viernes, 14 de diciembre de 2012

LA ANTIGUEDAD DEL SANTO SUDARIO








       LA ANTIGUEDAD DEL SANTO SUDARIO

 

I.- EL PROBLEMA

 

         Cuando Anastasio cardenal Ballestrero, arzobispo de Turín, declaró, el 13 de Octubre de 1989, ante la prensa que los exámenes realizados por tres laboratorios independientes, median­te el sistema llamado del carbono 14, otorgaba a la Santa Sábana una antigüedad de unos siete siglos, muchos creyeron que quedaba demostrado que la famosa tela era nada más que otro fraude medieval. Como precisó el Dr. Tite, a cargo de la investigación, el paño debió ser tejido entre 1260 y 1390. Y este resultado venía avalado por el acierto logrado con las telas "testigo" - es decir, de fecha conocida - que fueron examinadas en esa misma ocasión. "La ciencia ha hablado, el caso ha termina­do" según la prensa mundial. El British Museum organizó, en 1990, una notable exposición bajo el título de "¿Falsos? El arte del engaño", en la que sobresalía una notable fotografía del rostro impreso en el Santo Sudario.

         Pero los expertos en el tema no quedaron conformes. Lo normal, en estos exámenes sería un lapso de unos 50 años y no uno de 130; además, los resultados fueron entregados - y de modo incompleto - a una revista de divulgación; no ha habido forma de conocer adecuadamente el verdadero resultado, sino, más bien, la apreciación hecha por el Dr. Tite a propósito de dichos informes.         Mas, en esta ocasión, dejando de lado el examen mismo a los exper­tos en radiodatación, estudiaremos únicamente la histo­ria de la Santa Sábana. Ha sido costumbre, en este tipo de investigaciones, prefe­rir las evidencias históricas y sólo, en su ausencia, recurrir a la radiodata­ción. A menudo los resultados de ésta han debido ser descartados por contra­de­cir a aquéllas.

 

II.- HISTORIA EUROPEA

 

         Comencemos, pues, a retroceder en el tiempo apoyados en testimonios ciertos que nos permitan determinar si es posible creer en la radiodatación tal como nos ha sido entregada por el Dr. Tite.

         La historia de la Reliquia comienza hacia 1350-1354 en Lirey, Champagne, cuando, Geoffroy de Charny aparece con ella e impide toda indagación sobre su origen "por ser botín de guerra". A partir de esta fecha, su conservación está muy clara por haber sido siempre objeto de litigio, contradicción y acusaciones de todo tipo. Hasta se ha dicho que nos permite conocer muy bien los sistemas judiciales de los ss. XIV y XV en Francia. Parece, pues, que las fechas entregadas por los laboratorios serían las correc­tas. ¿De dónde sacó el sire de Charny la dichosa tela? No ha sido posible averiguarlo hasta el día de hoy.

         A pesar de lo dicho poco a poco han ido apareciendo testigos que van llenando "el silencio de los siglos" a que aludía Herbert Thurston S.I., negador de su autenticidad en la "Catholic Enciclopedia"[1].

         Todos conocemos la Sainte Chapelle construida en París a mediados del s. XIII por orden de san Luis, rey de Francia. Lo que desconocemos es el motivo de la construcción. Se trataba de otorgar un lugar digno a las reliquias que el rey había comprado, entre ellas una banda de la Santa Sábana. En efecto, en 1238 el santo rey había comprado la corona de espinas, un fragmento de la Santa Cruz y una cinta del Santo Sudario de "algunos decímetros de largo por 8 cm de ancho", tamaño que corres­ponde a un parche perfectamente visible en un ángulo de la tela que se conserva en Turín. El rey repartió muestras de la Sagrada Síndone entre otras iglesias, llegando una de ellas a la catedral de Toledo, pues era un obsequio a san Fernan­do, rey de las Españas. Por desgracia estas reliquias han desapare­cido por lo que no pueden ser compa­radas con la de Turín, pero queda constan­cia de su existencia antes de la fecha dada por la radiodata­ción[2].

         Parece que el primer europeo que testifica haber visto la Sagrada Sábana en aquellos años es Guillermo de Tiro quien, en 1171, asiste a una exposición de reliquias hecha por el emperador Manuel ante Amaury, rey latino de Jerusalén. Algunos años más tarde, Roberto de Clary, testigo del saqueo de que fue objeto Bizancio en 1204, aclara que, a partir de ese momento, ni franco ni bizantino supo nada más de la tela[3]. Su rela­to es confirmado por una carta de Teodo­ro - sobri­no del depuesto emperador Isaac II - que el 1º de agosto de 1205 se dirigía al Sumo Pontí­fice Inocen­cio III para pedirle la devolu­ción de los tesoros robados y que habían sido llevados a Atenas. Realmente el único que le intere­saba era el Santo Suda­rio[4]. En 1206 reside en Ate­nas, como lega­do pontifi­cio, Nicolás de Otrante, quien asegura haber visto las reliquias robadas al basileus bizantino.

         Una "leyenda", puesta por escrito en el s. XVII por diversos autores, relata que Otón de la Roche, duque de Atenas a comienzos del s. XIII, envió el Santo Sudario a su tío, Ponce de la Roche, quien lo entregó al arzobispo de Besançon Amadeo de Tramelai. ¿Estará aquí el eslabón perdido que nos permita unir el Santo Sudario de Turín con la Síndone robada en Bizancio? La prueba no ha sido hecha aún. En todo caso, en 1349, justo inme­diatamente antes de su aparición en Lirey, la iglesia de Besan­çon que lo guardaba se quemó con la consiguiente desaparición de muchas reliquias. La leyenda nos asegura que, unos años más tarde, el Sudario fue milagrosamente rehecho. Parece más probable que, aprovechando el incendio, alguien lo tomó y pasó al sire de Lirey e hizo una copia para calmar a los inconsolables fieles. Hay una objeción grave contra esta hipótesis: no hay ningún testimonio de una ostensión de la Reliquia en Besançon en el s. XIII, como tampoco en el XIV[5].

         Otro hallazgo parece llenar el mismo lapso. Unos cuarenta años antes de la aparición de la Síndone en Lirey, la familia Charny su unió a una de las familias franco-griegas más poderosas de la época. Dreux de Charny, hermano mayor de Geofroi, se casó con Inés de Charpigny. Joseph du Teil, en 1902, descubrió que el más antiguo escritor sobre el Santo Sudario, llamado Pingon, había relatado que esta dama había llevado la Reliquia de Grecia a Francia, pues la inestabilidad política hacía insegura su mantención en esas tierras. Este testimonio, que nadie había tomado en serio, después del hallazgo de la carta de Teodoro, adquiere un valor inmenso.

         Sea de esto lo que fuere, los testimonios van aflorando poco a poco y nos van dando una seguridad total respecto de la exis­ten­cia de la tela mucho antes del 1260 que pretende imponer la radiodata­ción.

         Varias representaciones pictóricas confirman lo que llevamos dicho. El salterio de Ingeborja, anterior a 1236, fecha de su muerte, trae una miniatura que muestra cómo es depositado Nuestro Señor en la tumba: su cuerpo aparece completamente desnudo, sus manos sólo presentan cuatro dedos y una enorme tela pasa sobre los hombros de los que lo depositan en su tumba. No hay duda posible: el artista estaba mirando al Santo Suda­rio. Notemos que, en la actualidad, la Síndone mide 4,36 me­tros[6]. 

 

III.- HISTORIA BIZANTINA

 

         A pesar de lo dicho queda una duda grave: de 1204 a 1350, fecha aproximada de su aparición en Lirey, hay 150 años. ¿Cómo estar seguros de que se trata de la misma tela? Hay dos testimonios que nos conducen a la más completa convicción.

         Se sabe que a fines del s. XIV, ante los ataques de que fue objeto la devoción que se desarrollaba en torno a la Santa Sábana, se reunió un grupo de "expertos" para estudiar su auten­ti­cidad. Dado lo precario de la ciencia de la época ¿qué podían probar? Lo realmente importante reside en que se hizo viajar al obispo de Atenas y participar en la reunión. Con los datos que hoy manejamos comprendemos de inmediato la importancia de su presencia: tenía que testificar que la tela de Lirey era la misma que estuvo un tiempo en su ciudad. Los "expertos" determinaron que era "auténtica".

         En la Biblioteca Nacional de Budapest se conserva el manuscrito "Prey", escrito entre 1192 y 1195. Como tantos otros escritos de la época está profusamente "iluminado". Nos interesa una pequeña ilustración  que muestra la tumba vacía y, en ella, una tela doblada que presenta cinco puntitos hacia el centro del dibujo y otros cuatro en la punta que cae con la misma distribu­ción que tienen en la Santa Sábana que conserva­mos en Turín y que se destacan en la copia que hizo el Durero hacia 1516, antes del incendio de Chambery. Aún son visibles hoy día y corresponden a chispas que chamuscaron la tela dejando una línea de tres puntos y los otros dos aparte, en línea paralela, pero solo cuatro pasaron al doblez siguiente. En la Santa Sábana, los puntos se repiten cuatro veces, las dos prime­ras como lo muestra el antiguo dibujo y la última con un punto menos. Según parece, no todas las chispas pudieron atrave­sar cada doblez del paño[7].

         ¿Desde cuándo se guarda la Sagrada Reliquia en Bizan­cio? Por lo menos desde el 15 de Agosto del 944, día en que fue entregada al Basileus; hecho que nos lo recuerda la crónica de Juan Skylitzes, conservada en Madrid y provista de la correspon­diente miniatura que atestigua, al menos, la longitud de la tela.

         A comienzos de este siglo el Dr. José Vignon, profesor de la Sorbona y pintor por afición, descubrió que todo el arte bizantino se inspira en el Santo Sudario que hoy se guarda en Turín. Sucesivas investigaciones no han hecho más que confirmar su intuición. El rostro de Cristo es siempre el mismo y presenta varias anomalías que sólo se justifican porque se hallan en la Síndone: así, por ej., suelen aparecer algunos cabellos que caen sobre la frente (interpretación de la sangre); sobre la nariz aparece una "V" y suele hacerse más ancha al centro; barba de dos puntas; curiosas rayas cruzan su cuello, etc.

         Tal vez la más antigua y mejor conservada Santa Faz sea la que podemos admirar en Constantinopla, en el museo de los iconos. Se trata de una pequeña tabla que procede del monasterio de Santa Catalina del monte Sinaí. Se considera que es del tiempo de Justiniano I (527-565). Lo más notable es su parecido con el rostro que nos muestra el Sudario de Turín.

         Según parece, mucho antes del 944, la tela había sido llevada a Bizancio como lo prueba el palio del papa Juan VII (705-707) destruido durante un incendio en 1606. Grimaldi, conservador de las reliquias perdidas, escribió un libro y dibujó muchas de ellas. El palio de este pontífice nos muestra al cadáver de Jesús en la misma posición que vemos en el Santo Sudario, cuatro dedos en las manos, etc[8]. Probablemente, ante la furia icono­clasta, fue llevado y ocultado en Edessa, ciudad de donde sería rescatado por el ejército imperial, después de largo sitio, en 944.

         Pietro Cazzola ha hecho un hallazgo extraordinario[9]. Es común, en la cruz griega y rusa, que aparezca el suppedaneum, es decir, una tabla que sirve de apoyo a los pies. En la icono­grafía occidental, cuando aparece, es siempre paralela al patibu­lum -el palo donde se clavan las manos - y al titulus. En la griega y en la rusa, por el contrario, este suppedaneum se inclina curiosa­mente, como si el crucificado fuera cojo. ¿De dónde salió la idea de que Jesús era cojo? Del Santo Sudario que se conserva en Turín. En efecto, es claramente visible que un pie es un poco más corto que el otro y que los científicos modernos explican por la posición en que fueron clavados y por el rigor mortis. Los pintores antiguos, carentes de estos estudios cientí­ficos, pensaron en un defecto en la cadera, o bien en que, simple­mente, una pierna era más corta que la otra. Este supuesto defecto físico aparece hasta en representaciones del niño Jesús y, a veces, se ve en sus pies la huella del clavo, en el mismo sitio que lo muestra la Síndone. Es obvio que tales coincidencias no son casuales sino fruto de la observación de la reliquia.

         Un curioso testimonio agrega Arístides Vilanova que recoge del Talmud Babilónico: "Yo he visto una crónica de Balaam en la que se encuentra: Balaam, el cojo, tenía 33 años cuando Pinejá, el ladrón, lo mató"[10]. Lo que quiere decir: "Yo he visto un evangelio de Jesús en el que se encuentra: Jesús, el cojo, tenía 33 años cuando Poncio Pilato, el ladrón, lo mató". En su odio contra Nuestro Señor, los judíos se negaban a llamarlo por su nombre y además solían motejarlo de esa manera. Pero, ¿de dónde sacaron la peregrina idea de que Jesús era cojo? Ya sabemos la respuesta: del Sudario que se conserva en Turín. Notemos que este Talmud es considerado una obra del s. IV.

         Daniel C. Scavone, profesor de historia antigua en la universidad de Southern Indiana, ha logrado identificar 15 documentos escritos que, entre el 944 y el 1247, hablan de la Síndone que se guarda o se guardaba en Bizancio. Algunos de ellos señalan detalles de lo que han visto y que coincide con lo que hoy vemos en Turín. No es del caso detallar todos los testimonios pues ya hemos aludidos a los de Roberto de Clary, Guillermo de Tiro, etc., sino advertir que tal número de evidencias hace imposible aceptar la fecha que nos entrega la radiodatación[11]. Señalemos, finalmente, que san Braulio de Zaragoza (+ 646) ya había testimoniado que el Sudario había aparecido en su época a pesar de ignorar cómo se conservó.

 

IV.- HISTORIA ROMANA

 

         Decíamos que Mons. Thurston había hablado de catorce siglos de silencio los que hemos ido llenando con testimonios irrefutables, especialmente artísticos, que no nos permiten dudar de la conservación de la Sagrada Reliquia a través de los siglos. Mas todavía no hemos llegado a la época imperial, la inmediata al origen histórico. ¿Nada sabemos de los primeros siglos?

         Poco a poco van apareciendo los testimonios y se ha ido llenando también este supuesto vacío que se debía únicamente a nuestra ignorancia.

         En Génova se guarda el "velo de la Verónica" (= ¿vera iconos?) nombre desconocido entre latinos, griegos y judíos. P. Pfeiffer lo ha datado del s. III y, para asombro de todos, no cabe duda de que se trata de una pintura que copia el rostro que se puede observar en el Santo Sudario. El mismo resultado se ha obtenido con el "velo de Verónica" que se guarda en el Vaticano y nos ha permitido comprender por qué había tantos velos en Europa: eran relicarios que contenían una partí­cula de la preciosa tela[12].

         Las Actas de Pilato o Evangelio de Nicodemo, cuya composición sería de comienzos del siglo V - si bien algunos piensan que puede ser del s. II - señala que la hemorroísa se llamaba Berenice (=¿Verónica?) y que conservaba en su poder una tela donde estaba grabada la faz de Nuestro Señor[13].

         San Epifanio de Salamina (+ 403) menciona que se guardaba junto a Jerusalén una tela con la imagen de un hombre "quasi Christi". Los expertos piensan que el texto está algo deformado (consecuencias de la guerra iconoclasta) pero las coincidencias con el Santo Sudario ("para envolver un cadáver") son impresio­nantes.

         El evangelio de Pedro, cuya data sería de mediados del siglo segundo, es sumamente explícito: "Y, tomando el cuerpo del Señor (José de Arimatea) lo lavó, lo envolvió en una sábana y lo introdujo en su misma sepultura, llamada Jardín de José"[14]. A pesar de que este evangelio fue rechazado desde un comienzo por sus ideas heterodoxas - como lo señala el obispo Serapión (+ 211) - hemos de resaltar que en este versículo no hay ningún error. Coincide con el evangelio canónico de san Mateo y con la arqueo­logía que ha descubierto que, efectivamente, Jesús fue enterrado en un jardín, y con la Santa Sábana de Turín, como lo ha demos­trado recientemente el Prof. Frederick T. Zugibe, porque ésta, ciertamente, muestra que el cadáver fue lavado antes de ser envuelto en ella[15].

         San Jerónimo (+ 420) señala que ha traducido el "Evan­gelio según los hebreos" - que podría datar de fines del s. I - y nos cita con frecuencia algunos episodios contenidos en este evangelio perdido. Entre éstos destacamos el siguiente: "Mas el Señor, después de haber dado la Sábana al criado del sacerdote, se fue hacia Santiago y se le apareció"[16]. Aunque no se trate de un texto canónico, parece que coincidía en gran medida con el de san Mateo y Orígenes (+ 255) lo tenía en alta estima. En todo caso, nos demuestra que se sabía perfectamente, a fines del s.I que el Santo Sudario se había guardado cuidadosamente.

         San Mateo deja expresa constancia de que san José de Arimatea "lo envolvió (al cadáver de Jesús) en una sábana limpia" (XXVII, 59), observa­ción banal a menos que, en medio de la persecución y asesinatos de creyentes por parte de las autorida­des judías, quisiera dejar un mensaje en clave sólo compren­sible para los fieles y que ahora, ante el Santo Sudario, com­prendemos perfectamente. Y san Juan, por su parte, nos revela que, a la vista de los paños, creyó en la resurrección (XX, 8). Nuevamente es el Santo Sudario que se conserva en Turín quien nos hace comprender su testimonio. Dado cómo estaba envuelto el cadáver, era obvio que, de llevárselo alguien, se llevaría también el paño que lo envolvía. Pero no, el paño estaba ahí, el cuerpo había salido de él sin tocarlo: "y vio y creyó".

        

V.- CONCLUSION

 

         Hemos recordado algunos de los testimonios que han ido llenando "el silencio de XIV siglos" de un modo sorprenden­te. No hay reliquia o tesoro artístico en ningún museo del mundo que pueda ser respaldado por una historia tan detallada como la que avala al Santo Sudario y, sin embargo, nadie duda de la correc­ción de su atribución a tal o cual personaje histórico.

         Recapitulando podemos decir que, desde el 944 hasta hoy, la historia del Santo Sudario no deja lugar a ninguna duda; con ello queda completamente desacreditada la radiodatación que lo supone del s. XIV. Con anterioridad a dicho siglo, los testi­monios son más escasos pero no menos concluyentes puesto que son de naturaleza pictórica. El palio del Papa Juan bastaría por sí solo para proporcionarnos total certeza y toda la iconografía bizantina y rusa está para corroborarlo. En especial, el rostro del Santo Sudario ha permitido explicar numerosas características de dichas pinturas que, de otro modo no tendrían explicación. Por ej., las curiosas líneas que cruzan el cuello, no sólo de Nuestro Señor sino que también de la Sma. Virgen, de Apóstoles y ángeles; esa especie de "V" al comienzo de la nariz, presente en el 80% de los iconos estudiados por el Dr. P. Vignon, etc., etc.[17].

         Arnauld-Aaron Upinsky, matemático dedicado a estudiar el difícil problema del valor de una demostración, ha aplicado sus conocimientos al estudio científico realizado sobre esta reliquia. Su conclusión es rotunda: no es posible dudar de la autenticidad del Santo Sudario. Por desgracia su obra aún no ha sido traducida[18].

         Por lo demás, todos los que han tenido acceso a una investigación científica - sobretodo si es multidisciplinaria - saben que siempre aparece algún dato que contradice a los demás. Los científicos, simplemente, no le hacen caso. El único dato que se opone hoy a la autenticidad de la reliquia es el examen del C14 o radiodatación que nos entrega una fecha absurda. En conse­cuencia, lo único sensato es esperar a que aparezca la explica­ción de por qué da un resultado tan anómalo. Ya son muchos los científicos que emiten diversas hipótesis que podrían explicar tan curioso hecho.

         Lo único que no esperábamos era que se acusara de fraude a los que realizaron la operación. Simplemente se habría cambiado la tela y se habría enviado a los laboratorios, para su análisis, una muestra que no provenía de la Síndone. El Prof. Dr. Jerome Lejeune, el Dr. George Salet, el Prof. Dr. Werner Bulst S.I., el Pbro. René Laurentin, el hno. Bruno Bonnet-Eymard, etc. - cada uno a su modo -  han demostrado que hubo fraude[19]. Cada día son más los que encuentran convincentes sus razones que comienzan por descubrir que no coinciden los pesos y medidas de las muestras extraídas de la Santa Sábana en Turín con los exami­nados en los laboratorios; que estaban asombrosa­mente limpias, etc., etc. Estamos ahora ante unos hechos que deberían investi­garse policialmente. Por desgracia, en estas materias, no suele intervenir la policía ...

         Faltaría analizar las pruebas propiamente científicas de la autenticidad del Santo Sudario. Pero ello nos forzaría a escribir otro artículo, tan largo o más que éste, por lo que lo dejamos para otra ocasión. He preferido referirme a este aspecto que suele ser completamente ignorado por el público y que basta por sí solo para demostrar la autenticidad de la máxima reliquia que la cristiandad venera.

 

 

 

                  JUAN CARLOS OSSANDON VALDES

 


 

    [1] Ed. de 1912. Cfr. R. Wilcox "El Sudario". Trad. M.I. Guastavino. Ed. Pomaire. Barcelona. España. 1979. pág. 139-141.
    [2]  Cfr. Manuel Solé "La Sábana Santa de Turín". Bilbao. 1985 pág. 64-65.
    [3]  "La Conquete de Constantinople" editada por Ph. Lauer, Champion 1924. Citado por Bruno Bonnet-Eymard en "La Contre-Réforme Catholique " (en adelante CRC) Nº 271, Février-Mars 1991 pág. 9. R. de Clary relata que asistió a la exposición de la reliquia en Santa María de Blakerne, iglesia bizantina. Agrega que, luego del saqueo, la reliquia desapareció.
    [4]  Cfr. Bruno Bonnet-Eymard CRC. Nº 271, pág. 23. El docu­mento que conserva la petición de Teodoro fue hallado por Pasqua­le Rinaldi. Cfr. "La Sindone: scienza e fede". Atti Conv. Naz. di Sindonologia. Bologna 1981.
    [5]  Charles Foley "The Besançon Cloth" en Sindon. Nuova serie. Giugno 1989. Torino. págs. 63-70.
    [6]  El salterio se guarda en el museo de Chantilly. Según parece, la tela era más larga, pues se hicieron relicarios a partir de ella como veremos más adelante.
    [7]  Cfr. Bonnet-Eymard. CRC Nº 250 pág. 6
    [8]  Bruno Bonnet-Eymard "Les preuves d'un faux scientifique" en CRC, Nº 271, págs. 4 y 5.
    [9]  "Tracce sindoniche nell'arte Bizantino-Russa". En "La Sindone, scienza e fede" págs. 129-135. Citado por Bruno Bonnet Eymard, en CRC Nº 199 pág. 7.
    [10]  A. R. Vilanova: "Toda la verdad sobre la Sabana Santa de Turín". Ed. Fundación San Pío X. Madrid. España 1992 Pág. 67. Por desgracia el autor no da referencia alguna de su fuente.
    [11]  "The shroud of Turin in Constantinople. The documentary evidence" en Sindon. Nuova Serie. Giugno 1989. Torino págs. 113-128.
    [12]  Cfr. Bonnet-Eymard. CRC. Nº 250, págs. 8 y ss.
    [13]  "Muerte de Pilato" en Aurelio de Santos "Los Evangelios Apócrifos" ed.. bilingüe. BAC. Madrid 1975 pág. 498.
    [14]  "Los Evangelios apócrifos" pág. 386.
    [15]  "The man of the Shroud was washed" en Sindon. Nuova serie. Giugno 1989 págs. 171-177.
    [16]  "Los Evangelios Apócrifos" pág. 38.
    [17]  Roberto K. Wilcox "El Sudario". Trad. M. I. Guastavino. Nueva York. 1977. pág.118-9. El Dr. Vignon llegó a identificar 15 detalles que revelan que todo icono bizantino es "copia" de la Santa Sábana.
    [18]  "La science à l'épreuve du Linceuil. La crise épistemo­logique. La démontration scientifique de l'authenticité" O.E.I.L. Paris, 1990.
    [19]  Tal vez la demostración más convincente sea la desarro­llada por el Dr. Salet en "De Rome et D'Ailleurs" Nº 99 - 101 y 104.

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