miércoles, 18 de julio de 2012

Vinum laetificat cor hominis


          Yo no sé si tomarse un buen vino lleve al hombre a encontrar un momento de felicidad. Pero es innegable que tomarse una copa de vino cada cierto tiempo tonifica el cuerpo. Siempre recuerdo un caso ocurrido en el norte de Chile, cuando un sacerdote fue sorprendido por Carabineros conduciendo en estado de ebriedad. Al verse sorprendido el cura se excusó diciendo que había tenido en ese día alrededor de cinco bautizos, tres misas y no recuerdo bien si un velatorio.
       Más allá de lo anecdótico que resulte el caso anterior, el consumo del vino es una costumbre de miles de años. Evidentemente, las borracheras a nada bueno conducen. Y no es válido decir que se maneja mejor con una copas de vino de más en el cuerpo. O que yo trabajo mejor emborrachado. Eso es imposible.
   Una conversación de amigos tomando un buen vino puede ser de mucho provecho para profundizar una buena amistad. Pero consumir vino de manera exagerada puede llevar a la persona a causar grandes males que tal vez sana y buena nunca hubieran sido posible de concretarse. Las consecuencias del mal uso en el consumo del vino  no pueden ser válidas como excusas frente a la consumación de tal o cual delito.
   Hay personas que excusan su homosexualidad cuando se embriagan. Eso no es así, se deshíben producto de su borrachera, pero no por causa del grado alcohólico del vino. Las conductas deshonestas no pueden ser atribuídas en modo alguno a tan noble elemento producido de la tierra.
    Debo confesar que de muy niño sentía mucha repulsión al sólo olor al vino. Ya cuando grande aprendí a valorarlo en su justa medida.  He conocido personas que sueñan con tener un viñedo y vivir en él. Les encantaría tener bodegas de piedra llenas de barriles de roble, y al rededor una inmensa casa con una familia enorme. Esto les inspira un cierto aire de romanticismo y de bienestar económico. Y de hecho, la mayoría de la gente que tiene grandes fortunas siempre tienen a su haber la poseción de uno o varios viñedos.
  Dicen que hace muy bien para la salud del cuerpo tomarse una copa de vino tinto a la hora de almuerzo. No tengo suficientes antecedentes para negar o afirmar tal posición. Pero sí tengo la experiencia personal de ver a mi papá- ya en sus ochenta años lúcidos- y con buen estado de salud, tomar vino tinto desde que tengo uso de razón. Y el hombre no los tomaba en cantidades menores, en cada evento social que asistía siempre salía con muchas copas de más. Jamás lo ví hacer deporte alguno, ni menos cuidarse que tipo de comida comer. Su vino tinto al parecer siempre fue su único "cuidado".
   No pretendo en éste post hacer una apologética del vino, que para muchos es un vicio terrible. Sólo quiero reflexionar un poco hacerca de los mitos y realidades que se tejen entorno a él. De hecho, me carga estar junto a gente borracha. Me produce un tremendo desagrado. Pero para tomar vino no hay para qué emborracharse.
  Cuando era niño en la casa de un amigo me dieron un poco de vino herbido con naranja que encontré bastante rico, pese a mi rechazo en la infancia del sólo olor de este producto. Nunca he sido un catador de vino, pero sé distinguir un mal vino de uno bueno, por la textura y el olor. Pero como en gusto no hay nada escrito, la aseveración anterior no corre. Cada uno sabrá que vino toma, el punto es que lo tome con moderación y en una sana conversación.
   Y para que no sueñen con vino después de leer este post, debo decirles que mi bebida favorita es el jugo de chirimoya y de frambuesas.
   

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