Hoy 19 de Octubre se cumplen 98 años del
fallecimiento de monseñor Robert Hugh Benson. Usted don Fraile sabe de mi
aprecio por este buen hombre de Dios y por eso le agradezco el espacio que me ha otorgado para recordarlo a través de este post. Converso de la iglesia de Inglaterra a la
Iglesia Romana para gran escándalo de sus contemporáneos encontró en la Iglesia
católica la verdadera fe, aquello que la iglesia anglicana no era capaz de
entregar.
Autor prolífero, predicador apasionado
no entendía el poco celo con que sus
hermanos en el sacerdocio ponían en sus prédicas. Se molestaba con la escasa
preparación que éstos hacían de las mismas y el poco amor con que transmitían
el Evangelio. Tal como lo señala en la
Confesiones de un Converso: “Es extraña
la mentalidad de quienes, practicando con gran fervor su fe, se muestran
indiferentes ante las obligaciones proselitistas de la Iglesia” (…) “Si la
religión católica no está destinada a todos, entonces es un fraude: o es
católica o no es nada.
Me habían enseñado que los católicos tenían al
menos el don del proselitismo, la pasión de convertir, que suele ser uno de los
signos de una firme convicción. Y en muchos casos no sólo encontré indiferencia,
sino una especie de velada oposición hacia cualquier actividad en esa
dirección. “Los conversos muestran un celo exagerado, decían; son indiscretos e
impulsivos. Es preferible continuar por los clásicos caminos de siempre;
guardemos nuestra de para nosotros y que los demás guarden la suya”.”
Benson fue además un gran director
espiritual – en el buen entendido del término y no como un manipulador de
conciencias - ; un ermitaño que, recibiendo a cuantos querían ir a su casa en
Hare Street, seguía su horario tal como lo haría un monje: trabajando con sus
manos en el jardín, cuidando a sus animales, tallando la madera, haciendo
gobelinos, escribiendo y sobretodo rezando. Amaba la misa y era el centro de su vida sacerdotal: “And
to another friend, who asked what he best of all liked doing, “ Saying
Mass,” he replied, “ and then, perhaps, writing my novels”. (Y a otro amigo que le
preguntó que era lo que más le gustaba hacer respondió: decir Misa y después
tal vez escribir mis novelas) ( C.C.
Martindale, The life of monsignor Robert Hugh Benson). Dentro de su rutina
tenía espacio para contestar las cientos de cartas que recibía de sus
admiradores, desde un escolar en Australia que le preguntaba por el final del
Triunfo del Rey, hasta sacerdotes y amigos. Se daba el tiempo para esto. ¡Cuántas
personas conocemos que son incapaces de responder un e-mail al menos con una
frase amistosa porque “no tienen tiempo”!. La mala educación reina actualmente.
Vivió al máximo su entrega a Cristo a
través del ministerio sacerdotal predicando por todo el Reino Unido y hasta en
los EE.UU, exhortando, diciendo la misa,
confesando y sobretodo con una profunda vida de oración. Sin ésta todo lo anterior no
hubiera prosperado. Tenía un carácter explosivo…eso no se puede negar y era
bastante porfiado, pero en fin, todos tenemos defectos.
Amaba a la Iglesia y quisiera por último
citar nuevamente unos párrafos de sus
confesiones:
“Comprendí que nada humano era ajeno a Dios,
que los tanteos de las naciones pre-cristianas las habían llevado muy cerca de
la Puerta de la Verdad; que sus doctrinas, sus esfuerzos y sus conceptos no
habían sido desdeñados por Aquel que los permitió, y que “muchas veces y de
diversos modos habló Dios a los padres en otro tiempo por medio de los
profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por Su Hijo, a quien ha
constituido heredero de todo, por quien hizo también el mundo; el cual, siendo
resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y sosteniéndolo todo con la
palabra de su poder, tras realizar la purificación de los pecados está sentado
a la derecha de la Majestad en las alturas”.
Y, si aprendí todo eso en Roma, en Inglaterra aprendí de nuevo que la Iglesia de Dios es tan tierna como fuerte. Ella, Su Madre – al igual que su Esposo y modelo -, considera todas las cosas, ve a todos los hombres, rige fuerzas gigantescas, pero en su divinidad no desprecia a “ninguno de esos pequeñuelos”. Para el mundo es una reina, estricta, arrogante y dominadora, revestida de oro y de joyas, vigilando el delito y la rebelión. Sin embargo, para sus hijos, es más Madre que Reina: acaricia las heridas de los más débiles, escucha sus minúsculas penas, les enseña con paciencia las lecciones, desea apasionadamente que se eduquen como príncipes y, por encima de todo, sabe cómo hablarles de su Padre y Señor, interpretar la Voluntad de Dios para ellos, contarles el relato de Sus proezas. Vierte en ellos parte de su propio amor y respeto; les anima para introducirlos en Su presencia por un camino escondido.
Todo lo que nunca hallé en mi antigua casa, el consejo, la reprensión y el estímulo, lo encontré ahora en sus sacerdotes, dotados de tanta sabiduría como cariño. En sus templos hallé garantizada toda la libertad de devoción personal y de pensamiento que algunos creen ser la gloria de las instituciones no-católicas. Y usé esa libertad con más confianza, pues sé que tiene sus ojos puestos en mí y que, si desvarío demasiado, primero me llamará y luego me atraerá suavemente hacia ella.
Abre sus brazos a todos los que quieren servir a Dios en el silencio y la soledad, así como a los que “saltan y bailan delante de Él con todas sus fuerzas”. Como la caridad – de la que es personificación -, es paciente, es bondadosa;…todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera, jamás decae. En ella “conocemos sólo en parte y profetizamos también parcialmente”; estamos seguros de lo que hemos recibido y esperamos lo que ha de venir. Nadie mejor que ella reconoce que “ahora vemos por un espejo y oscuramente,” pero un día veremos “cara a cara”; que al presente “conocemos sólo parcialmente, pero entonces conoceré como soy conocido”. El ella comprenderé que “cuando era niño hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a hombre me despojé de las niñerías”.
Pues bien, todo lo que podemos encontrar en cualquier otra doctrina lo encontramos en ella: todo el misticismo del Norte, la paciencia del Oriente, la alegre confianza del Sur y la arriesgada iniciativa de Occidente. Entiende e inflama los corazones lo mismo que guía y moldea las almas. Sólo ella mantiene que la virginidad es el estado más excelente, así como que el matrimonio es un sacramento indisoluble y santo. Sólo ella reconoce explícitamente la vocación del individuo tan perfectamente como los ideales de la raza; es tan respetuosa con la fe subjetiva como fiel a la verdad objetiva. Sólo ella, en realidad, es plenamente familiar y tierna con el alma independiente, comprende sus deseos, suple sus deficiencias, se enfrenta con prudencia a sus debilidades y pecados; y eso, por la sencilla razón de que es tan extensa como el mundo, tan antigua como las Eras, tan generosa como Dios.”
Y, si aprendí todo eso en Roma, en Inglaterra aprendí de nuevo que la Iglesia de Dios es tan tierna como fuerte. Ella, Su Madre – al igual que su Esposo y modelo -, considera todas las cosas, ve a todos los hombres, rige fuerzas gigantescas, pero en su divinidad no desprecia a “ninguno de esos pequeñuelos”. Para el mundo es una reina, estricta, arrogante y dominadora, revestida de oro y de joyas, vigilando el delito y la rebelión. Sin embargo, para sus hijos, es más Madre que Reina: acaricia las heridas de los más débiles, escucha sus minúsculas penas, les enseña con paciencia las lecciones, desea apasionadamente que se eduquen como príncipes y, por encima de todo, sabe cómo hablarles de su Padre y Señor, interpretar la Voluntad de Dios para ellos, contarles el relato de Sus proezas. Vierte en ellos parte de su propio amor y respeto; les anima para introducirlos en Su presencia por un camino escondido.
Todo lo que nunca hallé en mi antigua casa, el consejo, la reprensión y el estímulo, lo encontré ahora en sus sacerdotes, dotados de tanta sabiduría como cariño. En sus templos hallé garantizada toda la libertad de devoción personal y de pensamiento que algunos creen ser la gloria de las instituciones no-católicas. Y usé esa libertad con más confianza, pues sé que tiene sus ojos puestos en mí y que, si desvarío demasiado, primero me llamará y luego me atraerá suavemente hacia ella.
Abre sus brazos a todos los que quieren servir a Dios en el silencio y la soledad, así como a los que “saltan y bailan delante de Él con todas sus fuerzas”. Como la caridad – de la que es personificación -, es paciente, es bondadosa;…todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera, jamás decae. En ella “conocemos sólo en parte y profetizamos también parcialmente”; estamos seguros de lo que hemos recibido y esperamos lo que ha de venir. Nadie mejor que ella reconoce que “ahora vemos por un espejo y oscuramente,” pero un día veremos “cara a cara”; que al presente “conocemos sólo parcialmente, pero entonces conoceré como soy conocido”. El ella comprenderé que “cuando era niño hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a hombre me despojé de las niñerías”.
Pues bien, todo lo que podemos encontrar en cualquier otra doctrina lo encontramos en ella: todo el misticismo del Norte, la paciencia del Oriente, la alegre confianza del Sur y la arriesgada iniciativa de Occidente. Entiende e inflama los corazones lo mismo que guía y moldea las almas. Sólo ella mantiene que la virginidad es el estado más excelente, así como que el matrimonio es un sacramento indisoluble y santo. Sólo ella reconoce explícitamente la vocación del individuo tan perfectamente como los ideales de la raza; es tan respetuosa con la fe subjetiva como fiel a la verdad objetiva. Sólo ella, en realidad, es plenamente familiar y tierna con el alma independiente, comprende sus deseos, suple sus deficiencias, se enfrenta con prudencia a sus debilidades y pecados; y eso, por la sencilla razón de que es tan extensa como el mundo, tan antigua como las Eras, tan generosa como Dios.”
Olvidado por años, redescubierto
parcialmente en estos tiempo gracias al Señor el Mundo. Pero monseñor Benson es
más que el Señor del Mundo. Nos sigue hablando, predicando, exhortando a través
de sus ensayos, meditaciones y novelas, para que permanezcamos firmes en la Fe.
Roguemos por el descanso eterno de su alma,
y recemos para que Dios nos mande santos sacerdotes.
Beatrice Atherton.
Estimada Amiga:
ResponderEliminarMe encantó esa frase de Monseñor Benson" Si la religión católica no está destinada a todos, entonces es un fraude: o es católica o no es nada. Que bofetada a esos grupitos " católicos" que quieren llevar el catolicismo entre cuatro paredes. Nos salvamos los del grupito y los demás que coman maní. Verguenza les debiera dar a los que piensan así.
El sacerdote se salva salvando almas. No llevando su fe entre los aduladores de su grupito que lo lisonjean. O se es católico o no se es nada.
Gracias Monseñor Benson por nutrirnos con su ejemplo.
Fraile:
ResponderEliminarGracias por permitirme escribir en su blog. Nada más le digo, a propósito de lo que comenta, que muchas veces los católicos no valoramos el hecho de ser tales. Nos ha sido entregado un tesoro, como es la fe, que no hemos sabido apreciar. Es como aquel niño que vive en una gran casa con un inmenso jardín. Está acostumbrado a eso y se le olvida que hay gente que jamás ha imaginado vivir así. Quizás ese sea en parte el problema con los católicos: estamos tan acostumbrados a ser tales que nos olvidamos de aquellos que no lo son y nos quedamos tranquilos en nuestro grupito. Sin embargo, y es lo que no tiene justificación ni perdón, muchos omiten y no comunican la fe por respetos humanos o en virtud del falso ecumenismo, como dando a entender que da lo mismo cualquier religión para salvarse. La fe hay que transmitirla, no da lo mismo, de ahí esta tarea titánica de monseñor Benson de salir a predicar a Cristo y de proclamar a la Iglesia Católica como la única tabla de salvación. Llegó a la Iglesia y como el bien es de suyo comunicable puso todo su anhelo por mostrar a sus compatriotas lo equivocados que estaban siendo anglicanos.
Saludos.
Beatrice
Estimada Amiga:
EliminarComparto plenamente su respuesta. Sólo debo agregarle que un factor importante dentro de la falta de predicación y apostolado en el clero es la pereza.
Ellos están muy cómodos en sus posiciones como para arriesgarse al rechazo y muchas veces la cruz. Le pido con mucho afecto que siga mándando sus valiosas opiniones, y nos ayude a conocer más la vida y la obra de este notable sacerdote católico. Espero un próximo post, sobre algún libro de Monseñor comentado por Usted.
Me alegró el día su gran aporte.
Un abrazo.
Oiga Fraile me alegra que le haya gustado mi último comentario. En la viña de Señor hay de todo, y dentro de los curas también y lo sabemos muy bien. Creo que muchos de ellos ya no saben lo que creen y por eso su falta de celo. Otros lo toman como un trabajo más y no como una vocación divina. Muchos son como verdaderon niños y tal como una vez me lo dijo el Wanderer son como adolescentes permanentes llenos de caprichos, mañas y absolutamente temperamentales, y no sabemos cómo van a reaccionar. Creo que en mi vida no he conocido más de tres curas que sean lo que uno espera. Si antes en la época de Benson ya habían problemas con esto, imagínese ahora después de "la primavera conciliar". No nos queda más que rezar para que hayan curas como Dios manda, por ahora no me queda más que tomarlos como dispensadores de sacramentos, que digan la misa y luego los metemos en la sacristía.
ResponderEliminarSobre un futuro post sobre monseñor Benson, no lo sé, tal vez, no ando con muchos ánimos de análisis. Ando con una crisis de confianza intelectual severa.
Saludos fraile,
Beatrice
Estimada Amiga:
EliminarSi usted anda con una crísis intelectual, que me queda a mi. El amor al autor suple todos los defectos y las crísis. Su amigo Monseñor Benson alegra en mi los vacíos que dejan los sacerdotes respecto a sus direcciones espirituales. Por favor, escriba más de él, mire que la lámpara debe iluminar la alcoba y no está diseñada para guardarla debajo de la cama.
La gente de buena voluntad valorará su aporte. Al menos escriba para abofetear el rostro de todos aquellos sacerdotes prevaricadores. Con eso me quedo contento.
Un abrazo.