ 218 del Código Penal), que desembocó posteriormente en la indicación “medicinal” ampliada. Esa indicación médica permite abortos hasta poco antes del nacimiento, en caso de que haya peligro para la salud de la madre. Sin embargo, esto es mera teoría.
En la práctica, el simple riesgo que nazca un niño seriamente defectuoso (los tests genéticos y el diagnóstico prenatal no dan una certeza del 100%) es considerado como un peso psíquico de tal manera grande para la madre, que no se puede impedir que ella aborte. Este, a su vez, es el presupuesto legal que alimenta el gran desarrollo del diagnóstico prenatal y de los tests genéticos. La medicina prenatal es hoy un segmento económico en fuerte crecimiento. ¡A este punto hemos llegado!
¿Será este el camino ‒comentamos nosotros‒ que se iniciará en Chile con la pretendida legalización del aborto “terapéutico”?
Mathias von Gersdorff

lunes, 28 de octubre de 2013

San Pio de Pietrelcina.

Los Últimos Tiempos
Padre Pio de Pietrelcina
 
 

   
La vida del Padre Pío, en el siglo Francisco Forgione, es demasiado conocida como para que sea necesario decir muchas cosas. Nacido en 1887 en Pietrelcina (Benevento) de padres de modestas condiciones (el padre trabajaba en una muy pequeña propiedad y la madre cuidaba de los siete hijos), Francisco mostró desde niño una muy precisa vocación religiosa. Pero cmo también sentía atracción por la vida del mundo, estaba indeciso sobre el camino que debía tomar. Fue entonces cuando tuvo la primera de las numerosísimas visiones de su vida: como él mismo escribió en una carta, vio a su lado "a un hombre majestuoso de rara belleza, esplendoroso como el sol" que lo tomó de la mano y le dirigió esta invitación: "Ven conmigo, porque te conviene combatir como un valeroso guerrero". Francisco siguió al personaje luminoso que lo condujo pro un campo donde parecían esperarlo dos grandes grupos de hombres: unos vestidos de blanco y con el rostro muy hermoso, y otros horribles, vestidos de negro.Mientras miraba los dos grupos, Francisco vio que venía hacia él un hombre altísimo, de horrible rostro negro, que mostraba intenciones de pelear con él. Volviéndose al hombre luminoso, Francisco, que tenía entonces dieciséis años, le ruega que lo libre del combate. "Anito, entra con confianza en la lucha, avanza con valentía que yo estaré junto a ti: yo te ayudaré y no permitiré que él te abata".
Se realizó la batalla, y Francisco resultó victorioso, con la ayuda del personaje luminoso. El monstruo huyó, llevando consigo la multitud de hombres negros que lo apoyaban, mientras el otro gurpo alababa al vencedor y a quien lo había ayudado. Este último puso sobre la cabeza del Padre Pío una corona de "rarísima belleza" y le prometió otra aún más bella si sabía "luchar con aquel personaje al cual se había enfrentado. El volverá al asalto: combate con valentía y no dudes de mi ayuda... Siempre te ayudaré, para que logres postrarlo" (estas y otras citas que vendrán están tomadas de la biografía oficial del padre Pío, escrita por el padre Fernando da Riese, Padre Pio da Pietrelcina, crocifisso senza croce. Edizioni "Padre Pio da Pietrelcina", San Giovanni Rotondo, 1984).
Una visión al poco tiempo, definida por el padre mismo como "puramente intelectual", le aclara el significado de la batalla sostenida y le da a entender que debe entrar a la vida religiosa "para servir al Monarca celeste", luchando con el ser infernal que ya había enfrentado en la visión anterior.
La decisión está tomada: Francisco entra aquel mismo año en el convento de los capuchinos de Morcone, donde toma el nombre de Pío. En 1904 pronuncia los votos simples y en 1907, luego de los estudios correspondientes, los solemnes. En 1910 es ordenado sacerdote en Benevento. En 1918, es destinado permanentemente a San Juan Rotondo, recibe los estigmas de un misterioso personaje celeste armado con una lanza que le traspasa el corazón. Algún tiempo después, la visión se repite y el padre Pío recibe las llagas en las manos y en los pies. El personaje celeste es el mismo que antes había estado junto al joven Francisco en la lucha contra el maligno.
El padre Pío vivió todo el tiempo en San Juan Rotondo, no sin dificultades iniciales debidas al gran problema de los estigmas, pero siempre rodeado de una grandísima devoción propular. Todo se normaliza a partir de 1933, cuando se le permite de nuevo confesar libremente, sin ninguna restricción; funda la Casa Alivio del Sufrimiento, comienza a celebrar la Misa a campo abierto, en el atrio de la Iglesia, que es ampliada en 1956. Era mucha la afluencia de devotos, para quienes el padre ya era santo. La muerte le llegó el 23 de septiembre de 1968, a los ochenta y un años de edad, luego de muchos sufrimientos. En 1983 se abrió oficialmente el proceso de reconocimiento de la vida y de las virtudes del Siervo de Dios.
Durante toda su vida, el padre Pío fue devotísimo de la Virgen. El amor por la Madre de Dios, que él llamaba "mamita", lo acompañó siepre, desde sus años infantiles cuando la imagen de la Virgen patrona de Pietrelcina se grabó en s corazón. En los éxtasis, que fueron numerosísimos, el padre veía a Jesús, a los ángeles y a la Virgen: en estas ocasiones s ele oyó decir varias veces frases de amor a la Madre celeste: "Mamina, mamita mía, mamita querida, te amo, eres bella, Madre mía, me glorío de tener una madre tan espléndida..., tus ojos resplandecen más que el sol... ¡te amo!". Palabras como éstas no pueden ser pronunciadas sino por aquel que "ve", que tiene ante sus ojos el objeto de su amor.
En los años difíciles, llenos de luchas contra las fuerzas del mal, el padre Pío sintió siempre la ayuda de la Virgen: "Nuestro común enemigo sigue incitándome a pelear y hasta ahora no ha dado signos de querer retirarse o de darse por vencido. Quiere perderme cueste lo que cueste... Y yo le debo mucho a nuestra madre común, María, que me ha ayudado a vencer estas insidias del enemigo", escribe el padre en una carta del 2 de junio de 1911 a sus directores espirituales. Y el primero de mayo de 1912: "¡Cuántas veces le he confiado a esta Madre las penosas ansias de mi agitado corazón! ¡Y cuántas veces me ha consolado! En las mayores aflicciones me parece que ya no tengo madre en la tierra, sino una muy piadosa en el cielo". Y en otro lugar de la misma carta: "Pobre Mamita, ¡cuánto me quiere! Lo he constatado al comienzo de este mes. Con cuánto cariño me ha acompañado al altar esta mañana. Me pareció que Ella no pensaba sino en mí al llenar mi corazón e santos afectos".
El 15 de agosto de 1929, fiesta de la Asunción, el padre Pío es gratificado por una aparición de la Virgen con el Niño mientras celebra la misa. El mismo describe así el episodio:
Esta mañana subí al altar no sé cómo. Los dolores físicos y las penas internas parecían competir para martirizar todo mi pobre ser... A medida que me acercaba a la consumación de las Sacratísimas Especies, este violento estado aumentaba más y más. Sentía morir. Una tristeza moral me invadía por completo y creía que todo había terminado para mí: la vida del tiempo y la vida eterna... Al consumir la Hostia Santa, una luz repentina me invadió todo por dentro y vi claramente a la Madre Celeste con el Niño en brazos y ambos me dijeron: "¡Tranquilízate, estamos contigo, tú nos perteneces y nosotros somos tuyos!". Al oir esto, ya no vi nada... Durante todo el día me sentí ahogado en un mar de dulzura y de amor indescriptibles.
El padre Pío mostró un especial cariño, además de a la Virgen patrona de Pietrelcina, a las imágenes de la Virgen de Pompeya, Loreto, Lourdes y Fátima; y durante casi cincuenta y dos años vivió junto al santuario de Santa María de las Gracias, en San Juan Rotondo, donde se venera una imagen del siglo XIII de la Virgen con el Niño. Frente a esta imagen el fraile recibió los estigmas y a ella acudía diariamente.
Otra aparición de la Virgen con el Niño la tuvo el veinte de julio de 1913. El padre la describió con estas palabras:
Me sentí transportado por una fuerza superior a una estancia muy espaciosa, llena toda de una luz vivísima. Sobre un alto trono cubierto de joyas vi sentada a una señora de rara belleza, era la Virgen Santísima, y tenía en su regazo al Niño, que mostraba un comportamiento majestuoso, un rostro más espléndido y luminoso que el sol. Alrededor había una gran multitud de ángeles bajo formas también resplandecientes.
La Virgen, que durante décadas había sostenido al padre Pío en su nada fácil existencia y había estado a su lado como consoladora y madre amorosa, se le apareció, por lo que podemos deducir, en el momento de la muerte. Al mirar en los últimos momentos el retrato de su madre, el padre dijo que veía dos madres: no podía sino estar hablando de la madre terrena y de la celestial.

La demolición de una civilización.

La demolición de una civilización
En los actuales debates sobre la legalización de las uniones de hecho, (algunos quieren que la unión entre homosexuales sea equiparada al matrimonio) el proyecto de ley que castiga la discriminación, la educación sexual en los colegios, etc., es necesario comprender que está en curso una verdadera revolución cultural, que pretende en última instancia erradicar de nuestra Patria los últimos restos de la Civilización cristiana.
¿Hacia dónde nos conducirán estos utopistas de la igualdad y de la libertad sin frenos? ¿Permaneceremos indiferentes frente a esta profunda demolición moral y cultural?
Una vez más, repetimos: es necesario que dilatemos nuestros horizontes. A primera vista está en juego una simple cuestión de leyes. Pero en el subsuelo de todo esto existe una cuestión de civilización.
La Civilización Cristiana no es una quimera, ni una fórmula hueca, y mucho menos un sueño irrealizable. Ella existió, ella existe, ella puede dejar de existir.
La formaron los siglos de Fe ardiente. Fue ella fundada sobre la piedra angular que es Cristo, lentamente, paso a paso, año a año. Los mártires, los confesores, los pontífices, las vírgenes y los doctores fueron levantando sus murallas. Murallas santas, hechas de piedras, piedras vivas traídas por la Sangre de Cristo, de la muerte al régimen de la Gracia.
La argamasa que las une fue compuesta con las lágrimas, el sudor y la sangre de centenas de generaciones de santos. El lineamiento general de la obra fue deducido en días y noches, semanas y siglos de ardiente trabajo, del inmenso libro de la creación visible y de las páginas divinas de la Revelación. Poco a poco se levantó el edificio grandioso, el Reino de Dios entre los hombres, la civilización genuina nacida de la Sangre de Cristo, la gran “Civitas” occidental y cristiana que en la amplitud de sus líneas a un mismo tiempo nobles y maternales, altaneras y plácidas, fuertes y acogedoras, tenía algo de un templo, de una fortaleza, de una escuela, de un hogar y de un asilo de caridad.
No se piense que esa edificación era obra meramente humana. Ella no existiría sin la gracia y a su vez servía a la propia expansión de la gracia. La Iglesia Católica es una llama de luz en cualquier atmósfera. La iglesia recibe su luminosidad intrínseca, no de los hombres, sino del propio Sol de Justicia que es Jesucristo. Entre tanto, es necesario no olvidar que el brillo de esa llama divina puede irradiarse más, o menos, conforme sea la opacidad del aire en que arde. La Civilización Cristiana es la atmósfera serena y diáfana, que permita la irradiación omnímoda de la llama evangélica. Las civilizaciones paganas, por el contrario, saturan de vapores la atmósfera social, y oscurecen habitualmente, con las nubes espesas de los preconceptos y de las pasiones, la plena visibilidad, la universal irradiación del esplendor de Aquel que fue puesto como “lumen ad revelationem gentium”.
En el fin de la Edad Media esa estructura se trizó. Poco a poco se agravó la crisis, y hoy está ella a punto de desaparecer. Pobre y grande Civilización Cristiana, en el ocaso de hoy apenas emerge uno u otro de sus gloriosos capiteles, las últimas ojivas que la saña de los bárbaros todavía no abatió. Amamos estos santos y nobles restos con el amor ardiente y las añoranzas abrasadoras con que los antiguos judíos miraban hacia las ruinas del Templo destruido y abandonado. Sí, amamos sus ruinas, y si de éstas nada restase, amaríamos todavía su polvo.
Y para nosotros que estamos entre los escombros de esa gran ciudadela en ruinas, el problema no es saber si se salvará todavía éste o aquel resto de columna o de muralla. Es la gran batalla que en cualquier momento comenzará a trabarse; la batalla última y decisiva hace tanto tiempo provista por los De Maistre y por los Veuillot. La gran cuestión es, pues, saber si, sí o no, la obra ha de ser rehecha; si los últimos destrozos de la “civitas christiana” serán abatidos para dar lugar a la torre de babel, o si los obreros de la confusión serán expulsados del mundo, si los bárbaros rojos o pardos serán barridos de la faz de la tierra, si los mercaderes, los aventureros, los apóstatas y los demoledores de toda especie serán expulsados del recinto sacral del mundo cristiano, para que los hijos de la luz yergan nuevamente la gran Ciudad que es el Reino de Dios entre los hombres.
Existe en germen una terrible y gravísima opción ideológica que nos acecha en esa tormentosa encrucijada de caminos políticos. Discuten unos a quien pertenecerá el mando, y otros de que manera se organizarán las finanzas. Por lo que a nosotros se refiere, nos detenemos en el marco divisor de las rutas, procurando conocer los fantasmas confusos que nos aguardan a lo largo de los caminos… de todos los caminos.
Los problemas presentes contienen en su médula las más radicales consecuencias para el futuro, un futuro a su vez tan grave, que en él la humanidad casi entera puede abandonar o reconquistar la ruta de la Eternidad. Esta es la situación a que llegamos. No le disminuyamos el alcance reduciéndola o resumiéndola, como si todos los intereses de la Iglesia se cifrasen apenas en algunos pocos retoques en el edificio social.
Se trata de retornar a los principios que hicieron grandiosa la Civilización cristiana y restaurarla. No, ciertamente, en sus aspectos accidentales, sino en su espíritu.
Adaptación del artículo: Em face dos acontecimentos, Legionário, 4 de março de 1945, Plinio Corrêa de Oliveira

En defensa del pudor.

Al éxito preferí el pudor. El ejemplo de María Luz
María Luce Gamboni es la hermosa cantante de dieciocho años de edad que tuvo la suerte de ser elegida para el papel de Julieta en la obra musical “Romeo y Julieta. Ama y cambia el mundo”, producida por David Zard (tal vez el mayor productor musical italiano). El debut en la Arena de Verona y después en los mayores teatros.
María Luce Gamboni
Aparte del Factor X. Una carrera garantizada, una visibilidad panorámica, dinero, tal vez el festival de San Remo y quién sabe qué más. Sin embargo, pocos días después de su debut, la joven se despidió de todos y está de vuelta en casa en Pesaro, donde cursó el último año de la escuela secundaria y el conservatorio. ¿Cómo ocurrió este gran rechazo en el último momento?
Entrevistada por Solidea Vitali Rosati para “Resto del Carlino” del 23 de octubre, ha explicado que el canto es una cosa, despojarse de la ropa, es otra. De hecho, en la escena de amor con Romeo tendría que usar sólo un camisón transparente. La protagonista principal no pidió al director poder usar por lo menos alguna ropa interior. Pero la respuesta fue categórica: llamen a otra, “porque al dinero y a mi sueño yo prefiero mi pudor”.
Maria Luce es voluntaria en el hospital de Pesaro y frecuenta la parroquia. Declaró rotundamente que “aceptar ese traje sería negar los principios en los que creo, firmemente arraigados en mi conciencia de católica y de mujer. En general, no estoy de acuerdo con la práctica ya común de que la mujer es tratada como un cuerpo desnudo”.
Esta es la gran lección que a los dieciocho años de edad, María Luce da a sus compañeras: “Creo que es importante haber comprobado que no aceptar compromisos es posible y que da una gran satisfacción. No tengamos miedo de imponer nuestras propias ideas, pensar siempre con la propia cabeza y no se dejar llevar. En suma, ser capaz saber renunciar a la oportunidad, si se entiende que la experiencia no es adecuada, justa en sí misma”.
Lo cierto es que la renuncia de María Luz no es de poca importancia. Hace pensar en lo que hay de grotesco en el mundo del llamado espectáculo: te contratan para cantar y te encuentras sin ropa frente a la platea.
María Luz Gamboni es un testimonio muy hermoso, pero también triste, porque es aislado. Piense: ha hablado de pudor. ¿Alguna vez has oído predicar sobre él en alguna homilía?

Yoga y el demonio.

Prior de un Monasterio, ex-maestro de Yoga formado en India, advierte: "No hay Yoga Cristiano"

Prior de un Monasterio, ex-maestro de Yoga formado en India, advierte: "No hay Yoga Cristiano"
Dejó una carrera científica que iba en ascenso y viajó a la India para ser un auténtico cultor del Yoga. También cultivo prácticas del esoterismo y necesitó ser exorcizado. Sus advertencias a los católicos están fundadas en la experiencia.
Actualizado 25 octubre 2013 
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Equipo Portaluz  


“No hay yoga cristiano, sino que hay cristianos que hacen yoga”, dice quien fuera maestro de esa disciplina que es, advierte, un camino de vida. Hoy el belga Joseph-Marie Verlinde es sacerdote y Prior de un monasterio en Francia. Su diáfana reflexión sustentada en la experiencia cuestiona los argumentos que presentan al yoga como simples y benéficos ejercicios de acondicionamiento físico y psíquico.
 
En su  libro "La Experiencia Prohibida", del que presentaremos algunos extractos, amén de pasajes de una entrevista emitida por “Net For God Production” nos transparenta verdad y la pasión por su respuesta fiel a Dios, quien finalmente conquistó su alma.
 
Apenas con 20 años ya era un aventajado científico en el Fondo Nacional de Investigación Científica de Bélgica, cuando se hizo parte de la gran revolución cultural de 1968. “Yo era investigador de Química Nuclear y los medios científicos y de investigación se encontraban en plena efervescencia. En ese momento, me dejé llevar por esa ola. Me enfoqué hacia las propuestas de oriente que invadían el horizonte de la cultura occidental”.
 
La revolución de las estructuras y de la conciencia
 
Ni su sólida educación cristiana, como tampoco la innata cualidad crítica de su ser científico impidieron que fuere impactado por el movimiento de estructuras en la sociedad de la época. Y un día cualquiera, se quedó absorto ante un afiche publicitario que invitaba a practicar la Meditación Trascendental. Aquello de ser una “vía simple, fácil y eficaz”, dice, para llegar a estados superiores de conciencia y una autorrealización plena, era irresistible. “Me entregué a practicar intensamente -detalla- hasta el punto de que llegué a encontrarme tan ensimismado como si estuviese fuera de la realidad e incapaz de asu­mir mi labor en el laboratorio donde trabajaba”.
 
El gurú y la seducción del Yoga
 
Es entonces cuando conoció a un renombrado seguidor del yoga, llamado Maharishi Mahesh Yogi. “Como prestaba una atención especial a los hombres de ciencia, me recibió cordialmente. Empezó haciéndome practicar la técnica aún más intensamente, pues, según él, las dificultades que experimentaba se debían a que debía relajar tensiones profundas. Tras ese tiempo de «purificación», me propuso conver­tirme yo mismo en maestro de la meditación, y me formó para ello”.
 
Por casi tres años exploró en las afamadas bondades del yoga, permaneciendo en una comunidad espiritual (Ashram) en la India. Pronto fue entrenado, allí, en la cuna del Yoga, descubriendo, dice, que la práctica  “era una gran liturgia. Mientras que aquí, los occidentales hacían y hacen yoga como ejercicios de relajación. Incluso cuando le dije al gurú en un viaje a Alemania que los europeos estaban haciendo yoga para relajarse, él tuvo un ataque de risa. Luego, pensó por un momento y dijo «esto no evitará que el yoga haga su efecto»”. Quedó estremecido y reflexionando sobre esto en su libro “La experiencia prohibida” recuerda que a pesar de vivir belleza, armonía y serenidad durante sus prácticas… “toda mi naturaleza podía exultar con una sobriedad indescriptible, salvo la punta fina de mi alma que seguía insatisfecha, deseando al Amado…”
 
Joseph-Marie señala en su libro que el Yoga es en todo un camino ajeno al que confiesa la Fe. En el horizonte cristiano, precisa, “la elevación de que se habla es una salida de uno mismo hacia Dios y hacia los demás, en una entrega caritativa a ellos”. Luego agrega que este no es el horizonte del Yoga, que en sí es… “una inmersión en uno mismo para disfrutar de manera narcisista del propio acto de ser, en un énstasis solitario… el yogui se pone en camino hacia su propia realidad «absoluta», de la que quiere gozar sin compañía de nadie”, sentencia.
 
Recuperando el sentido
Tiempo después, con vagas pero permanentes luces de nostalgia por Dios, la visita de un médico naturista remecería a Joseph-Marie. “Nuestros cuerpos estaban maltratados por el intenso ejercicio que realizábamos allí y este naturista era cristiano. Como yo era una suerte de secretario personal del gurú lo recibí. Nos pusimos a conversar y él me preguntó «¿Usted es cristiano?, ¿Está bautizado?», le dije «¡claro!». Y me devuelve otra pregunta «¿Quién es Jesús para usted?». Es difícil de expresar, pero percibí que ahí Jesús me decía «Hijo mío… ¿cuánto tiempo me harás esperar?». Luego de eso, me di cuenta que era amado incondicionalmente, que no había ninguna sombra de juicio en la mirada, no había penitencia, sino compasión. Una ternura infinita, un mar de misericordia se derramaba sobre mí y yo lloraba, lloraba todas las lágrimas de mi arrepentimiento…”. No pasó mucho tiempo para que Joseph-Marie se viera revestido con la fuerza necesaria para abandonar el Ashram y las prácticas del gurú.
 
Un retorno con tropiezos
 
Tomó un avión de regreso a Bélgica. Con apenas un bolso arribó a Bruselas. Sin embargo, sintiéndose lleno de temores, confuso, en vez de buscar ayuda en personas de iglesia, recurrió a personas que le parecían ser más idóneos para aclarar sus inquietudes. “Estaban adaptados a la corriente de las tradiciones transmitidas del hinduismo, pero tenían también como referente los evangelios. Puse mi confianza en este grupo que se decía «cristiano», pero la verdad es que mezclaban energía y reencarnación. Y bien, no lo sabía en ese momento, pero había entrado en una escuela esotérica”.
 
Comenzó a naufragar en ese ambiente y pronto vino un giro más radical en aquella comunidad. “Dimos el giro al ocultismo. Me vi en prácticas ocultistas, en el ámbito de lo que se llamaría hoy «Terapias Energéticas». Es decir, manipular las energías ocultas con el fin de obtener curaciones. Me volví amigo de un naturista y se admiró de mis «habilidades» como médium usando las fuerzas ocultas sin dificultad para penetrar en la mente de otros. Estas sesiones de curación ocupaban todo mi tiempo libre. Pues, en realidad no había «sanación», solamente un desplazamiento de síntomas”.
 
“Aun así, comencé a participar de la Eucaristía -puntualiza- aunque no me había atrevido a confiar en los representantes de la iglesia, y prolongaba mis tiempos de oración con el Santo Rosario. Paulatinamente tomé conciencia de la enajenación sutil que padecía a raíz del trabajo con estas entidades. Sobre todo, cuando un día se manifestaron”.
 
Honesto Joseph-Marie confidencia que escuchó extrañas voces en su trabajo. “Tenía un grupo de manipulaciones que llamábamos «colectividad magnética». Y en un profundo silencio oía a alguien y decía cosas, pero en la realidad, nadie me llamaba. Estaba muy preocupado, ya que se repetía siempre. Entonces, se lo comenté a los dirigentes del grupo, quienes se rieron y me dijeron: «Para nada. No te lo hemos dicho, pero es evidente que ejerces tales poderes sin la ayuda de los espíritus. Son ángeles sanadores»”.

Pero continuó esclavizado por estos «ángeles sanadores» al extremo que en un viaje a París cuando acudió a una Eucaristía al mediodía, en el momento de la consagración, “cuando el sacerdote dice «por Él, con Él y en Él», escuché a estos seres blasfemar vergonzosamente de Cristo. Quedé petrificado. En ese instante comprendí que había sido engañado, abusado. Al final de la celebración, busqué al sacerdote y le conté mi historia. Y me respondió: «eso no me asombra. Soy el exorcista de la diócesis». Luego de este primer encuentro de liberación -y este detalle es muy importante-… iba todos los días a misa y no pasaba nada, los espíritus o entidades se ocultaban. Sabían que era mejor quedarse quietos. Pero la autoridad que tenía el sacerdote los obligó a rebelarse, para hacer la gran limpieza. Pude ser finalmente liberado con oraciones intensas”, confidencia.
 
La llamada al sacerdocio maduraba en el corazón de Joseph-Marie desde que había regresado de la India. “Esta vez –señala- decidí aferrarme a la Iglesia, tomándome el tiempo necesario para comprender mi historia a la luz del Evangelio”. Es así que luego de diez años de formación fue ordenado sacerdote en 1983 integrándose a la Comunidad Monástica de San José, donde es Prior de un monasterio, en Francia, hasta la fecha.