raducido de Fatima Network
Otra falsa “religión de paz”
Por Christopher A. Ferrara
6 de septiembre del 2017
En noviembre, por alguna razón, el Papa Francisco estará visitando Myanmar [antes, Birmania o Burma], junto con Bangladesh, dos países con ínfimas (menos del 1 %) de minorías cristianas. Se podría suponer que la visita a Myanmar estaba motivada por la persecución a los cristianos, en el norte y el este del país, donde, como informa Sandro Magister, “No se cuenta el número de iglesias que han sido destruidas... las aldeas pasadas a fuego y espada, con decenas de miles obligados a huir.”
En cambio, sin embargo, en comentarios parcialmente improvisados, que no formaban parte de su discurso oficial de anuncio del viaje, Francisco denunció la persecución a los musulmanes de Myanmar, refiriéndose a ellos con el rebuscado término de “Rohingya”:
“Nos llegan tristes noticias de la persecución a una minoría religiosa, nuestros hermanos Rohingya. Me gustaría expresarles toda mi cercanía a ellos. Pidamos todos al Señor que los salve y que suscite hombres y mujeres de buena voluntad, en su ayuda, que les den sus legítimos derechos. Recemos por nuestros hermanos Rohingya”.
Llamar “Rohingya” a los musulmanes en cuestión es una metida de pata diplomática, porque, como hace notar Sandro Magister, puede sugerir que conforman un subgrupo étnico reconocido, de la población de Myanmar, cuando, de hecho, el gobierno (correcta o incorrectamente) los considera inmigrantes ilegales, venidos de Bangladesh. No cabe duda que son perseguidos. Pero tampoco se pone en duda que la pequeña minoría católica de Myanmar, que no recibió ninguna mención en el discurso del Papa, es víctima de una persecución mucho peor.
En este sentido, Magister cita al Padre Mariano Soe Naing, vocero de la conferencia episcopal de Myanmar: “Si tuviésemos que llevar el Santo Padre con la gente que más sufre, entre nosotros, le llevaríamos a los campos de refugiados [de católicos, predominantemente] de Kachin, a donde han llegado muchas víctimas desplazadas de sus hogares, a causa de la guerra civil.”.
¿Quién persigue por igual, a cristianos y mahometanos, en Myanmar? Nadie más que los budistas, cuya religión, de factura humana- como el islam- ha usufructuado de la errónea idea popular, fomentada tanto por los medios de comunicación como por la jerarquía católica, de que es una “religión de paz”. Lejos de la verdad. Como informa Magister, acerca de las noticias de Myanmar:
“Se filtran las noticias de conversiones forzadas al budismo, incluso a corta edad, en las escuelas, intentaron convertir a los estudiantes de otros credos en pequeños monjes, con las cabezas rapadas y ropajes de color azafrán. En el país, está prohibido tener Biblias y libros de religión. Los no budistas están marginados de los cargos de la administración pública.
“La inmensa mayoría de la población, en Myanmar es, en efecto, budista. Y los monjes budistas están a la cabeza de las organizaciones más intolerantes respeto de las minorías de otras religiones, con todo el apoyo de las fuerzas armadas.
“Es el polo opuesto de la leyenda que acompaña al budismo, que casi siempre es descrito como nada más que paz, compasión, sabiduría y fraternidad”.
¿Cuándo recordará la jerarquía de la Iglesia Católica que la única religión de paz, en esta tierra, es la única religión verdadera, la fundada por el Príncipe mismo de la Paz? Recordemos las palabras del Papa Pío XI, que han sido arrojadas al pozo de la memoria del post Vaticano II, en aras del menos que inútil “diálogo interreligioso”: “Mientras los individuos y los estados se rehúsen a someterse al gobierno de nuestro Salvador, no habrá realmente ningún prospecto esperanzador de una paz duradera entre las naciones. Los hombres deben buscar la paz de Cristo, en el Reino de Cristo”.
El mito de las “religiones de paz” que no sean la verdadera religión, con exquisita ironía, solo ha contribuido al creciente ciclo de violencia en el mundo, mientras hasta la jerarquía de la Iglesia ha cerrado los ojos a la realidad de que las religiones inventadas por los hombres solo pueden conducir al conflicto entre ellos, sin importar los buenos elementos que creen contener. Porque, como también declaró Pío XI, no mucho antes de que la niebla de la época post conciliar descendiera sobre la Iglesia, la paz entre los hombres se consigue solo sobre las bases de los “ideales y las doctrinas de Jesucristo”, incluyendo “la necesidad y el valor de la vida espiritual... la dignidad y santidad de la vida humana, sobre el deber de obediencia, sobre la base divina del gobierno humano, sobre el carácter sacramental del matrimonio y, por consecuencia, la santidad de la vida familiar”, que “fueron confiados por Él a Su Iglesia y solo a Ella, para salvaguarda...”
Esa verdad acerca de la única religión verdadera es la razón misma de que Nuestra Señora de Fátima fuese enviada en misión, por Dios mismo, a pedir la consagración de Rusia, la conversión de esa nación, el triunfo del Inmaculado Corazón de María y un período de paz para el mundo: la paz de Cristo, en el reino de Cristo.
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