Intus Legere
Vengo llegando de la ciudad al campo. La vida en la ciudad sigue tan monótona como siempre. Veo a la gente pasar, cada uno con sus proyectos, cada uno con sus preocupaciones, y cada uno con sus dolores y alegrías. Todo esto me hizo acordarme de un personaje de mi ciudad que conocí cuando era muy joven.Lo conocí con un un apodo que ahora no recuerdo. Lo llamaré por darle un nombre El místico de la plaza. Cada vez que me lo topaba, lo encontraba en la plaza de mi ciudad, sentado, mirando a la gente y con una libreta pequeña que sacaba de un abrigo bastante desgastado. A mis catorce años, me entretenía ir a conversar con él, me hablaba de todo, del clima, de la vida, de la música, ¿qué curioso?, una especie de mendigo hablando de la música. Un día le pregunté directamente, por qué llevaba una libreta guardada en su abrigo, y él guardando silencio por unos segundos dirigió su mirada directamente hacia mis ojos, debo decir que me marcó con la profundidad de su mirada. Expectante a qué me iba a decir, por un instinto natural bajé la vista, a la espera de su respuesta, hasta que finalmente dijo algo que para él era muy personal. Hermanito, me dijo el místico de la plaza, por qué te llamó la atención la libreta que llevo guardada en mi abrigo, mi respuesta no tardó, simplemente le dije que me gobernó la curiosidad. Al parecer mi respuesta fue plenamente satisfactoria, ya que a partir de ese momento no paró de hablar.
Hermanito, me respondió, fíjate que cada vez que yo veo esa viejita pasar por aquí, me pregunto por qué lo hace, qué la motiva, quién la espera en su casa, y por qué realiza todos los días la misma rutina. Luego continuó, y no sólo observo a ella, sino a todos los que por aquí pasan, los miro desde el silencio de la banca de la plaza, y trato de entender que les está pasando por la cabeza.
Después de la respuesta del místico, me retiré raudo a mi casa. A penas pude le conté a un amigo y a mi papá las locuras del hombre de la plaza, me causaba jocosidad y extrañeza a la vez, saber que una persona perdía su tiempo en estas rarezas. La inmadurez de mis cortos años no me permitieron ver la persona que allí,tras un abrigo roto y sucio,existía. Tuve después la ocasión, de llevarlo a mi casa para probar a través de un piano familiar, todos los conocimientos de música que decía tener. Empezó a tocar el piano de oído, no paró, por lo menos en una hora, cualquier canción que fuera conocida por las radios, el simplemente la tocaba. Le pregunté si sabía leer la música, y me dijo que no, solo de oído.
Finalmente, nunca más supe de la vida del místico de la plaza, aquél loco que lo anotaba todo, para luego preguntarse todo, pero la gran lección que aprendí de él, es que en cierto modo yo me he vuelto él, trato una y otra vez de entender la vida, de entender las personas, no anoto nada en una libreta, pero almacenos datos en mi cerebro que no logro del todo procesar y entender.
Místico de la Plaza, tu sabías leer debajo de las apariencias.
Estimado fraile:
ResponderEliminar¿No le parece que por esa vía se empieza a amar al prójimo?
Saludos. Garra de Jaguar.
Estimado Amigo:
EliminarPara ser honesto, qué difícil óbice me puso Dios. Amar al prójimo y en especial a mis enemigos es algo que humanamente es practicamente imposible. Pero para Dios no, así que por gracia divina trato de transmitir la fe y ayudo a quien puedo únicamente por amor a Dios.
Siempre me recuerdo las palabras de un gran amigo sacerdote que murió hace muchísimos años, él era de origen italiano, un día me dijo:" mira, si yo no fuera católico, le hubiera tirado a mucha gente con una metralleta". Sin duda, el hombre era de un temperamento fuerte, cuando alguien se la hacía le herbía la sangre, y a pesar de todas sus debilidades humanas, él construyó varios colegios para gente pobre, hizo además comedores abiertos.
Finalmente, una cosa es la debilidad humana, y otra el auxilio de la gracia. En el cura amigo operó siempre la gracia, a pesar de..... .
Un abrazo.
Fraile amigo;
ResponderEliminarVeo que tenemos algo más en común, puesto que el poco tiempo que me queda para mis rudimentarias especulaciones filosóficas es aquél que me lleva viajar de casa a la ciudad, y vuelta.
Así como que, cada vez más, trato de entender a los demás, a cuyo efecto el primer paso pasa por la mirada.
De manera que por peripatéticos y mirones devenimos en aristotélicos.
Por otro lado, me he dado cuenta de que no basta la observación, es necesario provocar el diálogo, algo que hoy en día no es fácil.
Es que, amén de que, como me parece dijo Chesterton, en estos tiempos hasta el vecino nos resulta un desconocido, la gente no está dispuesta a hablar más que de cosas deste mundo.
Pero no me rindo.
Saludos.
G.Chester.
Estimado Amigo:
EliminarViera que difícil me resulta el díalogo profundo. Me hablan del clima, de autos, del partido de fútbol, de tal o cual conocido, de dinero, etcétera. Pareciera que soy un extraño en la tierra que vivo, a veces pienso qué hago en este mundo donde el otro es tan otro, que no logramos entendernos.
Uno durante su vida conoce mucha gente, pero yo me pregunto, ¿Cuál de todos ellos es realmente mi amigo?, quien tenga un muy buen amigo guarda un gran tesoro. Que ganas de traer a la vida al gordo Chesterton, que entretenido hubiera sido poder dialogar con él.
Al parecer, nuestro único consuelo son estas instancias de díalogo por internet, no toda la tecnología es mala.
Un abrazo.
Es cierto.
ResponderEliminarEn cuanto al diálogo le diré que, en mi larga experiencia docente, primero me fuí dando cuenta de que a los alumnos cada vez les costaba más escribir, hoy día puedo asegurarle que tienen serias dificultades hasta para hacerse entender oralmente.
Con relación a la charla con el "común de la gente", como bien dice usted, parecería que las charlas no pueden ir más allá de esos lugares comunes.
Sin embargo, me preocupa que cada vez más, y aún en los círculos de los que se dicen católicos practicantes, las conversaciones parecen girar por personas más próximas al becerro de oro que a la Palabra de Vida.
Un abrazo.
Garra de Jaguar.
Estimado Amigo:
ResponderEliminar¿De quién es la culpa, del chancho o del que le da el afrecho? Indudablemente parte por el que le da el afrecho, en este caso, comienza por los propios padres, y termina en las políticas públicas de los gobiernos. Sabemos cuál es el fin de las democracias modernas: mantener en la ignorancia a la juventud para gobernarla; y no han agotado esfuerzos por conseguir esto.
Respecto a la responsabilidad de los padres en educar a los hijos en la verdad es insoslayable. Tienen el deber moral de educar a sus hijos, de darle una educación basada en la fe y en la verdad natural. Pero como los padres ya no aman a sus hijos como debieran hacerlo, dejan que el monstruo estado los "eduque" en la idotez y en el servilismo de las masas. Hay que darle circo a la juventud, ya ni siquiera se piensa en darles pan.
Por lo anterior, los docentes de cátedras universitarias, de colegios, al ver tanto decaimiento moral e intelectual en sus alumnos, tienen el deber de transformarse en apóstoles de la verdad y del amor en sus cátedras.
El tema da para largo y tal vez para un nuevo post.
Déle nomás con el nuevo post, que debe ser largo, pues tiene los distintos perfiles que acaba de señalar.
EliminarSaludos. G.Chester