sábado, 23 de junio de 2012

C.S. Lewis y el problema del dolor, por Überzetser



Agradezco el aporte de una fiel lectora de este blog quien me envió esta colaboración.
Fray Agrícola

En El problema del Dolor(1940), el escritor británico C.S. Lewis explica y justifica la existencia del dolor desde el punto de vista del Creador ‘disciplinando’ a la creatura de modo que pueda acceder a un bien superior: el cielo. Lewis no ve contradicción entre el amor de Dios por nosotros y nuestro sufrimiento, señalando que quien ama a otro busca su perfección, por lo tanto debe dirigirlo hacia ese objetivo superior. Creado a la imagen se Dios, el hombre esencialmente bueno, en ejercicio de su libertad decidió alejarse de lo dispuesto por su Creador, convirtiéndose en una creatura potencialmente abominable, capaz de las más increíbles bajezas. De acuerdo a esto, según Lewis, el mal no se origina en Dios, sino en el mismo hombre, quien permanentemente opta una y otra vez por el mal, rebelándose contra los deseos de su Creador, los que percibe como opresivos, contrarios al placer, meros obstáculos para su felicidad inmediata. Dios, entonces, debe disciplinarnos, y lo hace con amor de padre.

Señala Lewis: "The world is a dance in which good, descending from God, is disturbed by evil arising from the creatures, and the resulting conflict is resolved by God's own assumption of the suffering nature which evil produces.” Para el escritor británico, el mundo no es sino una danza entre el bien que desciende de Dios y el mal que se origina en las creaturas, originando un conflicto que se resuelve al asumir Dios que la naturaleza del sufrimiento radica en el mal.” La propia creatura, entonces, causó el mal al ejercer su libertad de forma inadecuada.

Lewis continúa para señalar que Dios controla el bien y el mal, en total satisfacción con Su bondad, pero a la vez respetando la libertad humana:

"In the fallen and partially redeemed universe we may distinguish (1) the simple good descending from God, (2) the simple evil produced by rebellious creatures, and (3) the exploitation of that evil by God for His redemptive purpose, which produces (4) the complex good to which accepted suffering and repented sin contribute….”

Entonces, en nuestro universo caído y parcialmente redimido, el bien simple desciende de Dios, mientras el mal simple proviene de las creaturas rebeldes. Dios explota aquel mal para su propósito redentor, produciendo el bien complejo al cual contribuyen la aceptación del sufrimiento y el arrepentimiento por los pecados. Según Lewis, de una u otra forma servimos a los propósitos de Dios, pero no es lo mismo actuar como Judas que como Juan…

El rol del dolor en el plano más bajo, según el británico, es remecer nuestro espíritu rebelde que considera que ‘todo está bien.’ Sin importar que tan a gusto nos encontremos con nuestros pecados y estupideces, el dolor persiste, requiriendo atención. En el siguiente nivel, el dolor busca destruir la sensación de que podemos valernos solos, la ‘soberbia de creernos auto-suficientes.’ En el nivel más alto, continúa Lewis, mediante pruebas y sacrificios, el dolor nos enseña la verdadera auto-suficiencia: confiar en Dios, actuar por el poder de la fuerza sobrenatural, solo por motivos sobrenaturales. Nuestra voluntad ha de volverse una con la voluntad de Dios, cumpliéndose aquello de ‘quien pierda su vida por mí, la encontrará’ (Mc. 8,35).

No cuenta, desde luego, acercarnos a Dios en actitud suplicante y entregarle toda nuestra vida cuando ésta ya no vale nada, cuando el dolor nos ha doblegado. Pocos piensan en Dios cuando todo en sus vidas parece ir bien, más bien reniegan de Dios, creyendo que todo lo han logrado por sí mismos. El mundo moderno nos tienta a relativizar todas las virtudes, reduciéndolas a la bondad, haciéndonos sentir inocentes – pero es fácil ser bondadoso con el otro mientras ’su’ bondad no interfiera con la mía. Por otro lado, la vergüenza se ha vuelto tabú; se nos dice que no tenemos nada por qué avergonzarnos – todo está en nuestra naturaleza, y por lo tanto está permitido. Y ¿dónde queda nuestra dignidad humana, nuestra superioridad moral? Somos seres racionales, no animales movidos por el instinto. Hemos de doblegar nuestra  voluntad, controlar nuestros deseos si no nos llevan a un bien superior. El ser humano ha de buscar la trascendencia. De qué nos vale nuestra inteligencia si no buscamos sacar lo mejor de nosotros y encontrar el sentido de la vida, o ¿acaso alguien puede estar satisfecho pensando que solo nacimos para eventualmente morir?

Sin embargo, y como dice CS Lewis, solo los puros de corazón quieren ver a Dios. Dejemos entonces de lado nuestros deseos, y vivamos para servir a los demás; dejemos de lado nuestra voluntad, y busquemos la voluntad de Dios. Dejemos nuestro egoísmo, nuestros mezquinos intereses y sigamos a Cristo, confiados en los brazos de su Madre, María. Entreguemos nuestra vida ahora que creemos tenerlo todo, agradeciendo a cada paso por lo bueno, y ofreciendo cada tropiezo por nuestra salvación. Hemos de hacerlo ahora que nuestra vida es plena, y no atesoremos más bienes que aquellos que nos conducen al cielo. ¿O acaso nuestro máximo anhelo no es ver a Dios?

Überzetser

4 comentarios:

  1. Estimada Amiga:
    Lewis decía que el dolor es el megáfono de Dios para despertar un mundo sordo.Y efectivamente, estamos tan ensimismados que nos alejamos lo más posible de aquello que nos lleve a reflexionar sobre la vida. Queremos la felicidad aquí y en el ahora. El cielo, pensamos tontamente, será para más adelante, cuando estemos viejos. ¿ pero quién nos dice cuánto vamos a vivir?, tal vez mañana mismo muramos sin haber amado de verdad.
    El dolor no es un bien en sí, es la consecuencia de la desobediencia del hombre en el paraíso. Si bien el dolor puede tener un fin purificador. Sin embargo, puede ser lo opuesto si no lo aceptamos con humildad. De allí la importancia de la oración en los momentos difíciles de nuestras vidas.
    Pero no hay que olvidar, que por mucho que demos cátedra sobre el dolor, eso no nos garantiza nada respecto a como vamos a reaccionar cuando nos ocurra.
    En lo personal, cuando me duele un simple dedo, tiendo a desesperarme y enloquecer. Por eso hay que pedir siempre a Dios que nos mande un dolor que seamos capaces de llevar con verdadera humildad cristiana. En esto no hay que ser pedante ni orgulloso.
    En algo no estoy plenamente deacuerdo con Lewis. En asegurar que quien crea el mal es el hombre. El hombre sufre el mal producto de su desobediencia. El mal no es otra cosa que la ausencia del bien debido. Perdemos el bien, por un abuso de nuestra libertad.
    ¿ Pero si el hombre no crea el mal, entonces de donde viene?. Dios es la causa solo del bien, y no del mal. Y el hombre es el medio por el cual se introduce el mal en el mundo. El mal es un defecto, es una carencia o ausencia de aquello que debió de ser.
    Por consiguiente, el mal existe como un parásito que se hospeda en el bien que existe en el mundo. Y Dios lo permite, sólo como un medio para santificar las almas. Jamás el dolor o cualquier tipo de aflicción van a ser bienes buscados por sí mismos. Hacer eso sería caer en el masoquismo o en un orgullo voluntarista de querer alcanzar un cierto grado de espiritualidad a causa del manejo del Yo del hombre. Tal como ocurre en algunas religiones orientales.
    Finalmente, sólo nos queda confiar en que Dios nos va a asistir toda nuestra vida.
    Gracias amiga por este interesante artículo. Y seguiré esperando otros.

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  2. Fraile amigo:
    En un viejo e inédito trabajo encontré estos párrafos que pueden servir sobre el tema, como es un poco largo se lo mando en dos tandas. Y se va la primera:
    Al aplicarse a la distinción del bien y del mal, y plantearse en especial "si el mal es alguna naturaleza real", Santo Tomás resuelve la cuestión a partir del bien, en la medida que las cosas opuestas se conocen unas por otras; así, porque el bien es todo aquello que es apetecible y todas las cosas aman su ser y su perfección, de modo que el ser y perfección de cada una de ellas tiene naturaleza de bien, concluye: "es imposible que el mal signifique algún ser o alguna forma o naturaleza y, por tanto, es necesario que con la palabra mal se designe alguna carencia de bien" (ST I, q.48, a.1); pues "el mal, en cuanto mal, no es nada ... es una privación" (In I Sent., d.36, q.2, a.3, r.1; e In II Sent., d.35, q.1, a.1 sol.); por tanto, "una cosa es llamada mala porque carece de una perfección que debe tener" (Comp.Th., libro 1º, cap.114, n.223), y más estrictamente: "lo que es malo no es algo; sino que, aquello a lo que acaece el ser malo, es algo, en cuanto que el mal no priva sino de un bien particular; como también esto mismo que es el ser ciego no es algo, sino aquello a lo que acaece el ser ciego es algo" (DM, q.1, a.1).
    De ahí la realidad del mal, que no puede ser sino en el bien como su sujeto: "no siendo el mal otra cosa que la privación de una perfección debida ... y no existiendo privación sino en un ente en potencia, puesto que decimos que algo está privado cuando le corresponde tener algo por naturaleza y no lo tiene, se sigue que el mal existe en el bien, según que el ente en potencia se dice bueno. Ahora, el bien que es una perfección, está privado de mal, de donde en tal bien no puede existir el mal. Mas el bien que está compuesto de sujeto y perfección, es debilitado por el mal en cuanto que la perfección es eliminada y permanece el sujeto" (DM, q.1, a.2; y en igual sentido: ST I, q.48, a.3, c; SCGen, libro III, cap.11; y Comp.Th., libro 1º, cap.117, ns.229 a 231); aunque, por supuesto, no está en el bien que le es opuesto, sino en algún otro bien, como que sujeto de la ceguera no es la vista sino el animal, de modo que no falla la regla según la cual las cosas contrarias no pueden coexistir (ST I, q.48, a.3, ad 3; y en el mismo sentido: SCGen Libro III, cap.11).
    Y aún que la causa del mal sea el bien, del modo en que el mal puede tener causa, pues el mal no puede tenerla per se sino per accidens, y como "todo lo que existe per accidens se reduce a lo que existe per se ... resta que sólo el bien tiene una causa per se. Y la causa per se del bien no puede ser sino el bien, toda vez que la causa per se causa lo semejante a ella. Luego resta que el bien sea la causa per accidens de cualquier mal. Ahora bien, corresponde además al mal, que es un bien defectuoso, ser causa del mal. Sin embargo, es necesario caer en la cuenta de que la primera causa del mal no es un mal sino un bien. Luego existe una doble manera por la que el mal es causado por el bien. Por un lado, el bien es causa del mal en cuanto que es algo deficiente; por otro, en cuanto que es per accidens. Lo cual se manifiesta, ciertamente, de un modo fácil en las cosas naturales. Pues del mal que hay en la corrupción del agua, la causa es la virtud activa del fuego. La que, ciertamente, no tiende de modo principal ni pertenece per se al ser del agua, sino que tiende principalmente a inducir la forma del fuego en la materia, a la que no se une por necesidad el ser del agua; y así, es per accidens que el fuego haga al agua no ser" (DM, q.1, a.3; con relación al mismo punto: ST I, q.49, a.1: SCGen, libro III, caps.13, 14 y 15; y Comp.Th., libro 1º, cap.117, ns.232 y 233).
    G.Chester

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    1. Estimado Chester:
      Nadie puede buscar el mal por el mal. Siempre se lo busca por una cierta apariencia de bien. El punto está en que esa apariencia, por estar desprovista de la perfección debida y del fin para lo cual fue hecha, pasa a constituir un mal per se. Y desde este punto de vista, el mal se sustenta siempre en la corrupción del bien.
      Saludos.

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  3. Y SE VA LA SEGUNDA Y SE ACABA:
    Como que algo semejante sucede en las cosas voluntarias pues, por ejemplo, lo deleitable mueve la voluntad y la pone en estado de deleitarse por tal delectación, excluyendo el orden de la razón y de la ley divina, lo cual es un mal moral; empero, a diferencia de los cuerpos naturales, por mucho que lo exterior incite a lo sensible, en la voluntad está el poder de no recibirlo, de donde la causa del mal consiguiente no es el deleitable que mueve, sino la voluntad misma; y lo es per accidens, en cuanto es llevada hacia algo que es bueno para alguien pero, al mismo tiempo, es malo en sí; y como bien deficiente, en cuanto cumple "preconsiderar en la voluntad un defecto, antes de la elección deficiente misma, por la cual elige lo que es bueno para ella pero que es malo en sí", pues el deleite como cualquier otra cosa humana debe ser medido y regulado según la regla de la razón y de la ley divina; "no servirse de la regla de la razón y de la ley divina se preentiende en la voluntad antes de una elección desordenada. Y cuando se produce esto de no usar dicha regla, no es necesario indagar alguna causa, pues para ello basta la misma libertad de la voluntad, por la que puede actuar o no actuar" (DM, q.1, a.3). Es que: "el mal ni puede ser deseado ni obrar nada más que en virtud de un bien a él agregado; porque lo que es codiciable es la perfección y el fin, y el principio de la acción es la forma. Pero, cuando a una perfección o a una forma se encuentra unida la privación de otra perfección o de otra forma, sucede que la privación o el mal es deseado per accidens, siendo así el principio de una acción cualquiera, no en cuanto mal, sino por causa del bien anejo" (Comp.Th., libro 1º, cap.117, ns.232 y 233).
    De ahí también que sólo en las cosas morales se dice positivamente que el mal es algo, "según que el acto mismo de la voluntad se denomina malo por causa de lo querido; aunque también el mal mismo no pueda ser querido, sino bajo la razón de bien", y por tanto que el bien y el mal sean diferencias específicas sólo en el orden moral (DM, q.1, a.1, ad 12); es que, en ese orden, la especificación proviene del fin que es objeto de la voluntad, de la cual dependen las cosas morales; y como el bien responde a la idea de fin, por eso el bien y el mal son diferencias específicas en moral; el bien lo es de suyo, y el mal en cuanto es carencia del fin debido con más una adhesión a otro fin indebido, de manera que "el mal que es diferencia constitutiva en el orden moral, es algún bien junto con la privación de otro bien; como el fin del intemperante no es carecer del bien de la razón, sino la delectación sensual sin orden a la razón. Por consiguiente, el mal, en cuanto mal, no es diferencia constitutiva sino por razón del bien que lleva adjunto" (ST I, q.48, a.1, ad 2; y en igual sentido: SCGen, libro III, cap.9; De virt., a.2, ad 3 y 6, y a.12, ad 1; Comp.Th., libro 1º, cap.116, n.228; e In II Sent., d.35, q.1, a.1, sol.).
    Un abrazo.
    G.Chester.

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