domingo, 20 de octubre de 2013

Editorial Vórtice: Reflexiones sobre el libro digital


  Comentario del Fraile:

       ,Me parece muy interesante lo que plantea el editor de la Editorial Vórtice. Efectivamente, nos encontramos frente a un nuevo escenario respecto al libro. Tal vez el clásico libro quede sólo como una idea romántica sobre los volúmenes de tapa dura llenos de polvo y hojas que nos evocan años gloriosos de escritores del pasado.
        En lo particular, a mi me gusta leer un  libro empastado y bien ilustrado. Sin embargo, no siempre es posible editar un libro y el acceso a éste se hace muchas veces muy dificultoso. Si miramos el asunto desde el punto de vista del acceso a los buenos libros, lo digital, lleva la ventaja respecto al clásico libro empastado.
         Ahora bien, desde el punto de vista práctico, es mejor, guardar un libro en una estantería quedando a disposición al lector cada vez que este lo requiera. Además, los buenos libros y la belleza artística que fueron impresos muchos de ellos son una muy buena compañía que eleva el espíritu llegando a muchas veces a tener una especie de dialogo interno con el autor.
       Hablar con el autor desde el presente hacia el pasado es una verdadera travesía que es capaz de romper la barrera del tiempo. El autor nos expresa su pensamiento desde siglos atrás haciéndose presente cada vez que lo requerimos. Muchas veces se da una comunión de pensamientos entre el lector y el autor que es difícil de describir.
       Sin duda, desde la eternidad Dios permite que de algún modo dos almas se comuniquen de esa manera tan peculiar. ¿A quién no lo han marcado algunos libros? y  por qué no decirlo, muchos autores. De hecho mi vida cambió de rumbo a los diecisiete años con una sola lectura. Fue el gran giro copernicano de mi pobre existencia. Un sólo libro, con unas pocas palabras calaron toda mi alma. Bastó sólo eso, y mi vida cambió.
      El manejo con el libro digital es muy diferente al manejo que se hace con el libro de papel. Tal vez se deba a  que pertenezco a la era no digital. En cambio, los niños actuales nacen accediendo a una serie de aparatos tecnológicos que son tan habituales para ellos que no logren percibir esta diferencia.
      Felicitaciones Editorial Vórtice por esta reflexión y por los buenos libros que tiene a disposición para los ávidos lectores que buscan sabiduría en un mundo cada vez menos sabio.  

El libro digital, tomado del blog de Editorial Vórtice


Es indudable que está llegando para quedarse. Y es fácil predecir que su desarrollo técnico será incesante, que va a ser de uso común y que va a reemplazar, en la vida de muchas personas, sobre todo las más jóvenes, al libro de papel.

El margen de duda –y espacio de discusión– es el siguiente: si va a terminar desalojando definitivamente al viejo libro; si va a generar un nuevo modo de lectura (y con ello, de proceso mental); y, en definitiva, cuán beneficiosa o perjudicial será su tecnológica aparición, dada la multitud de aplicaciones que trae aparejadas.

En principio, es nada más que una herramienta. Si bien partiría de asombro la mandíbula de un hombre de principios del siglo XX, no deja de ser un artefacto y un vehículo. Igual que lo fue, y aún lo es, nuestro libro impreso, que tal vez irá convirtiéndose en un producto como de talabartería, un objeto decorativo, el habitante mimado de algunas futuras tiendas de antigüedades.

La nueva tecnología textual es instrumental y moralmente neutra, sí. Tanto como la energía atómica. Pero, todo sea dicho, también fueron los aromados libros de papel portadores de desorden y destrucción. Nuestros mayores problemas nunca empiezan por lo que ponemos afuera, sino por lo que ponemos adentro.

Dejemos por ahora tales consideraciones. Lo cierto es que un editor actual no puede quedar al margen de este desarrollo. El libro digital ya forma parte del escenario de su oficio. Respecto del libro de papel, el tema a plantearse, mirando al futuro, es si deberá a la vez conservarlo o de una vez abandonarlo. Es temprano no sólo para decidirse, sino incluso para asegurar que llegará el turno de una decisión de esa naturaleza. Por ahora conviven papel y pantalla, y por un buen rato así será. Pero es indudable que ya, ahora mismo, han cambiado las reglas de juego.

Hay un aspecto, algo parecido a un giro de la fortuna –no precisamente de la fortuna material, pero sí en relación con ella–, que saltó a mi vista hace unos años, apenas presentada la innovación tecnológica: ¿no será éste el camino para editar y reeditar las obras de tantos autores que no sólo quedaron afuera "del mercado" por razones de oficialismo cultural y esnobismo general, sino también por la impotencia económica que caracteriza al pequeño club de editores del que me complace formar parte?

En otras palabras: todos estos grandes autores apenas ganaron una moneda con su talento, y creo haber sido al menos coherente con ellos (y con los que me antecedieron, y con los que me acompañan) ganando apenas una moneda con mi impericia. Perdido por perdido, el desenlace está cantado: ¡victoria! ¿Qué mayor honor y felicidad que poder al fin editar y difundir gratuitamente? ¿Qué mayor libertad?

Claro que, electrónicos o impresos, seguimos hablando de libros. Por eso, perro viejo, lo que haga, lo haré a mi manera. De la que daré explicación en una próxima entrada, en vísperas de la aparición del cuarto libro de nuestra Biblioteca Digital.
El Editor
 

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