domingo, 16 de junio de 2013

Benson y la Iglesia Anglicana.

R.B. Benson y la Iglesia Anglicana
Iglesia de San Silvestre in capite, Roma
 
          "Me di vuelta, miré de nuevo hacia la Iglesia de Inglaterra y en mi interior se produjo una extraordinaria transformación. No es que ya me fuera imposible amarla. La amo incluso ahora, como uno puede amar al amigo que le defrauda. Era dueña de un centenar de virtudes, de unas expresiones delicadas, de un pensamiento romántico; desprendía a su alrededor un aroma delicioso; era infinitamente agradable y conmovedora; tenía la ventaja de vivir en la penumbra de su propia indefinición, dentro de unas casas espléndidas que no había edificado; su estilo era gracioso y sus expresiones refinadas; su música y su lenguaje siguen pareciéndome extraordinariamente hermosos. Y, por encima de todo, es la madre nutricia de muchos de mis mejores amigos y durante treinta años también me educó y me cuidó con indulgente cariño. Yo no era un ingrato, pero me resultaba completamente imposible volver a aceptarla como a la divina amante de mi alma.
           Es cierto que me alimentó con sus mejores viandas y que Nuestro Señor, por su parte, había acompañado aquellos dones con otros aún mejores; por supuesto, ella me había dirigido hacia Él antes que hacia sí misma. Sin embargo, todo eso no la hacía mi reina, ni siquiera mi madre; y, de hecho, me había fallado en otros aspectos, no por su culpa, sino por su desgraciado nacimiento y por su naturaleza.
           Cuando le hice ciertas preguntas sobre la vida que vivía bajo su tutela, no me dio respuestas. Sólo me dijo que me quedara tranquilo, pero eso no me bastaba; un alma no se satisface eternamente con dulzura, suaves murmullos e himnos; y la libertad que disfrutamos resulta ser una esclavitud más intolerable que las cadenas más pesadas. Yo no quería ir por un  camino tras otro, según mis deseos: quería saber cuál era el camino que Dios deseaba que recorriera. No quería ser libre para dar la espalda a la verdad; quería una verdad que me hiciera libre. No ansiaba los espaciosos caminos placenteros, sino el angosto Camino que es Verdad y Vida. Y para todas esas cosas mi antigua Iglesia no me servía de ayuda.
          A un lado, pues, se erguía mi antigua amante, fiel y conmovedora, reclamándome como a su servidor por vínculos humanos. Al otro lado, en medio de una llamarada de intensa luz, aparecía la Esposa de Cristo, dominadora, imperiosa, con una mirada en los ojos y una sonrisa en los labios que sólo podían proceder de una visión celestial. Me reclamaba no porque hubiera hecho nada por mí, ni porque fuera un inglés que amaba el campo inglés - o incluso italiano, para el caso -, sino simple y llanamente porque era un hijo de Dios y porque Él le había dicho: "Llévate a ese niño y aliméntalo para Mí y yo te pagaré lo que gastes". Porque en definitiva, ella era Su Esposa y yo era Su hijo.

          Si, ante tal disyuntiva, yo hubiera dudado y me hubiera vuelto hacia la que conocía y amaba, en lugar de ir hacia la que sólo veía y temía a distancia, sé, sin sombra de duda, que habría caído bajo la radical condena de mi Señor: "El que no deja a su padre y a su madre y todo lo que posee, no puede ser mi discípulo".
 
          "Durante años pretendí estar diciendo Misa; y que la Iglesia de Inglaterra defendía la doctrina del Sacrificio de la Misa. Sin embargo, en los días de Isabel hubo sacerdotes perseguidos hasta la muerte por el crimen de hacer lo que yo afirmaba hacer. Suponía que nuestras mesas de madera para la Comunión eran altares, pero en la época de los Tudor las antiguas piedras de los altares fueron deliberadamente profanadas y ultrajadas por funcionarios de la Iglesia a la que yo pertenecía oficialmente, y sustituidas por mesas de madera. Cosas que en Mirfield me resultaban tan queridas - ornamentos, crucifijos, rosarios - fueron denunciadas en tiempos de Isabel como "baratijas" y "amuletos". Comencé a inquietarme y poco después dejé de celebrar el oficio de la Comunión".
                    
                   Robert Hugh Benson, Confesiones de un Converso.
 
                          Estimados lectores: este post es a propósito de las declaraciones del P. Francisco al recibir al primado de la iglesia anglicana: yo me pregunto:  ¿quién es el que tiene que apreciar las tradiciones? ¿De qué tradiciones me está hablando? ¿De las nacidas de una iglesia bastarda, como dice Benson, con un origen desgraciado?

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