UN INFORME INCOMPLETO
PENA EN CHILE
Después
de casi ocho meses de ardua labor, la comisión Rettig - como se la llamó en su
tiempo - entregó, al entonces Presidente de la República, un informe sobre las
violaciones a los derechos humanos cometidas en Chile entre 1973 y 1989.
De
inmediato la prensa se volcó sobre él y exigió el nombre de los culpables.
¿Culpables? Según la Declaración de Derechos Humanos, aprobada por las Naciones
Unidas en 1948, "toda persona acusada de delito tiene derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y
en JUICIO PUBLICO en el que se le hayan asegurado todas las garantías
necesarias para su defensa" (art. XI).
Es
obvio, pues, que en virtud de este informe no se puede declarar a nadie
culpable, ni presuntamente, porque no era un tribunal ni se le había dado tal
facultad. Apenas dedicó algunos minutos a recibir información de parte de los
afectados y a ponerla por escrito. Y eso fue todo. En tales condiciones hablar de
culpables es un grave atropello a los derechos humanos de los supuestos
inculpados. De este modo, el primer efecto del publicitado caso consistió en
provocar el atropello de los derechos humanos que la comisión se suponía debía
cautelar.
AUDIATUR ET ALTERA PARS
Los
romanos establecieron que no hay justicia posible si se escucha tan sólo a uno
de los litigantes. Eso es, cabalmente, lo que hizo la mencionada comisión. De
ahí el aforismo jurídico que encabeza este apartado: "escúchese también a
la otra parte". Porque, como dice el refrán, "cada cual cuenta la
feria según como le va en ella".
La
comisión - según transcendió - aceptó algunas denuncias y rechazó otras. ¿Con
qué criterio? Como nunca procedió a comprobarlas y a carear a los litigantes, ignora
cuál es la versión de la otra parte y si la recibida es auténtica, por lo que
no puede determinar si ha habido atropello o no.
Supongamos
un caso muy repetido: un grupo de hombres ingresa en un hogar, a medianoche, se
lleva a una persona y de ella no se sabe más. ¿Atropello a los derechos
humanos? Con esos datos no se puede responder. Hay muchos aspectos de la
cuestión - supuesto que los hechos ocurrieron realmente así - que deben ser
conocidos antes de emitir el fallo.
a) Puede haber sido la policía que
había recibido orden judicial de proceder a la captura de un delincuente por
fin identificado. El denunciante que lo sabe muy bien, lo calla, y como la
comisión no ha hecho una investigación completa, ignora absolutamente el resto
de la historia. De hecho, un periodista francés me confidenció que había
localizado a 10 "desaparecidos" - de los 10 nombres que Amnesty
International le había proporcionado - algunos de los cuales ni siquiera habían
sido molestados por las FF.AA. y de Orden.
b) Puede haber sido autosecuestro
planificado por la misma célula extremista a la que pertenecía la
"víctima" para darle una nueva identidad y, de paso, inculpar a las
FF.AA.
c) Puede haber sido un grupo
delictivo que actuó por cuenta propia: liquidó a su enemigo y culpó al
gobierno. Mató dos pájaros de un solo tiro.
d) Puede haber sido una patrulla
militar que, dada la situación de guerra que se vivía, ha recibido la orden de
eliminar a un agente del servicio secreto del enemigo y, por lo mismo, guardó
el secreto para confundir a dicho servicio.
e) Si Ud. tiene un poco de
imaginación podrá seguir inventando situaciones posibles que, en un juicio
decente, habría sido necesario ir descartando una a una.
La
comisión Rettig no tuvo siquiera la oportunidad de plantearse tales
alternativas, ni mucho menos estudiarlas, por lo que no es posible sacar
ninguna conclusión de su informe. Por desgracia, las conclusiones fueron
sacadas, en primer lugar, por el propio Presidente de la República que lo
recibió.
Negación de inteligencia
Dice
Aristóteles que el saber va unido al conocimiento de la causa; por ello
estimamos más sabio al jefe de obras que al obrero: porque éste realiza su
trabajo sin saber el porqué, mientras que aquél lo conoce (Metafísica A 981a25
y ss.). Este es, por lo demás, el sello distintivo de la inteligencia. Por ello
será considerada sabiduría la ciencia de las primeras causas; lo que lo lleva a
concluir: "decimos que conocemos una cosa solamente cuando pensamos que
conocemos su primera causa" (id. 983a24).
Toda
la ciencia occidental se basa en estas apreciaciones del gran metafísico
griego: toda explicación depende del hallazgo de las causas de lo que se quiere
explicar. Si nos negamos por principio a conocerlas y determinarlas, nos
negamos a hacer un uso cabal de nuestra inteligencia.
Por
desgracia la Comisión se negó, por principio, a indagar las causas de lo
sucedido en Chile entre esas fechas; lo que equivale a decir que se ha negado a
hacer un uso cabal de su inteligencia. Ha partido de una fecha y ha tomado nota
de lo que ha ocurrido después de ella como si nada hubiese sucedido antes.
Imaginemos
que mañana el Presidente de los Estados Unidos necesitase destruir la
popularidad del hombre que condujo al ejército aliado a la resonante victoria
en la guerra del Golfo. Y se le ocurre que, como su popularidad depende de esa
guerra, nada mejor que acusarlo de atropello a los derechos humanos. Crea una
comisión para que investigue los delitos cometidos después del 17 de Enero de
1991. Como la comisión tiene prohibido saber qué ocurrió antes, ignora la
decisión de las Naciones Unidas, etc., etc. Obviamente saldrá un informe que
condenará a los combatientes por atropellar los DD.HH. de los iraquíes que esa
noche dormían tranquilamente en Bagdad y, de pronto, les lloviera bombas desde
los cuatro puntos cardinales.
En
tales condiciones, ¿nos llamaría la atención que los generales americanos se
negaran a aceptar el informe de tal comisión? Es evidente que no se puede
juzgar lo ocurrido escuchando solamente las quejas de los iraquíes y
desconociendo sus causas, sobre todo la situación que se vivía, aunque sea
verdad que Hussein en ningún momento declaró la guerra a los Estados Unidos y
se limitó a soportar una agresión armada que no deseaba en lo más mínimo.
Conocemos
algunas guerras en las que se escucharon voces en defensa de los DD.HH.:
Argelia fue perdida por Francia cuando exigió a sus FF.AA. que los respetaran;
Vietnam fue perdido por la misma razón. Un general americano - Westmoreland, si
la memoria no me engaña - se quejaba: si se hubiese combatido así a Hitler,
éste todavía dominaría Europa.
Hay
que comprender que, cuando se declara un guerra, las FF.AA. reciben poderes
judiciales y se espera que los usen en pro de la victoria. ¿Consultó Grau a la
Corte Suprema si le autorizaba atacar a la Esmeralda? El Alto Mando - y el
oficial a cargo de la patrulla en el frente - decide lo que, en tiempo de paz,
sólo un juez puede decidir. Como puede verse, el negarse a conocer la causa
puede cambiar completamente la visión y el juicio de una situación.
La situación internacional
En
los dos últimos siglos las guerras se fueron haciendo cada vez más crueles.
Este motivó numerosas iniciativas, patrocinadas por el Zar de Rusia, abismados
por la maldad que veían posesionarse de los ejércitos. De estas iniciativas,
por ejemplo, nació la Cruz Roja y diversas declaraciones que procuraban
disminuir la barbarie contemporánea.
Después
de la Primera Guerra Mundial, donde parece que se habían sobrepasado todos los
límites - es que todavía no se había combatido la segunda - se reunieron en
Ginebra las naciones interesadas en poner coto a situación tan odiosa. Allí
nació el famoso Convenio relativo al trato a los prisioneros de guerra -
Declaración de Ginebra, se la suele llamar - y que fue reconocido por la
mayoría de los gobiernos del mundo, incluido el nuestro, por supuesto. Bajo la
presidencia de Arturo Alessandri, el Diario Oficial lo publicaba el 20 de Junio
de 1933.
En
esa temprana fecha ya se había reconocido lo más perverso en materia de guerra,
lo que hoy está de moda y denominamos "guerra sucia". Por ello se
establece que el soldado ha de portar su uniforme a fin de ser distinguido del
civil. Porque bien podría un soldado disfrazarse de civil y así realizar actos
de sabotaje en la más completa impunidad. De allí que se consideró que un
soldado en tales condiciones no quedaba amparado por la Declaración. Tal vez
ésta sea la razón de que, durante la segunda guerra mundial, todos los
ejércitos en conflicto fusilaran "in situ", sin juicio previo, al
enemigo hallado desprovisto de sus distintivos. Esta actitud ha pasado al cine
que la ha incorporado a la trama de numerosas películas.
En
1973 Fidel Castro condecoró al comandante Ochoa por haber organizado y armado
un ejército de 15.000 combatientes en Chile con la misión de imponer el
socialismo. Se trata, pues, de un ejército extranjero, al servicio de una
instancia política foránea, que se organizó al interior de nuestro país. Para
poder cumplir su objetivo más fácilmente evita el uniforme, sus elementos se
presentan siempre disfrazados de civiles y su eficacia destructora la tuvimos
que sufrir por años y años, mas nadie puede estar seguro de que haya pasado.
A
fines de 1973 se presentó una amplia exposición de armamentos de toda suerte y
laya, encontrados escondidos en los cuatro puntos cardinales de la patria y al
servicio del ejército secreto de Fidel. ¿Se puede juzgar a las FF.AA. y de
Orden por haber hecho exactamente lo mismo que todos los ejércitos enfrascados
en la segunda guerra mundial? ¿Fue juzgado en Nüremberg algún oficial por
haberlo hecho?
La guerra moderna
En
la Edad Media la guerra seguía ciertas reglas muy precisas: no se combatía en
cuaresma ni en pascua; tampoco los viernes, sábados y domingos - tregua de Dios
-; los caballeros se arremetían después de haberse saludado y dado tiempo para
prepararse para el combate; jamás peleaban dos contra uno; si uno caía al
suelo, se suspendía el combate; mientras menos personas murieran, mejor, porque
se trataba de una guerra, no de una carnicería. Y, por supuesto, no se podía
matar civiles, en especial, mujeres, niños o clérigos. Algunas de estas
disposiciones conservaron todo su valor hasta la revolución francesa, primer
genocidio moderno. Es verdad que fueron violadas reiteradas veces, pero
existía la conciencia de que el "arte" de la guerra era justamente
eso: un arte y no una matanza. Los ejércitos eran muy pequeños y formados
exclusivamente por caballeros que se conocían y respetaban. Una anécdota sirve
más que muchas razones. El 5 de Agosto de 1192, Ricardo Corazón de León tuvo la
sorpresa de recibir, en medio de una batalla, dos magníficos corceles árabes
que le enviaba su enemigo, Malik el-Adil; porque, "no era conveniente que
el rey combatiera a pie" y su caballo había sido herido.
Con
razón, pues, un rey medieval, desde muchos puntos de vista, el Zar de todas las
Rusias quedaba espantado por el espectáculo que brindaba el modo de combatir de
los ejércitos contemporáneos. Después de la citada revolución francesa todo
cambia y hemos llegado a soldados que se esconden, matan a mansalva, ejércitos
enormes que exterminan civiles sin piedad en masivos bombardeos de pacíficas
ciudades, etc., etc. Pero lo peor de todo, lo que aún no se puede aceptar, es
que el combatiente se disfrace de civil y, aparentando completa inocencia,
proceda a realizar actos propios de una guerra.
Los
comunistas, que carecen de todo criterio moral salvo el de conquistar el poder,
han creado la doctrina del "weltoktober" (octubre mundial) que
pretende llevar a todo el mundo esa "guerra sucia" que tan buenos
dividendos le produjo en la santa Rusia. De este modo han conquistado tantos
países, incluido Cuba donde lograron engañar a los cubanos sobre el verdadero
carácter de Fidel, y han estado a punto de conquistar otros, como Argentina,
Brasil y Chile. El tirano cubano, por ej., para ocultar sus verdaderas intenciones,
apenas encumbrado en el poder, tranquilizó a la población diciendo que su
revolución no sería como las anteriores, sino que “sería tan cubana como las
palmas y el ron”. ¿No recuerda Ud. algo muy parecido dicho por nuestro tirano?
Las profundas sangrías que han sufrido El Salvador y Perú, por ej., nos
ilustran de hasta dónde puede llegar tan siniestro método de hacer la guerra.
La
amenaza nos parece lejana desde el momento que Rusia escapó al dominio del
partido comunista, el autor de la doctrina del weltoktober. Sin embargo el
peligro no se ha disipado. Quedan aún muchas naciones en manos de partidos comunistas,
algunas tan extensas y potencialmente peligrosas como China, y muy especialmente
un subproducto de ese partido político: los carteles de la droga. Si olvidamos
las lecciones de la historia, pronto la estaremos repitiendo.
CONCLUSIÓN
La
comisión Rettig realizó el trabajo que se le encomendó. No era su misión
discutir lo bien o mal fundado que en ella había. Cumplió su labor y llegó a la
conclusión de que algo más de 2.000 personas murieron en Chile, en esos años,
en forma violenta y contraria a las leyes de tiempo de paz. ¿Fue justo el que
tales personas murieran así? Esa ya no era labor de la Comisión pero fue la
conclusión a la que llegó, aparentemente, todo Chile: atropello a los derechos
humanos - en tiempos de paz - de las víctimas, en contradicción con la
legislación vigente en Chile para tales tiempos.
Quien
no acepta ese juicio sobre la situación del país en esos años, tampoco acepta
la interpretación que se ha dado al informe. Si había guerra y uno de los
ejércitos actuaba disfrazado de civil, como lo establece la doctrina del
weltoktober, creando el terror a través del asesinato selectivo y de la
destrucción de la economía a fin de rendir por hambre a la población, comprende
que, siguiendo la costumbre ejemplificada por el comportamiento de los
ejércitos que combatieron la segunda guerra mundial, los miembros del ejército
traidor a la patria y disfrazado de civil hayan sido muertos donde se los
encontraba sin otorgarles los derechos que se reconoce a los prisioneros en
tiempos de guerra. No hay, pues, atropello a ningún derecho de tiempos de paz,
sino aplicación de las "leyes de la guerra" tal como se aplicaron en
el pasado reciente sin que nadie fuera juzgado por haber actuado así. Al fin y
al cabo, cuando el gobierno socialista español se vio gravemente desafiado por
la guerrilla actuó de la misma manera y está sufriendo la misma acusación. Tal
vez los alemanes fueron los más astutos: una serie de "oportunos
suicidios" acabó con los cabecillas de la sedición.
Los
ejércitos combaten las guerras, no las declaran ni las juzgan. Es el poder
político el que estima si hay o no causa justificada para ello. Ni Hussein, ni
Bush son militares. El primero juzgó que Kuwait le pertenecía y ordenó la
invasión; el segundo no estuvo de acuerdo y organizó una segunda invasión ahora
en contra del anterior. Siempre ha sido así. Aunque el Jefe del Estado sea un
uniformado, no es en virtud de su calidad de tal sino como poder político que
declara la guerra.
En
1973, la Corte Suprema de Justicia y la cámara de Diputados, amén del
angustiado pueblo de Chile, comprobaron que el Estado de Derecho había perecido
y que la tiranía se había enseñoreado del país. Las FF.AA. y de Orden se
alzaron para restablecerlo. Constituida la Junta de Gobierno, como poder
político y sabiendo que había armas ocultas y un ejército traidor preparado
para servirse de ellas, declaró el Estado de Guerra. Como lo establece el
weltoktober, el ejército estaba dentro del país y no fuera, por lo cual se
habló entonces de "Estado de Guerra interno": Decreto Ley Nº 25 del
12 de Septiembre de 1973.
En
1978 llegó la hora de iniciar la reconciliación. El primer paso consiste en
perdonar. Si el perdón no va acompañado de olvido, no es verdadero perdón,
según señala santo Tomás de Aquino. Por eso el 18 de Abril de ese año se dictó
la ley de Amnistía que perdonaba y olvidaba todos los delitos, tanto los
cometidos por los ejecutores del Weltoktober criollo como los que salieron en
defensa de la patria amenazada. Con ello termina el enfrentamiento armado,
regresa la paz, y se espera reiniciar la convivencia pacífica entre los
chilenos. Pero no hay que olvidar que el partido comunista ruso continúa su
política de implantar el weltoktober en Chile, como en todo el mundo donde aún
no gobierne un partido satélite que lo reconozca como el "hermano
mayor" y sirva sus intereses imperialistas.
Hoy
se habla mucho de reconciliación pero se intenta, a toda costa, remover los
escombros y no olvidar lo ocurrido. En nombre de la justicia se pretende desenterrar
ese pasado y "juzgar" solo a uno de los ejércitos que combatió;
justamente al que lo hizo con su uniforme puesto y sin disfrazar a sus
efectivos de pacíficos ciudadanos para gozar de la protección que brinda el
anonimato. Se oculta cuidadosamente que, si fueron víctimas de las FF. AA. Y de
orden, fue la justicia en tiempos de guerra la que determinó que esos hombres
debían morir por traición a la Patria y práctica del “weltoktober”, mejor
conocido como “guerra sucia”. De este modo se hace imposible que la
reconciliación brinde los frutos buscados eficazmente por la ley de amnistía,
ley que ha permitido que la nación regrese a la normalidad y viva en paz.
JUAN CARLOS OSSANDÓN VALDÉS
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo se publicarán comentarios constructivos y que no contengan groserías y sean mal intencionados.