jueves, 24 de mayo de 2012

¿ Quién dice la verdad?


        Hace muchos años vengo notando que en nuestra sociedad son cada día más los que hacen uso de la mentira como medio de interrelacionarse con los demás. Cuando me tocó contruir mi casa, el constructor civil que contraté se comprometió a través de un contrato a ejecutar la obra según las especificaciones técnicas que me presentó. Una vez que firmé el contrato y empezó a realizar la obra, me empecé a dar cuenta que los materiales que empezó a ocupar no fueron los acordados. Lo mismo pasó con la mezcla del cemento para la fundación, y otros detallitos que no son importantes para el relato. A lo anterior se sumó un retraso importante de los plazos de ejecución de la obra. El resultado final del proceso fue que el constructor se había gastado gran parte de la plata que le pasé y para suplir eso no halló nada mejor que empezar otra construcción con otro ingenuo como yo.
    Para finalizar la historia: tuve que terminar mi casa sin el constructor. Del constructor me pasé a un ingeniero aerodinámico que me construyó un molino eólico para generar electricidad. Dicho molino fue un rotundo fracaso pues, los materiales se fatigaban inmediatamente, las baterías de acumulación eléctrica me explotaron en la cara, el aspa casi me voló la cabeza, y el ingeniero se fue en puras explicaciones tontas sin dar ninguna solución concreta.  En resumen, perdí el dinero por el molino, el ingeniero no me respondío y para no recordarme más del asunto por mi salud mental, decidí deshacer el molino completo. Luego vinieron otros personajes a realizarme distintas tareas, pero con un mínimo denominador común: la mentira. Me pasaron cheques con falla de firmas, que no pude cobrar, vendí otras cosas que jamás me pagaron y por si fuera poco, me vendieron vehículos con fallas de fábrica.
    No sólo en el plano comercial me mintieron, sino en el personal. Me tocó ayudar a una persona con bienes materiales que luego vendió. Un médico me quizo operar por algo que no debía ser operado, etcétera, etcétera. Después de un largo meditar, llegué a la  misma conclusión que el Dr. House: todos mienten. O al menos la mayoría miente, nadie dice bien la verdad. ¿ Cuántas veces nos han dicho, ¿mañana te llamo? ¿mañana te escribo?;  ¿Cuántas veces nos han dicho, ¡que rico verte! y después nos descueran hablando mal de nosotros?; ¿ Cuántas veces nos han dicho cuenta conmigo y cuando necesitamos verdaderamente de ellos, nos niegan la ayuda?; ¿ Cuántas veces no nos han respondido un simple e-mail? ;¿ Cuántas veces nos han dicho te invito a mi casa, y nunca lo han hecho?;     ¿ Cuántas veces nos han dicho, mándame tu currículum y te doy trabajo y nunca lo hicieron?; ¿ Cuántas veces nos han dicho, soy tu amigo y al otro día nos han vendido?;          ¿ Cuántas veces nos han dicho, mañana te devuelvo el dinero que me prestaste y han pasado los años, y nada ha sido devuelto?; ¿ Cuántas veces nos dijeron en el colegio: si dicen la verdad no les haremos nada, y cuando dijimos la verdad, nos sancionaron?.
          ¿ A quién debemos creerle? La verdad es que sólo a Dios, ya que el hombre es un mentiroso. El hombre con su afán de obtener beneficios no escatima en usar subterfugios para obtenerlos. Cada vez que el hombre miente, se hace reo de Satanás, hijo de Satanás, ya que él es el padre de la mentira. Lamentablemente en nuestra sociedad moderna la mentira se ha institucionalizado a todo nivel. Es cada vez más escaso el número de personas en als cuales uno puede verdaderamente confiar. Pero no hay que olvidar que con la mentira sólo podemos engañar a los hombres y muchas veces a nosotros mismos, pero nunca podremos engañar a Dios.
    Tarde o temprano la verdad se sabe, o en este mundo o en el otro, así que para quienes la mentira se vuelve una verdad, en el día del juicio, a lo menos, estarán obligados por Dios a decir toda la verdad. La gran lección que debemos sacar de esta breve reflexión es que no debemos creer todo lo que nos dicen, no debemos ser ingenuos.  Además, debemos estar atentos a cronfontar con la realidad las palabras de las demás personas. Hay que ser mansos como corderos, pero astutos como serpientes. Como dice Cristo los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz.

2 comentarios:

  1. Beatrice Atherton24 de mayo de 2012, 10:21

    Estimado Fray: Tiene usted toda la razón. Vivimos en un mundo donde reina la mentira, que va - como dicen los periodistas - en forma transversal a todo el espectro de gente: tradis, progres, neocones, curas, laicos, todos mienten. Uno podría esperar de gente que se dice "tan católica" fuera más consecuente con lo que dice y nos encontramos con sorpresas tremendas. Y digo tremendas porque a veces y las más de las veces, la mentira daña el alma no sólo del que la dice, sino del que es víctima de ella. A uno le rompen el alma y le quitan de un golpe la ilusión y las espectativas llevándomos a convertirnos en personas desconfiadas de todo el mundo. Duele cuando a uno le prometen y no le cumplen, desgarra el alma. Como una vez leí en el Chat de Café: es como una cachetada en frio la desilusión que causa, en este caso, la mentira. Todo pecamos, todos mentimos, pero al menos en mi caso trato de no mentir porque sé cuanto le daña a uno la esperanza. No nos queda más que ser unos desconfiados...es triste decirlo porque se nos va cerrando el círculo en el que nos movemos.
    En fin, los mismo que mienten son también víctimas de otros que a su vez les mienten, ¿quién le podrá poner freno al círculo vicioso?. Saludos, Beatrice

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  2. Estimada Amiga:
    Que bueno que se animara a escribirme. Es lamentable lo que pasa. Piense Usted que en el siglo XIX sólo bastaba la palabra empeñada para hacer un negocio o darle cumplimiento a algún acuerdo. No era necesario hacer un contrato. Para esa gente si alguien le proponía un contrato era una ofensa tremenda a su persona, la palabra y sólo la palabra bastaba.
    Y tal como me lo indica Usted, quien permite el mal, tarde o temprano se lo devuelve. A los que la hacen, despúes se las hacen. Amiga, vivimos en tiempos de oscuridad y anarquía, dónde cada cual sigue a su propio "dios".
    Espero otros comentarios suyos en mis post.
    Un abrazo.

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