sábado, 5 de mayo de 2012

La Dignidad Sacerdotal ( 2 Parte final)





3-  Los malos sacerdote:

                A continuación procederé a enumerar una serie de citas que nos hablan del actuar de los malos sacerdote. Dejemos primero  que Dios nos hable, y luego nosotros comentemos sus divinas palabras. Comencemos con la primera cita:
      Mal. 2,7 “Porque los labios del sacerdote guardan la doctrina, y de sus labios se ha de aprender la ley; porque él es mensajero de Yahvé de los ejércitos"
      Heb. 5, 4 “Nadie se apropie esta dignidad si no es llamado por Dios"
     Jer. 23, 21 “Yo no enviaba a esos profetas, ellos (de suyo) corrían; Yo no les hablaba, y sin embargo profetizaban"
Lev. 21, 6 “ Santos han de ser para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios ; pues son ellos los que presentan los sacrificios que se queman en Honor de Yahvé, el pan de su Dios, han de ser santos"
 Lev. 11,12 “Porque yo soy Yahvé, vuestro Dios, por eso habéis de sacrificaros y ser santos, porque Yo soy santo"
S. Alfonso María de Ligorio “De todo esto se sigue que, si el sacerdote no es santo, está en grave peligro de condenarse. Algunos sacerdotes, y mejor aún, la mayoría de los sacerdotes,  ¿qué hacen para santificarse? ; Oficio, misa, y (…) nada más. Nada de oración, ni de mortificación, ni de recogimiento. Alguien dirá, que les basta para salvarse. No basta, exclama San Agustín; -- Dices que basta y te condenarás—( Serm.169, E.B pág46.
 Santa Brígida “Los sacerdotes pecadores serán fundidos en el infierno más profundamente que todos los demonios en el infierno. Todo el infierno se pondrá en movimiento ¡Cómo festejarán los demonios la entrada de un sacerdote, para salir a su encuentro. Isaías 14,9 – el Scheol se conmueve en sus profundidades a causa de ti para salir a tu encuentro--. Isaías 14, 11—Ha bajado al Scheol tu gloria al son de tus arpas, tendrás por causa la podredumbre, y los gusanos por cubierta--.
       Dicen los demonios. ¡ Oh sacerdote!, tiempo hubo en que ejerciste dominio sobre nosotros, cuando hicisteis bajar tantas veces al Verbo Encarnado sobre los altares y libraste tantas almas del infierno; pero ahora te has hecho semejante a nosotros  y estás atormentado como nosotros; Ha descendido al Scheol tu  esplendor. 
 Apoc. 3,16 “Puesto que eres tibio y no caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca”.
 Sal. 54, 13-15 “Si me insultara un enemigo, lo soportaría; si el que me odia se hubiese levantado contra mí, me escondería de él simplemente. Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y mi confidente con quien vivía yo en dulce intimidad, y subíamos en alegre consorcio a la casa de Dios.”
  Ez. 22,26-27 “Sus sacerdotes violan mi ley y profanan mi santuario, no distinguen entre lo sagrado y lo profano, no enseñan a distinguir entre lo inmundo y lo puro, cierran sus ojos ante las violaciones de mis Sábados, y Yo soy deshonrado entre ellos. Sus príncipes están en medio de ella como lobos : arrebatan la presa para derramar sangre y destruir almas, con el fin de obtener ganancias injustas”
          Dios es muy duro con aquellos sacerdotes que lo traicionan, pues Él los ha llamado para que salven las almas y no que las condenen con sus malos ejemplos y falsos consejo. Ellos están en el lugar santo, en el Altar de Dios, ellos son nuestros intercesores ante Dios. Cristo actúa a través de ellos para comunicar su gracia; ellos son Alter Christus, otros Cristos. Por esto es que no tienen derecho a mancillar a nuestro Señor con sus malos ejemplos, su tibieza atrae la Ira de Dios, han sido llamados para apacentar las ovejas y no para escandalizarlas, más les valdría no haber nacido, tal como Nuestro Señor se refirió al traidor Judas.
          Como seglares, tenemos el deber de rezar por nuestros sacerdotes, debemos pedirle a Dios que nos mande santos y buenos sacerdotes, debemos hacer penitencia para que el cielo escuche nuestras súplicas, sin sacerdotes y peor aún con malos sacerdotes, nuestra salvación eterna y la de todos nuestros seres queridos estará en grave riesgo. Mat 9,37-38 “ Entonces dijo a sus discípulos: la mies es grande, mas los obreros son pocos. Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. El rosario es una buena arma para pedir a Dios vocaciones santas, necesitamos rezar muchísimo rosarios  para que Dios escuche nuestras oraciones, debemos pedir además misericordia por todos aquellos hombres que ingresaron al sacerdocio de Nuestro Señor como intrusos, por intereses ajenos al servicio de Dios, tal vez buscaron honores o una vida placentera y cómoda, creyendo que actuaban bien, pues no, lamentablemente serán castigados --si no se arrepienten eficazmente—con los suplicios eternos.
        El peor castigo que Dios nos pude mandar a raíz de nuestras malas obras, es no mandarnos sacerdotes. Sin sacerdotes desaparece la misericordia de Dios, por eso apoyemos a los buenos sacerdotes, démosle nuestro afecto y gratitud, pidámosle que entreguen toda su vida para Dios, de tal manera que se sientan orgullosos de su sacerdocio, Dios quiera que nunca le tengan miedo al uso de la sotana, que jamás profanen el lugar sacro con doctrinas ajenas a la fe católica, que nunca cambien el Sacrificio Incruento de Nuestro Señor como es la  Santa Misa, por una simple cena o banquete al modo de la Cena de los protestantes. Que nunca priven a las almas de la Adoración al Santísimo teniendo las Iglesias cerradas, que jamás rechacen al pecador arrepentido cuando éste pide el sacramento de la penitencia, que nunca se nieguen a convertir a los herejes y cismáticos, en fin, que tengan verdadero celo sacerdotal, que traigan muchos hijos para la Iglesia de Jesucristo. 
    




 4-    Visión del sacerdocio según el Concilio Vaticano II:
        No puedo hablar del sacerdocio, sin referirme al Concilio Vaticano II, pues, en este concilio cambia radicalmente la concepción tradicional del sacerdocio, tal cual la vengo expresando en las páginas anteriores. Para no confundir a quienes me escuchan dejaré que el concilio hable por sí solo, para ello les pido mucha concentración y capacidad de análisis con lo que a continuación les procederé a citar :
    Presbyterorum Ordinis, n°4. “ El Pueblo de Dios se reúne, ante todo , por la Palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros como cooperadores de los obispos, tienen como principal obligación anunciar a todos la Buena Noticia de Dios, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: “ Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación( Mc16,15). Porque con la palabra de salvación, se suscita la fe en el corazón de los no creyentes y se la robustece en el de los creyentes, y con la fe empieza y se desarrolla la congregación de los fieles, según la sentencia del Apóstol: “La fe nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo”(Rom 10,17). Los presbíteros, pues, se deben a todos, en cuanto que a todos deben comunicar la verdad del Evangelio que poseen en el Señor. Por lo tanto, ya lleven a los paganos a glorificar a Dios, observando en medio de ellos una buena conducta, ya anuncien a los no creyentes el misterio de Cristo, predicándoles abiertamente, ya enseñen el catecismo cristiano o expongan la doctrina de la Iglesia, ya procuren tratar los problemas actuales a la Luz de Cristo, es siempre su deber enseñar no su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios, e invitar indistintamente a todos a la conversión y a la santidad. Pero la predicación sacerdotal, difícil, con frecuencia en las actuales circunstancias del mundo, para mover mejor a las almas de los oyentes, debe exponer la Palabra de Dios no sólo de una forma general y abstracta, sino aplicando a circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio.
       Con ello se desarrolla el ministerio de la palabra de muchos modos, según las diversas necesidades de los oyentes y los carismas de los predicadores. En regiones o núcleos no cristianos los hombres son atraídos a la fe y a los sacramentos de la salvación por el mensaje evangélico ; pero en la comunidad cristiana, atendiendo sobre todo a aquellos que comprenden o creen poco lo que celebran, se requiere la predicación de la palabra para el misterio de los sacramentos, puesto que son sacramentos de fe, que proceden de la palabra y de ella se nutren. Esto se aplica especialmente a la liturgia de la Palabra en la celebración de la Misa, en la que el anuncio de la muerte y de la resurrección del Señor y la respuesta del pueblo que escucha se unen inseparablemente con la oblación misma con la que Cristo confirmó en su sangre la Nueva Alianza, oblación a la que se unen los fieles con el deseo o con la recepción del sacramento.
5. Dios, que es sólo santo y santificador, quiso tener a los hombres casi como socios y colaboradores suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de la santificación. Por esto consagra Dios a los presbíteros, por ministerio de los obispos, para que, participando de una forma especial del sacerdocio de Cristo, obren, en la celebración de las cosas sagradas, como ministros de quien  por medio de su Espíritu efectúa continuamente por nosotros su oficio sacerdotal en la liturgia. Por el bautismo introducen a los hombres en el pueblo de Dios; por el sacramento de la Penitencia reconcilian a los pecadores con Dios y con la Iglesia; con la Unción de los enfermos alivian a estos: con la celebración, sobre todo de la Misa, ofrecen sacramentalmente sacrificio de Cristo. 
       (…) Es, pues, la celebración eucarística el centro de toda la asamblea de los fieles que preside el presbítero. Enseñan los presbíteros a los fieles a ofrecer al Padre en el sacrificio de la misa la víctima divina y a ofrendar la propia vida juntamente con ella; los instruyen en el ejemplo de Cristo pastor. (…) Las alabanzas y acciones de gracias que los presbíteros elevan en la celebración de la eucaristía, las continúan en las diversas oras del día con el Oficio Divino.
7-  Todos los presbíteros juntamente con los obispos, participan de tal modo del mismo y único sacerdocio y ministerio de Cristo, que la misma unidad de consagración y de misión exige su unión jerárquica con el orden de los obispos, unión que ponen de manifiesto perfectamente a veces, en la concelebración litúrgica y, unidos con ellos, profesan que celebran la sinaxis eucarística.
16-  La perfecta y perpetua continencia a causa del Reino de los cielos, recomendada por Cristo, el Señor, aceptada con gusto y observada laudablemente en el decurso de los siglos- e incluso en nuestros días- por no pocos fieles cristianos, siempre ha sido tenida en grande aprecio por la Iglesia, especialmente, para la vida sacerdotal. Porque es, al mismo tiempo, signo y estímulo de la caridad pastoral y fuente peculiar de la fecundidad espiritual en el mundo. No exigida ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece  por la práctica  de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias orientales, en donde, además de aquellos que junto con todos los obispos, eligen el celibato como un don de la gracia, hay también beneméritos presbíteros casados; pero al tiempo que recomienda el celibato eclesiástico, este santo concilio no intenta en modo alguno cambiar aquella distinta disciplina que rige legítimamente en las Iglesias orientales, y exhorta amabilísimamente a todos los que recibieron el presbiteriado en el matrimonio a que, perseverando en la santa vocación, sigan consagrando su vida plena y generosamente al rebaño que se les  ha confiado.”
      Nuestro análisis comienza por la expresión “Pueblo de Dios”,  aparece muy recurrentemente dentro del concilio en especial cuando se refiere a la función sacerdotal. El padre   George Tyrrel fue quien utilizó esta expresión para darle un sentido muy acotado desde una perspectiva teológica, él quiso reemplazar la expresión “Iglesia Jerárquica” por la de Pueblo de Dios, ya que ésta última expresión apunta a una realidad supra católica, distinta a la Iglesia como institución propiamente tal, sino una Iglesia personal, vaciada de todo dogmatismo y estructura, que trasvasija a todo hombre  la relación entre lo humano y divino, por ello, para él,  las demás Iglesias de la tierra portan en igualdad de condiciones la verdad de Dios  que ya no está bajo el depósito de la única Iglesia verdadera como es la Católica Apostólica y Romana. No nos olvidemos que el Padre Tyrrel fue excomulgado y murió en esta condición por su Santidad el Papa San Pío X, quien lo excomulga por su empecinamiento en ideas modernistas de carácter herético. Uno de los que acuña ESTA última expresión dentro del concilio fue el  padre Ratzinger, nuestro actual Papa.
        El sacerdote ya no es sacerdote de Dios, sino que pasa a ser sacerdote del “ Pueblo de Dios”, que queda legitimado de acuerdo a su función en cuanto está ordenada hacia éste y  no ya hacia Dios mismo, así lo ratifica el artículo n° 13 LG “Así pues, el único Pueblo de Dios está presente en todos los pueblos de la tierra, porque de todos los pueblos toma a sus ciudadanos, que lo son de un Reino, por cierto no de índole terrenal, sino celestial. Pues todos los fieles esparcidos por el orbe se comunican con los demás en el Espíritu Santo, y así “ el que habita en Roma sabe que los de la India son también miembros suyos”. Pero como el Reino de Cristo no es de este mundo (Jn 18,36), la Iglesia o Pueblo de Dios, introduciendo este reino, no arrebata a ningún pueblo ningún bien temporal”. Nótese en esta última parte que se identifica a la Iglesia con el pueblo de Dios, aquí se produce una teoría eclesiológica , muy distinta a la tradicional, pues Nuestro Señor Jesucristo no sacó a sus ministros de la “sociedad de los fieles”, por el contrario, eligió a sus apóstoles , y los formó para que formasen a los fieles a su vez. Hay una equiparación entre el sacerdocio ministerial o jerárquico y el llamado Sacerdocio Común de los fieles, tal como se expresa en LG n° 10 “ el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico se ordenan el uno para el otro(ad invicem ordinantur), aunque cada cual participa de forma peculiar del sacerdocio único de Cristo. Su diferencia es esencial y no sólo gradual.” Aquí ya no se habla de subordinación, sino de ordenación recíproca, equiparando el verdadero sacerdocio ministerial, con el simple sacerdocio participativo por adhesión de fe como es el de los fieles.
     El sacerdote no se define según la tradición por su predicación, como lo anuncia el Concilio Vaticano II, sino tal como lo señala el Concilio de Trento  por “ el poder de consagrar, ofrecer y administrar el cuerpo y la sangre del Señor” y , en segundo lugar” de perdonar y retener los pecados”. El sacerdote está ordenado en primer lugar al sacrificio, y en segundo lugar para absolver al pecador y así este se beneficie de los méritos de la sangre redentora de nuestro Señor en la Cruz. Del Sacrificio de Nuestro Señor vienen todas las gracias, toda prédica debe estar ordenada para recibir las gracias del Sacrificio, de esa sangre redentora, para eso es la confesión, el bautismo y todos los demás sacramentos, para ´participar de la vida divina de Nuestro Señor, y para ello necesitamos sacerdotes que sean ordenados con este fin, el de ofrecer en sacrificio.
      Otro error dentro del concilio es el de considerar a los sacerdotes en su función de colaboradores de los obispos, el sacerdote no puede ser definido en su función sacerdotal como colaborador del obispo, su acto sacerdotal por esencia es el sacrificio, ahora bien, los obispos como sucesores de los apóstoles deben procurar y exhortar a los sacerdotes para que la doctrina católica se transmita con su máxima pureza.
              En cuanto al celibato sacerdotal el concilio nos dice que no es exigido ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, y nos pone como ejemplo a la primitiva iglesia, pero eso es totalmente falso, es contrario a la tradición, la cual siempre ha interpretado la “ recomendación” de Nuestro Señor que dice: Mt. 19,12 “Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda.”  En el mismo sentido nos habla San Pablo( I Cor 7, 29-33) “  Respecto de las vírgenes, no tengo precepto del Señor; pero doy mi parecer, como quien ha alcanzado la misericordia del Señor para ser fiel. Juzgo, pues, que en vista de la inminente tribulación, es bueno para el hombre quedar como está. ¿ Estás  atado a mujer? No busques desatarte.¿ Estás desatado de mujer? No busques mujer. Si te casares, no pecas; y si la doncella se casare no peca. Pero estos tales sufrirán en su carne tribulaciones, que yo quiero ahorraros. Lo que quiero decir hermanos es esto ; el tiempo es limitado; resta, pues, que los que tienen mujeres vivan como si no las tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se regocijan, como si no se regocijasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan del mundo, como si no usasen, porque la apariencia de este mundo pasa. Mi deseo es que viváis sin preocupaciones. El que no es casado anda solicito en las cosas del Señor, por como agradar al Señor; más el que es  casado , anda solicito en las cosas del mundo, como agradar a su mujer, y está dividido.”
         El celibato siempre ha sido requisito para poder acceder al Orden Sagrado, es una condición sine qua non que exige la Santa Madre Iglesia, ella quiere para el culto a Dios lo mejor, lo más perfecto, la pureza máxima, lo más santo. Así como Dios eligió a nuestra Purísima madre la Vírgen  María para encarnarse, así también exige a sus sacerdotes imitar la pureza de su madre para poder bajar del cielo a la tierra cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración. El sacerdote debe ser un digno instrumento de Nuestro Señor, a través de las palabras que pronuncia viene Nuestro Señor del cielo a la tierra. En las sectas cismáticas y heréticas los sacerdotes son casados, y lo son ciertamente por que han perdido la noción del sacrificio, en el caso de los protestantes llámese luteranos y anglicanos, ellos no renuevan el sacrifico de la cruz, sólo hacen una cena de recordatorio de la muerte y resurrección de Nuestro Señor.
      No puedo dejar de mencionar una expresión que induce a engaño respecto a la función sacerdotal, tal denominación es repetida continuamente en el concilio, y se expresa así: El sacerdote es quien preside la asamblea, con esa sola mención se lo considera al modo como los pastores protestantes, y se habla de presidir por que la misa pasa a ser ahora una cena conmemorativa, un sacrificio de alabanza, donde el sacerdote es un primus inter pares, entre quienes me dirán ustedes, entre los demás sacerdotes comunes como lo son el resto de los fieles.
    Finalmente quiero manifestarles una opinión muy personal, yo pienso que en el Concilio Vaticano II se ha utilizado en forma muy sagaz la dialéctica hegeliana, con un fin muy puntual, el de destruir la Iglesia Tradicional y construir a partir de sus vestigios una nueva iglesia, con una teología y un culto nuevo, con sacramentos vaciados de contenidos y con sacerdotes que ni si quiera saben para lo cual han sido ordenados, nos encontramos lamentablemente en tiempos muy trágicos, de una gran confusión, tiempos malditos, que son la gran prueba para los verdaderos hijos de la Iglesia, vale decir, para aquellos que logren mantener la fe, me refiero a la fe de siempre, obviamente, pues ha desaparecido el obstáculo para el mal, que es el combate frente al error, por lo que nos espera una gran oscuridad, con la esperanza sólo en la Segunda Venida de nuestro Señor, a menos, claro, que del cielo se obre un gran milagro y se rectifique todo el mal.
      Seremos purificados con las grandes cruces que nos esperan, Dios se apiade de nosotros y acorte estos tiempos, de eso depende en gran parte nuestra salvación eterna, que debería ser lo único que nos debiera preocupar, salvemos a lo menos a nuestras familias y las personas de buena voluntad, escuchemos el pedido del cielo en Fátima, penitencia y oración, obras son amores y no buenas razones. El que ama, se sacrifica, ya que no puede haber amor sin sacrificio, ofrezcamos nuestras vidas miserables en oblación a Dios, no nos reservemos nada por amor a Él, y el premio será, la dicha eterna, a eso hemos venido al mundo, a alabar a Dios para luego contemplarlo eternamente.
   Cada día habrá menos sacerdotes como una muestra del castigo divino, Dios nos pille confesados cuando llegue finalmente la culmine del castigo de Dios.

2 comentarios:

  1. Fraile amigo:
    He leído con detención sus dos spots sobre la Dignidad sacerdotal y me han causado tanta satisfacción que loe leí de nuevo con mi mujer que, como yo, quedó muy complacida.
    No debe sorprenderse porque, tanto ella como yo que le llevamos casi veinte años, tuvimos posibilidad de conocer otra clase de fieles y otra clase de sacerdotes, particularmente por razón del valor que unos y otros asignaban a la principal y esencial función del sacerdote, la sacramental.
    Por supuesto que no descuidaban otros menesteres, como la educación de los niños y los jóvenes, la asistencia de los enfermos, la ayuda a los pobres, etc., pero todos tenían claro que el sacerdote fundamentalmente debía dedicarse a la administración de los sacramentos, y más principalmente a la sal de la vida eclesiástica: la celebración de la Santa Misa.
    Es cierto que había malos sacerdotes, y malos en los puntos en que usted hace doloroso hincapié.
    Después del concilio el mal se agravó en esos puntos y poco a poco también se fue invirtiendo la escala de valores funcional.
    Más allá de que la “opción por los pobres” movió a abandonar prácticamente las demás funciones “extracurriculares” para una dedicación casi exclusiva a la asistencia pública, lo grave es que pasaron a dedicar más tiempo y esfuerzo a esta ultima función que a la propia, la esencial, desvirtuando así el orden sagrado.
    En cuanto a la infición hegeliana, que no descarto porque hubo conciliares de mala fé, aquellos que parecían obrar de buena fé estaban a su vez influídos manifiestamente por un ecumenismo malamente entendido y peor aplicado.
    Precisamente a partir de las notas que usted señala queda en evidencia el propósito de asimilar el Santo Sacrificio de la Misa con las conmemoraciones de la Ultima Cena que hacen las diversas sectas protestantes.
    Los frutos están a la vista:
    -donde se daban varias misas por día, hoy apenas se celebra una, con suerte dos los domingos
    -la liturgia de la palabra prácticamente ocupa un lugar central, con desmedro del Canon
    -los cánticos –cada vez más mundanos en letra y música-, amén de obstaculizar la participación prácticamente impiden una concentración debida, sobre todo a la hora de la acción de gracias.
    -los sacerdotes parecen mas concentrados en la homilía –que cada vez se aparta más de la Palabra de Vida y se acerca más a las cosas de esta tierra- que en la Consagración; observe con atención como pasan rápidamente del CENTRO de la misa a la comunión
    -curiosamente el número de comulgantes no se compadece con el número de penitentes.
    -las confesiones pasaron a ser charlas en que, según el ministro, nada está mal o muy mal, de modo que las penitencias son irrisorias, cuando las hay.
    -los sacerdotes, en parte considerable, ponen de manifiesto una inclinación a la carrera de asistente social que una cabal vocación sacerdotal
    -los seminarios diocesanos están casi vacíos y el porcentaje mayor de vocaciones se radica en los seminarios tradicionalistas.
    Que Dios nos ayude.
    Un abrazo.
    Gilberto Chester.

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  2. Fiel Amigo:
    Me alegra mucho que le haya gustado mi exposición sobre este tema. Y mayor alegría me causa que su señora esposa compartiera su lectura. Anímela escribirme, me encanta conocer las experiencias de otras personas. La mujer es el pilar en el cual se sostiene la familia, una mala mujer hace un mal hombre, y viceversa, una buena mujer hace un buen hombre. En su caso, tiene una gran mujer,quíerala mucho y cuídela.
    Es lamentable con lo que pasa en la Iglesia, sólo nos queda rezar y librar el buen combate desde nuestra trinchera. Podría mandarme un post con los cambios que le tocó ver después del concilio, sería muy interesante leerlo.
    Un abrazo.

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