domingo, 7 de julio de 2013

Conversaciones con un científico

  
         Hace algunas semanas atrás, tuve la oportunidad de sentarme a almorzar con un científico bien conocido de mi país. En el almuerzo charlamos sobre una gran variedad de temas, pero uno en particular fue materia más de mi interés y por que no decirlo, de mi curiosidad intelectual.
        El científico hizo la siguiente aseveración: " Dada la cantidad de Dióxido de Carbono liberada a la atmósfera producto de la combustión de petróleo y como consecuencia de ello, el aumento del efecto invernadero, los resultados van a ser catastróficos para la humanidad. La consecuencia final de todo este proceso será la aniquilación de la especie humana."
       No niego que cuando me hizo ésta aseveración me atraganté un poco con el almuerzo, tampoco puedo negar que se me vinieron miles de ideas a la cabeza y de hecho no me pude quedar callado ante tal afirmación categórica. En definitiva, le hice la siguiente pregunta: ¿Doctor, el proceso que me acaba de describir es a su juicio reversible o irreversible? Respuesta; a mi juicio es irreversible y lapidario para todos nosotros, no hay vuelta atrás. Jamás había escuchado algo tan tajante respecto a la desaparición de la especie humana, salvo, en textos de ciencia ficción cuando hablan de la invasión de la tierra por parte de extraterrestres y otro tipo de cosas que nacen de la imaginación de las masas.
      De lo que se trata aquí ya no es de la destrucción del planeta, sino de la desaparición en el planeta de la especie humana. No se refirió a la desaparición de las demás especies, sino, sólo a la humana. Al respecto, le contra argumenté, que la tierra naturalmente había liberado millones de años el mismo elemento pero por vía natural y no artificial, yo apuntaba a las erupciones volcánicas, que a mi entender eran más potentes que lo que el hombre podía interferir artificialmente. Su respuesta no se hizo esperar, eso no es así, más ha liberado el hombre- se refiere al Dióxido de Carbono- en los últimos cien años, que lo que se liberó en millones de años. Y luego me dijo, jamás en la historia de la humanidad, la temperatura había subido tanto en la atmósfera como lo que actualmente está ocurriendo. Sin duda, dada las características del proceso esto es irreversible en el tiempo y no hay vuelta atrás.
       Guardé un poco silencio frente a su posición tan radical y luego le dije: Admitiendo que usted tenga razón en lo que afirma y dado el nivel de apoyo que tiene con las cifras que maneja, sin embargo, si eso eventualmente ocurriera, no desaparecería toda la humanidad. Tal vez moriríamos millones de personas, una tercera parte de la humanidad o tal vez la mitad, quién lo sabe. Pero si eso ocurriera, le recalqué, dada la desaparición del planeta de tan gran cantidad de gente, ya no existiría el peligro de seguir acumulando gases de efecto invernadero, ya que el mayor causante de esos gases habrá desaparecido de la faz de la tierra. Y en consecuencia, dada las características autorreguladoras del clima que ha presentado el planeta a lo largo de toda su existencia, todo volvería finalmente a la normalidad, si es que se puede decir eso, en un planeta que se caracteriza por los ciclos de cambios climáticos.
      El científico me miró profundamente a los ojos y ya no me volvió a replicar, al parecer, le dije algo que él no había pensado. Y lo que dije no es nada del otro mundo, sólo procede de una simple lógica del sentido común, pero que para mi interlocutor resultaba algo novedoso y había prescindido de ello en su análisis.
      El fin de la humanidad sólo la conoce y dispone Dios, la especie humana tiene un origen y un destino común que Dios dispuso cuando creó a nuestros primeros padres. Ninguna acción humana va a ser la causante del termino de la vida humana en el planeta. El hombre siguió existiendo del diluvio y lo seguirá haciendo incluso después de una conflagración mundial de tipo nuclear. Evidentemente, habrá desaparecido gran parte de la humanidad, pero la especie como tal continuará hasta que Dios cierre la etapa final de la era de los hijos de Adán.
      Un antiguo amigo sacerdote de origen italiano que falleció hace ya bastantes años, en una de las conversaciones que tuvimos me manifestó su creencia en la conflagración cíclica del mundo al modo estoico. Él pensaba que cada cierto tiempo el hombre volvía a fojas cero-tal como lo dirían nuestros amigos los abogados- a raíz de la destrucción del mundo por un gran cataclismo o algún fenómeno por el estilo. Este fenómeno de destrucción de la tierra se producía cada cierto tiempo-me refiero en períodos de millones de años- para luego volver a repetirse periódicamente. En este escenario el hombre era como el ave Phénix, desde la cenizas volvía a renacer.
      Esa era la razón fundamental para que en la humanidad se sucedieran civilizaciones tras civilizaciones. Sin duda, el cura amigo me compartía su pensamiento ya no desde la mirada de la fe, sino de lo que el creía particularmente sin una revelación. Pero como la revelación no puede ser antagónica de la ciencia y del pensamiento del hombre particular, su pensamiento quedó sólo en una mera especulación sin ninguna base teológica ni menos científica.
    Sin lugar a dudas, la imaginación da para mucho, tanto para científicos como no científicos, para periodistas como para hombres de campo, para filósofos como para poetas. El hombre sigue siendo el mismo, con sus mismos anhelos y sus mismos vicios, sus mismos errores y sus mismas virtudes,
        

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