jueves, 27 de diciembre de 2012

Gritos de libertad.

      
                                      ¿Qué elije verdaderamente el hombre en su vida? Sabemos en primer lugar, que no elegimos ni la existencia, ni  a nuestros padres, ni el país donde nos tocó nacer. No elegimos nuestro aspecto físico ni elegimos nuestra salud ni nuestra situación económica.
        Tampoco elegimos nuestra inteligencia ni a los parientes de nuestros padres. Entonces, ¿ Cómo se puede hablar de libertad en el hombre? Claro, me dirá más de alguno, el hombre es verdaderamente libre en sus actos. ¿ Y lo es? Recuerden que estamos sujetos a reglas de conductas que nos imponen nuestros padres y la sociedad donde nos tocó vivir. Pero me dirán, allí está presente la libertad, en tener esa capacidad de decir no a las reglas, en tener la opción de rebelarse a las reglas. Pero, ¡qué tonto puede decir eso!, si desde el momento que nos alejamos de las reglas recibimos las sanciones correspondientes a esas transgresiones. En el fondo y siguiendo esta posición nuestra "libertad" consistiría en elegir a sabiendas situaciones que van a tener para nosotros desagradables consecuencias. Vaya la libertad absurda que poseeríamos. Si eso fuera cierto, la libertad consistiría en algo contrario a la razón, contrario a la inteligencia, contrario al ser propio del hombre.
    ¿Cómo puede la libertad ser contraria a la razón? En estricto rigor no puede, es un contrasentido pensar así, ya que si se es libre, debe serlo para un bien y no para un mal. Por consiguiente, quien elije mal es más un esclavo que un hombre libre.
       Todo este pensamiento acerca de la libertad es un error, al menos, en parte. Partimos del supuesto que la libertad tiene un carácter absoluto, y eso es plenamente falso. No existe en esta vida ni en la otra la libertad absoluta. Podemos elegir en esta vida ciertas cosas, pero todo bajo circunstancias previamente delimitadas por el creador. No quiero afirmar con esto que estemos totalmente determinados, eso no es así. Pero tenemos la cancha rayada, las reglas del juego sí están plenamente determinadas, de hecho, jugamos con reglas que nosotros en ningún momento quisimos. Más de alguno me dirá: qué pensamiento más rebelde, cómo se atreve a cuestionar las reglas, cómo se atreve hablar así, cómo se atreve a cuestionar lo incuestionable, cómo se atreve a cuestionar en resumidas cuentas la ley de Dios. ¿ Cómo puede una simple criatura miserable cuestionar el Orden de Dios?, ¿ Qué blasfemia puede haber en su corazón? Que se calle, y no piense más, qué más da si el hombre es libre o esclavo, qué más da si no hay libertad, total, por más que piense nada puede cambiar los hechos.
      En consecuencia, por más que pensemos sobre la libertad, en nada podemos cambiar las condiciones en que se puede ejercer ésta. Y eso es verdad, no podemos cambiar las reglas, pero sí podemos ejercer nuestra "libertad limitada" según ese orden que las mismas reglas nos imponen. ¿Pero cómo puede hablarse de una libertad limitada? ¿ Acaso el hombre no es plenamente libre?, en honor a la verdad, no lo es, el hombre goza de una libertad precaria, una libertad inherente a su calidad de criatura, una libertad imperfecta.
      Si la libertad es tan imperfecta, entonces, la consecuencia lógica sería pensar que el hombre es incapaz de hacer el mal, dada su condición de imperfección. ¿En qué consiste el mal? Consiste en transgredir la ley que el mismo creador nos impuso. Por lo tanto, nuestra libertad por muy imperfecta que pueda ser, no deja de ser libertad, libertad de criatura, y no libertad de hombres que juegan a ser como dioses.
     Entonces, ¿Por qué la ley? Si nos detenemos en analizar cada uno de los aspectos que la ley de Dios nos impone, nos daremos cuentas que dicha ley está hecha en su totalidad, únicamente por el bien del hombre y no en contra de este. Pensemos en el decálogo de la ley Mosaica; no matar, no mentir, no levantar falso testimonio, adorar al único Dios, etc; todo este carácter imperativo, nos lleva únicamente a evitar el mal entre los hombres y sufrir las consecuencias que muchos pueblos primitivos tuvieron que padecer con los miles de sacrificios humanos que se hicieron en nombre de sus falsos dioses.
    Resumiendo lo anterior, somos verdaderamente libres, cuando elijimos el bien que viene de Dios, y por el contrario, somos esclavos cuando nos alejamos por nuestros actos de ese mismo bien. ¿ Cómo puede el hombre elegir el mal?, ¿ Acaso el hombre es un suicida ? El hombre no elije el mal por el mal, el hombre siempre elije pensando que la consecuencia final de sus actos le va atraer un bien a su ser. El problema está, en que ese hombre egoísta que elije el bien aparente ( mal en resumidas cuentas) lo hace a sabiendas que sus acciones traen una consecuencia nefasta para quienes lo rodean. Y más aún, las consecuencias de sus actos se oponen al orden que el mismo Dios nos impuso.
    Si ustedes me preguntan el truco, si es que se puede groseramente hablar así, está en saber reconocernos como simple criaturita que somos. Es saber que no somos nada sin el creador que nos dio la vida para que podamos gozarlo eternamente. Muy lindas sus palabras, me dirán amigo fraile, pero ni usted ni nosotros tenemos asegurados el cielo. Y qué tal si su alma le juega una mala pasada y se va al infierno. ¿ De qué le sirvió todo lo bueno que hizo en la vida, si al final se condenó? Espero que no, confío en que ni usted ni yo nos condenemos. Pero la posibilidad está, claro que está, de hecho el demonio nos bombardea de día y de noche, que más le puedo decir.
    Lo único que nos queda en resumidas cuentas, es confiar que ese Dios que nos creó por amor, nunca nos va a abandonar si nosotros no queremos que nos abandone. !Ah!, entonces la salvación se centra en el hombre más que en Dios, ¿ Es eso lo que me quiere decir? Creo que la salvación siempre viene de Dios, pero nosotros los hombres debemos quererla para que ese Dios actúe más eficazmente en nosotros. ¿ Cuál es la condición que nos pide Dios? Simplemente, el quererlo, el querer  estar con Él por ser simplemente Él. ¿ Entonces Dios es como un niño caprichoso, que si no le pedimos perdón no nos ayuda?. Dios, no es ni caprichoso ni es como un niño. El actua siempre a pesar de lo malo que podamos ser. Siempre nos da la oportunidad de arrepentirnos, siempre nos está esperando a que nosotros acudamos a sus brazos. Sin embargo, ¿ de qué Dios me habla Fraile? Si Él le tiene preparados castigos eternos a quienes no le obedecen. Y más aún, su misma religión católica dice que las puertas del infierno son anchas y las del cielo angostas. Sus frases acerca de Dios son palabras de buena crianza, más que situaciones verídicas acerca del destino del hombre. ¿ Es verdad o no lo es, que mucha gente se va al infierno? Sí, lo es. Mucha gente se va al infierno, cuánta no lo sé, pero también mucha otra se va al cielo, y respecto al número de los elegidos lo desconozco.
     Más allá de los números, lo que sí sé es que tengo una sola alma, y que esa alma tiene un valor eterno. Y en lo que respecta a mí, trataré de salvarla a como de lugar. Puedo pasar toda una vida tratando de jugar al papel de Dios, pero eso en nada cambiará mi destino final. Simplemente, mi deber como hombre y como simple criatura está en aceptar o rechazar ese bien que viene de Dios. Mi vida es tan corta como para tratar de mantenerme en ficciones teológicas que más bien no me competen. Yo por mi parte acepto la verdad revelada que viene de Dios, y quiero modestamente hablando vivir según esa verdad, aceptando de por medio mi condición de criatura con muchas miserias humanas. ¿ Entonces usted se cree el cuento? Sí, lo creo, y lo acepto con mi libertad imperfecta de ser humano.  ¿ Qué pasará con los que no lo creen? A mi juicio, tendrán que esperar su respuesta en la otra vida. Usted, amigo fraile, se cree salvo por creerse el cuento. Sabe mi amigo, no me creo ni salvo, ni condenado, todo lo dejo en las manos del que me creó. Tengo confianza en el mando superior, simplemente eso.
        Para terminar, no soñemos con falsas libertades que no existen, no soñemos con anhelos de libertad que nacen y terminan en las pobres cabecitas de los hombres. No seamos soñadores, más bien seamos hombres sensatos que aceptamos lo que Dios nos ha revelado.

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