martes, 18 de junio de 2013

Antifariseísmo farisaico.

Antifariseísmo farisaico



Publicamos este breve escrito de un monje de la Iglesia de Occidente que bien puede ser introducción y necesario complemento de Cristo y los fariseos, uno de los mejores libros del P. Castellani disponible  aquí.

Hoy, que sabemos que “los malos del Evangelio” son los fariseos (y no los publicanos y prostitutas) nos puede ser de provecho detenernos en el primero de los versículos del Evangelio de este domingo. Para notar que Jesús se sienta a comer con estos malos. Y lo hace con el profundo deseo de que tal comida sea fuente de conversión de estos malos.
Una vez invertida la tabla de quién es bueno y quién es malo, curiosamente nos ha quedado a veces en la Iglesia un “nuevo fariseísmo” que es el anti-fariseísmo farisaico. Si me permiten el ocho.
Vale ser bueno, abierto, paciente, condescendiente, afable, misericordioso, clemente con prostitutas, con ateos empedernidos, con drogadictos y borrachos, etc., etc. pero ay de que alguien pagado de sí, ay de que alguien altanero, arrogante, legalista, estrecho, hipercrítico ose querer acercarse a nuestras mesas, a nuestras asambleas, a nuestra Iglesia.
Somos tiernos con el pobre; somos implacables con el rico altivo y soberbio. En definitiva —sin formularlo así, claro— somos clementes con el pecador de menudencias, pero ahora que sabemos cuál es el pecado gordo, el pecado serio, el pecado más tremendo: pues con quienes muestren signos de portar esa lepra: ¡ni el saludo!
Olvidamos que la imagen que nos devuelve el espejo de un mal, es otro mal. El bien no es su versión espejada sino su contrario. Golpeándonos el pecho, desde el correctísimo último banco, rezamos a Dios dando gracias por no ser como ése, como ese católico duro y arrogante, sentado adelante.
Hoy abunda en nuestra Iglesia este anti-fariseísmo farisaico. Es hora de desenmascararlo, pues en verdad no son (o somos) más que fariseos vestidos con piel de publicanos. Como —vaya paradoja— hay tanto publicano debajo de la leprosa piel farisea…
Por eso viene bien el comienzo de este Evangelio: Jesús fue a comer a casa de un fariseo. ¿Lo entenderemos?

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