miércoles, 31 de julio de 2013

Los robots teológicos.


  
       Asistí hace algunos días atrás a una conferencia sobre temas agrícolas. En dicha ocasión me llevé una tremenda sorpresa al escuchar por primera vez los campos robóticos.  ¿Qué son? Resumiendo: son terrenos agrícolas destinados a diferentes cultivos. La gracia de este tipo de campo es que está todo manejado a través de un software que permite tomar decisiones de manera autónoma sin pasar por las manos del hombre.
     Todo el cultivo está lleno de sensores que miden, capacidad clorofílica, humedad, temperatura, radiación solar, mediciones de la sabia ( xilema, fluema), grosor de tallos, raíces, etcétera, etcétera. Los sensores envían toda la información por telemetría a un centro de mando que clasifica la información, la distribuye, interpreta y ejecuta según los rangos que maneja el programa del software.
       Todo el paquete tecnológico no requiere ser manejado por el ser humano . El desarrollo vegetal y de producción de alimentos puede llevar a crear granjas autónomas en lo energético con energías renovables como la solar y eólica. La tecnología puede manejar actualmente todas las variantes que se encuentran involucradas en todos los procesos productivos.
    Todo lo anterior lo he visto en el aula de una universidad. No lo conozco de manera operativa, pero sé que todo se encuentra disponible en el mercado. Desconozco además si esto en la práctica tenga los resultados esperados. Sería realmente maravilloso que se llegara a ese nivel en la agricultura. Ya que producir cuesta mucho y existen una serie de variantes que juegan en contra para lograr el éxito del negocio. Por eso la agricultura actualmente es más que nada una actividad de supervivencia más que comercial.
            Papas y obispos robóticos:

 
           ¿Se imaginan ustedes si nosotros pudiéramos eventualmente producir Papas u obispos robóticos que tuvieran un software que interpretara todo el Magisterio Tradicional de la Iglesia?. Sin duda, la crisis de fe no existiría. ¡Qué ganas nos da introducir la Suma Teológica en los sistema electrónicos nanotecnológicos de la mayoría del clero!.
     
   Podríamos conservar si queremos las mismas figuras de los actuales personajes que gobiernan la Iglesia. Pero su sistema de base de datos tendría todo el saber y toda la doctrina de siempre contenida de manera inequívoca. La perfidia de la innovación teológica no tendría cabida en medio de esos robots clericales. ¡Qué gusto tendríamos de confesarnos con sacerdotes que tuvieran la sabiduría de un Santo Cura de Ars o de un San Máximo Confesor!.
        Pero la realidad es otra. La Iglesia no obedece a juegos cibernéticos, ni a manipulaciones de tipo humano. Existe en ella un misterio sobrenatural que viene de Dios y que es la que la sostiene a pesar de la felonía de los hombres. Cada época tiene su afán, y la nuestra obedece a un tiempo teológico que Dios permite por un bien superior.
      A veces Dios permite que exista la herejía para que la verdad se imponga sobre ella y termine humillándola. Sin lugar a dudas, nuestros tiempos por muy convulsionados que aparezcan, permiten que la verdad permanezca de modo inalterable en la iglesia doméstica de pequeños grupos o personas determinadas. La confusión no podrá abarcar a la totalidad de la humanidad. Eso Dios no lo permitirá. Él sostendrá a los que les quieren ser fieles a su verdad. Por ello, hay que tener mucho cuidado como se presenta la información y la crítica.
      Más que escandalizarse por la acción de determinadas personas, llámese Papa, cardenales y obispos. Hay que combatir el error teológico que en ellos se manifiesta. Nuestra crítica no debe ser farisea ni basarse sólo en aspectos emocionales. Eso sería seguirle el juego a todos los modernistas y liberales que pretenden hacer tabla raza con la tradición milenaria de la Iglesia. No podemos discutirles en sus propios términos e ir hacia nos quieren llevar.
    Nosotros debemos mantenernos firmes en nuestra fe y la doctrina inmutable  que nos alimenta. Y nuestros juicios deben ser conforme a ella, no nos debemos salir de allí. Ante la aberración debe reinar la prudencia y la firmeza en la verdad inmutable. La mejor manera de desenmascarar a los lobos con piel de ovejas, es mostrarle a los demás lo que son ellos. Vale decir, que actúan como lobos mutilando la verdad y aparecen como ovejas utilizando hábitos religiosos haciendo aparecer la mutilación como lo verdadero.
    Mantenernos en una actitud de permanente sorpresa frente al abuso litúrgico y teológico no ayuda en nada a nuestra defensa por amor a la fe de siempre. Los anonadamientos deben dar paso a la reflexión seria. La respuesta debe ser dada desde la propia Iglesia milenaria de más de dos mil años. Nuestros antiguos teólogos y nuestros antiguos doctores son nuestros mejores amigos.
    Basta de escandalizarse del escándalo que ya sabemos y vemos a diario. Hay que preparar el alma para el buen combate en defensa de la fe.

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