viernes, 21 de diciembre de 2012

La Tradición Calumniada


 
Prof: Juan Carlos Ossandón Valdés.
 

                    LA TRADICION CALUMNIADA

 

 

         Los que mantenemos encendida la antorcha de la Tradi­ción dogmática y litúrgica debemos soportar una campaña de calumnias provenientes de nuestros propios obispos y, por necesa­ria consecuencia, de sacerdotes y fieles. Tal ha sido el éxito de esta campaña que ya nadie sospecha siquiera de que se trata tan sólo de calumnias.

         La primera de ellas consiste en calificarnos de "lefev­bristas", la segunda nos trata de cismáticos y la tercera nos declara excomulgados. Ante tales acusaciones ¿quién se detendrá a escuchar nuestras razones? Simplemente se niegan a examinar lo que decimos. Por lo tanto, si queremos que nos atiendan, hemos de comenzar por convencer a los católicos de que lo que piensan de nosotros es tan sólo calumnias: feo pecado que obliga a pública restitución.

         Pero como no van a creer a lo que digamos en defensa nuestra, es preciso que el reconocimiento de la falsedad de las imputacio­nes provenga de una autoridad competente. En este orden de cosas, la autoridad suprema pertenece al Sumo Pontífice y a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por S.E. Joseph Card. Ratzinger. Recientes acontecimientos ocurridos en la Diócesis de Honolulu dieron lugar al público reconocimiento por tanto tiempo esperado.

         Monseñor Joseph Ferrario, obispo de Honolulu, escribe a Patricia Morley y la amenaza con sanciones canónicas si no regresa a la única Iglesia Católica y Apostólica. La carta, cuya traducción se acompaña, es suficientemente clara sobre los supuestos delitos cometidos por la sra. Morley que podemos reducir a uno solo: defensa de la Tradición católica. (insertar aquí carta del 18 de Enero de 1991 y traducción)

 

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     Es fácil advertir que Mons. Ferrario insiste en las calum­nias por todo el mundo divulgadas e indica su origen: Oficina de la Congregación de Obispos; y la fecha de su divulga­ción: 1º de Julio de 1988. ¿Hay alguna autoridad mayor que la de esta Congre­gación? Por supuesto, la del Sumo Pontífice y la de la Congrega­ción para la Doctrina de la Fe, que es la heredera de la Santa Inquisi­ción, que se transformó en el Santo Oficio y hoy lleva un nuevo nombre. Esta Congregación, en razón de la materia que le incumbe, es la autoridad máxima, después del Sumo Pontífi­ce, en el tema que estamos examinando. 

         Al no someterse los defensores de la Tradición, Mons. Ferrario procedió, el 1º de Mayo de ese mismo año a exco­mulgar a la sra. Morley y a otros cinco católicos empeñados en mantenerla viva. Estas personas, en cuanto recibieron la sanción, apelaron a Roma, a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ya que aquélla se basaba en la acusa­ción de cisma y de herejía; materias que incumben a esta Congre­gación y no a la de Obispos.

         Dos años más tarde, el Pro-Nuncio Mons. Cacciavillan comunicó a los castigados defensores de la Tradición la respuesta romana: (insertar aquí la carta del 28 de Junio de 1993 y su traducción).

 

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         Como puede verse, el primer párrafo deshace la calumnia principal: no hay cisma; con mayor razón, tampoco hay herejía. En consecuencia, el decreto de excomunión es nulo. Pero el segundo párrafo los acusa del más grave de los delitos: poner en peligro el bien común; por lo cual son acreedores a terribles penas, como la de entredicho, es decir, prohibición absoluta - bajo pena de excomunión - de administrar sacramentos en la capilla de la Tradición.

         Esta nueva acusación sorprendió a los acusados hasta el extremo de no poder creer en ella. En virtud de lo cual lucharán durante nueve meses a fin de obtener el texto del decreto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el cual les fue, finalmente, remitido.

         Mons. Cacciavillan acompaña al decreto de una carta que procura suavizar los términos de la primera y, contradiciéndose completamente, asevera que el segundo párrafo era solamente un consejo suyo. En otras palabras, el Pro-Nuncio de Su Santidad estaba tan imbuído por la campaña de calumnias realizada en nuestra contra, que no dudó en mentir y añadir una nueva acusa­ción a la ya larga lista de infundios. Y, para colmo, amparado en la autoridad del mismísimo cardenal Ratzinger. (insertar aquí la carta del 28 de Febrero de 1994 y su traducción)

 

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         Después de tan largo rodeo, podemos, por fin, leer el decreto que, por primera vez en tan larga historia, reconoce que todo lo que se dice de nosotros son calumnias y nada más que calumnias. (insertar aquí el decreto del 4 de Junio de 1993 y su traducción)

 

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                           APENDICES

 

         Desechadas las principales calumnias por el Card. Ratzinger, conviene responder también a la primera de todas ellas: la que nos califica de "lefevbristas", como si se tratase de una nueva secta.

         Para mayor prueba de objetividad, permítasenos citar una revista que nada tiene que ver con la Fraternidad san Pío X. Se trata de "María Mensajera" - Nº 151 de Agosto de 1993 - que, desde hace muchos años, se dedica a dar a conocer las supuestas apariciones de la Sma. Virgen que hoy se multiplican por el mundo. Algunas de ellas han sido reconoci­das por la Santa Igle­sia, otras, tal vez, lo sean en el futuro. Mientras no lo sean, nosotros nos abstenemos de juzgarlas. En cuanto la autoridad competente se pronuncie, aceptaremos su fallo.   (insertar aquí: "El lefebvrismo no existe")

 

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         El sacerdote español Pedro de I. Muñoz ha fundado un nuevo movimiento: Oasis. Su misión es la de restablecer la espiritualidad de las carmelitas descalzas, tal como la pensó santa Teresa de Avila. Ante la incomprensión general - ¿podía ser de otra manera? -, el P. Muñoz se ha acercado a Mons. Lefebvre y ha comprendido todo el valor de su sacrificio.
         La revista "María Mensajera" incluye una carta que el fundador envía a sus discípulos y que nos interesa sobremanera. Demuestra, una vez más, que son muchos los que han comprendido el daño que la nueva misa está causando; entre ellos, los cardenales Ratzinger, Oddi y Sticler, con lo que parece cumplirse lo profe­tizado por María Santísima en La Salette: "se alzará cardenal contra cardenal". Si hubiera lógica en nuestra Iglesia, después del reconoci­miento que han hecho público estos cardena­les, la nueva misa debería ser prohibida. Debemos rezar y sacri­ficar­nos para que ello ocurra; entretanto, demos a conocer el juicio que la reforma merece a la máxima autoridad doctrinal, después del Romano Pontífice, y a las destacadas personalidades mencionadas

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