martes, 6 de agosto de 2013

¿Quién es el más apocalíptico?


         Desde hace algún tiempo a esta parte vengo escuchando casos de personas que gozan escuchar temas apocalípticos. Al modo  como quien goza escuchar un buen cd de música.
         Si hablamos del apocalipsis es porque vemos señales muy marcadas que nos obligan a recurrir a este magnífico libro que relata las profecías de los últimos tiempos. Con el apocalipsis no se juega, no se trata de jugar a quién o cuál es el más pitoniso.
          El mundo moderno se encuentra en un callejón sin salida. El hombre contemporáneo tiene el alma vacía. Ese breve análisis sobre cómo se comporta el hombre ya debiera llevarnos a estar más atentos acerca de las señales del cielo. El hombre actual no ha nacido del azar ni menos de una situación coyuntural de un determinado pueblo o idiosincrasia. No es así, nuestras generaciones llevan siglos siendo bombardeadas por herejías y filosofías de corte naturalista. Somos en resumidas cuentas hijos de la mutación de la verdad. Somos hijos bastardos de ella, por lo que no es de extrañar que nuestros objetivos en la vida y nuestros modos de relacionarnos se muevan por el egoísmo más que por el bien común de la sociedad.
          ¿Somos víctimas entonces de la situación frente a la cual nos toca vivir?, sería muy simplista de mi parte excusarnos. Y claro, lo más fácil sería decir que nacimos en este ambiente que conocimos como lo más natural del mundo. Pero la respuesta no es tan simple, al menos, desde el punto de vista como yo lo enfoco. Cada uno de nosotros está obligado a enfrentar su vida conforme a la formación que recibió y a la conciencia que se tenga de la misma.
         Pero lo mayoría de los de nuestra generación no gozó de tener una buena formación religiosa. Luego, todos somos excusados por la ignorancia invencible. Todos somos excusables y finalmente todos vamos al cielo. Este silogismo simplificado no es correcto. Y no lo es porque el hombre no es un animal autómata que esté determinado a actuar en conformidad a un programa de vida que recibió con anterioridad en su primera infancia.
        Así como no fueron excusables los que no reconocieron a Cristo como el Mesías. Así del mismo modo , no somos excusables los que no sabemos o no queremos buscar  las señales que antecederán su Segunda Venida. Es deber nuestro buscar la verdad y enfocar nuestra vida hacia ella. Pues bien, Cristo es esa verdad, es la roca inmutable que sostiene a la Iglesia y a cada alma. Nuestra vida debe ser Cristo céntrica si es que de verdad queremos llegar al cielo.
      ¿ Que nos dice Cristo?, nos dice que estemos atentos a las señales y nos cuidemos de ser embaucados por los lobos con piel de oveja. El Evangelio se encuentra lleno de advertencias y exhortaciones de Nuestro Señor para estar vigilantes a los acontecimientos y las situaciones que nos rodean. Por eso no es loca o enferma la persona que busca cuidar su alma del ave rapaz de la herejía.
      ¿Cristo nos constituyó como jueces?, en estricto rigor Cristo nos advirtió de los peligros que nuestra alma se ve expuesta por las tentaciones del mundo y del Demonio. Pero no, no somos jueces de los demás ni de nosotros. Esa función es única y exclusiva de su divina potestad. Tampoco somos jueces de sacerdotes y obispos. Tampoco lo somos de Papas locos y Papas malos.
        Una cosa es juzgar una verdad de la Iglesia antes definida o un error antes condenado por el Magisterio Infalible, y otra cosa muy distinta es usurpar una autoridad que nadie ha delegado en nosotros ni menos negar tal o cual autoridad por muy herética que sea. ¿Pero nadie esta obligado a seguir a un hereje?, obviamente, al hereje y a la herejía se la debe resistir y apartar de nuestras almas.
        ¿Se puede ser sedevacantista entonces?, en mi opinión, la posición sedevacante actúa de manera usurpadora. ¿ Qué usurpa?, usurpa una autoridad que nadie delegó. La Iglesia no delegó en nosotros una investidura especial para constituirnos en jueces formales de las autoridades eclesiásticas. El católico no puede concluir internamente que tal o tales autoridades son herejes formales, sin antes, que la misma autoridad de la Iglesia ya haya condenado a esa misma autoridad.
       Pero fray Agrícola me dirán, no sea iluso, el Papa no se va a juzgar a sí mismo y se va a condenar por hereje. Claro que no lo hará, pero nosotros tampoco podemos juzgarlo sin haber recibido de la misma Iglesia esa investidura. ¿ Pero que pasa entonces con los sedevacantistas?, el caso de ellos dependerá del modo como llegaron a tomar esa decisión y los motivos por los cuales lo hicieron. Si no hubo una intención de separarse de la Iglesia, bueno , allí Dios operará de un modo distinto por los que si quisieron hacerlo.
        El sedevacantismo no es una opción plenamente católica, al menos, en los aspectos formales del término. No lo es, porque el alma aniquila internamente la Iglesia visible que es sostenida por un misterio muy especial por Cristo. ¿Usted dice Fray Agrícola que Cristo sostiene la Iglesia modernista?. Yo digo que Cristo sostiene a la Iglesia, pero no sostiene el modernismo que pulula en ella. Y ¿ Cuál es la diferencia?, la diferencia radica en la tolerancia divina. ¿ Explíqueme esto?, a mi juicio, Dios tolera ciertas cosas en su Iglesia para que la paja quede separada del trigo en el seno de la misma Iglesia. Dios permite que ocurran ciertas confusiones en la Iglesia para que la misma Iglesia salga después más fortalecida por la verdad.
       Si ustedes se fijan, después que nacieron todas las reformas horrorosas del concilio Vaticano II,  en todo el mundo se articularon pequeños focos de resistencia dentro de la Iglesia que aún continúan resistiendo a las malas autoridades. Esos grupos o pequeñas iglesias domésticas persistirán hasta la llegada de Nuestro Señor, si es que no me equivoco en mi interpretación.
     Esos grupos, resisten a las malas autoridades, pero no las destituyen ipso facto. No podemos negar todo lo que hay de Cristo en la Iglesia post conciliar. Dios mandará a un obispo o algún grupo de buenos sacerdotes para que asistan las almas que se oponen a una religión adulterada. ¿ Entonces es lícito oponerse? por su puesto que sí, antes hay que amar a Dios que a los hombres. Pero una cosa es oponerse a los dictámenes arbitrarios de una autoridad distorsionada y algo muy distinto es decir que no existe autoridad alguna porque una autoridad no puede actuar contra el bien común de la Iglesia.
     Sin lugar a dudas, que las actuales autoridades de la Iglesia en muchos de sus dictámenes y decisiones actúan contra la misma Iglesia. Por ello tenemos el deber de oponernos a sus caprichos. Pero tener una oposición no es constituirnos en un tribunal que nuestra propia mente nos obligó a hacerlo. O si no seríamos como los protestantes, cada cual juzga según su libertad de conciencia y sus propios raciocinios.
        Para seguir el apocalipsis no es necesario ni menos oportuno de nuestra parte en terminar siendo sedevacantistas, aunque muchas de las situaciones externas así nos lo mostraran.
 

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