LA ANTIGUEDAD DEL SANTO
SUDARIO
I.- EL
PROBLEMA
Cuando Anastasio cardenal Ballestrero,
arzobispo de Turín, declaró, el 13 de Octubre de 1989, ante la prensa que los
exámenes realizados por tres laboratorios independientes, mediante el sistema
llamado del carbono 14, otorgaba a la Santa Sábana una antigüedad de unos siete
siglos, muchos creyeron que quedaba demostrado que la famosa tela era nada más
que otro fraude medieval. Como precisó el Dr. Tite, a cargo de la
investigación, el paño debió ser tejido entre 1260 y 1390. Y este resultado
venía avalado por el acierto logrado con las telas "testigo" - es
decir, de fecha conocida - que fueron examinadas en esa misma ocasión. "La
ciencia ha hablado, el caso ha terminado" según la prensa mundial. El
British Museum organizó, en 1990, una notable exposición bajo el título de
"¿Falsos? El arte del engaño", en la que sobresalía una notable
fotografía del rostro impreso en el Santo Sudario.
Pero los expertos en el tema no
quedaron conformes. Lo normal, en estos exámenes sería un lapso de unos 50 años
y no uno de 130; además, los resultados fueron entregados - y de modo
incompleto - a una revista de divulgación; no ha habido forma de conocer
adecuadamente el verdadero resultado, sino, más bien, la apreciación hecha por
el Dr. Tite a propósito de dichos informes. Mas,
en esta ocasión, dejando de lado el examen mismo a los expertos en
radiodatación, estudiaremos únicamente la historia de la Santa Sábana. Ha sido
costumbre, en este tipo de investigaciones, preferir las evidencias históricas
y sólo, en su ausencia, recurrir a la radiodatación. A menudo los resultados
de ésta han debido ser descartados por contradecir a aquéllas.
II.-
HISTORIA EUROPEA
Comencemos, pues, a retroceder en el
tiempo apoyados en testimonios ciertos que nos permitan determinar si es
posible creer en la radiodatación tal como nos ha sido entregada por el Dr.
Tite.
La historia de la Reliquia comienza
hacia 1350-1354 en Lirey, Champagne, cuando, Geoffroy de Charny aparece con
ella e impide toda indagación sobre su origen "por ser botín de
guerra". A partir de esta fecha, su conservación está muy clara por haber
sido siempre objeto de litigio, contradicción y acusaciones de todo tipo. Hasta
se ha dicho que nos permite conocer muy bien los sistemas judiciales de los ss.
XIV y XV en Francia. Parece, pues, que las fechas entregadas por los
laboratorios serían las correctas. ¿De dónde sacó el sire de Charny la dichosa
tela? No ha sido posible averiguarlo hasta el día de hoy.
A pesar de lo dicho poco a poco han ido
apareciendo testigos que van llenando "el silencio de los siglos" a
que aludía Herbert Thurston S.I., negador de su autenticidad en la
"Catholic Enciclopedia"[1].
Todos conocemos la Sainte Chapelle
construida en París a mediados del s. XIII por orden de san Luis, rey de
Francia. Lo que desconocemos es el motivo de la construcción. Se trataba de
otorgar un lugar digno a las reliquias que el rey había comprado, entre ellas
una banda de la Santa Sábana. En efecto, en 1238 el santo rey había comprado la
corona de espinas, un fragmento de la Santa Cruz y una cinta del Santo Sudario
de "algunos decímetros de largo por 8 cm de ancho", tamaño que corresponde
a un parche perfectamente visible en un ángulo de la tela que se conserva en
Turín. El rey repartió muestras de la Sagrada Síndone entre otras iglesias,
llegando una de ellas a la catedral de Toledo, pues era un obsequio a san
Fernando, rey de las Españas. Por desgracia estas reliquias han desaparecido
por lo que no pueden ser comparadas con la de Turín, pero queda constancia de
su existencia antes de la fecha dada por la radiodatación[2].
Parece que el primer europeo que
testifica haber visto la Sagrada Sábana en aquellos años es Guillermo de Tiro
quien, en 1171, asiste a una exposición de reliquias hecha por el emperador
Manuel ante Amaury, rey latino de Jerusalén. Algunos años más tarde, Roberto de
Clary, testigo del saqueo de que fue objeto Bizancio en 1204, aclara que, a
partir de ese momento, ni franco ni bizantino supo nada más de la tela[3]. Su relato es confirmado
por una carta de Teodoro - sobrino del depuesto emperador Isaac II - que el
1º de agosto de 1205 se dirigía al Sumo Pontífice Inocencio III para pedirle
la devolución de los tesoros robados y que habían sido llevados a Atenas.
Realmente el único que le interesaba era el Santo Sudario[4]. En 1206 reside en Atenas,
como legado pontificio, Nicolás de Otrante, quien asegura haber visto las
reliquias robadas al basileus bizantino.
Una "leyenda", puesta por
escrito en el s. XVII por diversos autores, relata que Otón de la Roche, duque
de Atenas a comienzos del s. XIII, envió el Santo Sudario a su tío, Ponce de la
Roche, quien lo entregó al arzobispo de Besançon Amadeo de Tramelai. ¿Estará
aquí el eslabón perdido que nos permita unir el Santo Sudario de Turín con la
Síndone robada en Bizancio? La prueba no ha sido hecha aún. En todo caso, en
1349, justo inmediatamente antes de su aparición en Lirey, la iglesia de Besançon
que lo guardaba se quemó con la consiguiente desaparición de muchas reliquias.
La leyenda nos asegura que, unos años más tarde, el Sudario fue milagrosamente
rehecho. Parece más probable que, aprovechando el incendio, alguien lo tomó y
pasó al sire de Lirey e hizo una copia para calmar a los inconsolables fieles.
Hay una objeción grave contra esta hipótesis: no hay ningún testimonio de una
ostensión de la Reliquia en Besançon en el s. XIII, como tampoco en el XIV[5].
Otro hallazgo parece llenar el mismo
lapso. Unos cuarenta años antes de la aparición de la Síndone en Lirey, la
familia Charny su unió a una de las familias franco-griegas más poderosas de la
época. Dreux de Charny, hermano mayor de Geofroi, se casó con Inés de
Charpigny. Joseph du Teil, en 1902, descubrió que el más antiguo escritor sobre
el Santo Sudario, llamado Pingon, había relatado que esta dama había llevado la
Reliquia de Grecia a Francia, pues la inestabilidad política hacía insegura su
mantención en esas tierras. Este testimonio, que nadie había tomado en serio, después
del hallazgo de la carta de Teodoro, adquiere un valor inmenso.
Sea de esto lo que fuere, los
testimonios van aflorando poco a poco y nos van dando una seguridad total
respecto de la existencia de la tela mucho antes del 1260 que pretende imponer
la radiodatación.
Varias representaciones pictóricas
confirman lo que llevamos dicho. El salterio de Ingeborja, anterior a 1236,
fecha de su muerte, trae una miniatura que muestra cómo es depositado Nuestro
Señor en la tumba: su cuerpo aparece completamente desnudo, sus manos sólo
presentan cuatro dedos y una enorme tela pasa sobre los hombros de los que lo
depositan en su tumba. No hay duda posible: el artista estaba mirando al Santo
Sudario. Notemos que, en la actualidad, la Síndone mide 4,36 metros[6].
III.-
HISTORIA BIZANTINA
A pesar de lo dicho queda una duda
grave: de 1204 a 1350, fecha aproximada de su aparición en Lirey, hay 150 años.
¿Cómo estar seguros de que se trata de la misma tela? Hay dos testimonios que
nos conducen a la más completa convicción.
Se sabe que a fines del s. XIV, ante
los ataques de que fue objeto la devoción que se desarrollaba en torno a la
Santa Sábana, se reunió un grupo de "expertos" para estudiar su autenticidad.
Dado lo precario de la ciencia de la época ¿qué podían probar? Lo realmente
importante reside en que se hizo viajar al obispo de Atenas y participar en la
reunión. Con los datos que hoy manejamos comprendemos de inmediato la
importancia de su presencia: tenía que testificar que la tela de Lirey era la
misma que estuvo un tiempo en su ciudad. Los "expertos" determinaron
que era "auténtica".
En la Biblioteca Nacional de Budapest
se conserva el manuscrito "Prey", escrito entre 1192 y 1195. Como
tantos otros escritos de la época está profusamente "iluminado". Nos
interesa una pequeña ilustración que
muestra la tumba vacía y, en ella, una tela doblada que presenta cinco puntitos
hacia el centro del dibujo y otros cuatro en la punta que cae con la misma
distribución que tienen en la Santa Sábana que conservamos en Turín y que se
destacan en la copia que hizo el Durero hacia 1516, antes del incendio de
Chambery. Aún son visibles hoy día y corresponden a chispas que chamuscaron la
tela dejando una línea de tres puntos y los otros dos aparte, en línea paralela,
pero solo cuatro pasaron al doblez siguiente. En la Santa Sábana, los puntos se
repiten cuatro veces, las dos primeras como lo muestra el antiguo dibujo y la
última con un punto menos. Según parece, no todas las chispas pudieron atravesar
cada doblez del paño[7].
¿Desde cuándo se guarda la Sagrada
Reliquia en Bizancio? Por lo menos desde el 15 de Agosto del 944, día en que
fue entregada al Basileus; hecho que nos lo recuerda la crónica de Juan
Skylitzes, conservada en Madrid y provista de la correspondiente miniatura que
atestigua, al menos, la longitud de la tela.
A comienzos de este siglo el Dr. José
Vignon, profesor de la Sorbona y pintor por afición, descubrió que todo el arte
bizantino se inspira en el Santo Sudario que hoy se guarda en Turín. Sucesivas
investigaciones no han hecho más que confirmar su intuición. El rostro de
Cristo es siempre el mismo y presenta varias anomalías que sólo se justifican
porque se hallan en la Síndone: así, por ej., suelen aparecer algunos cabellos
que caen sobre la frente (interpretación de la sangre); sobre la nariz aparece
una "V" y suele hacerse más ancha al centro; barba de dos puntas;
curiosas rayas cruzan su cuello, etc.
Tal vez la más antigua y mejor
conservada Santa Faz sea la que podemos admirar en Constantinopla, en el museo
de los iconos. Se trata de una pequeña tabla que procede del monasterio de
Santa Catalina del monte Sinaí. Se considera que es del tiempo de Justiniano I
(527-565). Lo más notable es su parecido con el rostro que nos muestra el Sudario
de Turín.
Según parece, mucho antes del 944, la
tela había sido llevada a Bizancio como lo prueba el palio del papa Juan VII
(705-707) destruido durante un incendio en 1606. Grimaldi, conservador de las
reliquias perdidas, escribió un libro y dibujó muchas de ellas. El palio de
este pontífice nos muestra al cadáver de Jesús en la misma posición que vemos
en el Santo Sudario, cuatro dedos en las manos, etc[8]. Probablemente, ante la
furia iconoclasta, fue llevado y ocultado en Edessa, ciudad de donde sería
rescatado por el ejército imperial, después de largo sitio, en 944.
Pietro Cazzola ha hecho un hallazgo
extraordinario[9]. Es
común, en la cruz griega y rusa, que aparezca el suppedaneum, es decir, una
tabla que sirve de apoyo a los pies. En la iconografía occidental, cuando
aparece, es siempre paralela al patibulum -el palo donde se clavan las manos -
y al titulus. En la griega y en la rusa, por el contrario, este suppedaneum se
inclina curiosamente, como si el crucificado fuera cojo. ¿De dónde salió la
idea de que Jesús era cojo? Del Santo Sudario que se conserva en Turín. En
efecto, es claramente visible que un pie es un poco más corto que el otro y que
los científicos modernos explican por la posición en que fueron clavados y por
el rigor mortis. Los pintores antiguos, carentes de estos estudios científicos,
pensaron en un defecto en la cadera, o bien en que, simplemente, una pierna
era más corta que la otra. Este supuesto defecto físico aparece hasta en
representaciones del niño Jesús y, a veces, se ve en sus pies la huella del
clavo, en el mismo sitio que lo muestra la Síndone. Es obvio que tales
coincidencias no son casuales sino fruto de la observación de la reliquia.
Un curioso testimonio agrega Arístides
Vilanova que recoge del Talmud Babilónico: "Yo he visto una crónica de
Balaam en la que se encuentra: Balaam, el cojo, tenía 33 años cuando Pinejá, el
ladrón, lo mató"[10]. Lo que quiere decir:
"Yo he visto un evangelio de Jesús en el que se encuentra: Jesús, el cojo,
tenía 33 años cuando Poncio Pilato, el ladrón, lo mató". En su odio contra
Nuestro Señor, los judíos se negaban a llamarlo por su nombre y además solían
motejarlo de esa manera. Pero, ¿de dónde sacaron la peregrina idea de que Jesús
era cojo? Ya sabemos la respuesta: del Sudario que se conserva en Turín.
Notemos que este Talmud es considerado una obra del s. IV.
Daniel C. Scavone, profesor de historia
antigua en la universidad de Southern Indiana, ha logrado identificar 15
documentos escritos que, entre el 944 y el 1247, hablan de la Síndone que se
guarda o se guardaba en Bizancio. Algunos de ellos señalan detalles de lo que
han visto y que coincide con lo que hoy vemos en Turín. No es del caso detallar
todos los testimonios pues ya hemos aludidos a los de Roberto de Clary, Guillermo
de Tiro, etc., sino advertir que tal número de evidencias hace imposible
aceptar la fecha que nos entrega la radiodatación[11]. Señalemos, finalmente,
que san Braulio de Zaragoza (+ 646) ya había testimoniado que el Sudario había
aparecido en su época a pesar de ignorar cómo se conservó.
IV.-
HISTORIA ROMANA
Decíamos que Mons. Thurston había
hablado de catorce siglos de silencio los que hemos ido llenando con
testimonios irrefutables, especialmente artísticos, que no nos permiten dudar
de la conservación de la Sagrada Reliquia a través de los siglos. Mas todavía
no hemos llegado a la época imperial, la inmediata al origen histórico. ¿Nada
sabemos de los primeros siglos?
Poco a poco van apareciendo los
testimonios y se ha ido llenando también este supuesto vacío que se debía
únicamente a nuestra ignorancia.
En Génova se guarda el "velo de la
Verónica" (= ¿vera iconos?) nombre desconocido entre latinos, griegos y
judíos. P. Pfeiffer lo ha datado del s. III y, para asombro de todos, no cabe
duda de que se trata de una pintura que copia el rostro que se puede observar
en el Santo Sudario. El mismo resultado se ha obtenido con el "velo de
Verónica" que se guarda en el Vaticano y nos ha permitido comprender por
qué había tantos velos en Europa: eran relicarios que contenían una partícula
de la preciosa tela[12].
Las Actas de Pilato o Evangelio de
Nicodemo, cuya composición sería de comienzos del siglo V - si bien algunos
piensan que puede ser del s. II - señala que la hemorroísa se llamaba Berenice
(=¿Verónica?) y que conservaba en su poder una tela donde estaba grabada la faz
de Nuestro Señor[13].
San Epifanio de Salamina (+ 403)
menciona que se guardaba junto a Jerusalén una tela con la imagen de un hombre
"quasi Christi". Los expertos piensan que el texto está algo
deformado (consecuencias de la guerra iconoclasta) pero las coincidencias con
el Santo Sudario ("para envolver un cadáver") son impresionantes.
El evangelio de Pedro, cuya data sería
de mediados del siglo segundo, es sumamente explícito: "Y, tomando el
cuerpo del Señor (José de Arimatea) lo
lavó, lo envolvió en una sábana y lo introdujo en su misma sepultura, llamada
Jardín de José"[14]. A pesar de que este
evangelio fue rechazado desde un comienzo por sus ideas heterodoxas - como lo
señala el obispo Serapión (+ 211) - hemos de resaltar que en este versículo no
hay ningún error. Coincide con el evangelio canónico de san Mateo y con la
arqueología que ha descubierto que, efectivamente, Jesús fue enterrado en un
jardín, y con la Santa Sábana de Turín, como lo ha demostrado recientemente el
Prof. Frederick T. Zugibe, porque ésta, ciertamente, muestra que el cadáver fue
lavado antes de ser envuelto en ella[15].
San Jerónimo (+ 420) señala que ha
traducido el "Evangelio según los hebreos" - que podría datar de
fines del s. I - y nos cita con frecuencia algunos episodios contenidos en este
evangelio perdido. Entre éstos destacamos el siguiente: "Mas el Señor,
después de haber dado la Sábana al criado del sacerdote, se fue hacia Santiago
y se le apareció"[16]. Aunque no se trate de un
texto canónico, parece que coincidía en gran medida con el de san Mateo y
Orígenes (+ 255) lo tenía en alta estima. En todo caso, nos demuestra que se
sabía perfectamente, a fines del s.I que el Santo Sudario se había guardado cuidadosamente.
San Mateo deja expresa constancia de
que san José de Arimatea "lo envolvió (al cadáver de Jesús) en una sábana
limpia" (XXVII, 59), observación banal a menos que, en medio de la
persecución y asesinatos de creyentes por parte de las autoridades judías,
quisiera dejar un mensaje en clave sólo comprensible para los fieles y que
ahora, ante el Santo Sudario, comprendemos perfectamente. Y san Juan, por su
parte, nos revela que, a la vista de los paños, creyó en la resurrección (XX,
8). Nuevamente es el Santo Sudario que se conserva en Turín quien nos hace
comprender su testimonio. Dado cómo estaba envuelto el cadáver, era obvio que,
de llevárselo alguien, se llevaría también el paño que lo envolvía. Pero no, el
paño estaba ahí, el cuerpo había salido de él sin tocarlo: "y vio y
creyó".
V.- CONCLUSION
Hemos recordado algunos de los
testimonios que han ido llenando "el silencio de XIV siglos" de un
modo sorprendente. No hay reliquia o tesoro artístico en ningún museo del
mundo que pueda ser respaldado por una historia tan detallada como la que avala
al Santo Sudario y, sin embargo, nadie duda de la corrección de su atribución
a tal o cual personaje histórico.
Recapitulando podemos decir que, desde
el 944 hasta hoy, la historia del Santo Sudario no deja lugar a ninguna duda;
con ello queda completamente desacreditada la radiodatación que lo supone del
s. XIV. Con anterioridad a dicho siglo, los testimonios son más escasos pero
no menos concluyentes puesto que son de naturaleza pictórica. El palio del Papa
Juan bastaría por sí solo para proporcionarnos total certeza y toda la
iconografía bizantina y rusa está para corroborarlo. En especial, el rostro del
Santo Sudario ha permitido explicar numerosas características de dichas
pinturas que, de otro modo no tendrían explicación. Por ej., las curiosas
líneas que cruzan el cuello, no sólo de Nuestro Señor sino que también de la
Sma. Virgen, de Apóstoles y ángeles; esa especie de "V" al comienzo
de la nariz, presente en el 80% de los iconos estudiados por el Dr. P. Vignon,
etc., etc.[17].
Arnauld-Aaron Upinsky, matemático
dedicado a estudiar el difícil problema del valor de una demostración, ha
aplicado sus conocimientos al estudio científico realizado sobre esta reliquia.
Su conclusión es rotunda: no es posible dudar de la autenticidad del Santo
Sudario. Por desgracia su obra aún no ha sido traducida[18].
Por lo demás, todos los que han tenido
acceso a una investigación científica - sobretodo si es multidisciplinaria -
saben que siempre aparece algún dato que contradice a los demás. Los
científicos, simplemente, no le hacen caso. El único dato que se opone hoy a la
autenticidad de la reliquia es el examen del C14 o radiodatación que nos
entrega una fecha absurda. En consecuencia, lo único sensato es esperar a que
aparezca la explicación de por qué da un resultado tan anómalo. Ya son muchos
los científicos que emiten diversas hipótesis que podrían explicar tan curioso
hecho.
Lo único que no esperábamos era que se
acusara de fraude a los que realizaron la operación. Simplemente se habría
cambiado la tela y se habría enviado a los laboratorios, para su análisis, una
muestra que no provenía de la Síndone. El Prof. Dr. Jerome Lejeune, el Dr.
George Salet, el Prof. Dr. Werner Bulst S.I., el Pbro. René Laurentin, el hno.
Bruno Bonnet-Eymard, etc. - cada uno a su modo - han demostrado que hubo fraude[19]. Cada día son más los que
encuentran convincentes sus razones que comienzan por descubrir que no
coinciden los pesos y medidas de las muestras extraídas de la Santa Sábana en
Turín con los examinados en los laboratorios; que estaban asombrosamente
limpias, etc., etc. Estamos ahora ante unos hechos que deberían investigarse
policialmente. Por desgracia, en estas materias, no suele intervenir la policía
...
Faltaría analizar las pruebas
propiamente científicas de la autenticidad del Santo Sudario. Pero ello nos
forzaría a escribir otro artículo, tan largo o más que éste, por lo que lo
dejamos para otra ocasión. He preferido referirme a este aspecto que suele ser
completamente ignorado por el público y que basta por sí solo para demostrar la
autenticidad de la máxima reliquia que la cristiandad venera.
JUAN CARLOS OSSANDON VALDES
[3] "La
Conquete de Constantinople" editada por Ph. Lauer, Champion 1924. Citado
por Bruno Bonnet-Eymard en "La Contre-Réforme Catholique " (en
adelante CRC) Nº 271, Février-Mars 1991 pág. 9. R. de Clary relata que asistió
a la exposición de la reliquia en Santa María de Blakerne, iglesia bizantina.
Agrega que, luego del saqueo, la reliquia desapareció.
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