miércoles, 28 de agosto de 2013

La pobreza de nuestra especie

            A mi juicio, existen dos tipos de pobreza, a saber: una material y otra espiritual. Si bien la pobreza material es muy dura y tremenda, la espiritual es más dañina y culposa. No existe comparación entre ambas. La espiritual es eterna, mientras que la material se da según el tiempo y  dura lo que éste permanece.
            A lo largo de mi vida he conocido una gran cantidad de personas. Dentro de esa gama de personalidades cada una de ellas representa a un modo de plantearse frente a la vida. De ese universo, son muy pocos los que podría yo calificar como caritativos. La mayoría de los que conocí o he conocido son más bien pequeños egoístas que sólo piensan en satisfacerse a sí mismos más que hacer el bien por amor a Dios. Son hijos de este siglo, como podría decir un San Pablo, lleno de egolatrías autoreferentes que tratan de saciar un amor a la vanidad.
            Es curioso lo que describo, pero es lo que me ha tocado conocer. Tal vez en el pasado en el esplendor del cristianismo pudieron haber existido otro tipo de personas, nacidas en una sociedad cristiana llenas de amor y devoción. O tal vez sea una idealización de una sociedad que estaba centrada en Dios, pero que seguían teniendo los defectos propios de la gente de nuestra especie.
              También he conocido a otras personas más afables, pero estas son las menos. Yo diría uno entre mil o tal vez uno entre cinco mil, no lo sé. Un gran misterio es para mí por lo menos. Y pensar que el cielo es una gran ciudad de los hijos de Dios. Y digo los Hijos de Dios, los elegidos, los que amaron más a Dios que así mismos. De éstos, sólo los conozco a través de la lectura de la vida de los grandes santos. Pero ¿cómo se puede amar al prójimo si éste no es digno de nuestro amor? Y sin embargo, sin ese amor al otro no se puede llegar al cielo.
          Dios nos pone como condición para ir al cielo el amor, sin amor, no hay premio. Ese amor que debemos dar al prójimo tiene un fin trascendente. Ese al amor al prójimo debe ser por amor a Dios. Amo a Dios en el prójimo. Ese amor al prójimo tiene que estar centrado únicamente en Dios. Sólo por Dios, independiente a quien se debe amar. Pero ¿ en qué consiste ese amor?, a mi juicio, consiste en dos modos muy peculiares del amor cristiano.
        El primero, es de carácter pasivo, pero es parte esencial del amor. No devolver el mal con el mal. Eso implica un esfuerzo tremendo para el alma, involucra a todo el ser del alma que reordena su parte afectiva subordinándola a la voluntad en vista del bien superior que viene de Dios. En resumidas cuentas, me niego a mi mismo y adhiero a la razón superior de mi creador. Esto suena muy fácil en la práctica, pero no lo es, no es fácil negarse, no es fácil negar mi propia naturaleza en vista de una promesa superior, pero se puede, sólo con la ayuda de Dios.
      Como ven, en un simple acto pasivo se desenvuelve un gran amor en vista de lo trascendente. Esfuerzo, disciplina y convicción se conjugan en una amalgama entre sentimientos y certezas por la fe. Ese es el amor cristiano, lleno de misterio y de incomprensiones, pero sujeto a grandes premios y consuelos,  ya no de hombres, sino sólo de Dios.
      El segundo amor, es el más perfecto, es el amor al prójimo en vista de sus bienes espirituales. La oración por el bien del prójimo, pero no de cualquier bien, sino me refiero al bien del alma. El deseo de la salvación eterna del  alma de aquél que a mi juicio no lo merece, pero que Dios exige de mí que rece por él. Aquí no se trata de relaciones interpersonales llenas de afectos desordenados. Se trata de ver todo con una mirada sobrenatural. Y eso, una mirada sobrenatural que es incomprensible para las criaturas como nosotros. Son los llamados misterios insondables de Dios. Son eso, misterios, los conoce Dios, pero se ocultan para nosotros.
       Resumiendo, mi planteamiento o mi visión del amor está basada en dos actos, uno pasivo y otro activo. Pero esos actos o mejor dicho modos de desenvolverse el amor están estrechamente ligados entre ellos, de tal manera que no puede coexistir uno sin el otro. Bueno, esas son las reglas y los requisitos que debemos cumplir para poder optar para llegar al cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo se publicarán comentarios constructivos y que no contengan groserías y sean mal intencionados.