Fray Agrícola.
La fuerza de voluntad
En su comentario del
l 1 de Julio respecto al origen del mal, G. Chester citando a Santo Tomás,
señala:
[para el hombre]…a
diferencia de los cuerpos naturales, por mucho que lo exterior incite a lo
sensible, en la voluntad está el poder de no recibirlo, de donde la causa del
mal consiguiente no es el deleitable que mueve, sino la voluntad misma.
Hoy en día vemos con
qué facilidad cedemos a nuestros impulsos y a nuestra voluntad, producto,
probablemente, de que cada vez con menos frecuencia enseñamos a los niños el
valor de la auto-disciplina o el auto-control en forma consciente. Muchos nos
preocupamos más de que ‘no les falte nada’, de ‘que sean felices’, sin darnos
cuenta que podemos estarlos privando de una herramienta que les será
fundamental en su juventud y su vida adulta. De hecho, estudios en el último
medio siglo demuestran la importancia de saber ejercer el autocontrol.
El autocontrol visto por la psicología*
En forma casi
paralela, psicólogos investigadores de la Universidad de Pensilvania, la
Universidad George Mason, la Universidad de Duke y la Universidad de Columbia
realizaron estudios experimentales para medir el autocontrol en niños y
adolescentes, efectuando en algunos casos, seguimientos hasta la adultez de los
sujetos. Los expertos descubrieron, a grandes rasgos, que:
-los puntajes de
autocontrol van de la mano con mayores promedios académicos, mayor autoestima,
menos hábitos compulsivos y mejores habilidades interpersonales
-la autodisciplina
es más importante que el coeficiente intelectual como factor para predecir el
éxito académico
-quienes presentan
mayor autocontrol en su niñez llegan a ser adultos física y mentalmente más
sanos, menos propensos al abuso de sustancias y con mayor seguridad financiera
- mejor autocontrol implica también mayor capacidad para planificar,
manejar el estrés, responder a argumentos racionalmente, mostrar autocontrol en
situaciones frustrantes y concentrarse sin que las distracciones nos afecten.
Walter Mischel, PhD, psicólogo de la Universidad de Columbia, describe la
fuerza de voluntad como la capacidad para postergar la satisfacción. En lo
concreto, esto se traduce en un fumador que renuncia al cigarrillo para evitar
cáncer de pulmón en el futuro, alguien que se priva de hacer ciertas compras
para poder ahorrar y aumentar mensualmente su jubilación, etc. Del mismo modo,
un estudiante organiza su semana distribuyendo horas de estudio, disminuyendo
el tiempo dedicado a la entretención, dejando de lado la tentación del
internet, de modo de lograr un mejor rendimiento académico, o un profesional
que se queda trabajando media hora más para terminar la tarea que tiene entre
las manos de modo de evitar la pérdida de tiempo que al día siguiente le
tomaría volver a enfocarse en lo que estaba haciendo el día anterior, perdiendo
eficiencia.
Mischel explica porqué la fuerza de voluntad triunfa o fracasa mediante lo
que llama el sistema frío y el sistema caliente. El sistema frío es el aspecto
esencialmente cognitivo que nos recuerda por qué no debemos comer un segundo
plato, o dedicar más tiempo
de que nos habíamos permitido
inicialmente para tomar un descanso, en base a conocimiento de sensaciones,
sentimientos, acciones y metas. Es un sistema reflexivo.
El sistema caliente, impulsivo y emocional, es responsable de las
respuestas rápidas y automáticas a ciertos estímulos sin considerar las
implicaciones futuras. Al fallar la fuerza de voluntad, la exposición al
estímulo ‘caliente’ prima y cedemos al impulso, obteniendo gratificación
inmediata pero con consecuencias que lamentar posteriormente. La sensibilidad a
los estímulos caliente parece persistir a lo largo del tiempo, requiriendo
mayor fuerza de voluntad para rechazarlos.
La voluntad y la energía
Además de un esfuerzo cognitivo, el ejercer nuestra fuerza de voluntad
requiere un gasto de energía. Pruebas realizadas en laboratorio demostraron no
solo menores niveles de glucosa en aquellos sujetos que habían ejercido
autocontrol, sino que el restaurar
dichos niveles de energía tuvo un efecto renovador sobre la fuerza de voluntad.
Los estudios experimentales también probaron que el agotamiento de la
fuerza de voluntad se puede regular por medio de creencias y actitudes.
Expertos de la Universidad de Albany demostraron que quienes deben ejercer el
autocontrol para complacer a otros o por actuar de acuerdo a lo socialmente
establecido ven su autocontrol más fácilmente agotado que quienes actúan
motivados por sus propias metas y deseos internos. En forma similar, el buen
estado de ánimo tendría una incidencia positiva sobre la capacidad de ejercer el autocontrol.
La fuerza de voluntad y el mal
De lo anterior se desprende que el aprender a controlar nuestra voluntad,
educando nuestra disciplina interior y nuestro autocontrol nos ayudará a ser
mejores personas desde todo punto de vista: físico, académico, profesional,
interpersonal y, desde luego, espiritual.
El dominio de nuestros impulsos, y por ende, el recto ejercicio de nuestra
libertad buscando siempre el bien superior, nos permitirá acercarnos al ser
humano al que todos debiéramos aspirar. Al rechazar la tentación de actuar por
impulso ante los estímulos sensibles, estaremos evitando el mal que conlleva
dicha acción – en cualquier orden de cosas, desde la acidez por comer
demasiado, al parte o el probable accidente por ver cuánto da en una recta
nuestra ‘joyita’, a cometer adulterio por ‘mirar pal lado’.
Personalmente, sí me inculcaron de chica el autocontrol, y afortunadamente
por estructura mental soy bastante controlada, por lo que resulta bastante
lógico el asunto. No es el caso de gran cantidad de personas, a quienes, ya sea
por soberbia o por falta de respeto por su propia dignidad, la fuerza de
voluntad y el controlar sus impulsos les resulta completamente ajeno (remítanse
a Decadencia, del 17 de junio),
dejándose dominar por sus libertad individual, y cayendo en el más completo descontrol.
Reconozco con mucha humildad que si bien he logrado vencer (y a veces, solo
esporádicamente) en algunos aspectos relativos al autocontrol, aún me queda
mucho camino por recorrer, pero peldaño a peldaño se llega a la cima.
Conocer la meta, sin embargo, es un comienzo. La motivación de la vida
eterna debiera ser suficiente aliciente interno (como señalan los estudios en
psicologia) para mantener el nivel de esfuerzo. Y no olvidemos el estado de
ánimo. No nos dejemos vencer por la tristeza y la desesperanza. En la medida
que nos dejemos acompañar por María, descansando en su fuerza y pidiendo su
intercesión para fortalecer nuestra fe, todo será posible.
Saludos cordiales,
Übersetzer
*Lo que debemos
saber sobre la fuerza de voluntad: la ciencia psicológica del autocontrol fue escrito por Kirsten Weir. Copyright ©
American Psychological Association 2012
Estimada Amiga:
ResponderEliminarMuchas gracias por participar nuevamente con nosotros. He leído con detención su post. Comparto algunos puntos y discrepo en otros.
Comparto plenamente con usted, que uno debe luchar constantemente para fortalecer su voluntad, para aprender a decir no al mal. Y aprender a decir sí, respecto al bien.
Pero nuestro combate es espiritual. Nuestro combate tiene que ser siempre orientado y sostenido por la gracia. Nuestro voluntarismo nos puede jugar una pésima jugada. Ya que muchas veces el voluntarismo va de la mano con la hinchazon de ls soberbia.
El voluntarismo natural, no puede anular la gracia sobrenatural. De hecho, muchas veces Dios se vale de nuestras debilidades humanas, para que el alma aprenda a reconocer que sin Dios nada se puede hacer.
La formulación del voluntarismo éticamente correcto, no va por la vía del catolicismo tradicional. Si el hombre llegara hipotéticamente a controlar su voluntad para evitar todo pecado. Pecaría igual por su soberbia. La subordinación de la voluntad a un tipo de bien, no hace que mis acciones sean trascendentes y se acomulen puntitos para el cielo.
Todo esto me hace recordar a Kant. Aunque Dios no exista, es necesario hacerlo existir para que el hombre actúe bien.
No obstante todo lo anterior, fortalecer la voluntad es un desafío que todos debemos asumir. Debemos incorporar a nuestro léxico personal la palabra sacrificio. Para realizar sacrificios por bienes superiores debemos a estar dispuestos a educar nuestra voluntad.
Finalmente, estimada amiga. La voluntad debe ser educada sobre la base de la fe revelada por Dios. Sin tener esto en cuenta, nuestra formación humana nos puede llevar a cualquier cosa, menos a pavimentar el camino para llegar al cielo.
Gracias por el aporte. Mi visión no pretende anular su aporte. Sólo quiero completar su posición. Mire que si en los niños se educara verdaderamente su voluntad hacia el bien. No tendríamos este mundo perverso que nos toca vivir.
Un abrazo.
Amigo Fraile:
ResponderEliminarNi tanto ni tan poco, como se puede ver en esta respuesta desde la "psicología" tomista en sus puntos más elementales, que se da en dos partes por razón de los límites de caracteres impuestos:
Y SE VA LA PRIMERA:
Santo Tomás afirma que la persona humana cuenta con una natural disposición a la virtud. Acerca de esa aptitud o incoación de la virtud ínsita en la naturaleza humana que, pese a su estado potencial, es un principio activo en la adquisición de la virtud; baste recordar que llama "virtus naturalis" al hábito de los primeros principios prácticos o la sindéresis, que "es la ley de nuestro entendimiento, por cuanto es un hábito que contiene los preceptos de la ley natural, que son los primeros principios del orden moral" (ST I-II, q.94, a.1, ad 2). Bajo esta consideración, las "semina" o gérmenes naturales de virtud son, junto con la operación humana, principios eficientes en orden a la adquisición de aquélla.
Al respecto, en otra obra: "es manifiesto respecto de la voluntad que hay algún principio activo natural. Pues la voluntad se inclina naturalmente al último fin. Pero el fin en el dominio operativo tiene índole de principio natural. Por lo tanto, la inclinación de la voluntad es cierto principio activo respecto de toda disposición que es adquirida a través del ejercicio en la parte afectiva. Por otra parte, es manifiesto que la voluntad misma, en cuanto es potencia que se relaciona con uno y con otro, en vistas a las cosas conducentes al fin, tiene capacidad receptiva de la inclinación habitual en relación a estas o a aquellas cosas. Por otra parte, el irascible y el concupiscible son naturalmente obedientes a la razón; por lo cual son naturalmente receptivos de la virtud, que se perfecciona en ellos en tanto que son dispuestos a seguir el bien de la razón. Y todas las incoaciones de las virtudes ... acompañan la naturaleza de la especie humana, por lo que también son comunes a todos los hombres" (De virt., a.8).
Asimismo: "las operaciones del alma son diferentes respecto a las perfecciones infusas o a las adquiridas. en efecto, las perfecciones adquiridas están en potencia en la naturaleza del alma misma; no en potencia puramente material, sino también en potencia activa, por la que algo está en las causas seminales; como es claro que toda ciencia adquirida está en el conocimiento de los primeros principios, que son conocidos naturalmente, como en los principios activos de los cuales se pueden sacar las conclusiones. Y de modo semejante, las virtudes morales se encuentran en la misma rectitud de la razón y en el orden, como en un principio seminal. De ahí que el Filósofo ... diga que hay ciertas virtudes naturales que son como semillas de las virtudes morales. Y por esto las operaciones del alma se comportan con las perfecciones aquiridas, no solo a modo de disposición, sino también como principios activos" (In I Sent., d.17, q.1, a.2, sol.).
Y agrega: "la virtud se refiere a lo que está en nosotros por naturaleza, pues tenemos cierta inclinación natural a la virtud" (In Politic., libro I, lec.XI, n.110); "la virtud es natural al hombre según cierta incoación. Lo es en la naturaleza de la especie, en cuanto que en la razón del hombre existen ciertos principios conocidos naturalmente, tanto del orden especulativo como del práctico, principios que son como ciertas semillas de virtudes intelectuales y morales; y en cuanto que la voluntad tiene cierto apetito natural del bien conforme a la razón" (ST I-II, q.63, a.1).
SE VA LA SEGUNDA Y SE ACABA
ResponderEliminarDe modo que "las virtudes morales no existen en nosotros por naturaleza ni existen en nosotros contra la naturaleza, sino que existe en nosotros una aptitud natural para recibirlas, en cuanto la fuerza o potencia apetitiva en nosotros es naturalmente apta para obedecer a la razón. Pero son perfeccionadas en nosotros por la costumbre, es decir, en cuanto porque actuamos muchas veces conforme a la razón se imprime una forma en la potencia apetitiva por la potencia o fuerza de la razón. Y esa impresión no es otra cosa que la virtud moral" (In Ethic., libro II, lec.I, n.249).
Empero, de estas determinaciones que la naturaleza ha dado a los hombres, algunas son comunes a todos los hombres y otras varían según los individuos: "se ha de saber que la aptitud para la perfección y para una forma puede hallarse en un sujeto de dos modos. De un modo, según una potencia solo pasiva, como en la materia del aire hay aptitud para la forma del fuego. de otro modo, según una potencia pasiva y activa a la vez, como en el cuerpo sanable hay aptitud para la salud porque el cuerpo es susceptible de salud. Y de este modo hay en el hombre aptitud natural para la virtud; en parte, ciertamente, según la naturaleza de la especie, en tanto que la aptitud para la virtud es común a todos los hombres, y en parte según la naturaleza del individuo, en tanto que algunos son más aptos para la virtud que otros" (De virt., a.8).
Un abrazo. Gilberto Chester