Filósofo y teólogo español, seguramente el filósofo neotomista más importante del siglo XX. Hijo de labradores, Santiago María Ramírez y Ruiz de Dulanto nació el 25 de julio de 1891 en Samiano, pueblo de la caput castellae, en el condado de Treviño (Burgos). Vive en casa de sus padres hasta 1906, en que su padre encomienda su educación a un amigo maestro. En un año y medio aprende latín. En 1908 entra en el Seminario Mayor de Logroño, donde estudia Filosofía hasta 1911, logrando en todas las asignaturas la calificación de Meritissimus. Tras decidir tomar los hábitos de Santo Domingo, en el verano de 1911 se traslada a Corias (Asturias), donde se encontraban el Noviciado y el Studium de Filosofía que la Orden dominicana regentaba en su provincia de España. Una vez convalidados sus estudios de Humanidades y Filosofía, cursados en el Seminario de Logroño, hace su profesión de dominico y en agosto de 1911 toma el hábito. Realiza estudios superiores en Roma, en la Pontifica Universidad de Santo Tomás, más conocida como Angelicum. Recibe la tonsura el 7 de marzo de 1914, en la Basílica de San Juan de Letrán. Se ordena sacerdote el 16 de julio de 1916 en la iglesia de San Apolinar de Roma y celebra su primera Misa en la capilla de Santo Domingo del convento de Santa Sabina en Roma. Realiza su examen de Lector, equivalente al Doctorado de la Orden, el 27 de junio de 1917, defendiendo una tesis de quidditate Incarnationis. Entre 1917 y 1920 imparte clases de Filosofía en el Angelicum, que incluyen Lógica, Ontología, Cosmología, Psicología e Historia de la Filosofía Moderna. En 1920 sus superiores lo trasladan al convento de San Esteban de Salamanca, donde durante tres años imparte clases de Teología: dos cursos de divina revelatione, un curso de Ecclesia y un curso de Teología Dogmática. En 1923 se traslada por orden de sus superiores a la Universidad de Friburgo, donde profesa Teología moral especulativa hasta 1945, en que vuelve a España para hacerse cargo –de nuevo, por orden del provincial de su orden, el P. José Cuervo– de la dirección del Instituto «Luis Vives» de Filosofía, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tras haber rechazado la cátedra de Metafísica de la Universidad de Madrid. En 1947 cesa de su cargo como director del Instituto de Filosofía «Luis Vives», al ser nombrado Regente de Estudios de la Provincia Dominicana en España. Fruto de su labor es la creación, en 1947, de la Facultad de Teología del convento de San Esteban, así como la elevación, en 1966, del Estudio General de Filosofía de las Caldas de Besaya (Cantabria) a Instituto Superior de Filosofía, equivalente a una Facultad de Filosofía dependiente de la Universidad de Santo Tomás de Roma. En 1949 el P. Ramírez viaja a los Estados Unidos, donde imparte una serie de conferencias en Cincinnati, Ohio, River Forest y Washington. En 1952 interviene en el Congreso Eucarístico de Barcelona y en 1956 en el Congreso Internacional Pax Christi. En 1958, a requerimiento de sus superiores, escribe La filosofía de Ortega y Gasset, que recibirá la crítica de Laín, Aranguren, Marías y Maravall, a los que a su vez el P. Ramírez responde en sendos libros, ¿Un orteguismo católico? (1958) y La zona de seguridad (1959). Interviene en el Concilio Vaticano II como perito experto en la comisión de mayor rango doctrinal del concilio, la Comisión Teológica, en cuyas discusiones participa muy activamente, siendo suya la fórmula definitiva sobre la muy discutida Colegialidad Episcopal. Muere el 18 de diciembre de 1967 en su celda de San Esteban de Salamanca. Sus restos descansan en el Panteón de los Teólogos, junto a los de Vitoria, Soto y demás glorias de la orden de predicadores.
Doctrinalmente el P. Ramírez descuella como tomista acendrado y metafísico de altura, especialmente con su filosofía del orden y de la analogía. Frente a la filosofía existencialista tan en boga en los años 50 y 60, el P. Ramírez defiende los fueros de un esencialismo y de una realidad ordenada a partir de los principios del ser genérico. Su concepción ontológica de la realidad descansa sobre el concepto clave de orden, como producto del juicio de la razón basado en una consideración analógica del ser. La Filosofía podría incluso reducirse a la idea de orden. En su obra De ordine, el P. Ramírez nos presenta como objeto propio de la Metafísica el ser real en cuanto esencia común a los diez predicamentos. Además, el orden debe entenderse de manera analógica, como relación de cosas distintas y desiguales, pero coincidentes de algún modo en algo único y fundamental, ya sea en términos de anterioridad o posterioridad, ya sea en términos de más o menos. Termina el P. Ramírez asimilando el orden a un modo de analogía, a saber, la analogía de atribución intrínseca, que sería el primer analogado dentro del conjunto de los distintos modos de analogía. El orden también representaría la esencia del tomismo y Santo Tomás sería doctor ordinis. Por otra parte, el P. Ramírez defiende una doctrina antropológica según la cual la persona humana no puede reducirse a su esencia o naturaleza, porque el yo añade algo a éstas. El constitutivo formal de la persona sería algo positivo, distinto de la naturaleza individual y de la existencia en acto; sería su término substancial y el sujeto inmediato y propio del acto de existir.
En 1935 el P. Ramírez mantuvo una polémica con Jacques Maritain sobre el valor de la filosofía moral. Según el francés, no puede haber una ética natural o filosófica independiente de la Teología; el P. Ramírez criticó esta actitud fideísta, saliendo en defensa de una verdadera filosofía moral y autónoma frente a la Teología moral de Maritain. Durante estos años publica tres tomos de su De hominis beatitudine y comienza a perfilar su idea de Bien Común como base de toda su filosofía política. Frente a Maritain y los personalistas exaltadores de la individualidad como personalidad dentro de lo que calificaban «drama del individualismo moderno», el P. Ramírez recurre a la idea de Bien Común inmanente a la sociedad. En Pueblo y gobernantes al servicio del Bien Común (1956) y Deberes morales con la comunidad nacional y con el Estado (1962), el P. Ramírez aplica su idea de orden a la filosofía política: ontológicamente, la sociedad se compone de seres racionales y sociales que no deben buscar la sociedad para el bien propio, sino para el Bien Común, como fin político y jurídico de derecho; pero el Bien Común no es un bien colectivo entendido como suma de bienes propios, porque no es una especie, ni un género, sino un todo análogo, puesto que el concepto formal y esencial del bien difiere respecto a la sociedad y a la persona individual; el mayor Bien Común inmanente de la sociedad es el Bien Común del Estado; según el P. Ramírez, después de Dios, el Estado es el mayor de todos los bienes del hombre, siendo la autoridad o el poder lo que unifica, organiza y ordena las fuerzas de la muchedumbre en vistas a su perfección común. Pero una sociedad jamás puede alcanzar el Bien Común sin unidad; por tanto, la mejor forma de gobierno será aquella que asegure la unidad.
Obras de Santiago Ramírez
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