Desconozco como será conocido en otros países el famoso Chacarero. Básicamente está compuesto por tomate, porotos verdes, ají y carne. En lo particular me gusta agregarle palta (aguacate, avocado) acompañándolo como bebida con un jugo de frambuesa o frutilla. Si no hay a disposición los jugos anteriores me conformaré simplemente con un jugo de chirimoya.
¿ Cuántos chacareros soy capaz de consumir? Ni tonto ni perezoso me conformo con a lo menos uno, pero cargado para dos. Como diría un ex amigo comunista, tus gustos son los gustos de un maldito burgués. ¿ Seré burgués con tales gustos? Prefiero no responder y dejo la respuesta abierta para que cada uno de mis lectores opine según sus criterios y apreciaciones personales. Pero como nunca resulta grato comer solo, hay que comerlo siempre acompañado de un amigo(a), una novia(o), esposa(o), según sea el caso de cada uno y las circunstancias que rodeen tal encuentro.
Espero que con estas breves reflexiones sobre el chacarero no despierte el apetito de ninguno de mis fieles lectores que se reparten por el mundo. Comer un agradable sandwich con una grata compañía conlleva necesariamente a una agradable conversación. ¿ Pero cómo puede surgir una conversación agradable y profunda a partir de algo tan banal? Aunque ustedes no lo crean, cuando uno se sienta a comer algo que le gusta no sé por qué, pero nuestro estado de ánimo se exacerba a tal punto, que se pueden tomar grandes decisiones que yo calificaría trascendentales para toda nuestra vida. Se puede tomar la decisión por ejemplo de meterse a un convento, se puede tomar la decisión de casarse con la mujer que uno ama, se pueden además cerrar grandes negocios entorno a la mesa.
De allí el consejo de algunas mujeres sabias que le dicen a sus hijas que si quieren conquistar a un hombre, deben hacerlo por el estómago. Sin lugar a dudas, entorno a la buena mesa se crea un ambiente mágico o si se quiere ser más preciso un entorno de encantamiento. Por consiguiente, si no se quiere lograr el efecto contrario, nunca se debe hablar en la mesa sobre temas que lleven a conflictos con el otro. Como dirían nuestras abuelas, nunca se debe hablar en la mesa ni de política, ni de religión. No falta el desatinado que comienza a hablar de cosas asquerosas, de muertos, de estiércol y sus derivados y cuanto a su imaginación quiera concebir. No niego que en mi en infancia y no tan infancia he sido uno de esos desatinados, pero como consejo de amigo Usted no lo haga.
Debo confesar que en una ocasión cometí el error de hablar de religión con unos parientes que son del Opus Dei, les dije que ese movimiento era liberal y otras cosas más. El resultado final de la conversación entorno a la mesa fue la expulsión del hogar de estas personas. Como consejo personal, nunca discutan con un liberal, porque más temprano que tarde se van a topar con un monstruo de esos que aparecían en la década de los ochenta entorno al Lago Ness. No sean tontos, no echen a perder la comida. Cuando quieran discutir de verdad, aléjense de la mesa y elijan un terreno neutral donde puedan expresarse libremente sin que esté latente la amenaza de la expulsión.
Si alguna vez los invitan a almorzar y les preguntan que tal les pareció la comida que a ustedes no les gustó, para no mentir, digan simplemente, que se nota en la comida la mano de la dueña de casa. Quedarán como reyes habiendo dicho la verdad y sin haber llegado al extremo de mentir. Pero más allá de lo anecdótico que puedan ser mis consejos medio en broma y medio en serio, siempre uno debe respetar la mesa y a los comensales que se encuentran alrededor de ella. Un sacerdote amigo, hace muy poco me comentó que estuvo unos días con un grupo de sacerdotes del IVE en U.S.A. Estos padres tenían la mala costumbre de vestirse muy ligeros de ropa entorno a la mesa. Un short y una simple polera sin mangas. Se sentaban como querían en la mesa sin ningún decoro, no les importaba que al frente hubiera un sacerdote con sotana muy compuesto y educado, sujeto a reglas mínimas de una buena educación. Lo que más le molestó a mi amigo cura fue la falta de respeto hacia algo tan básico, pero a la vez serio, como es el comer como seres humanos y no animales. En este hecho fortuito no hay un pecado, pero sí una mala formación familiar e institucional.
No se olviden amigos míos que entorno a la última cena de Nuestro Señor se instituyó el sacerdocio y el Sacrificio de Cristo. Tan sabio es Dios que a partir de algo tan trivial para el hombre, Él con su infinita sabiduría le otorga un carácter trascendental y solemne. De allí el mandato de Nuestro Señor que el que no coma de mi cuerpo y beba de mi sangre no tendrá vida eterna.
Para realizar su sacrificio de modo incruento, Nuestro Señor lo hace con elementos tan comunes como es el vino y la harina de trigo. Por un milagro que sólo Él puede hacer, transforma por separado el pan en su cuerpo y el vino en su sangre, renovando a perpetuidad su sacrificio en la Cruz. Al consagrar ambos elementos por separado lo que se hace es producir nuevamente la muerte de Cristo al estar separado el cuerpo de la sangre que es la vida del cuerpo. Por eso la Misa es verdadero sacrificio por que se renueva constantemente, el sacrificio cruento de la Cruz.
Finalmente, el respeto que se tenga a la hora del almuerzo o cena, va a dar cuenta de un modo bastante aproximado qué clase de personas somos o qué clase de personas llegaremos a ser.
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