Hace muchos años mi mejor amiga me hizo la siguiente pregunta: ¿ Cómo pudo haber una lucha entre San Miguel Arcángel y el demonio con sus secuaces? Mi buena amiga sostuvo su pregunta con la siguiente argumentación: "En las guerras de los hombres se libra un combate físico que produce dolor y tiene consecuencias concretas en el oponente. No puedo imaginarme un combate entre seres espírituales, donde no hay espadas, ni derramamiento de sangre. Y más aún, en un combate espiritual nadie muere como ocurre en las guerras de los hijos de Adán."
¿Cómo son las batallas de los seres espirituales? ¿Cómo puede sufrir una criatura angelical? ¿ Se puede hablar de verdadero sufrimiento espiritual?, ¿ El sufrimiento espiritual tiene una duración temporal? ¿Se puede hablar de una tribulación del espíritu?¿Cómo pudo San Miguel Arcangel empujar al demonio y sus seguidores pestilentes al infierno? Son tantas las preguntas que podemos hacernos a este respecto. Nuestro ser físico siempre nos remite a la materia, y en este correlato del pensamiento vemos como sufren las criaturas compuestas de carne y hueso.
Uno de los primeros dolores que uno ve -aparte de los accidentes propios de la edad inicial que nos enclaustra en el yo-, son los dolores de nuestras mascotas. Me recuerdo que lloré mucho cuando mi perro pastor alemán que me había acompañado gran parte de la infancia murió. Fui testigo de su sufrimiento, fui testigo de su dolor, fui testigo de su propia muerte. Lo mismo me ocurrió, pero ya en un grado mucho mayor, con la enfermedad y muerte de mi mamá. Su sufrimiento duró muchísimos años, su dolor nada lo calmaba, su desesperación iba en aumento.
En esta experiencia traumática de la vida al ver sufrir un ser querido, siempre pensaba al igual que mi amiga, que no podía haber dolor más grande que el físico. De hecho, ni siquiera me custionaba que pudiera haber un dolor espiritual. Ni si quiera había pensado cómo pudieron sufrir los ángeles caídos, ni menos imaginaba qué afección del dolor podían tener. Sabía por la fe que había recibido que el infierno era un lugar de dolor y castigo, pero no indagaba más.
Pero tratemos de responder las preguntas iniciales, sin desviarnos del problema inicial. Partamos definiendo qué es una criatura espiritual. Una naturaleza espiritual es aquella de naturaleza simple, no está compuesta por partes. Una naturaleza espiritual tiene inteligencia y voluntad. Su esencia queda definida en su operación. EL alma humana es de naturaleza espiriritual, y por consiguiente, es simple. Empero esta naturaleza simple, se encuentra unida a un cuerpo material por disposición divina.
En el caso de los ángeles, su simplicidad es aún mayor a la del alma humana, no están unidos a cuerpo alguno. Su operar es el discurrir constante de su inteligencia hacia el bien que ellos desean alcanzar. Su pensamiento se deleita en un determinado bien, verbigracia; la bondad divina, la magnimidad de Dios. Entonces, si ese es su bien, ¿ cómo puede ser su mal?. Los demonios no gozan de la visón beatífica de los ángeles que sirven a Dios, por consiguiente, carecen de su bien debido. Al carecer de éste sufren un mal de privación. Su espíritu se pertuba por haber perdido su participación en el ser de Dios. Su dolor aflige su naturaleza, porque su naturaleza es de orden intelectual. Su libertad, se ve restringida hacia un lugar de castigo, ya no pueden operar libremente y hacer lo que les plazca en cuanto al bien.
Para un espíritu, permanecer relegado a un determinado lugar y a una determinada aflicción teniendo conciencia que sufre un castigo, es un verdadero dolor. Dicho dolor, es mucho mayor al dolor físico; por dos motivos particulares. El dolor espiritual de las naturalezas caídas angelicales es eterno, vale decir, no caduca con el tiempo. Y a su vez, y este es el segundo motivo, el encasillamiento de la libertad para un espíritu libre es un verdadero tormento.
Por lo anteriormente dicho, podemos concluir, que un dolor físico, por muy grande que sea, en nada se compara al dolor espiritual. Y respondiendo a la pregunta concreta de mi amiga, el combate espiritual entre San Miguel Arcángel y los ángeles caídos se libró por un lado por designio divino, Dios lo amparó; y por otro, los que sufrieron el justo castigo maldicieron sus existencias al ver cómo una criatura angelical como ellos, los arrojaba a un lugar de tormentos y encasillamientos de sus espíritus en el mal.
Fraile amigo:
ResponderEliminarNo sé ni puedo imaginarme cómo se dió el buen combate entre el capitán "Quién como Dios" y los ángeles buenos contra la legión de los ángeles que profirieron "non serviam".
En cuanto al sufrimiento de los demonios, por razón de nuestra naturaleza tan distinta, me encuentro en el mismo problema.
El punto es el sufrimiento de los hombres pecadores en el infierno.
Diz que es la privación de la visión divina y, por propia especulación, me parece que debe ser tremenda.
Veamos, en esta vida mortal todos los hombres participan de alguna manera de Aquel que es Ser, Bien, Verdad y Belleza, en cuanto somos.
Además, gozamos de alguna manera del Ser, el Bien, la Verdad y la Belleza contemplando la obra Divina, y nos valemos de ella, a veces para bien, otras para mal.
Pero en el infierno no habrá chispazo alguno de bien, y eso por toda la eternidad.
Saludos.
Garra de jaguar.
En mis años mozos se contaba el remanido "chiste" del pecador empedernido que llegaba al infierno y creía hallarse en el paraíso, pues tenía a su disposición cuanto placer decente o prohibido en la vida anterior se le ocurriera. Admirado del punto, preguntaba a Lucifer sobre la contradicción y el diablo le contestaba que lo del infierno con fuego, dolores y todo tipo de sufrimientos era un cuento para que no fueran allí los de la Acción Católica. Con el tiempo los "chistosos" sustituyeron a la Acción Católica por el Opus Dei, etc.
ResponderEliminarCuando uno de mis hijos me contó el "chiste" que, a su vez, le habían contado en un colegio católico, se me ocurrió hacerle un corto agregado, enorme minucia diría mi gordo tocayo.
Simplemente le dije: hijo mío, supuesto que fuera así, que el peor de los pecadores tuviera esa posibilidad e hiciera uso y abuso de ella, al cabo de unos años estaría bastante harto, ¿no te parece? Digamos, cien, o mil, o un millón de años de gula, lujuria, vanidad -el pecado favorito del demonio-. Y después la eternidad, vacía de todo bien.
Un abrazo para todos. Gilberto Chester
Chester: el chiste es viejísimo. En cuanto al corto agregado, se me ocurre que hoy en día, con la nula capacidad de reflexión que tiene la juventud, qué digo la inmensa mayoría de la gente, no lo entenderían.
ResponderEliminarSin embargo, y sin perjuicio de que el infierno es mucho peor, qué espantoso debe ser para el avaro juntar oro, para el lujurioso dedicarse a todos los placeres de la carne, para el soberbio ..., por toda la eternidad.
Me imagino, por ejemplo, en aquel avaro de sabiduría y, en el fondo soberbio que quiere saberlo todo como Dios, el efectivo conocimiento de todos los entes, las leyes que los gobernaron, etc., etc., desde la creación hasta su final. Probablemente le demandaría millones de años y, una vez que hubiera conocido todo, con todo ese conocimiento, la eternidad vacía de todo.
En fin, como dije antes, será mucho peor, y será como fue dicho por la Palabra de vida.
Dios nos guarde.
Garra de Jaguar.
Estimado Fray Agrícola:
ResponderEliminarComo está clarito en mi seudónimo soy tomista pero ilustrado a medias, por eso lo invito a que reflexione y nos regale el resultado de sus reflexiones sobre esa parte de la oración dirigida a San Miguel que habla de los "demonios que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas".
Saludos y gracias.
Tomista medio ilustrado.
Estimado Amigo:
ResponderEliminarDios quiso que nuestra salvación eterna tuviera un cierto grado meritorio. Aquí existe un gran misterio que queda sellado en el ser de Dios. Perfectamente, si Dios quisiera hubiera eliminado a los demonios de un sólo plumazo.
Por mi, que todos nos fueramos al cielo y así nadie sufriría las penas del infierno. Pero eso no es lo que quiere Dios, por eso el demonio y sus secuases juegan un rol muy especial en nuestra salvación o condenación.
Sólo nos queda amigo mio, aceptar lo que Dios nos manda y colaborar con la gracia para poder salvarnos. La oración, es la gran arma que Dios nos da para librar la batalla, ya que en ella el alma deposita su confianza en la misericordia de Dios, y hace que su gracia actúe en nosotros. En el fondo, si quieren salvarse nos dice Dios, pídamenlo, y mi gracia actuará en ustedes. Dios quiere un acto de buena voluntad de parte nuestra para salvarnos.
Los demonios, por lo tanto, son el obstáculo que pone la Providencia para que nuestra alma por un acto de humildad pida a Dios el auxilio o simplemente se deje influenciar por el mal.
En su infinita bondad, y por respeto a sus creaturas, Dios pone a nuestro alcance las herramientas para ejercer nuestra libertad a cada instante. De ese modo, por el libre albedrío ejercido desde nuestro conocimiento del bien y el mal, está en nosotros llegar a la salvación, rechazando el camino fácil que los demonios nos ofrecen. Esos demonios disfrazados con piel de oveja, los placeres fáciles que nos impiden dar lo mejor de nosotros cada día, etc. constituyen las vías que Nuestro Creador nos ofrece para ir puliendo nuestras almas minuto a minuto para poder, algún día, merecer la felicidad eterna.
ResponderEliminarÜBERSETZER
Estimado Amigo:
ResponderEliminar¿ Por qué tuvo que ser todo así? Esa es la pregunta que continuamente me hace una muy querida amiga. ¿Para qué Dios nos pone a prueba constantemente si Él conoce nuestras debilidades y sabe que vamos a pecar?. Dios sabe quienes se condenan y quienes no, ¿para qué la prueba?
Desde que tenemos conocimiento del bien y del mal, hasta que morímos somos puestos a prueba. De día y de noche, somos puestos a prueba. ¿qué necesidad tiene Dios de ponernos a prueba?, ¿Para qué Dios crea a los hombres, si sabe que la mayoría se va a condenar?, ¿ Por qué a algunos les da más medios para salvarse y a otros no?. Todas esas preguntas me las han hecho permanentemente. Me gustaría saber su respuesta.
Una vez que tenga su respuesta le doy la mía. Lo dejo con tareas para la casa.
Un abrazo.
Estimado fraile:
ResponderEliminarSi bien es verdad que Dios conoce el final del cuento, Él nos hizo superiores a las demás creaturas, racionales y libres para autodeterminar nuestro destino. Quiere que ante cada disyuntiva seamos nosotros quienes decidamos qué hacer.
Somos puestos a prueba a cada instante, con numerosas cruces, y también muchas alegrías. Somos libres ya sea para rebelarnos ante los problemas y dar por sentado todo lo que tenemos y todo lo bueno que nos pasa, o para agradecer por cada nuevo día y las oportunidades que éste nos otorga y aceptar con total entrega las cruces que se nos presentan como un camino más hacia la salvación.
Aunque, como usted dice, la distribución de medios para la salvación parece dispar, también lo son los problemas que cada uno ha de enfrentar. Recuerde que Dios no nos manda jamás nada que no seamos capaces de soportar. Cada uno de nosotros posee ciertos talentos. A la hora del juicio deberemos rendir cuentas respecto a qué tanto partido les sacamos en vida. Nos juzgarán a cada uno de nosotros, según nuestros méritos.
Dios nos de fuerza para aceptar su voluntad con alegría, y a entregarnos con humildad y fe a Él en caso de sentirnos superados, en la confianza que de la mano de nuestro creador, todo es posible.
Espero haber cumplido, siquiera en parte, con la tarea...
Saludos,
ÜBERSETZER
Estimado Amigo:
ResponderEliminarCumplió a cabalidad con la tarea encomendada. Respecto al uso de nuestra libertad, existe un misterio muy grande al respecto. Ninguno de nosotros desea el mal en cuanto tal. Apetecemos algo siempre pensando que a lo menos sea bueno para nosotros.
Por consiguiente, el uso de nuestra libertad va a estar orientado a lo menos al bien particular. Pero como Dios exige de nosotros la renuncia a nuestro bien particular en vista a un bien común. Nuestro juicio va a depender de cuánto fuimos capaces de subordinar nuestros propios intereses al bien que Dios quiere que hagamos a los demás.
Nuestra libertad, siempre está condicionada a la voluntad de Dios. Seremos verdaderamente libres si hacemos su voluntad. Bajo este punto de vista, somos libres únicamente para el bien y no para el mal. Como el mal es el bien particular por sobre el bien establecido por Dios. Estamos obligados, a renegar de nosotros mismos para alcanzar el fin último de nuestra vida que es Dios.
De allí, lo duro y difícil de la prueba. No es fácil renegar de nuestra propia naturaleza y someterla al orden divino. Producto del Pecado Original tenemos una inclinación muy fuerte hacia el desorden, estamos inclinados a ese amor egoísta. De hecho seremos juzgados por el amor, cuánto fuimos capaces de amar a Dios y al prójimo.
Entonces, ¿ Quién se salva? La mayoría de los hombres hace lo opuesto a Dios. Nuestro Señor dice que muchos son los llamados y pocos los elegidos. ¿ Quién obedece a Dios como es debido?. Nuestra salvación está en duda hasta el último momento de nuestras vidas. Dios nos pide la confianza absoluta en Él.
¿ Cuál es el mérito que debemos tener para salvarnos?, Lo primero es la humildad, reconocer que no somos nada. Segundo, confianza en aquel que nos creó. Tercero, saber reconocer que nuestra naturaleza es débil, pero que puede ser fortalecida por la gracia que Dios nos da a través de cada sacramento. Cuarto, amar a Dios por ser Él quien es, nuestro creador. Este cuarto punto, debería ser el primero en el orden del apetecer del alma.
En resumen, se salvará todo aquel que desee ardientemente hacerlo depositando su confianza en Dios. Aquí no operan los voluntarismos acérrimos ni las desesperanzas extremas. La clave va a estar siempre en el amor. Nadie se puede condenar si ha amado de verdad en esta vida. Como dice San Agustín, ama y has lo que quieras. Obviamente, se refiere al amor a Dios y amor al prógimo.
No obstante lo anterior, sigue siendo un misterio para nosotros la prueba que Dios nos exije. Espero su comentario.
Un abrazo.
Estimado Agrícola:
ResponderEliminarComo usted dice, lo primero para quien busca la salvación ha de ser el amor a Dios, y por tanto, al prójimo, y a uno mismo. Si no nos amamos a nosotros mismos, no nos respetaremos en cuanto a hombres, ni menos en cuanto a hijos de Dios, dejándonos llevar por las tentaciones fáciles y agradables que se interponen a nuestra lucha espiritual diaria. Al conocer nuestra naturaleza, humildemente admitiremos nuestra pequeñez y nuestra total dependencia del Creador, sin cuya fuerza y gracia nada podemos. Ello nos conduce al abandono en total confianza a Sus planes y deseos.
Suena bastante lógico, ¿verdad? Pero del dicho al hecho....
Las pruebas no constituyen sino peldaños que nos conducen a un crecimiento personal, a un enriquecimiento espiritual al que somos sometidos antes de que se nos otorguen mayores gracias. Cada uno de nosotros comienza este peregrinar desde un punto de partida distinto, y con herramientas diferentes. Iremos fortaleciendo nuestro ser interior, y 'ganando puntos en el juego' en la medida que logremos superar cada barrera. Desgraciadamente para nuestro ser -en cuanto seres humanos cómodos, débiles, mezquinos- cada prueba superada conlleva una mayor, y así también una mayor recompensa. En la medida que aprendamos a enfrentar las pruebas con alegría y total confianza en que Dios conoce lo que conviene a nuestra alma, y, por tanto, nos abandonemos a Su voluntad, dichas cruces se harán más llevaderas. El problema es ese pesado lastre que nos tira hacia abajo, hacia lo placentero, lo fácil, ...lo agradable a nuestros sentidos y sin embargo fatalmente inútil para nuestro espíritu.
Confío en que Dios nos dará la fuerza, y tendrá misericordia de nosotros al vernos caídos, una y otra vez, en el camino a la felicidad que nos tiene reservada ... si perseveramos en la fe y el amor.
Un abrazo
ÜBERSETZER
Estimado Amigo:
ResponderEliminarUsted explica de un modo más claro mis pensamientos sobre el tema planteado. El problema siempre es el mismo, la subordinación de nuestro bien particular al bien común trascendente que viene de Dios. La disyuntiva es: hago lo que me conviene, o hago lo que debo según la ley de Dios. Si pusiera en la balanza ambas posibilidades, nuestras apetencias personales superarían con creces a las apetencias respecto del orden establecido por el creador.
Mi próximo post se va a titular: El bien común versus el bien particular. Espero que me colabore con sus valiosos comentarios. Si desea publicar algo al respecto estoy totalmente abierto.
Un abrazo.
Según entiendo, bien particular y bien común no se contraponen en esencia. Sin embargo,ante cualquier conflicto entre ambos existe el peligro que el bien de la sociedad tienda a primar por sobre los derechos particulares del individuo. Quisiera saber su opinión personal respecto al tema en el ámbito de la globalización. Ya no se trata del bien común en una sociedad determinada, sino del bien común global.¿Es posible velar por el bien común sin descuidar el bien particular en ese contexto? Dentro de un país en el cual la comunidad comparte ciertos valores comunes esto ya es difícil, ¿cómo lograr el balance entre bien común y bien particular en una comunidad internacional con diversidad de puntos de vista, con estadistas y legisladores que no comparten los mismos valores, donde el relativismo ético impera?
ResponderEliminarAhora la tarea es suya, amigo.
Saludos
ÜBERSETZER
Estimado Amigo:
ResponderEliminarLa respuesta a su pregunta va a estar insertada en mi siguiente post. Lo que debería preguntarse es el por qué de la globalización. La globalización esconde razones teológicas de fondo. Son razones metahistóricas. La globalización es el medio para que el anticristo haga su llegada triunfal.
La globalización desde el punto de vista humano es algo contra natura. Aquí se pretende unificar a distintos pueblos, con creencias, costumbres, ideosincrácias radicalmente distintas.
El hombre es un ser gregario que vive en comunidades afines. lo unifica el idioma, las costumbres, la tradición, la tierra, etcétera, etcétera. Agruparlo artificialmente es aniquilarlo en su ser gregario. Tarde o temprano esa unificación artificiosa terminará reventándo por algún lado.
La globalización es el gran pretexto de los poderes fácticos de este mundo para tomar el control total de la humanidad. El otro, como le decía Nuestro Señor al anticristo, asumirá el poder asemejandose a Cristo. Le dará a la humanidad, lo que Cristo no le pudo dar. Eliminará la pobreza artificialmente, actuará con juegos pirotécnicos, para engañar al mayor número de personas, incluso la salvación eterna de los elegidos estará casi tambaleando.
Espere el siguiente post.
Un abrazo.