miércoles, 25 de abril de 2012

Ver el Aura


        Hace unos meses atrás tuve la oportunidad de conversar con una maestra de música que me dijo que ella tenía la capacidad de ver el Aura.  Inmediatamente, debido a mi ignorancia, le pregunté, ¿ Qué es el Aura?- disculpen todos mi ignorancia, pero no sabía nada de esto-. El Aura me dijo ella, es aquella irradiación de colores que todos emitimos según sean nuestras personalidades, estados de ánimo y en terminos formales, muestra qué clase de personas somos.
       Este pobre fraile no supo que decir ante tales afirmaciones, por lo que tomé la decisión de guardar silencio y remitirme sólo a preguntar detalles al respecto. Amiga mia, le dije, ¿qué más me puedes contar del Aura?. El Aura es casi todo para mi- sostuvo la maestra-  mi hija y yo  jugamos tardes enteras con el Aura. Yo juego a tratar de tocarle su Aura y ella, que heredó mis capacidades, hace lo mismo con la mía. Nos reímos por horas, nos deleitamos al ver como la intensidad de colores que irradiamos cada una se va deformando por la acción de nuestras manos.
      Después de esta conversación bastante "interesante", me puse a pensar cómo puede haber gente tan feliz en esta tierra, por el sólo hecho de jugar con los aparentes colores que irradian los demás. La simplicidad de cerebro de mis amigas es realmente abismante, son alegres con muy poco. Terminada la conversación, llegué a mi casa tratando de verle el Aura a mi familia, pero la verdad es que me fue muy mal, no logré ver nada.
     Siendo más exigente me pregunté ¿ Puede alguien conocer la personalidad de otros por los "colores que irradia"?  La respuesta no se hizo esperar: no. ¿ Cómo podemos saber de cierto modo cómo son los otros? Únicamente por nuestra experiencia sensible con ellos, observando sus actos y hábitos que a diario realizan, sólo así podremos formarnos una idea que se ajuste más o menos a la realidad. No existe otro modo de conocernos, el conocimiento virtual que ahora es tan común, no da cuenta del modo de ser de las personas, ya que carece de lo más esencial, la experiencia física y sensorial tan necesaria para el conocimiento.
    La amistad virtual, no existe, ni menos el amor virtual. De hecho muchos de los que se han conocido y luego enamorado a través de internet, se han llevado una desagradable sorpresa cuando han llegado al extremo de consumar su amor virtual en un matrimonio real. Para conocernos, para apreciarnos, necesitamos del contacto físico con las otras personas, al igual que para estudiar. Se ofrecen carreras universitarias a través de la red, pero adolecen de lo mismo, del aspecto físico y presencial.
   La paternidad virtual tampoco es un medio adecuado de ejercer el amor con los hijos, el contacto con el otro que nos permite la interacción social, va a ser siempre el medio más sano y prudente de poder establecer un verdadero díalogo y conocimiento con los demás.
   La realidad es la piedra de tope del conocimiento. Por algo Santo Tomás afirmaba que la verdad es la adecuación entre la inteligencia y la cosa, ya que ambas no pueden estar disociadas. Nuestra inteligencia llega al conocimiento mediante la abstracción del ente real, y sin el ente, ¿cómo podemos conocer? Nuestro conocimiento se da por partes, y se inicia indudablemente por los sentidos. Que haya alguien que tenga ojos de lince y pueda ver hipotéticamente los colores que irradian los demás, es algo bastante improbable, por no decir imposible.
    Suplir la realidad, partiendo de los egologismos de la razón, como lo hacen las ideologías modernas, nos llevará simpre a caer en el error y en la mentira. El realismo filosófico de Aristóteles y de Santo Tomás, van a ser siempre el modelo a seguir cuando se quiere llegar al conocimiento de la verdad.  Kant, Hegel y todos sus sucesores siempre se van a topar con el mismo problema.

4 comentarios:

  1. Hace unos cuarenta años cursaba yo la carrera de Abogacía en la Universidad de Buenos Aires y, como la gran mayoría, rendía los examenes como libre -vale decir sin asistir a los pocos cursos que había en oferta-, de manera que no tenía mucha idea de los profesores que habían de examinarme.
    Fue asi que, mientras esperaba para rendir una materia de cuarto año con un profesor de cuyo apellido no quiero acordarme, un compañero me preguntó si estaba loco por razón del color de mi corbata -bordeau o bordó como se dice ahora-.
    Le pregunté sobre el punto y me aseguró que el titular de la cátedra creía ver el aura de las personas y, si era azul, presumía que era buena, en tanto que si era roja, entendía que era mala, así como que, si no lograba ver el aura, se fijaba en la ropa, para establecer la bondad o maldad de la persona según el color de la vestimenta, destacàndome la proximidad del bordó de mi corbata con el rojo, símbolo indudable de maldad.
    En la inteligencia de que se trataba de una broma me presenté nomás.
    Al instante de enfrentar la mesa el profesor miró mi corbata, enarcó las cejas, frunció el ceño y, en fin, después de una serie de gestos de desagrado, desvió la mirada a un costado.
    Así estuvo durante largo rato, el mismo lapso en que, a todas luces, trató de bocharme, hasta que desvió su atenciòn la entrada al aula de una señorita con un vestido rojo furibundo.
    Fue entonces que la profesora adjunta, cuyas miradas en el decurso anterior de mi examen denotaban su desacuerdo con el tenor del interrogatorio del titular, tomó la posta y, al cabo de cuatro o cinco preguntas, me despachó con un aprobado.
    Conste que soy testigo del punto y, lo grave, amén de que no fue en estos ultimos tiempos de la posmodernidad -¿y la pre-parusía?-, radica en que se trataba de uno de los dos profesores titulares de una materia de la más prestigiosa universidad argentina, un académico con varias obras publicadas, etc., etc.
    ¿Cuántos, como él, habrá ahora?
    En otras palabras, cuántos habrá que, como decía el cura Castellani, no creen en los ángeles pero aseguran sin dudar la existencia de extraterrestres que nos visitan en sus simpáticos platos voladores.
    Un abrazo.
    Gilberto Chester.

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    Respuestas
    1. Estimado Amigo Chester:
      Debo decirle que me ha causado sentimientos encontrados su historia. Por una parte me produjo mucha risa, pero por otra, encuentro lamentable la situación en la que se encontró por una simple tontera. Y bien usted dice, si esto ocurrió hace cuarenta años atrás, ¿cuántos habrá ahora como él?
      Vivimos en tiempos donde el paganismo volvió a aflorar. Volvemos a la época donde las vacas, las piedras, el sol, la luna, las estrellas son dioses a quiénes se les debe rendir culto.
      Cayó el cristianismo y con su caída renació un paganismo culposo, ya que renacé en sociedades que habían sido evangelizadas en el cristianismo. Se le da la espalda al verdadero Dios, para darle culto a la naturaleza divinizada por la imaginación del hombre.
      Si quiere, me puede colaborar con algún post que yo con gusto publicaré a su nombre. Su experiencia académica, sumado a sus aspectos vivenciales no se pueden perder en el anonimato, a lo menos, nos deben servir de luz para alumbrar a las nuevas generaciones, que nacen en el oscurantismo de la sociedad postmoderna.
      Esperaré con gusto sus comentarios.
      Un abrazo.

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    2. Estimado Fraile de los Sauces:
      Quiero pero, por el momento -y es largo- no puedo. Si usted supiera las varias y graves obligaciones que he asumido en mi vida académica, que por razones del anonimato que preside estos diálogos por ahora no puedo comentarle, entendería mi excusa.
      Déme tiempo, a fin de año estaré en mejores condiciones y, en una de ésas, le arrimo algo más o menos potable.
      Un abrazo.
      G.Chester.

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    3. Estimado Amigo:
      Lo estaré esperando.
      Un abrazo.

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