Deus adiutor noster; ipse fecit nos, et non nos. Attende, ubi albescit veritas. San Agustín
domingo, 3 de febrero de 2013
La esclavitud de la carne
Desde muy niño tenemos una inclinación natural hacia el placer y los distintos gustos de los sentidos. De hecho, los niños son los que más gustan de los dulces y golosinas. Los niños buscan juegos y juguetes que les causen agrado. En la medida que crecemos seguimos haciendo lo mismo, con la diferencia que en nuestra edad adulta se suman otro tipo de sensaciones agradables.
El cristianismo muy por el contrario a nuestras pretensiones apunta a una doctrina del abandono y del sacrificio. Nuestro Señor Jesucristo nos exhorta constantemente en sus evangelios a abandonar la vida de la carne y seguir la vida del espíritu. Aquí no existen justificaciones acomodaticias, o se alimenta el espíritu en detrimento de la carne o viceversa, se alimenta la carne en menoscabo del espíritu. El choque es muy fuerte entre las tendencias de nuestra naturaleza caída y lo que Dios nos exhorta y nos exige bajo pena de la condenación eterna.
Sin duda, la doctrina es tremenda bajo la óptica humana, ya que nos obliga a renunciar a lo más preciado que creemos tener, vale decir, nuestro cuerpo. Y sin embargo, según la doctrina católica en contraposición a la visión del mundo, lo más preciado es el alma. De allí las exhortaciones de Cristo si alguno lo escandaliza el ojo, más vale que entre tuerto al Reino de los Cielos. La contraposición entre los placeres de este mundo y los deberes del espíritu es brutal, y en cierto modo, contra natura.
Cristo reiteradas veces nos repite si alguien quiere ir en post de Él, abandone todo lo que tiene, tome su cruz y sígalo. Para nuestra visión miope de la realidad, esta doctrina es horrorosa, prácticamente incumplible, pero no decir imposible. Se nos impone un modelo de vida radical al mundo y al cuerpo carnal que poseemos. ¿ Cómo podemos humanamente cumplir algo así en especial, en nuestra era llena de lujos y placeres que nos hacen que vivamos en ciertos aspectos una vida menos fatigosa, a diferencia como la vivieron nuestros ancestros en el pasado?
El hombre occidental, es un hombre sibarita, sigue el modelo burgués de acceso a una serie de bienes prácticamente ilimitados de consumo. No escapan a esto, los mismos sacerdotes, que dado por su condición de soltería y administradores de los bienes de la Iglesia, tienden a usufructuar al máximo todo lo que reciben gratis de los fieles que donan a la Iglesia por acto interno de su fe.
¿Quién se salva ante tal escenario si nadie en nuestra infancia nos enseñó a vivir la vida de la renuncia y de la austeridad? Más todo lo contrario. Nuestros padres anhelan los máximos éxitos en especial en lo económico. Por algo existía el matrimonio por conveniencia, ya que las familias, tanto católicas como no católicas, aspiraban para sus hijos el seguro económico.
Y ¿ dónde iba a parar la doctrina en las denominadas familias católicas? Al parecer iba a parar al tarro de la basura. Todo se orquestaba en torno al mantenimiento y crecimiento de las fortunas. De allí los mayorazgos, que estaban orientados a la conservación del nombre y la fortuna familiar a costa de los hijos menores que no tenían la culpa de haber nacido con posterioridad al nacimiento de sus hermanos.
Podría pensarse entonces que la doctrina católica obedece más bien a un horizonte más utópico que real, ya que la realidad siempre muestra la tendencia hacia la satisfacción de los bienes materiales. Y no es menos cierto, que los espíritus de los hombres detestan cada vez más cualquier tipo de sometimiento del cuerpo en beneficio del espíritu.
De hecho, los que más vociferan a favor de la renuncia del cuerpo, viven ellos mismos con las máximas comodidades que se pudieran suministrar en esta vida terrenal. Un ejemplo de esto puede ser el uso del silicio en algunos miembros del Opus Dei, que más que usar un instrumento de esa naturaleza, mejor sería que vivieran con menos comodidades de carácter burgués. ¿De qué me vale azotarme con el silicio si después vivo como rey?
No es fácil vivir una doctrina que más aparece en los libros de la antigüedad, que practicada por hombres de este mundo que nos toca compartir. Renuncia, renuncia y renuncia por los bienes eternos es la doctrina de Cristo. Pero nosotros lo que menos hacemos es renunciar. Y si renunciamos en algo concreto, siempre lo compensamos con otra cosa al modo como lo hacen los de la famosa Obra.
En estricto rigor, si Dios nos aplica su doctrina bajo la modalidad de un axioma matemático nadie podría salvarse. Pero ¿podrá alguien salvarse? Esta pregunta se la hicieron dos mil años atrás al mismo Dios, y Él respondió: " lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. Pero entonces ¿ Por qué nos exigen una doctrina que es casi imposible cumplir? Dios conoce muy bien nuestras debilidades humanas, Él conoce desde el interior nuestros corazones, sabe nuestras intenciones verdaderas, y tiene muy claro quien actúa de verdad y quien no. Pero aún no hemos respondido a la pregunta inicial, ¿ se puede o no se puede practicar esta doctrina tan radical?. Por lo que nos cuentan los anales de los santos ellos cumplieron estas leyes al extremo de llegar al abandono de sí mismos. Pero eso es parte del pasado, ya que no sabemos con exactitud si sus obras fueron magnificadas por sus seguidores.
Ante tantos defectos humanos de la religión de Dios lleva a muchas almas a pensar que esa religión no puede ser de Dios. Sin embargo, subyace en ésta un misterio sobrenatural que la envuelve bajo un velo que muchos no logran penetrar. La impecabilidad de la doctrina, por muy impracticable que pueda ser para la mayoría dentro de los cuales me cuento, no deja de ser veraz una enseñanza que eleva al hombre de lo natural a lo sobrenatural. Y ¿Dónde radica tal elevación? La elevación se encuentra precisamente en otorgarle a los acontecimientos de esta vida un orden y un fin de trascendencia. Toda la vida del hombre se encuentra encausada hacia un orden superior que da cuenta con exactitud el fin de la vida y la razón por la cual nos encontramos presentes en este mundo.
Muchos nos dirán que la religión nos da solamente un consuelo y una esperanza. Y es verdad, ya que la verdadera religión nos muestra la esperanza que algún día todas nuestras penalidades y sufrimientos se pueden transformar en alegrías eternas si somos capaces de acepta la totalidad de la revelación de nuestro creador que nos pide como requisito fundamental para poder acceder a Él la confianza absoluta que Él no nos engaña ni se engaña. Este es el primer colador que hay que pasar para poder ir ascendiendo en la escala del espíritu para poder algún día acceder hacia la morada eterna que nos tiene preparada el Padre desde toda la eternidad. Somos capaces o no lo somos de poder tener confianza en el mando, y en especial en quien manda.
La fe también involucra las obras, pero presupone primero la aceptación de la doctrina revelada. Somos capaces de aceptar o no aquello que Dios nos propone. Poseemos o no poseemos la buena voluntad. Por muy desagradable que pudiera ser este mundo, somos capaces de ver en él la obra creadora de Dios.
La vida que Dios nos invita a vivir, no se puede realizar o cumplir sin la ayuda de Él. En otras palabras, se puede vivir enteramente conforme a la ley de Dios, únicamente con su gracia divina. Es imposible seguir a Cristo, sin la ayuda del mismo Cristo.
Lo que es imposible para el hombre, todo es posible para Dios. De allí la importancia de la oración, hay que pedir de día y de noche para que la doctrina termine siendo una realidad de amor en nosotros. La salvación es algo personal, el juicio también, así que más da si lo demás no tratan de vivir y cumplir la doctrina de Dios, por lo menos nosotros debemos rezar para tratar de cumplirla como Dios exige que la cumplamos a pesar de nuestras debilidades y deficiencias humanas.
En los últimos tiempos la caridad de los muchos se habrá enfriado por culpa de la iniquidad de las personas. A pesar de esto, que es válido para los tiempos en que vivimos, sin caridad no se puede ir al cielo, porque la caridad es el amor de Dios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo se publicarán comentarios constructivos y que no contengan groserías y sean mal intencionados.