EL JUDIO ERRANTE.

ES una leyenda que no esta documentada en ningun evangelio y aqui la info:

.La leyenda relata que un personaje judío le negó un poco de agua al sediento Jesús durante el camino hacia la Crucifixión, por lo que este lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el personaje en cuestión debe andar errante por la Tierra hasta la segunda llegada de Cristo.

la idea de un hombre errante por el mundo me causo asombro y he ahi el porque se ha tocado muchas veces en la literatura.


En una de las Cartas eruditas y curiosas del padre Feijoo. En ella se cita a Mateo de París, obispo e historiador benedictino, indicando que en el año 1229 afirmó que dicho judío existía, se llamaba Catafilo, y se encontraba entonces por Armenia.1
Igualmente Jacob Basnage, autor protestante, en su Historia de los judíos, cuenta que hay exactamente tres judíos errantes:
Samer o Samar: judío errante condenado a vivir siempre, y a vagar, por haber fundido el becerro de oro en tiempo de Moisés.

Catafito o Catáfito: habría sido una especie de guardia o policía de la puerta del pretorio de Poncio Pilatos, en cuya ocasión, cuando sacaron a Cristo, de dicho pretorio para crucificarle, para que saliese más prontamente y evitar la aglomeración o el bullicio, le dio un empujón en la espalda, a lo cual Cristo, volviendo el rostro, le dijo: «El Hijo del Hombre se va, pero tú esperarás a que vuelva»


Ausero: zapatero de Jerusalén que echó de un empujón a Cristo del quicio de su puerta cuando el Señor se detuvo allí a descansar camino del Calvario, diciéndole: «Despacha, sal cuanto antes; ¿por qué te detienes?». Cristo le respondió: «Yo descansaré luego, pero tú andarás sin cesar hasta que yo vuelva»


Se dice que el judío errante fue visto en Hamburgo en 1547; en España en 1575; en Viena en 1599; en Lübeck en 1601 y 1603; en Praga en 1602; Baviera en 1604; en Bruselas en 1640 y 1774; en Leipzig en 1642; en París en 1644; en Stamford en 1658; en Astracán en 1672; en Múnich en 1721; en Altbach en 1766 y Newcastle en 1790

cuentan las Gutiérrez, las Parras, y tres Beatas más, que en una Semana Santa, concretamente un Jueves Santo observaron un viajero vestido extrañamente, que caminaba como un autómata y que dirigiéndose a una de las estatuas de los judíos que participaban en el martirio de Jesús que se hallaban prestas a salir en la procesión de la Iglesia Catedral se dirigió hacia ella increpándole “¿Me conoces?” ¡Asheverus! Exclamó la estatua. “El mismo soy”. Las beatas casi se mueren del susto y fueron a contarselo al padre Nelson Giraldo, pero cuando regresaron Asheverus ya no estaba.

No aparecen leyendas sobre este judío, doce siglos tarda en formarse este mito de una espera eterna, ya que para que se cumplan las escrituras, Jesús no volverá a la Tierra hasta el día del juicio final.
A partir del siglo XIII empiezan a aparecer testigos que afirman haber visto al anónimo y errante judío y la leyenda comienza a fraguarse y a tener veracidad.
Adquiere varios nombres, algunos misteriosos, como Cartafilo, Ashevero, Michob-Ader, otros explícitos, como Buttadeus, Juan Espera en Dios, Larry el caminante. Baltasar Gracián (escritor del siglo XVII), con más precisión que oído, lo llama Juan de Para Siempre.
En los países alemanes se lo llamó "Der Ewige Jude" (el judío eterno o inmortal) mientras que en los países de lenguas romances es conocido como "Le Juif Errant" y "L'Ebreo Errante", la forma inglesa se inspiró en esta última y se lo llamó "The Wandering Jew".


El 9 de junio de 1564, el anónimo autor de la "Kurtze Beschreiburg" o "Crónica corta", asegura haber visto al judío errante en Schleswig. Relata que es un hombre alto y de cabellos largos, que las plantas de sus pies tienen callos de dos dedos de espesor, y que habla buen castellano porque ha vivido en Madrid. Tiene mujer e hijos que lo acompañan en su recorrido a lo largo del tiempo. Su gran pecado es que ha ofendido al hijo de Dios, su castigo, viajar para siempre.

Existe una versión musulmana de la leyenda que se remonta al año 6 de la Hégira, después de que los árabes tomaron la ciudad de Holvan, en Siria. Según la leyenda, Fadhilahc, el jefe de las tropas árabes, tuvo un encuentro con un hombre quién dijo llamarse Serib-Bar-Elia, quien habitaba este mundo por orden de Jesucristo hasta su segunda venida. Cuando se le preguntó cuando sería la segunda venida, aquel le respondió: “Cuando los varones y hembras se mezclasen sin distinción de sexos, cuando la abundancia de víveres no minorase su precio, cuando los pobres no hallasen quien los socorriese, por estar enteramente extinguida la caridad, cuando los templos, dedicados al verdadero Dios, fuesen ocupados por los ídolos, entonces estaría próximo el juicio final”.



Para el cristianismo, la figura de un judío pecador condenado, forzado a recorrer el mundo sin esperanza de descansar en paz, impresionó y caló en la tradición y literatura popular y surgieron variantes de la leyendas, supuestas apariciones, diversos nombres.
Aún en el los últimos tiempos se escriben novelas con referencias al judío errante o personajes basados en él o que pueden recordarlo.