domingo, 15 de septiembre de 2013

Respuesta al tomista.

 Estimado Amigo:
     Muchas gracias por aportar con sus comentarios basados en la doctrina tomista. Usted con su respuesta me hace acordarme a las típicas respuestas que me hubiera dado mi profesor de Filosofía Medieval.
     Me voy a tomar la libertad de ir reflexionando paso a paso lo que usted expone de la filosofía del doctor Angélico. La reflexión parte haciendo una distinción, lo cual, es muy típico en el Aquinate.
      Nos dice Santo Tomás que hay que distinguir el que tiene a su cuidado algo particular y el provisor universal. Evidentemente, Santo Tomás no lo hace explícito pero lo da entender, que ambos atributos son inherentes al creador.
     Pero el creador, vale decir Dios, obra de distintos modos, que no son excluyentes, sin embargo, obedecen a fines distintos según sus divinos planes. Si esto es así, vale decir, si estoy en lo correcto en mi análisis, Dios como cual jugador de un tablero de ajedrez mueve la piezas según el bien último del particular y en vista del bien común de la especie. Espero no haber sido irreverente con mi burda comparación con Dios y el jugador de ajedrez.
    Pero sigamos, por algo Dios nos dotó de inteligencia, aunque en mi caso, no es tan profunda como la de los grandes doctores y filósofos católicos. ¿Cómo se conjugan el bien del particular con el bien común? ¿Cómo opera la libertad individual corrompida por una naturaleza caída y los planes divinos? ¿por qué el mal en aquellos que se han encomendado a Dios? ¿Cómo Dios permite la corrupción en aquellos que han depositado su confianza en Él?
     Siempre recuerdo una reflexión muy particular de San Agustín en su libro la Ciudad de Dios. El Hiponense plantea el caso del mal físico que sufrió una mujer romana producto de su vanidad. Por su excesiva vanidad, nos dice Agustín , ella fue víctima de una violación. Cuando leí esto lo encontré tremendamente duro. Y aún lo sigo encontrando, no me cuadra plenamente, con la concepción de un Dios providente y protector.
     Cicerón en su libro Natura Deorum hace hincapié que si Dios es Dios, entonces ejerce un poder protector sobre nosotros. Espero no salirme de los cánones tradicionales del catolicismo, pero en mi torpe cabeza sigue mi inclinación natural en un cuidado protector muy especial en aquellos que Dios eligió según su arbitrio.
     Siguiendo el derrotero tomista, debo hacer la distinción entre el plan protector para los elegidos de Dios y los que no lo son. Es materia de fe, creer que Dios tiene sus elegidos. Las Sagradas escrituras dan testimonio de ello. Así de este modo, existe, una diferenciación jerárquica entre cada uno de los elegidos. Unos son más importantes según los modos y misiones que la Divina Providencia les ha encomendado. Y otros, serán menos importantes según su menor grado de influencia respecto a las demás criaturas. Y aquí engancho con la doctrina tomista en cuanto a mirar el bien común de la especie. Ya que la especie no existe en su totalidad reunida en un sólo lugar, sino, se da de modo disgregado en diferentes lugares, los planes providentes operan según el grado de influencia mirando al bien común, en la comunidad particular a través de individuo particulares. Por consiguiente, hilvanando los puntos, los elegidos de la Divina Providencia cumplen fines específicos que Dios les ha encomendado por el bien de los muchos y sin que ellos mismos tengan el grado de conciencia para lo cual han sido elegidos por Dios.
     Si todo lo anterior se cumple o mejor dicho corresponde a mi hipótesis teológica, jamás los elegidos de Dios podrán ser víctimas de males superiores a sus fuerzas ni menos serán arrebatados por sus enemigos ya que Dios los guardará de ellos.
   Si Dios es Dios, Dios cuida y protege. Entonces ¿Qué pasó con Judas? que era uno de los doce y apostató. Judas era uno de los doce, participaba del más selecto grupo de los amigos de Cristo. Judas comió con Cristo, conversó con Cristo, aprendió directamente su doctrina con él. Y sin embargo, se ahorcó y lo traicionó. ¿Dónde estaba Cristo en la desesperación de Judas?. No niego que este argumento derrumba en parte mi exposición anterior, de hecho el mismo Cristo dijo que más vale a éste no haber nacido.
    Nuevamente la doctrina tomista nos puede ayudar aquí. Una cosa sería creer ser de Cristo y otra serlo verdaderamente. Los que lo son verdaderamente, están dispuestos a dar su vida por Cristo. Y los que no lo son, velan por sus propios intereses en desmedros de los intereses de Cristo. Unos se auto engañan pensando que son de Cristo no teniendo obras cristianas y otros piensan que no son dignos de Cristo pero sus obras son propias de los que son de Él.
     Esta aparente aporía entre creer que se es y no serlo y, serlo sin creer que se es digno de tal dignidad, es al parecer la respuesta más satisfactoria que al menos yo puedo encontrar. Y la clave de todo está en la humildad. en saberse que no se es nada, pero tratar de vivir una vida llena de obras de caridad teniendo la confianza más absoluta que el creador iluminará nuestra inteligencia para bien de nuestras almas.
       Bueno, en el otro correo sigo para no aburrirlo con mi burdo análisis.
     Un abrazo.

4 comentarios:

  1. Calvino creía que los "elegidos" ya no necesitaban hacer nada para salvarse, porque Dios los cuidaba.

    Esto fue condenado por la Iglesia. Nadie está condenado de antemano, ni salvado de antemano.

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  2. Estimado Fraile:
    Si hemos de darle crédito al excepcional Lucifer que representa Al Pacino en la película "El abogado del diablo", ha dado usted en el clavo. Vale la pena detenerse en el final, cuando expresa el demonio"Vanidad ... mi pecado favorito". Saludos. Pedro de Santo Tomas.

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  3. Caro Fraile:
    Me parece que el ejemplo de San Agustín da para varias hipótesis causales y, más allá de la vanidad de la víctima del caso en particular, qué decir de los múltiples abusos sexuales perpetrados sin "culpa" de la víctima.
    Es que, a mi juicio, la tutela divina no es ni puede llegar a tanto, de otra suerte se acabaría la libertad humana.
    Dirá usted que no debe haber libertad para hacer el mal, y es asi, la libertad se nos ha dado para hacer el bien, pero voluntariamente, de modo que, en cierto sentido, puede decirse que Dios N.S. tolera la causación de males morales porque su Providencia y Protección, salvo los especialísimos casos que usted menciona, no deben llegar al punto de suprimir el libre albedrío.
    Claro que acá nos estamos metiendo en el tema del bien y el mal en materia moral, lo cual debe distinguirse del bien y el mal naturales, pero esta es otra historia. Cuando tenga tiempo le escribo algo sobre el tema.
    Abrazo.
    Tomista Medio Ilustrado.
    PD: una ironía en la línea de Santo Tomás para un poco de alegría en este valle de lágrimas: si el bien es y el mal no es, porque sólo es privación del bien, en definitiva el mal nada es.

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    1. Estimado Amigo:
      El mal no es algo sustancial, sino un accidente producto del desorden. Si no hubiera habido Pecado Original, el mal no se hubiera introducido en el mundo.
      El mal es fruto de la desobediencia, por consiguiente, no obedece a la creación entitativa de Dios, sino más bien, al defecto por el mal uso del Libre Albedrío.
      No obstante lo anterior, el mal se da en seres reales, lo que hace que se lo identifique erróneamente en seres concretos. Sin embargo, el principal instigador del mal en el mundo es el Demonio. Un ser real y concreto, causa directa del gran parte del mal.
      Pero el Demonio fue creado bueno, empero, por su soberbia desobedeció. Su voluntad quedó inclinada al mal, no siendo este mal una sustancia sino un accidente de los seres creados de razón.
      Un abrazo.

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