viernes, 8 de junio de 2012

El perdón

Fern Seeds and Elephants
Dios no nos pide perdonar los pecados del prójimo sólo si no son en extremo graves o cuando existen  circunstancias atenuantes; debemos perdonar todas las faltas, aunque sean muy mal intencionadas, ruines y frecuentes. De lo contrario, ninguno de nuestros pecados será perdonado.
C.S. Lewis.
          ¿Puedo perdonar a mi padre después del daño que me hizo? Sin duda  muchos habrán escuchado en más de algún amigo esta pregunta. Tal vez sea el caso de muchos de ustedes. El hecho es que conocí de cerca el caso de un amigo que murió hace algunos años. Marcelo se llamaba él. Cuando era joven y estando recién casado tuvo dos hijos chiquititos. Pero tomó una decisión que le cambió la vida.
   Marcelo decidió abandonar a su mujer y a sus hijos para buscar nuevos rumbos. No supo  de sus hijos hasta después de muchos años. Su hijo varón ya siendo adolescente cayó lamentablemente en las drogas, luego que su madre muriera de cáncer. Su padre, a pesar de la enfermedad de su madre nunca la visitó cuando ella estaba enferma. Sus hijos sufrieron de cerca la falta de afecto paternal en especial en el momento más crucial de nuestra vida: la adolescencia.
   La hija de Marcelo creció con un profundo dolor y rabia contra aquel padre que no fue capaz de visitarlos cuando ellos más lo necesitaban. Por esas cosas de la vida Marcelo, después de una vida tremendamente licenciosa y conscupiscible empezó a sufrir el desgaste de los años. Tenía fuertes dolores de columna, sumado a una soledad que iba creciendo con el tiempo. Lo acompañaban en su habitación muchísimos posters de mujeres desnudas,  algunos libros y botellas de vino.
   Marcelo con su enfermedad, su soledad y su edad más avanzada empezó a recordar aquellos hijos que abandonó. Se acordaba de su hija siendo bebé, lloraba por su niñita. Él se repetía una y otra vez, " No he sido malo, sólo cometí algunos errores, ¿ Pero por qué me pasa esto ahora?, ¿Por qué echo de menos esa hija que abandoné a su suerte junto con su hermano?" Una seguidilla de autolamentaciones y algunas recriminaciones y a veces otras justificaciones, pasaron a ser algo muy recurrente en la vida de Marcelo.
     Como yo era su amigo, me pide que lo ayude al respecto. Me sugiere que le redacte una carta a su hija pidiéndole perdón por todo el daño que él le había ocasionado. No supe bien como- tal vez con la ayuda de algunos familiares-  pero él había conseguido la dirección del trabajo de su hija. Sabía que ella se había casado recién con un ciudadano español y que ella tenía un  niño pequeño. Le enternecía el alma al saber que tenía un nieto. El punto es que deseaba poderle hacer llegar la carta lo antes posible a su hija.
    No recuerdo muy bien el tenor de la carta, ya que la escribí hace unos años atrás, pero lo que sí recuerdo que dejé a Marcelo como lo peor del mundo. La carta comenzó diciendo que estaba sufriendo una enfermedad que lo tenía bastante a mal traer; que estaba muy arrepentido de haberse comportado como un animal desnaturalizado y muchas otras cosas más. La palabra " perdón", se repitió por muchos lados de la misiva. Para resumir un poco la historia, Marcelo reescribe la carta con su propia letra manuscrita y la sella con su firma.
      El hermano que vivía con Marcelo le entregó la carta a su sobrina para que la leyera enviándole los saludos de Marcelo. Pasaron las semanas, y no se supo nada de Marcela, la hija abandonada. Por lo que Osváldo, su tío decidió ir a visitarla para saber su respuesta a la petición de su hermano de recibir el perdón personalmente. Cuando el tío habla con ella la muchacha le dice que no quiere saber nada de su padre; le dice que ella no puede hechar por tierra todo el dolor del abandono y la falta de misericordia de su padre con respecto a su madre. Que ella pasó largos años con un cáncer a los huesos. En resumidas cuentas, Marcelita no quiso perdonar a su progenitor. Ella en su interior no deseaba que su hijo y marido tuviera contacto con aquel hombre tan vicioso y descariñado que tuvo como progenitor. El odio fue más fuerte en ella, perdonar a alguien que le hizo tanto daño no era posible.
   Para terminar la historia, Marcela nunca perdonó a aquel hombre compunjido de arrepentimiento. Marcelo al poco tiempo murió después de días de tomar vino. Al parecer se ahogó con sus propios vómitos. Siempre traté de ponerme en el lugar de los dos, tanto de la hija como del padre. Pensé que hubiera hecho yo ante un caso tan dramático como el de Marcela. ¿ Podría yo haber perdonado un padre así?  ¿ Sería capaz de perdonar a un hombre que me abandonó cuando más lo necesité?              ¿ Podría perdonar a mi propio padre?. El asunto me dió vueltas por mucho tiempo. Sé por mi fe católica que uno debe perdonar a los que nos han hecho daño, pero una cosa es lo que se dice teóricamente y otra cosa es vivir el drama en carne propia.
   ¿ Se puede perdonar? Indudablemente perdonar no es fácil. Yo diría que es tremendamente difícil perdonar cuando el daño ha sido muy grande. Pero Nuestro Señor Jesucristo nos obliga a perdonar a pesar de nuestras aprehensiones. El hecho es que Dios nos perdona a cada momento, sólo pide un acto de buena voluntad de nuestra parte. Es fácil amar a nuestros amigos, pero amar a nuestros enemigos requiere de una gracia muy especial del cielo.
    Dios siempre nos perdona cuando nos arrepentimos de verdad. Pero no nos perdona, valga la redundancia, cuando nosotros no somos capaces de perdonar a los demás. Cristo en la Cruz dijo: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen. Y nosotros por imitación al Maestro debemos repetir sus mismas palabras con nuestros enemigos.
    Una señal muy características de los verdaderos católicos es su capacidad de perdón hacia quienes les han hecho daño. El cristiano verdadero todo lo hace por amor a Dios. Si perdona, lo hace pensando siempre en que Cristo perdonó a sus enemigos. Si afrentado por causa de Cristo, se alegra de padecer por su Maestro. Pero más de alguien suspicazmente me dirá: ¿ Dónde podremos encontrar a esos cristianos verdaderos en este mundo perverso?. La mayoría de los católicos que conocemos, me podrán decir, son todo lo contrario de lo que usted me señala. Ellos siguen con sus actos más la ley del Talión que los mensajes de Jesucristo.
   ¿ Para qué perdonar? Si ni siquiera los curas lo hacen. Si uno le dice algo feo al cura, este me contesta con una burrada mayor a lo que yo le dije o hice. Es imposible un catolicismo del perdón. Quienes piensan así no conocen del amor y de la justicia de Dios. Perdonar es un acto de amor, un acto que trasciende lo humano. Es un acto por imitación de lo divino. Perdonar no es ir contra la justicia, sino más bien es conducir la gravedad de la falta a una dimensión sublime. Una cosa es el perdón, y otra muy distinta es la impunidad o el justo castigo que se debe recibir por el daño causado.
  La verdadera justicia siempre viene de Dios. La justicia humana actúa o debiera actuar por imitación de la justicia divina. De hecho, en la antiguedad una vez al año se indultaba a alguien como signo de benevolencia del monarca hacia su gente. Para los antiguos, la benevolencia no era señal de debilidad. No obstante lo anterior, y por muchas razones y argumentos que se tengan a favor del perdón,sigue siendo tremendamente difícil para las almas el poder perdonar al que les ha causado algún tipo de mal. Por consiguiente, se deberá siempre recurrir a Dios si de verdad se desea perdonar, ya que el orgullo y  el egoísmo humano encierran al alma en un laberinto sin salida.
     " Señor, enséñanos a amar a nuestros enemigos perdonando sus faltas. Señor, que no me guíe la ira ni el odio en la senda de la vida.  Dame alegría para no guardar rencor hacia aquellos que más daño me han hecho. Divino Maestro, tú lo sabes y conoces todo, sabes de mi debilidad, levántame para siempre amar a mi prójimo.
    Que no me torture el alma, el recuerdo de mis enemigos. Aleja de mi, Señor Dios mío, el desorden de mis pasiones. Enséñame a traer la paz, en medio de un mundo de guerra. Haz que sea yo instrumento de tu caridad. Que nada ni nadie me lleven a perder la paz. Que así sea."  Fray Agrícola.
    Amigos míos, no es fácil perdonar, pero se puede si dejamos que Dios habite en nosotros.

5 comentarios:

  1. Estimado fraile:

    C.S.Lewis descubrió el Cristianismo ya adulto. Mediante la razón llegó al convencimiento que solo siguiendo el camino de Cristo lograría acercarse a la plenitud humana que por tanto tiempo había buscado por caminos errados. En el ensayo Is theology poetry? (1945) el autor británico señaló: "I believe in Christianity as I believe that the sun has risen. Not only
    because I see it, but because by it I see everything else." Sólo luego de recibir el don de la fe en Cristo, Lewis comprendió que desde la perspectiva del cristiano todo cuanto ocurre en nuestra vida cobra sentido. Siguiendo este camino, y bajo el gran paraguas protector de la fe, la esperanza y la caridad, entregados con confianza en las manos de Dios todo es posible.
    Desgraciadamente, desde afuera éste parece un camino lleno de exigencias y limitaciones, y por ende, para muchos resulta muchísimo más atractivo mirar para otro lado y auto convencerse que se puede prescindir de Dios y de la religión. Algunos, soberbiamente declaran ‘estar muy bien sin Dios,’ pero a poco hurgar en sus vidas se descubre la superficialidad de éstas, vidas fundadas en los logros profesionales, en la acumulación de bienes, pero vacías. ¿Qué sentido puede alguien ver en obtener tanto dinero, éxito y placer en este mundo, para luego morir sin más? El mismo CS Lewis lo explica desde su punto de vista:

    "Para un cobarde como yo, el universo del materialista tenía el enorme atractivo de que te ofrecía una responsabilidad limitada. Ningún desastre estrictamente infinito podía atraparte, pues la muerte terminaba con todo (...). El horror del universo cristiano era que no tenía una puerta con el cartel de "Salida."

    Pero no es mejor acaso hacer todo lo posible por ordenar nuestros deseos y nuestra voluntad para vivir amando al prójimo, perdonando sin juzgar, agradeciendo al Creador por todo cuanto tenemos, aceptando los tropiezos y problemas con alegría, en la certeza que estamos en esta vida comprando ‘acciones’ para una vida mejor después de la muerte? El cartel de ‘Salida’ al que alude el Lewis no es más que el umbral a la vida plena.
    Por otro lado, ¡qué egoísmo sería menospreciar el sacrificio de Jesucristo que aceptó padecer increíblemente en nuestro mundo por amor a nosotros, muriendo en manos del pueblo al que precisamente venía a salvar, de modo que pudiéramos un día tener la posibilidad de acceder al cielo!
    Sin duda el camino del perdón y del amor al prójimo es difícil, pero vale la pena! Muchos dirán, ¿pero con qué cara me voy a cercar a Dios ahora, con esta vida que he llevado, habiendo renegado de Él por tanto tiempo? Dios no nos obliga a nada, pero nos espera desde el comienzo del mundo, como un padre espera a su hijo dispuesto a olvidarlo todo si tan solo volviera a sus brazos, con la verdad y con sincero arrepentimiento.

    Un saludo cordial,

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  2. Estimado Amigo:
    Muy valioso comentario. Efectivamente, sin una visión sobrenatural nuestra vida no tiene sentido. Sin Dios, no puede haber verdadero perdón.
    Me gustaría, si Usted bien lo desea, que profundice más sobre este interesante libro de Lewis. Además sería interesante que nos aportara con más datos sobre este gran escritor británico.
    Le reitero mis más cordiales agradecimientos por su aporte.

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  3. Estimado Fray Agrícola, ¿consideraría incluir esta humilde contribución en su blog?
    En su libro Christian Reflections, C.S. Lewis se refiere a dos fórmulas de oración, aparentemente de sí excluyentes, que Cristo nos señala como vía para dirigir nuestras peticiones. Respecto a la primera, Lewis se refiere al ejemplo proporcionado por el mismo Jesús al enseñarnos cómo debíamos orar, que indica: “que se haga Tu voluntad”, como también a la oración de Jesús al Padre en Getsemaní: “que no se haga mi voluntad, sino la Tuya.” Según esto, en nuestras peticiones debemos sincerar nuestras necesidades al Creador en la certeza que Él conoce lo que es mejor para nosotros, y por tanto, nos otorgará aquello que pedimos en la medida que contribuya a nuestro bien – espiritual, claro. La segunda actitud al realizar nuestras peticiones sería completamente opuesta a la anterior según C.S. Lewis, puesto que se espera una total fe por parte de quien dirige la petición. Mateo 7,7 señala: “Pedid y se os dará.” Más tarde, en Mateo 18, 19, esto es reafirmado: “Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos,” en línea con Juan 14, 13, “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré.” Aquí el escritor británico en sus reflexiones comenta que no se trata de ‘pedir con humildad y esperar ser oído’, sino en clamar a Dios en la absoluta confianza que cuanto pidamos nos será otorgado.
    Si bien ambas fórmulas de oración suplicante aparecen como claramente contradictorias, el problema radica en qué es aquello que anhelamos conseguir. Como seres humanos débiles que somos, tendemos a pedir la solución de nuestros problemas más inmediatos, el logro de las necesidades más urgentes. Un claro ejemplo lo constituyen las cadenas de oración por una persona cuyo estado de salud es reservado. La mayoría de nosotros ruega por la recuperación de su salud sin considerar que tal vez las condiciones de sobrevida de aquella persona serían limitadas y muy sacrificadas. Con completa fe en que aquello que solicitamos nos será otorgado, deberíamos pedir más bien, que Dios alivie sus sufrimientos y sea misericordioso con aquella persona en caso de llamarla a su lado, permitiéndole un examen de conciencia y un sincero arrepentimiento a la hora de morir.
    En mi caso particular, constantemente reincido en el tipo de petición “para la solución parche”, aunque si, dejándolo a Su voluntad. ¿Cómo hacer para conciliar ambas fórmulas, es decir esperar que se haga la voluntad del Padre, pero totalmente convencidos que lo que pedimos nos será otorgado? Nada fácil, ciertamente. ¿Cómo saber qué es lo que nuestra alma necesita, para pedir precisamente eso y no la satisfacción de lo que vemos como necesidad imperiosa? Creo que deberíamos partir por orar incesantemente por el aumento de nuestra fe: “Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará” (Mateo 17, 20). Lo siguiente, la fuerza para aceptar nuestras cruces con alegría, en la certeza que, conociendo nuestras limitaciones, Dios solo nos envía aquellas pruebas que somos capaces de enfrentar. De la mano de nuestro señor Jesucristo, reconfortados en su pasión, no extraviaremos jamás el camino….

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  4. Olvidé firmar el comentario sobre CS Lewis y Christian Reflections....

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  5. Estimado Amigo:
    Muy interesantes sus reflexiones y el analice que hace de éstas. Sería mucho abusar de Usted y pedirle que siga profundizando desde Lewis los dos tipos de oración. El punto es que nosotros no conocemos la voluntad de Dios.
    Creo que en la distinción del tipo de oración está la respuesta acerca de cómo debemos orar.
    Si puede, ubíqueme en otras obras de Lewis algo más sobre el tema. Tal vez podríamos ponerlo como un post si Usted gusta.
    Un abrazo y muchas gracias por su valiosa colaboración.

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