Para mi
es un honor y un orgullo poder hablar de la Dignidad Sacerdotal, sobre todo en
estos momentos tan lamentables dentro de
la Historia de la Iglesia donde ha sido tan vapuleada y menoscabada la figura
del sacerdote. Diversas son las causas que han llevado a denigrar al
sacerdocio, por ello, trataré de ser lo más explícito posible en mis
planteamientos, de tal manera, de seguir el mejor derrotero que nos lleve a
puerto seguro.
1.- El sacerdocio en el Antiguo Testamento:
¿Quién elije
a los sacerdotes? ¿Será Dios o los hombres? Veamos que nos dice la doctrina
católica y la Tradición de la Iglesia. Si nos remontamos al Antiguo Testamento,
específicamente al libro del éxodo nos daremos cuenta que Dios eligió a la
tribu de Leví para el sacerdocio, toda la tribu de Leví fue consagrada al
servicio del altar, dividiéndose los ministros del culto divino en tres clases:
el Sumo Sacerdote, los sacerdotes y los levitas. Dios le ordenó a Moisés que
ordenara a su hermano Aarón como Pontífice. Los hijos de Aarón fueron
consagrados para ser sacerdotes y los demás de la tribu de Leví fueron
consagrados como levitas, para servir a los sacerdotes en el culto divino. “Para consagrar a los sacerdotes míos, haz de
proceder con ellos de esta manera: Toma un novillo y dos carneros sin tacha, y
panes ácimos y tortas sin levadura amasadas con aceite, como también galletas
sin levadura, untadas con aceite. De flor de harina de trigo los harás. Y los
pondrás en un canasto, y los presentarás en el canasto junto con el novillo y
los dos carneros. Luego harás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada
del tabernáculo de la Reunión, donde los lavarás con agua. Tomarás después las
vestiduras y vestirás a Aarón con la túnica, el manto de efod, el efod y el
pectoral, que ceñirás con la cinta del efod. Pondrás la mitra sobre su cabeza,
y sobre la mitra colocarás la diadema de santidad. Entonces tomarás el óleo de
la unción, se lo derramarás sobre la cabeza y así lo ungirás. Harás igualmente
que se lleguen sus hijos y los vestirás con túnicas; y ceñirás a Aarón y a sus
hijos los cinturones y les sujetarás las tiaras. A ellos les corresponderá el
sacerdocio por ley perpetua. Así
consagrarás a Aarón y sus hijos. El novillo lo llevarás ante el Tabernáculo de
la Reunión, y Aarón y sus hijos pondrán las
manos sobre la cabeza del novillo. Luego degollarás el novillo delante de Yahvé, a la entrada del
Tabernáculo de la Reunión. Y tomando de la sangre del novillo la pondrás con tu
dedo sobre los cuernos del altar, y derramarás toda la sangre al pie del altar.
Saca todo el sebo que cubre las entrañas, la redecilla del hígado, y los dos
riñones con el sebo que los envuelve, para quemarlo en el altar. Mas la carne
del novillo, con su piel y sus excrementos, la quemarás fuera del campamento.
Es sacrificio por el pecado. (…) Todo eso pondrás sobre las palmas de las manos
de Aarón y de sus hijos; y lo mecerás
como ofrenda mecida delante de Yahvé. Después lo tomarás de sus manos y lo
quemarás en el altar encima del holocausto como olor grato a Yahvé. Es un
sacrificio a fuego en honor a Yahvé.” Éxodo 29, 1-14,24-25. La designación de Aarón como sacerdote
escogido por Dios se vio también confirmada en aquel tiempo por un maravilloso
milagro. Moisés había colocado en el tabernáculo, por orden de Dios, doce
varas, cada una con el nombre de una tribu; en la vara que correspondía a la
tribu de Leví, se hallaba escrito el nombre de Aarón. Al día siguiente los
israelitas vieron que aquella varita había reverdecido milagrosamente,
llenándose de flores, entonces el pueblo reconoció que Aarón era el sacerdote
escogido por Dios.
¿
Para qué consagró Dios a sus sacerdotes?, la respuesta es categórica, para
realizar sacrificios, por ello, el pueblo escogido de Dios, vale decir, los
israelitas basaban el culto exterior y público de su religión en el sacrificio,
estos sacrificios eran de dos clases ; los sacrificios cruentos y los
sacrificios incruentos.
Los
sacrificios cruentos , o sea, con derramamiento de sangre, consistían en
inmolar animales, tales como: bueyes, aves, corderos, etcétera. Para estos
sacrificios se ofrecían animales nuevos y sin defectos. Los sacrificios
incruentos consistían en ofrendas de perfumes (incienso), flor de harina, panes
sin levadura, vino, aceite, etc. Estos son llamados también oblación.
¿ Cuál es
el fin de realizar los sacrificios ?, evidentemente a Dios en cuanto Dios nada le sirven los
sacrificios, estos son realizados, por un lado, por justicia y misericordia
divina, para aplacar la Ira de Dios causada por los pecados de los hombres que lo ofenden diariamente , y
por otro lado, para agradecer los bienes recibidos de Dios, tal como ocurrió
con Noé después del diluvio, que en señal de agradecimiento a Dios por su
protección, realizó un sacrificio de alabanza.
Un requisito
indispensable para que haya sacrificio propiamente tal, es que haya una
víctima, esa víctima debe ser inmolada, vale decir, tiene que ser destruida en
su cuerpo hasta causar su muerte, sólo a esto se le llama verdadero sacrificio. En el Antiguo testamento se llama también
sacrificio al Holocausto, este
sacrificio es por combustión, ya que las víctimas son consumidas completamente
por el fuego sobre el altar, el ritual del holocausto consistía básicamente en
la imposición de las manos, la inmolación y la aspersión de la sangre junto con
la combustión de la víctima. El
derramamiento de la sangre del animal es señal de entrega del oferente de su
propia vida, por ello podemos ver en levíticos 17,11” La vida de la carne está
en la sangre” y el fuego representa el supremo dominio de Dios, por que el
fuego que consume la víctima representa a Dios, por ello en Det. 4,24 se dice:
“El Señor Dios es fuego devorador”.
En este
breve bosquejo acerca del fin del sacerdocio y su relación con el sacrificio en
el Antiguo Testamento, no puedo dejar de mencionar y analizar un poco una
figura muy misteriosa como es el rey Melquisedec. Este personaje es misterioso
porque de él no se hacen grandes referencias en las Sagradas Escrituras, sin embargo,
se menciona en el Nuevo Testamento que el sacerdocio eterno de Nuestro Señor es
según el orden de Melquisedec, pero no se nos aclara mayormente del por qué se
relaciona ambos sacerdocios. Para aclarar un poco el problema vayámonos al
génesis dónde aparece esta figura bíblica: Gen. 14,18 “Entonces Melquisedec,
rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo. Y le
bendijo diciendo: ¡Bendito sea Abraham del Dios altísimo, señor del cielo y de
la tierra. ¡Y bendito sea el Dios altísimo, señor del cielo y de la tierra! ¡Y
bendito sea el Dios altísimo, que puso tus enemigos en tus manos! En el Salmo 109,4 se nos habla de él diciéndonos
“tú eres Sacerdote para siempre a la
manera de Melquisedec”.
De las
citas bíblicas anteriores podemos esclarecer a lo menos cuatro puntos
esenciales sobre Melquisedec, a saber:
1°- Melquisedec era rey de Salem.
2°- Ofrece como sacrificio pan y vino.
3°- Su sacerdocio no provenía de la tribu
de Leví.
4°- Su sacerdocio era eterno.
Que Melquisedec sea rey es algo que por el momento nada nos aporta para
el conocimiento de este sacerdote, pero que ofrezca como sacrificio pan y vino,
ya nos lanza inmediatamente a establecer una relación muy directa con Nuestro
Señor Jesucristo, pues él hizo uso de los mismos elementos que utilizó Nuestro
Señor para realizar su sacrificio. Eso lo sitúa inmediatamente por sobre el
sacerdocio de los levitas, pues ellos utilizaban para su sacrificio animales, y
no pan y vino como lo hizo el Verbo Encarnado. Otra diferencia con el
sacerdocio de los levitas es que su sacerdocio era por herencia, en cambio, el
de Melquisedec, al parecer era por una elección directa de Dios, siendo su
sacerdocio prefigura del sacerdocio de Cristo, quien al constituirse en el
único y verdadero sacerdote por ser la víctima propiciatoria y perfecta, todos los demás sacerdocios de la antigüedad
serán figuras imperfectas con sacrificios , valga la redundancia, imperfectos.
Mucho se ha especulado acerca
del Sacerdocio Eterno de Melquisedec, algunos han pensado que no era un hombre,
sino un ángel bajado del cielo, otros, por el contrario, han sostenido que era
un hombre que no ha muerto, que sigue vivo al modo de Enoc y Elías. Ciertos
teólogos piensan que por el hecho que Melquisedec aparezca sin ningún tipo de
filiación, por ausencia de referencia de padre y madre, eso sea señal de su
carácter de eternidad, vale decir, sin nacimiento y sin muerte, opinión que a
mi juicio es un poco rebuscada, particularmente me inclino por ver en su figura
el gran misterio de Dios, tal vez si llegásemos ir al cielo, podríamos saber
con mayor certeza revelada, la función de éste enigmático personaje bíblico.
San Pablo se refiere en forma un poco más extensa a Melquisedec,
especialmente en Hebreos capítulo 7, veamos que nos dice el apóstol “ Éste
Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, es el que salió al
encuentro de Abrahán, cuando este volvía de la derrota de los reyes, y le
bendijo. A él también repartió Abrahán el diezmo de todo; y su nombre se
interpreta, primero, rey de justicia, y luego también , rey de Salem, que es
rey de paz. El cual, sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de
días sin fin de vida, fue asemejado al hijo de Dios y permanece sacerdote
eternamente. Y considerad cuán grande es éste a quien el patriarca Abrahán dio una décima parte de
los mejores despojos.
(…) Si pues la perfección se hubiera dado
por medio del sacerdocio levítico, ya que bajo él recibió el pueblo la ley ¿
qué necesidad aún que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec
y que no se denominase según el orden de Aarón ? Porque cambiándose el
sacerdocio, fuerza es que haya cambiado de la ley. Pues aquél que de esto se
dice, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió ante el altar. En
efecto, manifiesto es que de Judá brotó el Señor nuestro de la cual tribu nada
dice Moisés cuando habla de sacerdotes. Esto es mucho más manifiesto si a
semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, constituido, no según la
ley de un mandamiento carnal, sino conforme al poder de una vida
indestructible; pues tal es el testimonio : Tú eres sacerdote para siempre
según el orden de Melquisedec.” Heb. 7,4,11-1
Con lo anterior queda confirmado la superioridad del sacerdocio de
Melquisedec, por sobre el sacerdocio levítico, pues el propio patriarca Abrahán
le entrega el diezmo a éste, hecho que confirma su superioridad, además el
apóstol expresa abiertamente que el sacerdocio de Melquisedec queda asemejado
al de Cristo, Nuestro Señor. Hay quienes opinan que hay aquí una cierta
alegoría y que Melquisedec en cuanto hombre concreto nunca existió, sin
embargo, tal como lo expresé con anterioridad yo me aferro a la interpretación
literal y dejo su figura en los misterios insondables de Dios.
Resumiendo un poco acerca de lo
que hemos dicho sobre el sacerdocio, estamos en condiciones ya de afirmar que
para que haya sacerdocio debe haber un sacrificio, en el sacrificio debe haber
necesariamente una víctima que sea inmolada y alguien quien realice el
sacrificio, ese alguien es el sacerdote, quien ha sido escogido
debidamente por Dios, recibiendo su
Orden Sagrado en el caso del Antiguo Testamento por genealogía, y en el nuevo
por el Sacramento del Orden. El fin del sacerdocio, ha sido, es y será siempre
el actuar como intercesor entre Dios y los hombres, atrayéndonos los beneficios
del cielo llevando allí nuestras oraciones, y aplacando su justa Ira de Dios.
Además con la celebración del sacrificio se le rinde un digno culto a Dios, se
le da verdadera adoración a raíz de su Divina Majestad, por razón de justicia
frente a quien lo ha creado todo, inclusive nuestra existencia por un solo acto
de amor.
2.- El sacerdocio de Cristo:
Luc. 22,19-22 “Y habiendo tomado pan y dado gracias, lo partió, y les
dio diciendo: “ Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto
en memoria mía.” Y así mismo el cáliz, después que hubieron cenado, diciendo:”
Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará para vosotros.”
1,
Corintios, 11, 20-32 “Hermanos : cuando
os reunís, no es ya para celebrar la cena del Señor. Porque cada uno come allí
lo que ha llevado para cenar, sin atender a los demás. Y así, mientras unos
sufren hambre, otros comen con exceso. Pues qué, ¿no tenéis vuestras casas para
comer y beber?¿ o venís a profanar la Iglesia de Dios, y a avergonzar a los que
nada tienen?¿qué os diré de esto? ¿os alabaré?. En eso no os alabo. Porque yo
aprendí del Señor lo que también os tengo ya enseñado; y es, que el Señor Jesús,
la noche misma en que había de ser traicionado, tomó el pan, y dando gracias,
lo partió, y dijo: tomad y comed: Este es
mi cuerpo, que por vosotros será entregado a la muerte. Haced esto en memoria
mía. Tomó así mismo el cáliz, después de haber cenado, y dijo: Este cáliz en el nuevo testamento en mi
sangre. Haced esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía. Pues todas
las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz anunciareis la muerte
del Señor hasta que venga. Y así, cualquiera que comiere este pan o bebiere el
cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Por
tanto, examínese a sí mismo el hombre, y entonces coma de aquel pan y deba de
aquel cáliz, porque quien le come y bebe indignamente se come y bebe su propia
condenación”.
En la última cena Nuestro Señor Jesucristo celebró incruentamente su
sacrificio por anticipado que luego iba a realizar cruentamente en la Cruz
constituyéndose además en sacerdote para la eternidad. Todo esto lo hizo cuando
consagró el pan y el vino por separados, siendo uno su cuerpo y otro su sangre.
Además dio un mandato a sus apóstoles, les dijo
“haced esto en memoria mía”, vale decir, haced esto que yo he hecho, el
sacrificio, repetirlo ustedes, y cómo se repite ese sacrificio, en cada misa
celebrada por un sacerdote de la Iglesia Católica, este es el medio que Nuestro
Señor nos da su cuerpo y su sangre, por ello la Santa misa es sacrificio a su
vez sacramento. Jn. 6, 47-59 “En verdad,
en verdad os digo, el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Los
padres vuestros comieron en el desierto el maná y murieron. He aquí el pan, el
que baja del cielo para que uno coma de él y no muera, yo soy el pan, el vivo,
el que bajó del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y por lo
tanto el pan que Yo daré es la carne mía para la vida del mundo. Empezaron
entonces los judíos a discutir entre ellos y a decir: ¿cómo puede éste darnos
la carne a comer? Díjoles pues Jesús: -- En verdad, en verdad os digo, si no
coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis la sangre del mismo, no tenéis
vida en vosotros. El que de mí come la carne y de Mí bebe la sangre, tiene vida
eterna, y Yo le resucitaré en el último día. Porque la carne mía verdaderamente
es comida y la sangre mía es verdaderamente bebida. El que de Mí come la carne
y bebe la sangre, en Mí permanece y Yo en él. De la misma manera que yo,
enviado por el Padre viviente, vivo por el Padre, así el que me come, vivirá
también por Mí. Este es el pan bajado del cielo, no como aquel que comieron los
padres, los cuales murieron. El que come este pan vivirá eternamente. Esto dijo
en Cafarnaúm, hablando en la sinagoga.”
Muchísimas personas se enredan con todo este gran misterio que ocurre en
la Santa Misa, no entienden por qué puede ser sacrificio el consagrar el pan y
el vino por separado, y que a su vez se dé a comer ese pan, pues bien, la
explicación de la Iglesia a ese gran misterio es la siguiente: Al consagrar el
pan por un lado, que pasa a constituirse por las palabras del Sacerdote en el
cuerpo de Nuestro Señor, y el vino en su sangre, se realiza el sacrificio,
pero, entonces ¿ qué es el cuerpo sin la sangre?, la muerte, cuando se derrama
en la antigua ley la sangre, precisamente es cuando se produce el sacrificio, y
ya habíamos dicho que los sacrificios del Antiguo testamento eran figuras
imperfectas del único y verdadero
sacrificio, como es el de Nuestro Señor. De la sangre derramada por Nuestro
Señor en la Cruz se obtienen todas las gracias, por su preciosísima sangre de
víctima inocente Él se da a nosotros a través de la comunión, como alimento
espiritual, y lo hace por medios
físicos, por un pan , pero que no es cualquier pan, sino Nuestro Señor, pues ya
ha sido previamente transformado por las palabras de la consagración en el
mismo Cristo que está en el cielo, se ha obrado un milagro muy hermoso de Dios
allí, Dios ha bajado del cielo para comunicarnos su vida divina de un modo
humano y no angelical, pues somos hombres, de carne y hueso, y él que es tan
misericordioso con nosotros se nos da de esa manera. De allí la expresión Yo
soy el pan de vida bajado del cielo. Por consiguiente la Santa Misa es a su vez
Sacramento, Sacrificio y Comunión, pero es esencialmente, nos dirá el Concilio
de Trento Sacrificio, es el Sacrificio Incruento, sin derramamiento de sangre,
de Nuestro Señor en la Cruz, es por ello, que cuando asistimos a este magno
acontecimiento, debemos hacerlo con la máxima reverencia y agradecimiento a un
Dios tan Misericordioso, que es capaz de pagar toda la deuda que el hombre le
debe a Dios a partir de la desobediencia de Nuestros Primeros Padres Adán y Eva
en el paraíso, y además cargar con los pecados individuales de cada uno de
nosotros y por los de todos los hombres que existan en la humanidad hasta el
final de los tiempos. Él es la Víctima Propiciatoria, el único que era capaz de
ofrecerse como víctima propicia a Dios, por ser el mismo Dios, pues los
sacrificios de los hombres en nada podían reparar una ofensa infinita como lo
es la que hizo el hombre que es ser finito al Dios infinito. A través de este sacrificio
reparador de Nuestro Señor Él Padre se gloría en el hijo, Él acepta gratamente
todo lo que le entrega el hijo, pues es Él mismo quien lo ha enviado, por ello
dice el Apóstol que Dios nos amó a tal extremo que no escatimó en entregarnos a
su propio hijo, a su único hijo para que nosotros, seres miserables, gusanitos
insignificantes obtengamos todo lo necesario para alcanzar la salvación eterna,
debiéramos regocijarnos todos los días por todo lo que Dios nos da, debiéramos
pensar todos los días en Nuestro Señor y darle gracias por su sacrificio
renovado en cada misa y su Presencia Real en la Eucaristía, ¡ oh cuan ingratos
somos los hombres! Y así osamos creernos en seres superiores ya sea por tener
capacidades intelectuales que se ven traducidas en grandes títulos académicos o
en una genealogía de pseudo nobleza que no poseemos , gusanos estúpidos eso
somos, pensamos en todo, menos en la eternidad, estamos dispuestos a realizar
cualquier sacrificio con tal de recibir un estímulo o gratificación humana,
pero cuando se trata de la verdad de Dios, de la defensa de su religión, de su
sitial en la sociedad, de su Reinado Social, nos avergonzamos y nos quedamos
callados o omitimos defender la verdad, vergüenza debería darnos. Nuestros
Señor muere por nosotros todos los días, y nosotros no somos capaces de
acompañarlo en su cruz, sino que nos lanzamos a la conquista de los bienes de
este mundo perverso, del que no debemos olvidarnos que Satanás es el príncipe,
o atesoramos bienes eternos, o nos anclamos a este mundo en los bienes
pasajeros, donde las polillas y el hollín los corroen. Locura es la que
tenemos, si hemos nacido para ir al cielo, esa es la única y verdadera
libertad, somos libres para el bien y no el mal, si hacemos el mal es porque
nuestra razón se enceguece, nos volvemos unos miopes al no ver el paraíso
eterno y tenemos ojo de Lince cuando se trata de ganar dinero, como ,si un
simple papel nos diera la verdadera felicidad que es participar de la vida divina,
de recibir ese manantial de amor y alegría como es el Amor de Dios.
Me siento orgulloso de ser católico, de pertenecer a la única Iglesia de
Dios, de recibir permanentemente cada sacramento de la Iglesia, pues cada vez
que asisto a misa, voy al Sacrificio de ese Dios que es amor y misericordia,
cada vez que me confieso recibo la absolución de Dios por mano de hombre, pues
Cristo actúa en cada acción sacerdotal, especialmente en los sacramentos. Doy
gracias a Dios por los buenos sacerdotes, por los santos sacerdotes que ha
tenido la Santa Iglesia Católica y Romana, doy gracias por mi bautismo, por mi
primera comunión, por todas las absoluciones que he recibo por mis miserables
pecados cometidos todos los días, por los buenos consejos de algunos
sacerdotes, por su amor de escucharme y recibirme. El sacerdote es el mismo
Cristo cuando me perdona o cuando realiza su sacrifico, el carácter sacerdotal
es el que les permite pronunciar las palabras de la consagración de la Santa
Misa y hacer que Dios obedezca en cierto modo a esa orden. Ante sus palabras
Dios viene personal, física y sustancialmente bajo las especies de pan y de
vino, ¡ Qué realidad tan extraordinaria es el sacerdote!, sólo en el cielo si
es que llegamos allí podremos comprender a este instrumento de Dios ante el
cual hasta los mismos ángeles se arrodillan, que manos más benditas son las de
un sacerdote, que hacen venir a Nuestro Señor del cielo a la tierra, no nos
olvidemos que la palabra sacerdote es una palabra compuesta por la palabra “
Sacer” que significa sagrado y la palabra “ Dotem” que significa dado, por lo
tanto, el sacerdote es el que está dado a lo sagrado, al culto a Dios, es el
intercesor entre Dios y los hombres, su función sacerdotal es de servicio a
Dios para bien de los hombres y no un oficio o profesión que debe jubilarse a
una cierta edad y debe participar del mundo al modo de un pastor protestante
que preside la asamblea, él no es un hombre más, un pares inter pares, eso
sería rebajar la dignidad sacerdotal, el sacerdote no es un animador social, no
es un animador de masas que está para entretener y animar al pueblo, eso sería
denigrar la dignidad sacerdotal, ¡ Hay de los malos sacerdotes! Esos serán
anatematizados, por su prevaricación, por su traición a la verdad, pues
habiendo conocido la verdad han mostrado tinieblas a las almas llevando a estas
a la perdición, el sacerdote que fornica, traiciona al Señor como lo hizo
Judas, en vez de ser como dice San Lucas Luz del mundo, con sus pecados
horribles, son oscuridad. ( Fin parte 1)
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