lunes, 19 de noviembre de 2012

La compra de la República

                            
       " Este mes he comprado una República. Capricho costoso y que no tendrá imitadores. Era un deseo que tenía desde hace mucho tiempo y he querido librarme de él. Me imaginaba que ser el dueño de un país daba más gusto.
       La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El Presidente tenía el agua hasta el cuello; su ministerio, compuesto de clientes suyos, era un peligro. Las cajas de la República estaban vacías; crear nuevos impuestos hubiera sido la señal del derrumbamiento de todo el clan que se hayaba en el poder, tal vez de una revolución. Había un general que armaba bandas de irregulares y prometía cargos y empleos al primero que llegaba.
    Un agente americano que se hallaba en el lugar me avisó. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York: en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares a la República, además asigné al Presidente, a todos los ministros y a sus secretarios unos emolumentos dobles de aquellos que recibían del Estado. Me han dado en garantía-sin que el pueblo lo sepa- las aduanas y los monopolios. Además, el Presidente y los ministros han firmado un convenant secreto que me concede prácticamente el control sobre la vida de la República. Aunque yo parezca cuando voy allí, un simple huésped de paso, soy, en realidad, el dueño casi absoluto del país. En estos días he tenido que dar una subvención, bastante crecida, para la renovación del material del ejército, y me he asegurado, en cambio, nuevos privilegios.
      El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las Cámaras continúan legislando, en apariencia libremente: los ciudadanos continúan imaginándose que la República es autónoma e independiente y que su voluntad depende el curso de las cosas. No saben que todo cuanto se imaginan poseer-vida, bienes, derechos civiles- dependen en última instancia de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí.
    Mañana puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma de la Constitución, el aumento de las tarifas de aduanas, la expulsión de los inmigrados. Podría, si me pluguiese, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante y derribar así el Gobierno, desde el Presidente hasta el último secretario.  Y no me sería imposible obligar al país que tengo bajo mi mano a declarar la guerra a unas de las repúblicas colindantes.
   Esta potencia oculta e ilimitada me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todos los fastidios y la servidumbre de la comedia política es una fatiga bestial;  pero ser el titiritero que detrás del telón puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a su movimiento, es una voluptusidad única. Mi desprecio de los hombres encuentra un sabroso alimento y mil confirmaciones.
    Yo no soy más que  el rey incógnito de una pequeña República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido dominarla y el evidente interés de todos los iniciados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y tal vez más vastas e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una dependencia análoga de soberanos extranjeros. Siendo necesario más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un trust, de un sindicato de negocios, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros.
    Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de reyes invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza, que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos" 
 Giovanni Papini, Gog.
    
    Comentario del Fraile:   Menos mal para Papini, que  hace bastante tiempo permanece fuera de este mundo. O si no hubiera sido juzgado por un tribunal internacional por antisemita. O tal vez, por hablar en contra del holocausto, tal como le ocurrió al obispo Willianson, que fue expulsado de Argentina por hablar demás.  
         Piensen que a pesar de todos los avances tecnológicos y económicos que se ven en los países sudámericanos, tanto en medicina, industria, armas y construcción, todo eso viene de afuera. En estricto rigor, si no fuera por lo foráneo aún seguiríamos viviendo en rucas y tendríamos plumas en la cabeza.
      Dependemos, lamentablemente, de agentes foráneos. En consecuencia, nos tienen de una oreja y de todo lo demás. Para que hablar del sistema bancario y a los tribunales internacionales a los que están sometidos todos nuestros países. En estricto rigor, somos marionetas de los poderes fácticos que gobiernan el mundo. Incluso todas nuestras agitaciones políticas, son organizadas desde el extranjero.
    Pero lo curioso de todo esto, es que también los ciudadanos comunes como nosotros, en los países desarrollados son víctimas de lo mismo. Aquellos que los gobiernan, se ríen de nuestras peleas y de nuestros conflictos. Se ríen de nuestros afanes de alcanzar riquezas que nunca podremos alcanzar ya que ellos las manejan. Basta que determinen bajar las acciones de tal o cual compañía para que esta quiebre, y haga quebrar a los que pensaban que controlaban esa compañía. Un simple acuerdo de los que controlan las finanzas puede llevar al mundo a una crísis financiera de insospechadas consecuencias políticas y sociales.
   Para qué hablar de las guerras que se fabrican artificialmente, si eso ya es conocido por muchísimas personas. Hay que fabricar guerras para vender armas. Eso es un negocio muy lucrativo. Otro negocio con enormes proyecciones es la compra de las reservas de agua en el mundo, apoderarse de ellas hace al que las posee el dueño del mundo. De los alimentos transgénicos ni hablar, con el cobro de patentes a las semillas se mantiene a los pobres agricultores en una situación de dependencia nunca antes vista en la historia de la humanidad. Siempre hubo en los miles de años que ha permanecido la agricultura, la libertad del pequeño propietario de plantar lo que podía y quería, sin depender de otro para adquirir sus semillas.
      Con todo lo anterior, me dirán ustedes, dan ganas de cortarse las venas. Pero la idea no es esa, sino de adquirir conciencia de lo frágil que somos en un mundo complejo, a fin de no construir torres de Babel que en cualquier momento pueden ser destruídas. Solamente nos queda tratar de sobrevivir lo mejor que podamos en este mundito hipócrita, teniendo presente que el mayor tesoro que poseemos en nuestra alma. ¿ Pero cómo hacer eso si somos burgueses? A lo menos debemos de tratar de serlo menos, aunque esto nos cueste toda nuestra vida terrena.
     Un buen refugio para nuestro espíritu debieran ser los buenos libros. En ellos podremos encontrar la sabiduría que no encontramos en la realidad que nos toca vivir. La buena lectura nos dará las luces necesarias para poder tener nuestros pies bien puestos sobre la tierra. De hecho, en la mayoría de los hombres masas, pueden haber libros de economía, libros sensacionalistas, libros de caguines del cine, pero jamás podrán encontrar libros de literatura clásica, de filosofía escolástica, de música barroca ni menos de doctores de la Iglesia Católica. No habrá nada de ciencias humanistas, no habrá nada que haga al hombre reflexionar sobre sí mismo para elevar su espíritu hacia lo sublime y trascendente.
     Francamente, no se me ocurre otro consejo para escapar de la tiranía del mundo moderno. Sé que muchos no esperan que los aconseje, pero como el fin del blog es transmitir el bien y evitar el mal, aconsejar es parte del oficio. Otros me dirán, aconsejate a ti mismo, y de verdad lo hago, de verdad trato de orientar mi vida sobre la base de una sociedad cristiana que algún día existió y volverá a hacerlo en un futuro que sólo Dios conoce.
    Las palabras se las lleva el viento, pero la gracia de los libros es que podemos recurrir a ellos cada vez que los necesitemos. Allí nos esperan, en medio de las estanterías, llenos de polvo esperando que los tomemos y gocemos de sus enseñanzas. ¡Pero si es nada más papel que nos habla!, en realidad son más que eso: son sabiduría y enseñanzas de almas del pasado que se hacen presente cada vez que las leamos. Cada vez que abrimos un libro, el autor aunque ya esté muerto, vuelve a vivir. Muchas veces, el autor abre su alma cuando escribe, expresa sentimientos, emosiones, alegrías y frustraciones que no es capaz de expresar o transmitir con otros en una conversación coloquial. Pero a su vez, el lector, cuando que se va comprementando con la lectura del autor, también va abriendo su alma en un díalogo extrapersonal, pero en comunión espiritual que es muy difícil describir. En este " díalogo autor y lector" subyace un misterio, permanece un velo, de cierto modo, que imita en parte al velo que existe entre el confesor, Dios y el alma penitente. No quiero ser irreverente en la comparación, no se trata de eso, es sólo que quiero mostrar en esa comunicación de espíritus lo trascendente que existe en ella.
     Lo mejor que puede hacer un hombre, si es que se presa de tal, es escribir sus pensamientos a otros. Lo mejor que puede hacer un hombre es comunicar parte de su ser al ser de otros. Escribir para el bien de los otros, es un acto de amor caritativo. Escribir es por un instante de nuestras vidas tratar de imitar a Dios que escribe todos los días  a través de su maravillosa obra creadora. Dios escribe en cada una de nuestras almas, una historia única e irrepetible. Nuestra historia tendrá un final, como tendrán un final los libros escritos por los hombres. Pero mientras estuvieron sujetos al tiempo de los hombres, lograron gozar de una cierta trascendencia que superó la existencia de sus propios autores. Y es esa la gracia, si se puede expresar de ese modo sin que se mal interprete.
    Generaciones enteras podrán gozar de una lectura edificante y enjundiosa. Yo pondría el siguiente epitafio en la tumba de los buenos escritores: " Aquí yace el cuerpo de un alma que todavía vive en los corazones de sus lectores, requiescant in pace scritores".  Sin embargo, no toda lectura es edificante, así como muchos autores expresan lo mejor de sí, otros, y  hoy en día deambulan en casi todas nuestras librerías del mundo moderno, se expresan a través de coprolalia sus inmundicias y basuras. de estos solo podré decir, pobre de ellos, que malgastaron su tiempo en porquerías que lamentablemente para ellos tendrá una consecuencia eterna. En vez de expresar bellezas para el espíritu, por intereses mercenarios lanzaron basuras. Sepultaron sus talentos por un simple papel que en sí no es nada, por mucho que pueda representar bienes materiales, pero no es nada.                            Por último, quien escribe sobre el cielo, está rezando a través de sus manos. Ya que las manos expresan por obediencia lo que le manda el alma a través de su voluntad.
   

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