Desde muy niño, y por una razón que desconozco, se han cruzado por mi camino múltiples personas, de distintas religiones que han tratado de convencerme que ellas siguen el camino de la verdad. De hecho, me han tratado de poner en el aprieto moral de que si no las sigo, mi salvación eterna, mi vida en el otro mundo será una desdicha.
He tenido contacto con mormónes, agnósticos, ateos, marxistas, libre pensadores, Testigos de Yehová, antroposofístas, sedevacantistas, adventistas, pentecostales, anglicanos, varios judios, católicos liberales, católicos tradiconalistas ultra, carismáticos, Opus Dei, masones, un budista, y el espectro es largo para seguir enumerando. ¿ Cuál de todos está en la verdad?. Si todos están en la verdad, ninguno lo está verdaderamente, ya que sus principios son opuestos entre sí. ¿Cómo saber cúal dice la verdad y cuál dice algo erróneo?.
Para saber quién dice la verdad, debo asumir que si la verdad, es verdad, valga la redundancia, debe ser necesariamente una. Sin este punto de partida, mi investigación queda anulada por perder el rumbo de la búsqueda. ¿ Qué busco si ya no hay nada que buscar? Hay que identificar siempre los objetivos de la búsqueda en toda investigación seria. La verdad es: una, inmutable, cognoscible, deseable, excluyente, atemporal, universal, etcétera.
La verdad no nace en el hombre, sino éste la conoce en las cosas externas a él. Es falsa la posicisión de ciertas religiones orientales en tratar acceder al conocimiento a través de la regresición, a través de la memoria. No existen los Mathematas Universales, aquel conocimiento anterior a nuestro nacimiento, que se perdió en vidas anteriores. Conocemos, en la medida que buscamos e interactuamos en el medio que nos rodea.
Una religión es verdadera, cuando pregona una verdad inmutable, es decir, que no cambia en el tiempo. Una religión es verdadera, cuando proviene de Dios, y no nace del hombre. De hecho existen numerosas religiones que nacen de la imaginación del hombre, al igual que surgen ideologías que tienen su origen por el espectro imaginativo de algunos. Una religión es verdadera cuando es sustentada por milagros que ratifican su origen divino. Una religión es verdadera cuando hay testigos que dan crédito de lo que se dice es verdad. Una religión es verdadera cuando tiene profecías que se cumplen en el tiempo.
Una religión es verdadera cuando su doctrina es coherente y racional. Incluso es superior a la propia razón.
Una religión es verdadera cuando permanece indestructible ante cualquier ataque que el hombre realice para destruirla.
Una religión es verdadera cuando muchos de sus fieles son capaces de rubricar con su sangre, su fidelidad a la religión que profesan.
Una religión es verdadera cuando eleva al hombre de un caracter natural a uno sobrenatural.
Pues bien, la única religión que cumple todas y cada una de las exigencias anteriores es la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. No basta cumplir algunos de los requisitos, sino que hay que cumplirlos todos. Pero dado que la Iglesia católica es la verdadera, y no quiero entrar más en detalle de sus notas constitutivas, todas las demás religiones son falsas.
El fin que Dios dispuso para su Iglesia al fundarla es que las almas se salven y se vayan al cielo. Dios quiere que todos los hombres se salven a través de la verdad de su Iglesia. Como la verdad es excluyente muchos de sus miembros por mandato divino, tienen el deber de pregonar la verdad de la Iglesia y condenar los errores de las otras religiones, sectas, ideologías y de todo que se oponga a la verdad universal de la Iglesia. Pero condenar el error, no es condenar a las personas, ya que no todos tienen la gracia de ver la verdad.
El único juez es Dios, ningún hombre puede por sí mismo usurpar esta función exclusiva del Creador. El fanático religioso, y es característico en él, trata de asumir funciones divinas, se transforma en juez de los demás. Y trata de imponer bajo coacción verbal y otras veces física, para que los demás acepten sus planteamientos. El fanático religioso se asemeja a aquellos fariseos que condenan a los demás viendo la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. El fanático religioso aparece siempre bajo la forma de una religiosidad exterior muy marcada, falsificada. Su exteriotipo de piedad hace que muchos lo confundan como representante de su religión. El fanático religioso no fundamenta racionalmente su postura, si no que sus plateamientos los defiende por el sentimiento de sus emosiones personales.
El fanático religioso presenta la religión del corazón, de los afectos subjetivos, maneja muy bien las emosiones de los demás. El fanático religioso es en su gran mayoría muy alterado, de caracter irascible cuando se lo cuestiona en alguno de sus planteamientos. El fanático religioso inmediatamente descalifica a sus adversarios. El fanático religioso se cree un hombre salvado, incólume y muy puritano en sus aspectos externos.
El fanático religioso se cree el único capaz de interpretar la religión saltándose todo tipo de autoridad. El fanático religioso tiene un afan de dominio sobre las conciencias de los demás, le gusta transformarse en una especie de gurú de la religión. El fanático religioso cree hacer un bien haciendo un gran mal.
Pues bien, con estos fanáticos religiosos me he encontrado toda mi vida, ¡Dios me guarde de ellos! Estas personas minan la fe de los demás, con sus sectarismos a ultranzas, ellos distorcionan el mensaje de la verdad de la Iglesia. Si bien los hay, en todas las religiones, sin embargo, su gravedad es mayor cuando distorcionan con sus obras la verdad de la única Iglesia verdadera como es la Católica Apostólica y Romana. En consecuencia, me declaro Católico Apostólico y Romano a secas, sin nombre ni apellido.
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