viernes, 12 de julio de 2013

Dostoievski.

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Fiódor Mijáilovich Dostoievski nació en el año 1821, en Moscú (Rusia). Durante su juventud se vio influido profundamente por su padre, un médico retirado del ejército, alcohólico, avaro y sensual. Cuando el pequeño Fiódor tenía 11 años, su padre adquirió unas fincas en la provincia de Tula con la intención de llevar una vida de terrateniente y trasladó su familia allí. En 1838, el joven Fiódor partió, por decisión de su padre, hacia San Petersburgo, para ingresar en la Escuela de Ingenieros Militares, aunque él no se encontraba a gusto con sus estudios técnicos. 
Murió su padre y, luego de graduarse, decidió dedicarse a la Literatura, al punto que llegó a publicar su primera obra, Pobres gentes, obteniendo una gran repercusión. A esta obra la siguió El doble que, al igual que otros trece esbozos escritos por Dostoievski en los tres años siguientes, centró su atención en la situación de los pobres y desheredados, en sus humillaciones y sus reacciones ante ellas. 
Paralelamente, se sumó a un grupo de jóvenes intelectuales que estudiaban las obras de los socialistas franceses, prohibidas por el zar. En el grupo logró infiltrarse un miembro de las fuerzas de seguridad y todos los integrantes del grupo terminaron en prisión. Sufrieron el destierro a Siberia y fueron condenado a muerte. Pero salvaron sus vidas minutos antes de la ejecución, al recibir una conmutación de penas. Fiódor fue condenado a cuatro años de trabajos forzados en Siberia y a desempeñarse luego como soldado raso. Tal vez como consecuencia de las situaciones de extrema tensión vividas, comenzó a padecer ataques de epilepsia, que lo acompañarían durante toda su vida. Durante su período en prisión sólo leyó la Biblia. Influido por esa lectura rechazó el socialismo ateo, del que había sido partidario en su juventud. La cárcel le permitió también descubrir cómo entre los mismos delincuentes se daban gestos de altruismo y nobleza, lo que le permitió profundizar en la complejidad del espíritu humano. En 1854 fue liberado de prisión y enviado como soldado a una unidad militar en Mongolia. Allí vivió por un lapso de cinco años, luego de los cuales lo autorizaron a regresar a San Petersburgo. 
Regresó junto a la mujer con la que había contraído matrimonio, una viuda enferma de tuberculosis. Luego de diez años de prisión y exilio, pudo retomar su carrera literaria. Fundó, junto a su hermano Mijáil, una publicación mensual llamada Tiempo. Allí fueron apareciendo, por entregas, algunas de sus nuevas obras, como Memorias de la casa muerta y Humillados y ofendidos (1861). Luego publicó Notas de invierno sobre impresiones de verano (1863). La revista Tiempo fue cerrada por las autoridades por haber publicado un artículo supuestamente subversivo. Junto a su hermano inició una nueva publicación, Época, que tendría una vida más corta aún. Allí publicar la primera parte de Memorias del subsuelo
En 1864 falleció su esposa, luego de una penosa convalecencia, y también su hermano, cuyas deudas, de las que tuvo que hacerse cargo, lo dejaron en la ruina. Para salir de su situación económica desesperante tramitó un crédito que le fue concedido contra el compromiso de presentar una nueva novela en no más de un año. Cumpliendo con ese compromiso escribió El jugador (1866). Al poco tiempo contrajo matrimonio con Anna Snitkina, la mecanógrafa que contratara para transcribir su obra. 
Escapando de sus acreedores, Dostoievski pasó los años siguientes fuera de Rusia. A pesar de su situación económica angustiosa, durante este período continuó su labor de escritor, publicando Crimen y castigo (1866) y Los endemoniados (1871-1872). Retornó a Rusia recién en 1873, portando ya el halo del reconocimiento internacional como escritor. En 1880 publicó Los hermanos Karamazov. Poco tiempo después murió en San Petesburgo; corría el mes de febrero de 1881.
En toda su obra mostró Dostoievski un inmenso interés por el hombre de su tiempo. Estaba convencido de que el futuro de la humanidad se hallaba en juego. Por eso sus obras no abordan temas históricos sino actuales. “El hombre en la superficie de la tierra no tiene derecho a dar la espalda y a ignorar lo que sucede en el mundo, y para ello existen causas morales supremas", decía. Y su realismo no se detuvo ante las facetas más oscuras del espíritu humano sino, por el contrario, penetró en ellas, colocando a los héroes de sus novelas en las situaciones más extremas, rastreando sus conflictos interiores y sus motivaciones más profundas. Consideraba su deber, en cuanto escritor, encontrar el ideal que late en corazón del hombre, "rehabilitar al individuo destruido, aplastado por el injusto yugo de las circunstancias, del estancamiento secular y de los prejuicios sociales.”
La temática, y el modo de abordarla, de sus novelas trágicas se adelantó en el tiempo a los estudios psicoanalíticos sobre el inconsciente, al surrealismo y al existencialismo. En cuanto a lo estrictamente literario, tal vez haya sido su mayor aporte el haber colocado al narrador dentro de la obra, dejando la postura externa de quien relata una historia ajena. Este estilo fue retomado posteriormente por autores de la talla de Thomas Mann, Unamuno y Sartre.

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