viernes, 15 de mayo de 2015


El Concilio de Jerusalén
Ilumina al Vaticano II

 

                La lectura del relato de la reunión que hubo en Jerusalén entre el año 48 y 50, según los historiadores, y que hoy conocemos como concilio de Jerusalén, primer concilio ecuménico, me han inspirado algunas reflexiones que podrían ayudarnos a comprender al último concilio e intentar hallar así una posición que acerque las distintas visiones de la magna asamblea que hoy nos dividen. Como no soy teólogo ni historiador, someto estas ideas al juicio más experto de quien las lea y agradezco de antemano sus correcciones. Y, sin más, entremos en materia.

                El problema que suscitó la convocación del primer concilio ecuménico, para usar el lenguaje de hoy, era gravísimo. Algunos cristianos de origen judío y, muy especialmente, del grupo de los fariseos, se habían presentado en Antioquía y revolucionado a toda la comunidad al establecer la obligatoriedad de la circuncisión y de la observancia de toda la ley mosaica. “Se produjo una agitación y disputa no pequeña” comenta el libro de los  Hechos (15,2). Conocido el carácter benevolente y optimista  del libro, casi podríamos calificarlo de poema épico, hemos de valorar esas palabras y comprender que la discordia promovida por estos visitantes fue muy grave; tanto, que hubo que enviar a san Pablo y a san Bernabé a Jerusalén a plantear el disenso ante los mismos Apóstoles. Parece que, a la sazón, en esa ciudad sólo estaban san Pedro, san Juan y Santiago el menor, a quienes san Pablo calificará de “columnas de la Iglesia”.

                El problema era dogmático. La salvación, que nos trajo Jesús, ¿depende de Moisés o sólo de Él? ¿Es necesario comenzar por ser hijo de Abraham y luego cristiano? Estos judíos sostenían que el que no se circuncidaba, “conforme a la ley de Moisés”,  no podía salvarse. La circuncisión, pues, parecía ser más importante que el mismo bautismo. Es de notar que, en aquella época, la “ley de  Moisés” había sido recargada con mil prescripciones y detalles insoportables, a juicio de san Pedro (He. 15,10); prescripciones que, por supuesto, no están en la Biblia canónica.

                No les faltaban razones a los judaizantes, como los llamamos hoy. El pacto de Dios con Abrahán no podía ser abolido; Jesús fue circuncidado y él mismo había declarado que no había venido a abrogar la ley sino a cumplirla (Mt. 5,17-18); etc.

                Con su tono tan mesurado, san Lucas sólo nos advierte que hubo “una larga discusión” en Jerusalén (He. 15,7). Podemos conjeturar que el revuelo no fue menor que el de Antioquía. La comunidad se dividió en dos bandos y no pudo llegar a conclusión alguna, según interpreta Josef Holzner[1], de modo que los enviados de Antioquía hubieron de reunirse con los Apóstoles y los presbíteros en sesión menos tumultuosa; si bien otros prefieren pensar que hubo una sola reunión pública a la que asistieron también simples fieles.

                El dogma va a ser aclarado por san Pedro con el apoyo de Santiago. El primer sumo pontífice de nuestra historia recuerda que el Espíritu Santo descendió sobre Cornelio y su familia, paganos incircuncisos, incluso antes de su bautismo, en virtud de su mera fe en Jesús[2]. Parece evidente que no se les puede exigir pasar por el judaísmo a quienes ya recibieron el Espíritu de Cristo. En definitiva “por la Gracia del señor Jesucristo creemos ser salvos nosotros, lo mismo que ellos” (v.11). En consecuencia, de ahora en adelante, la ley mosaica cumplida por Jesús, ya no obliga a los cristianos; salvo, claro está, agregamos por nuestra parte, lo que esa ley contiene de moral natural que es la misma para todos los hombres en todos los tiempos. Y, en esto, no hay diferencia entre judíos y gentiles. En la nueva Iglesia, todos son igualmente hijos de Dios, como puntualizará san Pablo en sus epístolas y san Juan en el prólogo de su evangelio. Lo que nos salva es la fe en el Mesías, en el Hijo de Dios, y no la circuncisión.

                Con esto quedaba resuelto el aspecto dogmático del problema. Pero el partido judaizante quedaba herido y Santiago creyó oportuno, en bien de la paz, hacerles una concesión. Al menos así lo interpreta Holzner en la obra ya citada. En primer lugar apoya a san Pedro citando la Biblia, a Amós (9,11-12) concretamente, que había profetizado la conversión de los gentiles[3]. En segundo lugar, pide que los gentiles “se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo ahogado y de la sangre” (v. 20), que era lo que se les exigía a los prosélitos, es decir, a los paganos, antes de ser circuncidados e incorporados a Israel.

El concilio, en consecuencia, remite una carta a los fieles de Antioquía en la que los libera de las exigencias judaizantes, pero les impone “que os abstengáis de los idolotitos, de sangre y de lo ahogado y de la fornicación, de lo cual haréis bien en guardaros” (v.29). Este decreto, como lo calificaríamos hoy, le creó a la Iglesia primitiva tantos problemas como tinta se ha gastado en tratar de explicarlo. Nos limitaremos a una breve exposición de los hechos que nos permiten, me parece,  iluminar nuestra actual situación.

La expresión “contaminaciones de los ídolos” prohíbe a los cristianos participar en las comidas que seguían a los sacrificios paganos. Los idolotitos son la carne sacrificada a los dioses que luego es comida en el banquete que solía seguir a estos sacrificios. La “fornicación” no se limita a lo que hoy entendemos por ella sino que incluye a las simples uniones de hecho, bastante comunes en esa época, a los matrimonios entre parientes cercanos, y, posiblemente, a la homosexualidad y pederastia, y, finalmente, “lo ahogado y la sangre” alude a la antigua idea judía de que en la sangre habita el alma por lo que había prohibición absoluta de beberla; incluso era necesario sangrar adecuadamente a todo animal que iba a ser destinado al consumo humano[4]. Parece que estas disposiciones no habían de hallar oposición alguna. Nada más lejos de la realidad. La última era fácil de cumplir en Judea, imposible en el resto del Imperio. Por la sencilla razón de que, en el mercado (macellum), no era posible distinguir la carne sobrante de los sacrificios, idolotitos, de la otra carne. Porque los sacerdotes vendían a los carniceros la carne que no consumían[5]. Por ello san Pablo enseñará que no hay que hacer caso de tal prohibición, si bien, por especial atención a los flacos en la fe, hay que abstenerse en su presencia[6]. Digámoslo con más violencia: san Pablo enseña a desobedecer a un concilio. Pero no todos hicieron caso a la observación de san Pablo. Muchas comunidades se sintieron obligadas y hasta san Bonifacio, en el siglo noveno, tendrá sus escrúpulos, nos recuerda Holzner.

En otras palabras, la decisión dogmática del concilio fue impecable, la pastoral, desastrosa. En efecto, fuera de Judea, los cristianos quedaban obligados a practicar el sistema vegetariano, como lo llamamos hoy. Lo cual era harto molesto. Hubo comunidades que se sentían obligadas por este decreto conciliar y otras no; situación que perduró por siglos. Como vemos, la pastoral se adecúa a las circunstancias espacio-temporales, por lo que es muy difícil establecer una práctica pastoral universal que se adecúe igualmente a todos los lugares y a todas las épocas.

Josef Holzner, cuidando su lenguaje, critica al concilio de Jerusalén. Establece que no aclaró suficientemente el problema, se limitó a dar una solución a medias al introducir esa medida que hemos calificado de pastoral. ¿Sólo los judíos de Jerusalén han de mantenerse fieles a la ley de Moisés? Si se extiende también a los de la diáspora, la Iglesia quedaba dividida en dos categorías: judío-cristianos y pagano-cristianos. En otras palabras, la decisión pastoral contaminaba a la dogmática. Implicaba crear dos clases de cristianos. Era fácil de ahí pasar a considerar a unos perfectos, mientras los otros serían impuros o imperfectos[7]. Esto explica el lío de Antioquía que enfrentó a san Pablo con san Pedro, relatado en la epístola a los Gálatas[8] y silenciado en los Hechos. Todavía se lo llama, eufemísticamente, “incidente de Antioquía”.

Si los Apóstoles, al incluir una disciplina pastoral en su primer concilio, sin tomar en consideración las diferencias de lugares tan alejados de Judea en sus costumbres, provocaron tantos entuertos, imagínense qué podía esperarse de un concilio pastoral que intentaba ser aplicado en toda la faz de la tierra. Las diferencias culturales actuales son harto mayores que las que había en los estrechos límites del imperio romano del siglo primero. De ahí el despropósito de llamar a un concilio únicamente pastoral, como fue el último.

El cardenal Pacelli no dudó en pedir y conseguir la traducción del libro de Holzner al italiano, a pesar de que se había dado el lujo de criticar el mismísimo concilio de Jerusalén, en que estaban reunidas “las columnas de la Iglesia” y san Pablo, ¿Por qué tanto revuelo porque algunos critican al Vaticano II? La crítica de Holzner se limita a la poco feliz decisión pastoral de ese primer concilio, es verdad; el actual, como se declaró pastoral en su totalidad, es criticable en la misma medida, si mantenemos el mismo criterio. Y con la aprobación del cardenal Pacelli, si viviera hoy, podemos conjeturar. Y con la de Pío XI, a nombre del cual el card. Pacelli agradece al autor el envío del libro y lo felicita por estudiar la figura y obra del Apóstol de las Gentes.

En vez de rasgar vestiduras, me parece que es más sensato acercarse a los textos del concilio y separar la espiga de la cizaña, como viene pidiéndolo la Fraternidad san Pío X y tantos otros, en vano, hasta el día de hoy.  ¿Estamos próximos a que esta actitud cerrada y farisaica llegue a su término y comencemos a estudiar esos textos sin prejuicio, a la luz de la santa Tradición, como debe ser? Benedicto XVI ha dado el primer paso.

Sin embargo, el daño que produjo la decisión pastoral del concilio de Jerusalén no terminó allí. Años después, san Pablo decide regresar, por quinta vez después de su conversión, a las ciudad santa. En Tiro, algunos cristianos “movidos por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén”[9]. San Pablo no hizo caso y siguió su viaje. Dejo a los teólogos la explicación de tan inusitada actitud del apóstol de las gentes.  Para nosotros, pobres laicos, es un consuelo saber que hasta los más grandes santos se equivocan y que Dios perdona tales errores. La subida en cuestión le significó a san Pablo un cautiverio de unos cuatro años que interrumpieron su labor apostólica. Mejor habría sido que no hubiera subido, pero incluso peor fueron, si cabe, los efectos de esa subida.

Santiago, a la cabeza de esa comunidad, le pedirá a san Pablo que judaíce[10]. En esa iglesia, según él, todos los judíos creyentes en Cristo, que son miles, siguen puntualmente la ley de Moisés (He. 15,20). Pero han oído decir que san Pablo enseña a los judíos de la dispersión que no circunciden a sus hijos ni sigan las costumbres mosaicas (v. 21). Leemos entre líneas, pues, que en Jerusalén la iglesia está dividida en dos categorías de cristianos: los judíos que siguen la ley de Moisés y los gentiles que están exentos de ella (v. 25). Era justamente lo que san Pablo se esforzaba por evitar. Santiago pide a san Pablo que desautorice el rumor del modo más eficaz: con su ejemplo. Ha de acompañar y presentar en el templo a cuatro varones que han hecho voto al modo judío, por lo que han de purificarse. San Pablo ha de unirse a ellos y así demostrar que sigue cumpliendo cabalmente la ley (v. 24). Dicho con toda claridad, como judío, san Pablo seguía obligado a cumplir cabalmente con la ley de Moisés; al menos, debía aparentarlo. En otros términos, la ley mosaica no obliga a los gentiles, pero sí a los judíos. Y san Pablo se someterá a las exigencias de Santiago. A nadie, al parecer, ni al mismo Apóstol se le había ocurrido que era ilícito continuar judaizando, si se era judío de origen. ¿Creían los cristianos de Jerusalén de dicho origen que tales prácticas eran necesarias para la salvación? Los que fueron a Antioquía y provocaron el problema que obligó a consultar a Jerusalén ciertamente lo creían. Después de la decisión del concilio, podemos pensar que, al menos los más despiertos, no lo creerían. A pesar de lo cual, seguían judaizando. ¿Atavismo? ¡Qué difícil es, para nosotros, separados por casi 2.000años de esa época, comprenderlo!

¿Cómo llegó la Iglesia a prohibir tal actitud? En realidad, parece que jamás lo hizo. Podemos suponer que todos los apóstoles, no sólo subían al templo a orar, sino que cumplían cabalmente la ley de Moisés. Tuvo que intervenir Dios mismo por medio de su elegido Tito. El príncipe romano, sin saberlo, por supuesto, prestó una ayuda invaluable a la Iglesia, como antaño Ciro a los hebreos en Babilonia. Al destruir Jerusalén y demoler el templo, dejando el lugar convertido en cuartel de una legión, resultó imposible seguir cumpliendo las exigencias mosaicas; en especial, las referidas al templo. La comunidad católica abandonó la ciudad antes del desastre y se refugió en la ciudad helenística de Pella[11].

¿Hubo algún pronunciamiento de la Iglesia anulando la disposición pastoral del concilio de Jerusalén. Parece que no. Simplemente se lo dejó caer en el olvido.

Hoy nos divide el concilio Vaticano II tal como entonces el de Jerusalén. Tal vez lo más sabio sea la actitud de la Iglesia antigua: dejarlo caer en el olvido. Hace algunos años, un amigo reflexionaba: la pastoral recoge el esfuerzo de los obispos de adecuarse al tiempo y al lugar presente. Como el concilio se reunió a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, se adecuaba a las necesidades temporales de entonces; no a las de ahora. En consecuencia, lo más sensato parece ser dejarlo caer en el olvido y mirar hacia adelante.

Algunos ejemplos históricos nos iluminan esta actitud. Los jesuitas descubrieron la habilidad que tenían los guaraníes y su gusto por el canto y basaron buena parte de su pastoral en la música. Hoy comenzamos a rescatar del olvido una ingente cantidad de himnos religiosos compuestos en esa época con ese fin. Pero los tiempos cambian y, con él, la pastoral en muchos detalles. Nuestra misa dominical tradicional poco tiene que ver con la que se oficiaba en el siglo XVIII, en el centro de Europa, también cantada por todo el pueblo, pero con una orquesta completa en el interior del templo y en medio de nubes de incienso. El sermón podía durar una hora y nadie protestaba. ¿Igual que hoy?

Dejemos a los teólogos de profesión dilucidar las zonas oscuras de tal concilio y continuemos la Tradición sin solución de continuidad.

 

 

 

JUAN CARLOS OSSANDÓN VALDÉS



[1] “San Pablo. Heraldo de Cristo”. Herder. Madrid. 7 ed., 1964. Págs. 146 y ss. Esta obra fue recomendaba calurosamente por S.E. Eugenio card. Pacelli, secretario de Estado, futuro Pío XII.
[2] He. 10, 44,45.
[3] Como en los Hechos sólo tenemos un breve resumen de cada discurso, podemos pensar que Santiago se ha referido también a otros textos que proclaman la universalidad de la nueva iglesia. Cfr.  Is. 42, 49, 55, etc; Ps. 2 y 85; y muchos otros textos.
[4] Holzner, o. c. pág. 150.
[5] Ibíd.
[6] Cfr. 1 Cor. 8,13.
[7] Ibíd. Pág. 152.
[8] 2, 11-14.
[9] He. 21, 4.
[10] Aunque el texto dice: “ellos le dijeron”, como Santiago era el obispo y “hermano del Señor”, suponemos que era él quien llevaba la voz cantante.
[11] Daniels- Rops: “La Iglesia de los Apóstoles y de los Mártires”. Arcaduz. Madrid. 1992. Págs. 60 y ss.

12 comentarios:

  1. un documento del 2001 en línea con el conciliábulo:



    Le peuple juif et ses Saintes Écritures dans la Bible chrétienne, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana (24 de mayo de 2001)
    [Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2001]


    http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_20020212_popolo-ebraico_sp.html


    https://www.youtube.com/watch?t=398&v=RlMfqlJaL-8

    9 de mayo de 2015, 8:48
    Anónimo Anónimo dijo...
    el documento dice; leer la biblia como la lee el judaísmo implica necesariamente la aceptación de todos sus presupuestos..... que excluyen la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios."


    También que los judíos son salvados sin la fe en Cristo según kasperín....

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  2. ¿dejemos a los teólogos? pues bien aquí lo tienen
    dejen ustedes de tratar de justificar a ese concilio de mierda


    http://www.padrepioandchiesaviva.com/uploads/Vat._II_dietro_front_sp.pdf

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  3. Pues bien: En la mayor parte de los casos, ese ataque ha sido más bien indirecto. Normalmente, la definición infalible no se niega de forma contundente, sino que se la van corroyendo por medio de la crítica o de la “revisión”. Los innovadores de la Iglesia no son tan estúpidos hasta el punto de afirmar, pura y simplemente, que una doctrina infalible de la Iglesia constituya un error. Puede incluso darse el caso de que, en su alegada “ilustración”, estos innovadores lleguen a pensar que están “profundizando” o “desarrollando” la enseñanza católica, para el bien de la Iglesia. Obsérvese que no estamos juzgando sus motivaciones subjetivas. Sin embargo, el efecto de aquello que practican es muy claro: el desmoronamiento de las doctrinas definidas de modo infalible por el Magisterio.

    Otro ejemplo de este insidioso desmoronamiento es el ataque que emprenden contra el dogma que declara que, “fuera de la Iglesia Católica, no hay salvación”. El Credo Tridentino, citado integralmente más arriba, afirma: «Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que al presente espontáneamente profeso y verazmente mantengo (…)» En el Capítulo 6 hemos mostrado cómo tantas y tantas veces el Magisterio declaró solemnemente este dogma: que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación. Pues, a pesar de todo, este dogma es negado en la actualidad, y es constantemente socavado por un “ecumenismo” que afirma que ni los heréticos protestantes, ni los cismáticos ortodoxos tienen necesidad de retornar a la Iglesia Católica, puesto que esa exigencia no es más que una “eclesiología anticuada.”13 Y si en muchos lugares se niega sin rodeos ese dogma, en otros, no lo niegan directamente, pero en la práctica lo van destruyendo poco a poco, a través de ataques indirectos, reiterados e insidiosos, cuya consecuencia es que en estos lugares ya no creen ni aceptan ese dogma.

    Es innegable que, desde el Concilio Vaticano II, se han introducido en la Iglesia un montón de nociones extrañas, como si fueran “una evolución” de la Doctrina Católica, aun cuando esas innovaciones, al menos implícitamente, pero a veces de forma explícita, estuviesen en oposición y destruyesen las definiciones infalibles. Por ejemplo, la idea de que el documento conciliar Gaudium et Spes es un “Anti-Syllabus”, que se opone a las solemnes condenaciones del Beato Pío IX14, ocasiona el completo desmoronamiento del infalible Magisterio. Esa afirmación constituye un ataque a la propia credibilidad de la misión docente de la Iglesia: y, por lo tanto, es un atentado contra el propio Dogma católico.
    la ultima batalla del diablo capítulo trece

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  4. Ya el Beato Pío IX había enseñado en el mismo sentido que:

    ”Cuando en la sociedad civil es desterrada la religión y aún repudiada la doctrina y autoridad de la misma Revelación, también se obscurece y aún se pierde la verdadera idea de la justicia y del derecho, en cuyo lugar triunfan la fuerza y la violencia”.


    http://www.accionfamilia.org/temas-polemicos/aborto/aborto-puede-haber-algo-mas-terrible-para-un-pais/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Accion_Familia+%28Acci%C3%B3n+Familia%29
    “Una sociedad, substraída a las leyes de la religión y de la verdadera justicia, no puede tener otro ideal que acumular riquezas, ni seguir más ley, en todos sus actos, que un insaciable deseo de satisfacer la indómita concupiscencia del espíritu sirviendo tan sólo a sus propios placeres e intereses”. [3]

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  5. https://youtu.be/P_isLQrij0w

    En la Escuela de Nuestra Señora- (2° TEMPORADA) -N°4- (13/05/2015)
    1er. Bloque: La invalidez del ritual para la consagración de obispos desde la reforma litúrgica del CVII. Presentación del creador del blog "Amor de la Verdad" , que colabora con nosotros en el tema de hoy. El Pontificio Instituto Oriental en Roma y las destituciones realizadas.

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  6. Pablo sexto ató a los bautizados al error con el breve pontificio asi que no digan que el conciliábulo es pastoral....

    https://youtu.be/wHqlro9yK6o

    Los 49 años de la Clausura del Vaticano II y el "Breve Pontificio "In Spiritu Sancto" de Pablo VI: sí estableció obligaciones dogmáticas. El gran engaño de los que dicen "combatir desde dentro": la apelación al inexistente espíritu del Concilio. Los textos son en sí mismos heréticos. Ejemplos concretos y consecuencias.


    http://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/apost_letters/documents/hf_p-vi_apl_19651208_in-spiritu-sancto.html


    ¿que es lo que tenemos que discutir?¿acaso que pablo sexto no le interesó la infalibilidad de los verdaderos Papas, por ejemplo Pío XII en su
    Sacramentum Ordinis? esta gente soslayó todo el Magisterio anterior.

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  7. Por espacio de 13 años estuve trabajando en un ambiente de carácter internacional en el que un 95% eran protestantes y de ellos más de un 33% eran masones, alguno muy relevante. Tuve allí ocasión de cambiar impresiones, en diálogo bastante profundo, con pastores protestantes ingleses y norteamericanos. En este tiempo devoré, más que leí, analizándolas, 7 biografías de Lutero, 4 de ellas escritas por protestantes y hurgué en documentos que se conocen poco y sobre importantes puntos que se han hecho del caso. Pude contemplar y observar muy de cerca la vida de unas 100 familias, sus gustos, cultura, inclinaciones, reacciones, grado de espiritualidad y religiosidad, su idiosincrasia… y creo poder afirmar que conozco bastante bien a los luteranos. Y lo primero que puedo afirmar categóricamente es: NINGUNO DE ELLOS CREE EN LA DIVINIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
    Por eso me formé un concepto claro, cabal y objetivo del hereje “suicida beodo de Wittenberg” y quisiera dar unas pinceladas que pusieran de manifiesto sus rasgos más característicos:
    Sin rodeos ni ambages digo que Lutero fue un vicioso solitario (masturbador) en sus primeros años. El vicioso solitario pierde ante todo la sinceridad, tornándose embustero y farisaico. Pecado vergonzoso “contra naturam”, vergonzoso y abominable ante Dios y los hombres (los animales no llegan tan bajo) esta aberración siega de raíz toda flor de piedad y barre cualquier vestigio de espiritualidad (¿qué vestigios religiosos y espirituales fue a buscar a Asís Juan-Pablo II?) sumergiendo al sujeto en un estado de torpe amoralidad, despareciendo la sonrisa de su rostro, volviéndose hosco, taciturno, malhumorado, no pocas veces violento y agresivo y, en proporción ascendente, siempre sensual y vicioso y más EGOISTA.
    Es natural que un sujeto así no pudiese cumplir con la regla, pero se requemaba de envidia al ver que sus hermanos sí podían hacerlo. Lleno de despecho les llamaba “borregos” e hipócritas. Sólo le quedaba una salida: exclaustrarse. Porque era El demasiado “santo” para hacer vida religiosa. Entonces, conculcando sus votos de castidad, se amancebó con la monja apóstata Catalina de Boré. ¿Para ir a llevar una vida santa y digna y de esta suerte encontrar la paz?… ¡quia! ya lo dijo un gran profeta: “Esto dice el Señor: ¡NO! no hay paz para los impíos, que son como un mar alborotado que no puede estar en calma, cuyas olas rebosan en cieno y lodo” (IS. LVII – 20 y 21). En efecto, poco tiempo después se ufanaba y se jactaba de sostener relaciones impúdicas con 4 concubinas, y fue entonces cuando acuñó esta sentencia o frasecita que es la base o piedra angular del protestantismo: “CREDE FORTITER ET PECCA FORTITER”: “NO, no hay infierno. Todo el mundo se salvará. Basta la fe sin obras”. Y esto es lo que propagan los partidarios de la “NUEVA TEOLOGIA” como Urs Von Balthasar, Blondel, H. de LUBAC, Hans Küng y su banda, bendecida por cierto y aclamada por Juan Pablo II que elevó a cardenal a su miembro más destacado, al prócer H. de Lubac, en tanto que excomulgaba a Mos. Marcel Lefebvre y a Mos. Castro Mayer. ¿Por qué? ¿por desobediencia? ¡NO! por cierto, esto son excusas de mal pagador, para despistar a los ingenuos: la excomunión es ilegítima e inválida. ¿porqué, pues? Les excomulgó por presiones de la Logia y por confesar valiente y abiertamente la divinidad de Cristo y sostener que hay un infierno, suplicio de fuego eterno, como nos reveló Nuestro Señor Jesucristo, según leemos en MT. XXV – 31 al 46 y en muchas otras partes del Evangelio.

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  8. “EL HOMBRE ES POLIGAMO POR NATURALEZA” afirmaba con risa sarcástica Lutero, pero… cuando se ha abusado de la naturaleza por excesos sexuales y por practicas que van contra la misma, ésta pasa factura: así, en breve proceso se halló sumido de forma irreversible, en impotencia funcional en lo más florido de la edad, según confesión de su primera amante Catalina de Boré. Y el hombre, que se sabía un ser frustrado, se volvía loco y quería correr, huir… ¿hacia dónde, Martín, si no tienes donde asirte porque lo has derrumbado todo? quería olvidar, evadirse, y él, que había llamado “borregos” a sus hermanos porque cumplían la regla, ahora caía como un “borreguito” en las garras del alcohol. Sí, fue un borracho incurable hasta el fin de sus días. Sus inspiraciones y revelaciones y mociones y cuanto salió de aquella mente podrida no era por inspiración del ESPIRITU SANTO, sino por obra del ESPIRITU VINICO o del alcohol etílico, y, llegando al paroxismo al fin de sus días, como Judas, se suicidó, ebrio como una cuba, como en él era habitual, colgándose de la cabecera de su cama. Así acabó el “Suicida borracho de Wittemberg” a quien Jorge de Sajonia llamó “PASTOR DE CERDOS”:
    Daniel LE ROUX dice: “La embriaguez, la avaricia, el ocio, la cólera y la lujuria impregnan su vida de inmoralidad, según su propio testimonio”.
    Y el oratorio TH. BOZIO en su obra “De signis Ecclesiae” de 1592 escribe que se enteró por un criado de Lutero que éste había sido encontrado colgado de las columnas de su cama después de una borrachera.
    Y el franciscano SEDULIUS, en una obra publicada en Amberes en 1606, tiene muy en cuenta la declaración de este criado y dice que la vida de Lutero no da la imagen de un hombre de Dios, sino la de un monje libertino y hereje.
    El Dr. G. CLAUDIN en “Chronique Medicale” (D. Raffard de Briene – Op. cité, p. 4) publica esta declaración, de la cual he aquí un extracto:
    “Para la gloria de Cristo, yo descubriré a la luz del día, lo que yo mismo VI y ANUNCIE a los príncipes de Eisleben: MARTIN LUTERO se dejó caer al suelo como un saco, de manera que tuvimos que llevarle a la cama totalmente borracho como en él era habitual. Al día siguiente, al tratar de ayudarle a vestirse, lo encontré (oh, dolor) COLGADO de su cama y estrangulado: SE HABIA SUICIDADO. Fui a dar cuenta de ello a los príncipes y ellos me hicieron JURAR bajo fuertes amenazas, que tenía que guardar total silencio respecto al hecho”.
    Todos los médicos que han analizado su vida convienen unánimemente que Lutero no fue otra cosa que un enfermo. Pero la pregunta que siempre me he formulado es ésta: ¿fue vicioso porque nació enfermo, o acabó enfermo por causa del vicio?… Sin ningún género de dudas fue lo segundo.
    Sobre el alcoholismo se ha escrito mucho. Sólo quiero remarcar que, además de atacar a las neuronas y disolver parte de ellas con el consiguiente trauma, con salpicaduras hereditarias, debilita de tal suerte la voluntad que practicamente llega a anularla. Ello tiene lugar cuando el sujeto se hace drogadicto.
    Hay un vino alegre, festivo y otro amargo, agrio. El alcohol al llegar al organismo de Lutero se convertía en ácido acético, quiero decir con ello que su vino era tremendamente agrio, de aquellos que rompen muebles y enseres, pegan a la mujer y a los hijos, se vuelven violentos contra cualquiera que les contradiga, llevando amargura en su interior y tristeza a su alrededor.

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  9. En la mirada introspectiva que el heresiarca se dio a sí mismo, se autodefinió como una piltrafa psicosomática: carecía de fuerza de voluntad ¿corolario?: negó el libre albedrío. Su error fue medir al resto de los mortales con el mismo rasante con que se midió a sí mismo: todos somos masturbadores, todos impotentes, todos alcohólicos carentes de fuerza de voluntad, porque “piensa el ladrón que todos son de su condición”. Pero allá le opondré yo un Francisco de Asís o un José Cupertino o Alonso Rodríguez o Martín de Porres o Margarita de Cortona o Catalina de Siena o Teresa de Jesús o María Goretti o a tantos otros, que forman legión, los cuales tuvieron iguales y aún mayores embates de la carne, pero se arrodillaron con humildad, fueron devotos de la Virgen, suplicaron ayuda de lo alto, se hicieron fuerza, lucharon y vencieron, manteniendo puros sus cuerpos como templos que son del Espíritu Santo.
    Es aleccionadora la anécdota del Serafín de Asís: “Hermano asno —le decía a su cuerpo— te daré los granos de cebada necesarios para que te sostengas de pie y puedas cumplir con tu cometido. Ni uno menos, pero ni uno más”. Es el “tanto cuanto” de Ignacio de Loyola, es el equilibro del jinete que domina al caballo hacia la meta final para que no se desboque y caigan ambos en un precipicio. En Lutero el vicio rompió las riendas y dio al traste con el equilibrio.
    Que es el diablo quien mueve los hilos de estas marionetas se hace evidente al contemplar los paralelismos que existen con otro hereje que traduce a lenguaje siglo XX los mismos principios que aquel crápula-degenerado sentara en el siglo XVI:
    “Si perdida la fe —escribe—un día tuvieses que escoger entre un Dios-Personal-Trascendente y la bondad e infalibilidad del mundo, escogería a esta última”. Y todos sabemos que escogió la MATERIA y escribió un himno a la misma:
    “dios” (en letra minúscula) no puede crear —añade— fuera de la evolución, pero como ésta no tiene dirección definida, no podemos decir consecuentemente ni que haya bien, ni que haya mal”. Y en los últimos meses de su vida pregunta a todo el mundo con ojos desorbitados y como un loco: “Eso del bien y eso del mal ¿qué es?”. Él no sabe, o no quiere saber, que hay una Revelación y un Decálogo ¡gnosticismo puro! Por eso, a través de sus obras y escritos, yo he contado 18 (diez y ocho) citas en las que niega formalmente el pecado original.

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  10. … en la historia de mi vida interior, tal como la refieren estas páginas, faltaría un elemento y una atmósfera ESENCIAL, si no se mencionara, al acabar, que a partir del momento CRITICO en que, desechando viejos moldes familiares y religiosos… empecé a despertar y a formulármelo verdaderamente a mí mismo: nada se ha desarrollado en mí más que bajo mirada e influencia de mujer. Por tanto no se espere de mí, aquí, otra cosa que el homenaje general, de ADORACION, que surge de lo más profundo de mi ser, hacia aquellas cuyo CALOR y ENCANTO ha pasado, gota a gota, a la sangre de mis ideas más queridas”.
    Creo que huelgan comentarios. Pero volvamos a Lutero: Este niega el libre albedrío, se rebela contra los Mandamientos y contra el espíritu del Evangelio con su formula subjetiva del “cree y peca”; entroniza el EGO (que más tarde metodizara Renato Descartes) proclamando el libre examen: ya no hay nada sólido para asirnos, todo es relativo y cambiante; desprecia y pisotea los sacramentos; manifiesta su odio a la Santísima Virgen, que transmite a otros, como corolario obligado a su estado de crápula-degenerado; cierra el puño y se levanta contra el Papa y contra todo principio de autoridad, pues en el fondo aspira a que no haya más autoridad que la suya; dándose cuenta de que la Santa Misa es la columna vertebral que sostiene al Catolicismo, proclama: “Matemos la Misa y la Iglesia se derrumbará”; quiere aplastar al infame, diciendo: “Matemos al Papa y lavemos nuestras manos con su sangre” (lo cual fue repetido más tarde por el impío Voltaire), hace una parodia de traducción de la Sagrada Escritura, escupiendo sobre Ella, desechando lo que no le conviene, interpolando términos, suprimiendo otros, cambiando el orden de las palabras en un mismo versículo y en una misma oración para que le resulte con artificio y fraude no lo que dice la Biblia, sino lo que a él le conviene decir; suprime libros que no se adaptan a sus conveniencias, como, por ejemplo “Los Macabeos”, es decir, la obra de un falsario; tiene siempre a flor de labios la palabra “fe”, pero él nunca supo lo que es fe (dime de qué alardeas y te diré de qué careces, dice el refrán), porque la fe —como definió San Pío X— es obra de la gracia y la gracia sólo se obtiene suplicándola de rodillas, de rodillas, Martín, de rodillas y tú te erguiste ante Dios y ante su legítima Autoridad. San Agustín dijo: “A Dios sólo se va de rodillas, pero el hombre es demasiado orgulloso y fatuo para doblarlas” y tú solamente rezumas orgullo, fatuidad y vicio. Y la gracia sólo la alcanzan los sencillos y los humildes como Teresita de Lisieux, por ejemplo.
    ¿Y llaman a esto reformar una religión? ¡esto no es reforma, sino demolición con piqueta hecha por un crápula, impotente, alcohólico y suicida, cuyo tufo de alcohol aún apesta después de 400 años. ¿Y esto es lo que Juan Pablo II va a buscar a Asís? ¡qué copete, Dios mío!
    .https://materinmaculata.wordpress.com/2015/05/10/la-verdad-oculta-sobre-lutero/

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  11. En octubre de 1983, Juan Pablo II hablando de Martín Lutero declaró : “Nuestro mundo experimenta incluso hoy su impacto en la historia”[107]. Y el 14 de junio de 1984, Juan Pablo II elogió a Calvino como alguien que quería “hacer que la Iglesia fuera más fiel a la voluntad del Señor”[108]. Elogiar a los peores herejes de la historia de la Iglesia es ir más allá de la herejía.

    A principios de 1936 tuve varios contactos con el Pastor protestante Rdo. Dr. Jeremy O’HIGGINS, profundo historiador y autor de la obra “Luther life and work”, editada en Londres en 1913. Dicho Pastor me confirmó el suicidio del hereje, pero lo que más me sorprendió en él fue que estaba impresionado y realmente obsesionado por las palabras de BOSSUET que estigmatizó por siempre jamás al luteranismo con esta sentencia: “Tú (protestantismo) no eres religión, sino antirreligión, pues, TU VARIAS, Y LO QUE VARIA NO ES VERDAD”. En efecto, la religión verdadera une, construye, alumbra; la antirreligión separa (ahí quedan las 400 sectas) destruye, ofusca. Y lo que separa, destruye y ofusca es antirreligión, como han señalado Bossuet y Balmes.
    Al comienzo de nuestra Cruzada de Liberación (digo de liberación porque buena parte de España había caído en las garras de STALIN) el Rdo. O’Higgins marchó a los Estados Unidos y no he vuelto a tener noticias suyas, pero de una cosa estoy convencidísimo: aquel hombre, de gran corazón y de una inteligencia lúcida, acabó convirtiéndose al catolicismo.
    Recomendaría a todos los sacerdotes y OBISPOS que lean la magistral obra del filósofo de Vich JAIME BALMES:
    EL PROTESTANTISMO COMPARADO CON EL CATOLICISMO en sus relaciones con la civilización europea.
    Arístides R. VILANOVA
    Tradición Católica nº 95. Febrero 1994.
    Imágenes añadidas por el blog
    Texto visto en Apostolado Eucarístico

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  12. no soy sedevacante pero esto es para analizarlo un tanto...



    http://www.vaticanocatolico.com/PDF/11_NuevaConsagracion.pdf


    Además del cambio tan devastador a la forma esencial, muchas otras cosas han sido eliminadas. De
    hecho, no hay ni una declaración inequívoca sobre el efecto sacramental que la consagración
    episcopal produce. En el rito tradicional de la consagración, el que va a consagrar instruye al obispo
    elegido en los términos siguientes:
    ►”Un Obispo juzga, interpreta, consagra, ordena, ofrece, bautiza y confirma”.
    Esto ha sido eliminado.
    ►En el rito tradicional, al que va a ser obispo se le pide que confirme su creencia en
    cada uno de los artículos del Credo.
    Esto ha sido eliminado.
    ►En el rito tradicional, al que va a ser obispo se le pregunta si “anatematizará toda
    herejía que surja en contra de la Santa Iglesia Católica”.
    Esto ha sido eliminado. La supresión de este requisito de anatematizar la herejía es importante,
    porque de hecho ésta es una de las funciones de un obispo.
    En el rito tradicional, después de la oración consagratoria, las funciones de un obispo son
    especificadas nuevamente con estas palabras:
    ►”Dadle, oh Señor, las llaves del reino de los cielos (…) todo lo que atare sobre la
    tierra, sea también atado en los cielos; y todo lo que desatare sobre la tierra, sea
    también desatado en los cielos. A quienes él retenga los pecados les serán retenidos,
    y perdónales los pecados a quienes él se los perdone (…) Concédele, oh Señor, una
    sede episcopal…”
    http://www.vaticanocatolico.com/PDF/10_NuevaOrdenacion.pdf

    https://moimunanblog.wordpress.com/2015/05/08/el-hecho-mas-grave/

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