sábado, 12 de octubre de 2013

El estoicismo.

El estoicismo
      El estoicismo es una corriente filosófica fundada en Atenas por
       Zenón de Citio (335-264 a.C.). El nombre de la escuela
 procede del término griego stoa, que significa "pórtico". Al parecer,
Zenón impartía sus enseñanzas bajo el "pórtico pintado" (stoa poikile)
del ágora ateniense. Suelen distinguirse varios periodos en la
 historia de esta escuela: el primer estoicismo (Zenón, Cleantes
de Assos y Crisipo de Soli), la estoa media (Panecio de Rodas
y Posidonia de Apamea) y el estoicismo tardío y romano
(Séneca, Epicteto de Hierápolis y Marco Aurelio).

      De acuerdo con esta escuela o corriente filosófica, la Naturaleza
entera se halla gobernada por una "razón" providente y divina (Lógos)
que dirige sabiamente el "destino" de las cosas y de los hombres.
Es insensato e inútil intentar cambiar el plan de esa providencia divina.
Ocurre siempre lo que tiene que ocurrir, del modo exacto en que
tiene que hacerlo. Por eso, nuestro deber como seres dotados de
razón es aprender a "vivir de acuerdo con la naturaleza"; o, lo que
 es lo mismo, de acuerdo con el Lógos eterno que lo gobierna
providencialmente todo. En esta conformidad de la acción con el
Lógos consiste la areté o virtud moral.

      Según los estoicos, es "sabio" (phrónimos) el hombre que
       acepta y consiente con entereza y serenidad el "destino"
 que el "orden" y las "leyes" de la Naturaleza le deparan. Esta
 aceptación tranquila del propio destino se alcanza mediante
      el control y el dominio de las pasiones, los impulsos y
 los afectos por parte de la razón individual, que está en
comunicación con la razón eterna y universal que gobierna     
el mundo y que "participa" esencialmente de ésta.
Séneca
      Los estoicos llamaron apátheia o apatía a esta suerte de dominio o de
control racional sobre los propios impulsos, pasiones y afectos.
 Mediante la práctica escrupulosa y sostenida de este autocontrol
o autodominio, el "sabio" llega a ese estado de imperturbabilidad
 espiritual. Y, según los estoicos, esta apatheia insensibilidad o

     impasibilidad del alma lleva a la ataraxia (serenidad; tranquilidad de ánimo)
 y representa la única forma de felicidad a la que resulta legítimo o moralmente
 aceptable aspirar.
Frente al hedonismo en general y al hedonismo epicúreo en particular,
 el estoicismo sostiene que la finalidad última de toda actuación no debe
     ser el logro de la felicidad, sino la práctica del bien, el ejercicio de la
"virtud" (que consiste, como hemos visto, en el comportamiento de
acuerdo con la razón que lo gobierna todo). No debemos aspirar a
ser felices, sino a ser buenos. Para el estoicismo, la virtud no es un
medio, sino un fin: debe ser perseguida por sí misma, no con vistas
 a obtener un bien ulterior, distinto de ella misma
(como pueden ser la fama, el poder, la riqueza, el placer o la dicha).     
 

 




         
 

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