viernes, 8 de mayo de 2015

VERDAD Y LIBERTAD.

           La verdadera libertad consiste en la adhesión del alma a la verdad. No puede haber libertad sin antes adherir a la verdad. La búsqueda por la verdad es un acto de amor estimulado por Dios en el alma. En consecuencia, nadie busca sin ese llamado divino. Por consiguiente, el anhelo de la búsqueda por la verdad nace de un acto misericordioso de Dios para que el alma encuentre su reposo en lo eterno y verdadero.
           Sin embargo, al menos externamente pareciera ser que la mayoría de los hombre no les interesa esa búsqueda. Las causas pueden ser múltiples, partiendo que no hay nada que buscar porque no existe nada o si hay que buscar es mejor no hacerlo porque hay que centrarse mejor en aquellas cosas que el mundo me ofrece sin hacerme caldo de cabeza sobre aquello que está más allá del velo que cubre la realidad que me rodea.
         En concreto, más allá de las causas que podamos exponer del por qué no se busca la verdad, lo realmente significativo está en que son muy pocos que la buscan y están dispuestos a sacrificar su vida por ella. Quien sabe o posee de cierto modo la verdad, tiene enormes ventajas sobre aquellos que no la conocen. Empero, esas ventajas finalmente terminan transformándose en sacrificio y testimonio que puede terminar en el sacrificio de la propia vida. Ya que tarde o temprano la verdad nos exige fidelidad hasta el extremo, querámoslo o no, conocer la verdad tiene consecuencias para lo temporal y para lo eterno.
      Si alguien fríamente analizan fríamente las consecuencias entre lo que es la ignorancia culposa y la posesión de la verdad, se podrá dar cuenta que no existe comparación entre una y otra. No es lo mismo parase en medio de la luz y visualizar los colores, los matices de las sombras y las bellezas externas que causan deleite para el alma, que pararse en medio de la oscuridad y no ver nada, sólo escuchar ruidos ininteligibles de cosas que nos rodean pero que sin embargo, aparecen ajenas a nosotros.
    Vale la pena conocer, ya que al conocer podemos distinguir, lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo, lo verdadero de lo falso, lo caduco de lo eterno. Jamás nunca renunciemos al privilegio del conocimiento de la verdad, cueste lo que nos cueste, porque si dejamos de amar la verdad nuestra alma pierde el sentido verdadero para lo cual fue creada.
    No nos escandalicemos de aquellos que desprecian la verdad, más alegrémonos que aunque no seamos muchos los que la busquen, al hacerlo somos luz sobre todos aquellos que son oscuridad. No dejemos de reflexionar, de analizar matiz por matiz los diferentes aspectos que componen la realidad, fenómeno que por lo demás que es extremadamente complejo.
     No le echemos la culpa al siglo de la pereza de las mentes actuales, ya que siempre han sido pocos los que se han atrevido a vivir ésta aventura que nos envolverá hasta el final de nuestras vidas.
     Aunque las tinieblas del error y lo irracional envuelvan nuestra vista cubriéndola con el velo de la ignorancia, deberá ser nuestro a mor al bien lo que nos lance hacia la verdad inmutable que proviene de Dios.
      Escuche hace un par de semanas atrás a una persona que me dijo que él " no confiaba ni en sus dientes, porque estos lo podían morder", esa afirmación me hizo reflexionar un poco en esa pequeña sabiduría popular, ya que lo que este hombre quiso decir, que mientras estemos con vida, es deber nuestro desmenuzarlo todo a fin de sacarlo de la oscuridad que afea a las cosas.
      Vivimos en una sociedad de esclavos, más los que aman la verdad, son los grandes adalides que pregonan la verdad alejándonos de la esclavitud del mundo. Libertad es elegir lo bueno prescindiendo de lo malo, aunque lo malo aparezca como si fuera bueno, de allí el gozo de aquellos hombres que se alegran en hacer el bien y que rechazan el mal.

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