lunes, 6 de noviembre de 2017

Cheyre Prueba su Propia Medicina

DOMINGO, 5 DE NOVIEMBRE DE 2017

Cheyre Prueba su Propia Medicina


          El general (r) Cheyre se hizo cómplice del desconocimiento del estado de derecho en los juicios contra Pinochet y demás uniformados que debieron combatir la subversión armada de izquierda.

          Cuando él era Comandante en Jefe y se cumplían 30 años del pronunciamiento, en la víspera del 11 de septiembre de 2003, un periodista le preguntó cómo lo iba a celebrar, y contestó: “Como un día normal. Es un sábado como cualquier otro sábado”. Ese era su temperamento. Poco después, el 10 de diciembre de 2004, emitió la famosa autocondena de su institución: “El Ejército de Chile tomó la dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le caben en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado”.

          Es decir, si Pinochet era el único culpable, todos los demás eran inocentes. Luego, todos aplaudieron, pero en particular los verdaderos grandes culpables, la extrema izquierda que armó un ejército clandestino para tomar el poder y establecer un régimen totalitario. Y no contenta con esa rendición incondicional de los uniformados y el reconocimiento de su impunidad, ella desconoció las leyes y comenzó a condenar judicialmente a los militares que le vedaron su propósito, pero con una salvedad: a Juan Emilio Cheyre ningún juez de izquierda lo persiguió.

Hasta que se repitió la historia, como siempre lo hace, y la guillotina cercenó el cuello de monsieur Guillotin: acusaron a Cheyre. Y si la prevaricación es pareja, lo van a condenar.

          Pero Cheyre es inocente. Yo estudié el proceso que lo afecta, que es el mismo que sirvió para perseguir ilegalmente a Pinochet, y escribí un libro que puede adquirirse en este blog: “La Verdad del Juicio a Pinochet”. Fue best-seller en 2001 y tuvo tres ediciones de más de cinco mil ejemplares. El historiador Gonzalo Vial escribió a su respecto que era un provocador análisis, pero se refería al derecho, y de eso no era de lo que se trataba en los juicios contra Pinochet.

          Cheyre en 1973 era teniente y estaba en el regimiento “Arica” de La Serena cuando arribó la comitiva del general Arellano. Esta tenía por objeto velar por que a los presos que había en los regimientos se les sometiera a los tribunales en tiempo de guerra y se les tratara “sin abusos ni prepotencias”, como lo dijo en todos los lugares a los que llegó. Llevaba desde Santiago un proyecto de sentencia (La Serena dependía de la Segunda División, con sede en Santiago), condenando a muerte a tres procesados que estaban presos en La Serena. En esta ciudad el tribunal iba a juzgar a otros doce presos. Un teniente coronel incorporado ese día a la comitiva de Arellano, de acuerdo con otro oficial en retiro, pero que se había incorporado al regimiento local, sacaron de la cárcel a los quince anteriores y, llegando al regimiento, por sí y ante sí, sin saberlo ni Arellano ni el comandante de la unidad, los fusilaron.

Ante la alarma de los miembros del Tribunal en Tiempo de Guerra y del abogado que iba a defender a los presos, dejaron una rápida constancia de las muertes con una media firma del entonces gobernador militar, constancia que no se agregó al expediente.

          Ante los hechos consumados, el comandante del regimiento hizo una publicación sobre las ejecuciones al día siguiente en el “El Día” de La Serena diciendo que habían tenido lugar “conforme a lo dispuesto por los Tribunales en Tiempo de Guerra”, lo que no era verdad. El teniente Cheyre, ayudante del comandante, llevó el texto al diario “El Día” en un sobre cerrado.

          Como la justicia de izquierda ha creado en Chile el delito de “haber estado ahí”, numerosos uniformados (r) hoy están presos por eso. Algunos sin siquiera “haber estado ahí”. Por ejemplo, dos que trasladaron a personas de un lugar a otro y las dejaron en su destino sanas y salvas, pero cumplen presidio por lo que otros les hicieron después. Y conozco un oficial de la Armada que cumple condena sin siquiera “haber estado ahí”, porque había sido trasladado días antes, pero el ministro sumariante de izquierda consideró insuficientes las pruebas de su traslado y lo condenó igual.

          Juan Emilio Cheyre es completamente inocente, pero eso no constituye, para la justicia de izquierda chilena, causal de exención de responsabilidad. ¿O tal vez la sala penal de la Corte Suprema, la “madre de todas las grandes prevaricaciones”, se apiadará finalmente de él por haber sido por tantos años funcional a sus sistemáticas violaciones al estado de derecho?          

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