lunes, 3 de junio de 2013

El agua.

           El noventa y siete por ciento del agua de la tierra corresponde a agua salada. El tres por ciento restante es agua dulce. De ese tres por ciento un dos por ciento es agua congelada no disponible para el hombre. Y tan sólo un uno por ciento se encuentra disponible para el hombre, siendo el agua para bebida un porcentaje menor de ésta. La importancia del agua para una población mundial que rodea los 8 mil millones de personas no es menor.
       El agua debe ser cuidada principalmente desde el punto de vista de su calidad y su eficiencia en la distribución. Los investigadores piensan que el ochenta por ciento de las enfermedades se produce por el consumo de aguas contaminadas. De allí la importancia  que tiene para los gobiernos y los ciudadanos  preservar lo mejor posible el agua de contaminantes tales como Mercurio, Metales Pesados, Metaloides y segmentación.
      Los efectos de la contaminación del agua producto de la contaminación especialmente de la minería son irreversibles en el tiempo. Una vez que el organismo ya ha sido contaminado persistentemente por un determinado período de años los efectos no se pueden anular en el cuerpo.
    Cualquier país que se prese de civilizado y cristiano debe preocuparse necesariamente por el agua de sus habitantes. Junto con la preocupación de la calidad del agua nos debe acompañar la preocupación por la preservación de las fuentes naturales de agua dulce. Racionalizar este recurso que en un corto plazo va a reemplazar en valor y importancia a cualquier mineral fino como el oro o los diamantes, va a ser prioridad nacional para los gobiernos.
     Cada país debiera tener un ministerio del agua que permita ejecutar políticas a largo plazo que vayan en beneficio del bien común de las personas. De hecho, los gobiernos debieran invertir en fondos de investigación en conjunto con centros universitarios que postulen políticas a largo plazo para los respectivos países.
     Dada la situación coyuntural que afecta a la economía, es urgente conversar y dialogar sobre la eficiencia de este recurso tan escaso. En ninguna decisión de país puede transarse al agua sometiéndola bajo una visión económica que actúe contra su calidad y disponibilidad. Primero es el hombre y después la economía, y aquí no existen o no debieran existir disparidad de criterio en las decisiones. Está la vida y salud de las personas por sobre los intereses mezquino de empresarios y empresas inescrupulosas.
      El fin no justifica los medios, ni el agua le pertenece un grupo de aventajados. El agua es de toda la humanidad y es un bien dado por Dios y eso no tiene discusión.
   

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